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Breve y ligero paso por la poesía cubana del siglo XX y XXI a propósito del año nuevo por venir

por Luis García de la Torre
Artículo publicado el 22/11/2017


En la Cuba republicana, a partir de 1902, incipientes autores de la primera oleada potencian el compromiso y la calidad con una obra variada según estilos pero que puedo reunirlas entre lo social, lo intimista y la poesía negrista. Escritores como Regino Boti, con una obra de marcado tema social; José Manuel Poveda, su poema El grito abuelo es considerado antecedente del negrismo; Rubén Martínez Villena, crítico de su realidad; Regino Pedroso, iniciador de la poesía social; Eugenio Florit, sólido literato cubano, en los años 90 fue varias veces propuesto para el Premio Cervantes; Mariano Brull, iniciador del vanguardismo; Emilio Ballagas, vanguardista, cultivador del neo romanticismo y la poesía negra; Agustín Acosta, célebre escritor perteneciente al posmodernismo; y José Zacarías Tallet, también fundador de la poesía negrista. Luego aparecerían las vanguardias, las cuales parten en dos líneas diferentes: la realista, de temática negra, social y política, donde su representante Nicolás Guillén toma cabeza; y la introspectiva e intimista, que tuvo en Dulce María Loynaz, Premio Cervantes en 1992, tremenda fuerza líricas. A partir de 1940, llega el segundo embate de la vanguardia cubana, con un grupo de escritores alrededor de la Revista Orígenes, revista cubana y universal, y esto los define y caracteriza por siempre, y cuyo líder José Lezama Lima, figura cumbre de las letras cubanas y universales, reúne a: Ángel Gaztelu, con una obra definida por Cintio Vitier como “fina captación de lo cubano”; Gastón Baquero, heredero del modernismo; Virgilio Piñera, considerado uno de los autores más auténticos de Cuba; Lorenzo García Vega, con una obra considerada “singular” dentro de esta literatura por romper constantemente con conceptos y formas; Octavio Smith, poeta moderno; Cintio Vitier, erudito intelectual; Fina García Marruz, exquisita poetisa, sus textos poseen la dualidad del espíritu y la materia; y Eliseo Diego, uno de los más grandes poetas de habla hispana.

De la segunda mitad del siglo XX hasta estos años recientes del siglo XXI no me interesa historiar el tema con los proyectos que existieron o nacen, sino más bien abordarlo desde lo político y social, que es según mi opinión lo que los determina.

Sin distinguir la escrita dentro y fuera de Cuba, lo que caracteriza definitivamente a la poesía cubana es la ausencia de una corriente común que prime. Se notan varios ejes temáticos pero sin que ninguno sobresalga.

Entre las múltiples razones, la que si me prevalece coincidiendo en fecha, y no casualmente, es la que relaciona la llegada de la revolución y el acabamiento de cualquier continuidad que abandere. Y lo digo literariamente como halago ya que por ello en todo este tiempo hubo un continuo riesgo poético personal. El intento por reunir oficialmente todo lo relacionado con la literatura, originó más bien un “sálvense quien pueda” a medida que los años naturalmente iban variando los intereses e inquietudes de los escritores, y la oficialidad insistía en su disposición mono literaria. Por lo que solo fueron existiendo tres sendas para las producciones de fines e inicios de siglo, y hasta hoy, y en un corto y mediano plazo por decir menos: las que se relacionan con premios y tienen desde ahí un camino, las que son independientes porque no quieren formar parte, y las que continúan el vuelo de la emigración física o virtual.

Por tradición lo que hace que una línea continúe firme y airosa es el ensanchamiento diverso que la fortalece. Pero en Cuba fue singular, al esta línea tener que continuar uniforme y fina, por fuerza se va fragmentando en su camino, generando a la par otras pistas “clandestinas” que de manera individual contra viento y marea quieren aportar. Por lo que la división en apariencias atenta, pero a la vez es lo que hace que no se detenga el interés; de chiripa, el desgaste enriquece en renovación y variedad; y por fuerza, su auge es antisistémico y no muere. La poesía cubana de hoy, como tal vez no exista otra en la faz, se hace desde muchísimos países, y toda lleva siempre como primer nombre el de la isla.

La poesía coloquial despuntó al inicio, de la época que preciso, como la candidata eterna por el proceso novedoso que vivía el país. El llegar al hombre común, utilizando un lenguaje habitual, le era perfecto; los tópicos que debía abarcar, disímiles, y sobre todo dramáticos, podían ser tocados de manera sencilla; y fue la lírica exacta, por sus posibilidades de escritura, para crear conciencia sobre temas políticos, sociales y de futuro según conveniencias. Por su uso variado entonces, muchos escritos la fueron enriqueciendo, la dignificaron tanto, que inevitablemente pasó lo que tenía que pasar, mutó en maneras que aunque se acoplaron en su inicio al objetivo, en su final, la trastocaron a lo intimista, a las experiencias complejas en recursos, a la recuperación de formas tradicionales, al surrealismo, a la poesía visual y a otras experimentaciones de motivos personales. Y todo fue licuándose hasta llegar a un arte-literario muy personal. Y a medida que iban evolucionando paralelos el tiempo y el proceso creativo el control político no alcanzó a seguir con aire en esa carrera quedando rezagado y reaccionaba. Por lo que la escritura vivió lo antinatural al tener que buscar cobijo en la palabra, que es para decir, en el no decir diciendo la frustración e inconformidad y doblarse hacia el interior, de mil formas camuflada. Muchos poetas prefirieron entonces a través todos estos años ponerse al costado del camino con decisiones tan particulares que cualquiera que se detuviera un poco veía como se minaba la fuerza de la poesía cubana, dentro de la isla; y volviéndose a parar hoy ve que no fue tan así, sino que se enriqueció el hacer y su conjugación ya que esa poesía ahora es: cubana-cubana, cubana-norteamericana, cubana-mexicana, cubana-francesa, cubana-chilena, cubana-española y un muy largo etcétera globalizado y on line. Por lo que para la lírica cubana la tajada de esta época en su cuerpo ya es más relevante que las mismas lecturas que la produjeron.

Y hasta hoy continúa, y por un largo rato si no supongo mal, la común característica de la poesía de la isla de fines de la centuria pasada, inicios y futuro de ésta: con un pie adentro reivindicativo y otro bravo afuera.

Luis García de la Torre

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