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Cartas del norte. Reinaldo Arenas versus Javier Bardem

por Luis García-Santillán
Artículo publicado el 13/12/2001

Acertada elección la del camaleónico Javier Bardem para interpretar al escritor cubano Reinaldo Arenas, autor maldito donde los haya, que contribuyó a su propia leyenda suicidándose en 1990 cuando ya el sida, la madre de todas las pestes, había hecho la suficiente mella en él como para incitarle a renunciar a la vida. No es casual por tanto dicha elección. Estamos ante uno de los actores con mayor proyección internacional (con el permiso del californiano-malagueño Antonio Banderas), uno de los que mejor saben transformarse y uno de los que más verosimilitud imponen a sus interpretaciones. Sea en su papel de empresario de barrio castizo dispuesto a comerse el mundo (Huevos de oro), de macarra de carretera (Jamón, jamón) o de chivato drogadicto (Días contados), Javier Bardem no defrauda. Por eso este salto a la escena internacional se le hacía casi como obligado.

Y lo ha hecho interpretando a uno de los grandes. No debió ser fácil la vida de Reinaldo Arenas, pero es que no debió de haberlo sido para quienes como él intentaron aunar fidelidad a la Revolución con su condición de escritor homosexual. Sin embargo, llama poderosamente la atención el que otros autores coetáneos suyos también homosexuales, a pesar de verse en algún momento de sus vidas marginados por el régimen, no sufrieran tan dramática represión. Porque hay que recordar que el hecho de formar parte de la tripulación del Mariel fue antes que nada una humillación, un estigma que aún perdura hoy en día para todos aquellos que como él pasaron a la historia como los marielitos. Y ésta, justa o no, sí que resulta inmutable por muchas correcciones que se le hagan, y sobre todo gracias al cine de Holliwood. Por eso cobra mayor sentido ahora la película sobre la vida del poeta y narrador Reinaldo Arenas, escritor que hizo de su condición sexual la razón de su devenir literario, y que sin duda, y a pesar de moverse en los ambientes gays más destructivos, gracias a la película que pudo encumbrar a Javier Bardem cobrará mayor éxito hoy en día. Pero ya se sabe que lo cubano está de moda. Basta con echar un vistazo a cuanto se edita hoy en día. ¿Quién, salvando sus incondicionales, conocía la obra de Virgilio Piñera?. Pocos, seamos realistas. ¿Y la de Reinaldo?. Nuevamente y por desgracia, el cine de Holliwood pasa por la izquierda a la literatura y viene a echarnos una manita. Y obviando su pronunciada aversión ante lo políticamente incorrecto (véase homosexualidad, afroamericano, etc) da una vuelta de tuerca y nos recuerda que sólo él puede encumbrar o enterrar a una figura. Felicitemos por tanto a Javier, que se lo merece, leamos las novelas de Reinaldo Arenas reeditadas por Tusquets, pero no perdamos de vista el que si esto es así, se lo debemos a los sátrapas de los Grandes Estudios que como casi siempre dan una de cal y otra de arena. Y en esta ocasión tocó la de cal.

Pero al margen de sus cualidades cinematográficas, conviene quedarse con las literarias. La literatura de Reinaldo gusta, y mucho, a quienes como él adolecen de igual condición, lo que lleva consigo el etiquetamiento. Pero es una literatura limpia, posiblemente más de lo que debió de ser su propia vida si hacemos caso de lo que nos cuenta Eliseo Alberto, también escritor y cubano como él. No es el momento por tanto de visionar su vida desde un punto de vista morboso, aunque seguro que los académicos no se habrán visto imposibilitados para hacerlo. Es el momento de disfrutar con sus novelas, y de observar cuando visionemos en video la «Gala de los Oscars 2001» la sombra que sin duda planeará sobre el Patio de Butacas. Porque a buen seguro, no me cabe ninguna duda de ello, que el propio Reinaldo habrá asistido al acto, y se habrá reído un poco, por que no, de todos aquellos que un día intentaron humillarlo bajo el apodo de marielito.

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Requerido.

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