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De la personificación en Alberti y la figura del ángel.

por Jorge Etcheverry
Artículo publicado el 22/10/2015

La poesía de Alberti nos parece estar construida básicamente a partir del recurso o categoría de la personificación. Esto quiere decir que el conflicto básico que esta poesía muestra y desde la cual se origina es el que se establece entre el «hombre» y el «mundo», si nos es permitido extrapolar a partir de una situación (vital, discursiva) de un «yo» que se desarrolla en un entorno, hacia los conceptos de Hombre genérico y Mundo.

La personificación, que se encuentra más o menos presente en toda poesía, en la de Alberti alcanza magnas proporciones. El término «personificación» presupone una división de un aspecto casi espacial por lo neta, entre dos ámbitos. Por un lado una «persona» dotada de la capacidad de dar sentidos, portadora de sentidos, y por otro, y enfrentado a ella, un «mundo», que le es heterogéneo y en el cual la persona se proyecta, utilizando los diversos elementos objetivos, o construyendo objetos para representar(se) las vicisitudes de su alma, estado de ánimo, ethos, mente etc. El mundo naturalmente un «en sí» opaco y desprovisto de significaciones actúa como una mediación respecto a las manifestaciones subjetivas de la persona.

El hablante «va» hacia la objetividad del mundo y construye en ese espacio opuesto, hasta entonces de significación ausente o velada, una armazón de sentido que muestra la subjetividad a la vez que destaca o muestra los elementos objetivos del mundo, que sólo entonces «existe». La radical importancia de las diversas formas de este proceso de personificación radica en su proximidad con la categoría epistemológica de la «mediación». El mundo es el espejo que se enfrenta al hombre. El proceso cognoscitivo consiste en alejarse de la inmediatez para encontrar un «reflejo» de la realidad y de sí mismo en este «ámbito alternativo» que la mediación proporciona.

Pero la personificación además conlleva la nostalgia de una unidad primigenia entre hombre y mundo en que los opuestos coincidían en forma inmediata. Esta nostalgia recorre el pensamiento dualista pareciera que por siempre dominante. La personificación de los elementos objetivos y el «contagio» del «sujeto» por los «objetos» hablan de un estadio previo al proceso a1ienatorio que escindió al hombre del mundo, expulsándolo de la plenitud y el paraíso. Esa condición primigenia es contemplada con nostalgia. Desde su condición de «yecto» el hombre mira hacia ese primer desgarramiento.

De ahí surgirá el anhelo de la revincu1ación con el resto de los entes. Robert C. Mantenga señala este deseo del emisor poético, que implica abandono de sus particularidades como ente separado: “This desire to surrender his own human characteristics in order to more closely identify with other forms of nature seems to be omniprescent”[i]. Y el crítico citado ejemplifica con un poema en que el emisor lírico asume diversas entidades personificándolas, en este progresivo deseo de unidad:

Señor, ser viento, Señor.
Viento, ser campo, Señor.
Campo, ser yerba, Señor.
Yerba, ser nido, Señor.
Nido, ser pluma, Señor.
Pluma, ser nube, Señor.

Aparte de esta manifestación fundamental por cuanto es la concepción básica en la poesía de A1berti, en su poesía la personificación adopta diversas y a veces simultáneas formas. Puede ser la objetivación de una instancia psíquica:

Miedo que te vence
(El Poeta en la calle: Dialoguillo de la Revolución y el Poeta)

Puede ser un elemento natural que efectúa actos humanos:

Al álamo aquel que baja
lento por el monte, dile
que se de prisa y vigile
tu pobre choza de paja
(El poeta en la calle; El alerta del minero)

O elementos naturales antropomorfizados:

Más allá de la espalda de la última estrella
(El poeta en la calle; La lucha por la tierra)

Elementos naturales que son humanizados esencialmente:

Eres el mar alumno, el mar escuela
(El poeta en la calle; Mar Negro)

Conceptos institucionales o éticos abstractos que operan al modo humano:

La caridad cristiana nos daba sin dinero su cultura la piedad nos abría los libros y las puertas de las clases
(El poeta en la calle; Colegio S.J.)

Objetos culturales que poseen psiquismo:

O el margen de los libros se hastiaba de borrones
(El poeta en la calle; Colegio S.J.)

Así vemos que estas instancias de personificación, que en gran medida ya han llegado a ser figuras lexicalizadas, juegan un gran papel no sólo en la poesía menos directa de Alberti, sino también en su poesía «comprometida». En su poesía más «pura» nos encontramos con casos de lo que podríamos denominar «contaminación objetiva». El emisor poético convierte un paisaje en su correlato objetivo mediante la adjetivación:

Aburrimiento viejo
del cielo nuevo
viejo.
Van unos bueyes de piedra
viejos,
las pezuñas de asfalto …
(Cielo nuevo)

Elementos naturales sufren acciones humanas dentro de una situación interpersonal:

Han castigado a la luna
por que no se sabe
la lección de aritmética
(viaje)

Elementos objetivos son sacados de su ámbito y elevados a la condición de interlocutores:

Al mar
la serpentina azul de esta canción
suéltate los cabellos
mi corazón navegará por ellos
|(Al mar)

En estos dos últimos ejemplos se prepara el tránsito de los elementos del mundo desde la impersonalidad de un «él» a la personalidad de un «tú», si cabe esta extrapolación de Benveniste. El rescate de los elementos naturales desde la «tercera persona», única por la que una COSA es predicada verbalmente, a un ámbito de ocurrencia (posible) de un «yo» y un «tú». Allí ambas personas son reversibles; el yo define transformado a un tú[ii] en tú, que puede a su vez ser yo respecto al anterior.

Así, la poesía en el ámbito dualista, se vuelve vehículo de re(unificación) entre hombre y mundo, y por ende entre hombre y hombre.

En términos ideológico-políticos, el triunfo revolucionario se contrapondría al estado actual degradado, de división:

-Camarada, y donde están?
-Desunidos, divididos

Por medio de una superación en la unidad:

-Pues cómo los vencerán?
-Camarada, todos unidos
(El poeta en la calle: Juego)

y hay barreras que impiden la posesión común
del sol agrario
(El poeta en la cal1e:S.O.S.)

Dentro de esta nostalgia por la unidad mítica, la formación en términos parciales es en esta poesía denunciada también como una carencia:

Nos educaron sólo para el alma
(El poeta en la ca1le; Colegio S.J.)

Pero la separación (respecto al mundo, los otros, sí mismo etc.), se juega en general, no sólo políticamente si no que en toda instancia y situación. Así vemos algunos ejemplos de Marinero en Tierra:

Gimiendo por ver el mar
un marinerito en tierra
Tan bien como yo estaría
en una huerta del mar
Ya era yo lo que no era

El campo que esta poética abre permite la mutua permeabilización de lo objetivo y lo subjetivo, si podemos usar estos términos.

Las posibilidades de la proyección, alienación e incluso el desdoblamiento del sujeto son la otra cara de la humanización de lo objetivo. Estos procesos antes examinados de la personificación y de construcción de un interlocutor, ligado a éstos, se unen a la proyección del sujeto (emisor) en la construcción de la figura del ángel.

Suelen aparecer en la poesía de Alberti figuras imprecisas y simbólicas que mezclan lo humano y lo natural y que se erigen como un tú:

Reina de baraja Venus
(Agua)

Rosa-Fría
Patinadora de la Luna
Malva-Luna de Yelo
La Sirena del Campo
(Todas, en Marinero en Tierra).

El carácter femenino de esas entidades materiales o telúricas, acorde al papel tradicional mítico de la mujer (o el principio femenino) daría para un extenso trabajo, dada la riqueza de lo que podría llamarse una concreción poética de la representación tradicional dualista occidental en Alberti.

El desdoblamiento, como fase intensa del proceso de personificación, se nos muestra por ejemplo en Mar, de Marinero en Tierra:

Asomadas a ella
Velas como pañuelos
Me van diciendo adiós
a mí que estoy durmiendo

Un caso extremo de la personificación, desarrollo de un interlocutor, enajenación o proyección del sujeto, y desdoblamiento, se da en la poesía de Alberti en la figura de los ángeles.

La situación que posibilita la presencia de la figura del ángel aparece expresada en Paraíso Perdido: «Ciudades sin respuesta/ ríos sin habla, cumbres sin eco/ mares mudos». La vinculación o lazo originales se han roto. Entre mundo y hombre impera la división. Incluso parte del hablante se muestra como alienada. Elementos de la subjetividad aparecen objetivados:» Te arrojaron en mi alma/ Sola, sin muebles y sin alcobas,/ deshabitada» (Desahucio). «Se fue, doblando las calles,/Mi cuerpo anduvo, sin nadie» (El cuerpo deshabitado).

Se producen desdoblamientos: «y tú muerto/ tú una cueva,/un pozo tú, seco» (El cuerpo deshabitado – VII).»¡Más, más, sí, sí, más!, ¡Quémame!/ ¡Quémalo!, ángel de luz, custodio mío,» (Los dos ángeles). El ángel se muestra como siendo la entidad operadora de estos procesos: «y ángeles turbios, coléricos,/carbonizaron tu alma,/tu cuerpo» (El cuerpo deshabitado – VII). El proceso alienatorio es efectuado por El ángel bueno: «Alguien que no esperaba/se paró en mi ventanal Alguien dijo: Levántate, Y me encontré en tu estancia». Vemos claramente el juego de intercambios entre «tú» y «yo», que acompañan estos procesos de alienación y proyección.

Otro componente de la figura del ángel reside en su capacidad de simbolizar secciones o actividades del yo (del emisor poético): «Para que con tu agrio aliento me incendies todos mis ángeles» (El ángel rabioso).»Ángel de luz, ardiendo …. incendia los abismos donde yace/mi subterráneo ángel de las nieblas» (). El general y en términos axiológicos estas figuras de los ángeles son positivas y negativas, ocupando sus lugares arquetípicos y tradicionales, los primeros ocupan espacios aéreos: «Tú que andabas llorando por las nubes», y los segundos un lugar abajo, en la materia.

Este aspecto reproduce la visión dual del hombre en términos casi platónicos. Esta simbología recoge y expresa en general parejas de opuestos; abajo, arriba; luz, tinieblas, para denotar la oposición entre lo positivo y lo negativo. La figura tradicional del ángel se asoma por debajo de esta poesía de acceso no inmediato para proponer una lectura que reafirma y corrobora el pensamiento mítico, religioso y filosófico tradicional del occidente.

Volviendo a la figura del ángel, éste se presenta además como el otro miembro del diálogo (tú): «Volad/-No podemos. ¿Cómo quieres que volemos?» (Los ángeles crueles). Este rango de interlocutor otorgado a la figura del ángel permite un diálogo interno entre los segmentos de la identidad escindida del emisor poético. El vehículo básico que se utiliza en este proceso es-otra vez-la personificación, que proporciona el «medio» poético para el intercambio entre sujeto y objeto, necesario para la proyección y desdoblamiento del hablante. Eludiendo una expresión lírica directa a través de una manifestación directa del yo, o la construcción de un correlato objetivo, la figura del ángel es creada y construida como una multitud de alter egos que abarcan una gran gama de los movimientos y estados psicológicos y éticos del emisor.

Estos personajes cumplen su función alienatoria por su elevación al rango del «tú» sin perder la condición ambigua de «él», es decir, que mantienen algo de la opacidad del mundo. Esto posibilita el distanciamiento objetivo requerido por el proceso alienatorio. La conexión entre poesía y alienación es un tema siempre atractivo. En este caso, en Alberti, como fuera en Rimbaud, la alienación es asumida como-entre otras cosas-la posibilidad de franquear el abismo entre Yo y Él, hombre y mundo, superar un mundo dualístico desde el estado de separación, hacia uno previo, mítico, primigenio, objeto de nostalgia y caracterizado por la unidad. La alienación del sujeto hablante en múltiples objetividades es sólo una parte del intercambio, ya que como dice Benveniste, » el él puede ser una infinidad de sujetos o ninguno. Por eso el Je est un autre de Rimbaud proporciona la expresión típica de lo que es propiamente la «enajenación mental», donde el yo es desposeído de su identidad constitutiva[iii]».

NOTAS
[i] Robert C. Mantenga» The Poetry of Rafael Alberti. A visual Approach». Talleres Gráficos, Madrid, 1979. CHar.l Mar y Tierra.
[ii] En general, en este trabajo se extrapola a partir de las ideas de Benveniste expuestas en Problemas de Linguística General, Cap. XIII, Estructura de las relaciones de persona en el verbo. Existen tres personas linguísticas en cualquier idioma, existe una disparidad entre las dos primeras, yo y tú y la tercera él, que sería «la forma verbal que tiene por función expresar la no-persona» (Op.Cit pg.164) Parece productivo el rastrear en el texto poético la presencia, no sólo a nivel de categorías verbales, sino léxicas, de estas tres personas, o de yo y tú (emisor poético -interlocutor interpelado) intercambiables y contrarias, y él (el) presencia objetiva (no persona) y opuesto a los anteriores por una relación contradictoria. Estas tres personas o instancias expresivas parecen agotar los elementos básicos de una situación de enunciación. La personificación en un sentido muy amplio, introducción de la «persona» en el ámbito de la no-persona parece ser una vía de acceso privilegiada en una emisión poética, que pese a todo se ubica básicamente a nivel de la expresión de un yo, un hablante lírico, o como se prefiere a veces o como se prefiere decir a veces, suponiendo una poesía trans o para lírica en sentido tradicional, un emisor poético.
[iii] Benveniste, Op .Cit. p.166.
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