Resumen:
La literatura, como evaluadora del mundo y fenómeno estético y social, da cuenta de los problemas del individuo como sujeto y ser axiológico que se enfrenta al mundo y vive en él. En este caso Onetti, escritor uruguayo, presenta el mundo del Río de la Plata y las percepciones del mundo de dos seres humanos que son construidos por y a través del sistema de personajes.
En esta novela Onetti presenta la realidad latinoamericana de principios de siglo XX, con los sueños de enriquecimiento de un hombre, quien se ve sometido al juego político y moral de un pueblo que se convierte en ciudad pero que se niega a entrar en la modernidad racional del capitalismo.
Esta novela es un espejo de las realidades del capitalismo incipiente de América Latina. Es un documento que además del valor estético responde a la dinámica de ser portadora de las voces de hombres y mujeres que han vivido un proceso histórico traumático, conflictivo y frustrador.
América Latina ha sido desde su descubrimiento uno de los lugares de experimentación social, económica y política de Europa Occidental. Las primeras exploraciones, en manos de los jesuitas, buscaban fundar la Ciudad de Dios, más adelante se pensó en la conversión de las tierras americanas como la despensa del mercado europeo. Estos proyectos de enriquecimiento y pequeña empresa fueron haciendo eco en los pobladores del “primer mundo” quienes inmigraban, desde el siglo XVI, con la esperanza de una mejor calidad de vida a nivel económico.
Una de las empresas que con más fuerza se desarrolló en Latinoamérica fue la evangelización de los indígenas –nativos- y los negros-importados desde el África-; esta empresa tuvo lugar del siglo XV al XVIII y concretó una de las ideologías más fuertes a nivel mundial: la cristiandad y el catolicismo americano.
Durante el siglo XIX las políticas religiosas se vieron interpeladas por los proyectos liberales que venían, también, del Viejo Mundo. Y durante el siglo XX la modernización, antes que la modernidad, se hizo presente en la mentalidad de los latinoamericanos, buscando la riqueza sin importar los medios para conseguirla.
Una de las formas de buscar dinero fue la prostitución, que en estos países tuvo que luchar no sólo con las formas legales, sino morales. En la novela de Juan Carlos Onetti: Juntacadáveres, la problemática de la prostitución y la doble moral que ella despierta en la realidad Latinoamericana es presentada de manera cruda y sincera. La inutilidad el cuerpo viejo, la hipocresía de las mujeres que atacan aquello que desean, las formas de hacer política, de cambiar una norma por cinco pesos… y el fracaso de un sueño por la incapacidad del capitalismo sin modernidad, son los temas que desarrolla la novela con un narrador en primera persona, quien narra la historia desde adentro, homodiegético, y un narrador en tercera persona, heterodiegético, que la narra desde el exterior.
La frustración de este sueño y la desesperanza con la que vive cada uno de los personajes reflejan una cruda realidad latinoamericana, presa del escepticismo y llena de decepciones ante cualquier proyecto de vida esperanzando. La modernidad sólo toca a algunas subjetividades mientras la modernización hace mella en todos los individuos que se sienten presos del destino, con Dios vigilándoles, mientras se saben huérfanos de toda ayuda divina.
Esta paradoja de la realidad latinoamericana es la que se ha vivido desde el ingreso de todo un continente a un orden del que no hace parte y que a la fuerza se ha adaptado. La prostitución ha sido uno de los problemas que ha enfrentado la sociedad occidental, ya no como práctica sublimadora o religiosa, sino como medio de comercio, inscrito en el capitalismo mercantil.
Onetti denuncia la doble moral de los habitantes de un pueblo-ciudad, Santa María, quienes desprecian y luchan contra lo que ellos han permitido que llegue. El proyecto de un falansterio (elaborado por las familias de esa comunidad) no era diferente al proyecto de un prostíbulo (construido por un extraño), el problema fue de dinero y de la acumulación en manos de un solo hombre, el problema fue el manejo de la sexualidad en otras gentes, en otras mujeres. La aprobación de la legalidad del prostíbulo y el destierro 100 días después de la inauguración, señalan los hilos de poder que manejan estas sociedades hipócritas con el lema de la modernidad y la moralidad cristiana, cuando estas son incompatibles.
Es así que esta novela de Juan Carlos Onetti señala la prostitución como una de las problemáticas del ingreso del capitalismo modernizante a Latinoamérica. “Así mismo, resulta significativo que haya sido el arte el que expusiera a la opinión pública asuntos como la desnudez femenina o la prostitución, temas que la dura moral negaba y silenciaba. (…)Este oficio, recientemente incluido en la protección que brindan los sistemas de seguridad social en Alemania, surge en sociedades pobres y ricas, sobrevive a los regímenes comunistas y florece en los sistemas capitalistas.” (RODRÍGUEZ, 2002: 12)
De putas, sueños y fracasos
“RESOPLANDO y lustroso, perniabierto sobre los saltos del vagón en el ramal de Enduro, Junta caminó por el pasillo para agregarse al grupo de tres mujeres, algunos kilómetros antes de que el tren llegara a Santa María. Sonrió, animoso, a las caras infladas por el aburrimiento, encendidas de calor, de bostezos y comentarios. El verde de los campos próximos al río apoyaba una débil frescura contra las ventanillas polvorientas. (…)
-A mi no me importa mucho. Claro que no es la capital; pero me gusta el campo.
-Tenlo por seguro- dijo María Bonita, burlona, irritada, había terminado de arengarse y fumaba rápidamente, erguida y tranquila, segura de su oculta capacidad de dominio, “Una mujer” dictaminó Junta con severidad y orgullo-. No pienses en andar de compras ni en fiestitas. Quedarse en casa, trabajar y saber guardar el dinero.
-Para eso vinimos-confirmó Nelly-. La ciudad es muy linda, pero aquí estamos a lo positivo” (ONETTI, 1964: 10)
Del texto
Treinta y tres capítulos componen esta obra de Juan Carlos Onetti finalista al Premio Rómulo Gallegos 1967, Juntacadáveres. Los capítulos están conformados de manera alterna por un narrador en primera persona y un narrador en tercera persona consecutivamente.
Un hombre maduro, de 45 a 60 años, tiene el sueño de vivir cómodamente gracias a un negocio que le proporcione suficiente dinero. Ese negocio es el de un prostíbulo. Después de haber ido a la capital Junta, el protagonista de la novela, se da cuenta de la riqueza que puede obtener a través de la prostitución. Como empresario ha hecho sus cálculos y sabe que necesita de un lugar en el cual no haya negocio parecido. Es por eso que al llegar a Santa María sabe que la promesa de Barthé, su socio capitalista y aliado político, se cumplirá. Larsen Junta viene de Rosario y se queda en Santa María esperando la ley que le permita establecer el negocio de su vida. Sin embargo son muchos los emisarios que Barthé le envía cada mes diciéndole que esta vez si es cierto y que se aprobará el permiso para establecer un prostíbulo en el pueblo, sin que sea cierto. Después de año y medio de espera llega el doctor Díaz Grey a la habitación del hotel que ocupa Larsen con la noticia de que la ley que le permite el funcionamiento de su negocio se ha aprobado.
Larsen Junta se hace de algún dinero y establece el prostíbulo en la costa del pueblo. Allí lleva a María Bonita, su pareja, a Nelly e Irene. Ellas se encargaran de lidiar con los esposos y novios de las mujeres de Santa María.
Después de algunas intrigas, de cartas, de insultos y de amenazas, el prostíbulo es cerrado y sus empleados y propietario expulsados del pueblo. Esta reyerta tiene detrás al cura del pueblo y la Liga de Caballeros Católicos, quienes habían intentado anteriormente establecer un falansterio en esta misma comunidad.
La historia de Junta es compartida por a historia de Jorge. Este último se enamora de su cuñada viuda y trata de reemplazar al hermano muerto. Ella se suicida, gracias a la locura que le dejo la muerte de su marido y que le ha permitido tener sexo con Jorge sin reconocerlo como sujeto, como amante y como una posibilidad de amor. Estas dos desesperanzas se encuentran alternas en la narración de la historia que tiene dos intrigas, cada cual vive la suya y se estrella con el mundo a pesar de alcanzar sus metas. Sin embargo estas metas perecen, perecen sus sueños y las intrigas señalan la impotencia del ser humano ante la indiferencia del tiempo y del espacio.
De otro lado los acontecimientos están organizados cronológicamente, con algunas miradas de retrospectiva en los recuerdos de Jorge o de la vida de Larsen. La llegada al pueblo, Santa María, de las prostitutas y de su proxeneta; la muerte de Federico Malabia y la compañía que Jorge, su hermano, le prestara a la viuda; la negociación de los votos en la asamblea el pueblo para la aprobación del establecimiento del prostíbulo; la fundación de un falansterio y su fracaso; la relación sexual de Jorge y Julita; las reuniones de las damas del pueblo en la casa de la viuda Malabia; la decisión de acabar con el prostíbulo y la muerte de Julita, son los momentos decisivos en el desarrollo de la historia.
De esta manera estos acontecimientos son organizados, dispuestos y puestos a funcionar en la maquina significante que es la novela. “Es preciso disponerlos (los episodios, personajes, espacio y tiempo, filosofía) en la proporción adecuada, hacer de los dispar un todo armonioso. La composición, elemento estructural, responde a esta preocupación estética, tanto como el ritmo”( BOURNEUF, 1989: 45) La disposición la hace Onetti a través de la descripción detallada de los paisajes, de las personas y de sus acciones. Los monólogos interiores, ya sea de los personajes o del narrador, hacen que la reflexión acompañe al lector en su recorrido. “Comía poco y se levantaba al oscureces para perder la noche buscando en los cafetines del Bajo la cara o el gesto familiar que pudieran guiarlo hasta María Bonita. (…) envejecido, con la conciencia de la camisa sucia, del vello en las orejas, de los tacos torcidos, de la soledad, del rechazo, tocaba con la lengua la copita de cazalla e iba formando al Juntacruel y Joven, rabioso por vivir, al Junta de las noches heroicas y codiciosas.” (ONETTI, 1964: 80)
El ritmo de la narración es lento, las acciones son contadas en pasado simple o presente, de acuerdo al narrador. El narrador en tercera persona siempre narra la historia ya pasada, la que no puede ser cambiada, y el narrador en primera persona cuenta la historia que esta viviendo, lo que esta pensando y qué esta comprendiendo. Cada uno de ellos hace que la musicalidad de la obra sea acompasada, que no haya cambios bruscos y que el final sea como el comienzo: la espera del tren, los diálogos, las reflexiones y la espera por el destino que lo domina todo y que deja poco por hacer a los hombres.
En esta novela se hace presenta las narraciones múltiples, “La disposición de estas narraciones sucesivas es de los más simple: el encadenamiento, según las categorías que distingue Todorov, cuando cada uno de los personajes-narradores toma la palabra de turno. La alternancia consiste en <<contar las dos historias simultáneamente, interrumpiendo ahora una, después la otra, y prosiguiéndolas después de cada interrupción>>” Existen dos narradores en la obra, aunque al finalizarla el lector queda con el sabor de que un solo narrador fue el encargado de contar la historia propia y la del pueblo. Una de las historias- intriga cuenta la vida de Julita y su relación el narrador-personaje: Jorge, mientas la paralela es la vida de la fundación, funcionamiento y fin del prostíbulo de Santa María.
El Sistema de personajes cumple con la representación de la vida de un pueblo, que acaba de ser nombrado Ciudad. Larsen Junta “Juntacadáveres”, es un periodista, quien trabaja en El Liberal; Barthé “El boticario” y concejal liberal a pesar de que “la mayoría paso de radicales a conservadores” (ONETTI 1964: 85); el Doctor Díaz Grey, médico con intereses económicos basados en las decisiones políticas; Marcos un hombre joven y radical, quien enfrenta el prostíbulo ideológicamente y lucha en contra de éste, hasta que se lo conoce y se hunde en ese mundo de sensibilidad y derrota; Jorge, un adolescente, quien se presenta a través de la voz del narrador en primera persona, amante de la mujer de su hermano muerto y ser lúcido que narra la historia de un fracaso en el Río de la Plata; El Padre Bergner representa la Iglesia y la moral que ésta impone, es un luchador incansable por el derrocamiento del prostíbulo, quien al final le arrebata a uno de sus mejores hombres, su sobrino Marcos; Julita es la viuda de Federico y amante de Jorge, quien se exilia en la locura y después hace su última apuesta a la muerte; Ana María es la mujer de Marcos, un ama de casa reprimida e hipócrita, quien esconde sus deseos tras el agazapamiento de la vida social y las buenas costumbres; mientras Rita es la amante de Marcosy la empleada de la casa de los Malabia, quien no tiene nada que esconder, ni siquiera su ingenuidad, inocencia e ignorancia; las prostitutas llevan una historia de la cual no se conoce más que el final, son mujeres que le apuestan a la felicidad y que no se avergüenzan de su profesión. Una de ellas María Bonita, es la líder de las chicas y se exhibe como una de las mujeres más sensibles y trascendentes del relato, se enamora de Larsen y ese es su talón de Aquiles, mientras Irene y Nelly son presentadas con la inmanencia de su profesión: estar y gozar.
La prostitución, un mercado de doble moral.
Realidades del capitalismo del siglo XX en Latinoamérica.
Los sueños en América Latina fueron elaborados no sólo por los inmigrantes sino también por algunos grupos de hombres que alejándose del modelo de civilización impuesta por el Occidente de Europa creyeron encontrar la felicidad.
La Utopia, que escribiera Tomás Moro para el siglo XVI, se apoderó de los sueños de estos hombres en América llevándolos a crear comunidades en las cuales imperaba la norma de ser felices.
Una de las soluciones que se planteó durante el siglo XIX fue el Falansterio como Comunidad autónoma de producción y consumo. Este sistema ideado por Fourier -socialista utópico- es retomado enJuntacadáveres. Su funcionamiento semiótico en la novela presenta el fracaso y la derrota del grupo que pretendió hacer realidad esta idea foureriana. Esta empresa como la de la prostitución naufraga. Este sistema se basa en un principio universal de la armonía, desplegada en cuatro áreas: el universo material, la vida orgánica, la vida animal y la sociedad humana. Esta armonía sólo puede prosperar cuando las limitaciones que la conducta social convencional pone a la satisfacción plena del deseo, hayan sido abolidas, permitiendo una vida libre y completa. Sin embargo el pueblo de Santa María no logra extinguir las marcas de la cultura occidental, no se deshace de las representaciones mentales y de la moral de la cultura hispana, y el falansterio- como hazaña utópica- se arruina. Sobre la fundación del Falansterio el narrador la describe así:
“Muy pobre, amarilla y desvaída, apenas un recorte de periódico. Pero se le ve aún la mirada desafiante, la boca sensual y desdeñosa, la fuerza de la mandíbula, No olvidemos que era mayor que Marcos y mayor de edad. Estudiando con paciencia la segunda cara se llega a comprender por qué no hubo más tutía, por que él, el viejo Insurralde, madre ya no había, no hubo más remedio que meter violín en bolsa y aceptar. Aceptó el falansterio, que ya es mucho, si recordamos fechas y situaciones geográficas.
Eran seis al principio, todos ricos y jóvenes. Dos matrimonios, Marcos y Moncha. En el período de grandeza llegaron a diez, sin contar los niños. No se sabe, y no he podido saberlo, quien propuso y abogó por la idea. Era simple en apariencia; era muy simple si la resumimos sobre un papel o la discutimos de sobremesa. Aquel remoto Marcos Bergner ofrecía parte de sus campos y el asco de la estancuela que acaso le toque a usted heredar un día. Asunto de bienes gananciales, propiedad indivisa, cualquier definición por igual repugnante.
“En aquel tiempo, en aquellas noches, las tres parejas se reunían a comer en el Club del Progreso o se turnaban invitando en sus casas. La idea, reitero, era tan sencilla como infalible: marcharse de Santa María, afincar en la estanzuela, recoger cosechas, alegrarse con el crecimiento y la multiplicación de los animales. Primera etapa. La segunda incluía la compra de más tierras, la importación de bestias de raza, la inexorable acumulación de millones de pesos. El proyecto estaba bien y bendito, vuelvo a decir, en teoría. Todos los pioneros contaban con respaldo económico para ayudar en el no admitido caso de sequías, peste, golpes de granizo, época de vacas flacas. (…) Bueno una comunidad cristiana y primitiva basada en el altruismo, la tolerancia, el mutuo entendimiento. (…) La estanzuela, el falansterio, marcharon bien, pero que muy bien, durante un año o dieciocho meses. Los historiadores no nos hemos puesto de acuerdo respecto a la duración exacta de la dicha. (…) Aceptamos que a los seis mese y veintitrés días la vasquita Insurralde (Moncha) disparó del falansterio en un caballo robado, tocó Santa María para descansar, y se fue a la Capital buscando un barco que la llevara a Europa. Algunos meses después el padre vendió a buen precio lo que tenían y nunca más supimos de ellos. (…), poco a poco se fue despoblando el falansterio, se interrumpieron los proyectos, se dejaron morir las siembras y las cosechas, se remataron casi todos los animales.” (ONETTI, 1964: 111-113)
Esta es la “Introducción de la Verdadera Historia del Primer Falansterio Samariano, según el narrador en primera persona quien es el encargado de historiar su vida y la de la llegada y funcionamiento del prostíbulo. Y es el narrador de Juntacadáveres quien cuenta la historia en tercera persona del prostíbulo, mientras hace lo mismo con su vida y la aventura erótica con su cuñada viuda.
Este tipo de comunidades -el prostíbulo y el falansterio- son semejantes, Pablo Rodríguez advierte como los serrallos llegaron a las tierras americanas con la elaboración moral y ética de este tipo de lugares: “…mancebías o zonas de tolerancia, demarcadas y con legislación especifica, existieron en la península Ibérica en los siglos XIV y XV. Siglos después, el pensador utópico Charles Fourier las incluyó en su teoría de los falansterios Y en la primera mitad del siglo XX se impusieron en todas las ciudades, bajo la ingenua creencia de que así se controlaría el fenómeno y se defendería la sociedad.” (RODRÍGUEZ, 2002:12)
Este tipo de Historia es presentada por el narrador en la novela, lo cual sugiere un narrador-historiador que se agazapa en la tercera persona para narrar la historia oficial, mientras asume la voz de la primera persona para presentar sus opiniones, sentimientos y punto de vista en otra historia.
El capitalismo incipiente ha sido una de las nominaciones de la llegada de este sistema económico a América Latina. Capitalismo incipiente es una manera de nombrar la instrumentalización que de este se dio en Latinoamérica. La mayoría de edad, propuesta por Kant, no se desarrolló en las mentes y en la cultura de los países hispanoamericanos, pero el capitalismo como fuerza dinámica mundial y globalizante de comercio no se hizo esperar y conjugo diversas realidades y situaciones que llevaron a vivir en nuestros países una contemporaneidad antes que una modernidad. (CRUZ Kronfly, 1998)
En la prostitución como mercado, antes que como práctica se presenta la misma situación. De la concepción de religare que se presenta en las culturas primigenias se pasa al capitalismo mercantil que llena los espacios de los imaginarios y de las realidades hispanoamericanas. “George Bataille ha señalado que la prostitución era al comienzo una forma complementaria del matrimonio y que luego fue regulada por la necesidad económica de especificar la separación del trabajo entre el hombre y la mujer. Además de este imperativo ligado al ámbito laboral, el matrimonio actúa para invertir en la trasgresión implícita en el deseo masculino por un cuerpo prohibido. La prostitución tiene como fundamento, según este filosofo, el deseo masculino por el cuerpo de la mujer y la apropiación de este cuerpo para disfrutarlo individualmente.” (RODRIGUEZ, 2002: 407)
Mientras en el matrimonio el contrato no especifica valores de cambio, sino valores de uso, como el de la reproducción, el de la compañía y hasta políticos o sociales; lo cual hace que el deseo no se presente tan manifiestamente como en la prostitución.
La transformación de estas sociedades, desde el final de edad Media hasta nuestros días, ha señalado que “las consideraciones sobre el sexo femenino no reproductivo son de orden político y cultural y tienen implicaciones profundas para entender una sociedad o una época” (RODRIGUEZ, 2002: 409)
De esta manera se propone que “La diferencia entre la prostitución antigua y la moderna puede entenderse precisamente a partir de los planteamientos anteriores. La prostituta de la antigüedad, acogida a una modalidad que Bataille denomina <<prostitución religiosa>>, no recibía los regalos como un pago para sobrevivir sino como un don que empleaba para cuidar su cuerpo como un objeto bello. De esta manera, el erotismo que ofrecía tenía un valor religioso, pues estaba ligado al disfrute del espacio de la trasgresión. El cuerpo de la mujer se constituía en el medio para desafiar lo prohibido de la actividad sexual que tiene que ver con el sexo ligado exclusivamente al placer. Tal relación no era vista como una relación mercantil sino como un placer extremadamente raro que se tenía que pagar muy caro. En la prostitución moderna se ha perdido ese rasgo para acentuar la idea de pago por un bien, totalmente asociado a las nuevas reglas de intercambio económico de la sociedad mercantil. La Revolución Industrial europea transformó los medios de producción, y con ellos el entramado simbólico mediante el cual los hombres y las mujeres dotaban de sentido a sus intercambios eróticos.”( RODRIGUEZ,2002: 410)
Sobre la prostitución religiosa Bataille afirma que “La prostitución hacía de ellas objetos de deseo masculino: esos objetos, al menos, anunciaban el instante en el que, en el abrazo, no había nada que no desapareciese, no dejando subsistir mas que la continuidad compulsiva. El primado del interés en la prostitución tardía, o moderna, dejó en la sombra ese aspecto. Pero, si primero la prostituta recibió sumas de dinero o cosas preciosas, fue como don (…) La ley de ese intercambio de dones no era la transacción mercantil.” (BATAILLE, 1985:185)
Esta variación y transformación se deben al proceso de modernidad y al sistema capitalista como su dinamizador. La prostitución pasó de lo sagrado a lo profano y llenó los mercados con ofrendas de cuerpos ateridos y vergonzosos, lo que anteriormente era de cuerpos que se preparaban para su oficio religioso. Aún en ciertas culturas orientales la práctica del tantra y de la prostitución religiosa no ha sido perneada por los cánones occidentales del mercado y por las imposiciones religiosas del judeocristianismo, que en manos de la Iglesia Católica, han convertido el más antiguo oficio en un mercado humillante y pusilánime.
“La moderna prostituta se jacta de la vergüenza en la que se hunde, se arrellana en ella cínicamente. Es extraña a la angustia sin que la vergüenza no es sentida.” Para Nelly e Irene, quienes se atrevían a enfrentar a la ciudad y su profesión (BATAILLE, 1985:186) con dignidad el miedo les hacía caminar erguidas y orgullosas. “El miedo les había hecho recorrer Santa María sin mirar a sus habitantes; sólo habían visto manos y pedazos de piernas, una humanidad sin ojos que podía ser olvidada en seguida. (ONETTI, 1964: 66)
De esta manera, en América la prostitución se encuentra en las mercancías y su valor de uso está condicionado no sólo por el mercado sino por los patrones morales y éticos de las humanidades hibridas que se formaron desde la conquista. La llegada del cuerpo de valores españoles y de la libertad que en estas tierras tenían los recién llegados causó un sincretismo cultural, del cual no se hablará aquí, pero que conformó una sociedad de doble moral, en la cual se aprueban ciertas actitudes con el alma y se castigan con el cuerpo.
El hecho de desear a la mujer del prójimo, la negación de la libido y el desarrollo de esta de manera escondida e hipócrita han mellado a la sociedad hispanoamericana desde sus principios.
Los colonos hispanos se aprovechaban sexualmente de las indígenas y de las negras –en algunos casos con enamoramiento- mientras negaban cualquier tipo de relación formal con ellas, es más, las relaciones entre razas fue prohibida y castigada severamente en los virreinatos del la Nueva Granada y Ecuador. Los casos de Brasil y Río de la Plata son diferentes, en el primero por la fuerte presencia de la raza negra, y en el segundo por la escasa representación de ésta.
Este tipo de comportamiento marcó un hito y un paradigma en las relaciones entre mestizos, negros y blancos. Y no sólo en el aspecto racial sino que condicionó las formas de relacionarse con el Otro y con lo que el Otro representaba.
Las mujeres públicas son rechazadas por la Biblia: “Y no llegarás a la mujer en el apartamiento de su inmundicia, para descubrir su desnudez. Además no tendrás acto carnal con la mujer de tu prójimo, contaminándote en ella.” (Levítico 17: 19-20, La Santa Biblia ,1958.) ,y este impedimento hace parte de la superestructura de estas sociedades occidentalizadas con la evangelización cristiana, pero aceptadas y ejercidas en su estructura.
El mercado de la sexualidad del cuerpo es por lo tanto prohibido y rechazado en las sociedades de Hispanoamérica, pero ejecutado de manera ilícita. Este juego de doble moral ha hecho que empresas como la del protagonista de esta novela fracasen, ya que la modernidad no se encuentra en el imaginario colectivo.
Putas
Sin embargo es necesario hacer un breve recorrido por la historia de la prostitución en América Latina, la cual ya existía en este continente pero con concepciones éticas diferentes a las importadas por el imaginario de los españoles.
Uno de los historiadores que ha estudiado la prostitución en estas tierras es Guilhem Olivier a través de los textos de Sahagún, fuente de la sociedad mexicana prehispánica. A pesar de la fidelidad del informante, estos juicios los hace un indígena después de la conquista-como bien se sabe la escritura en este sistema de códigos se estableció desde este evento-, lo cual hace dudar al investigador sobre la veracidad de los juicios que se emiten sobre las ahuiamine, las mujeres alegres de la sociedad méxica. “¿Fueron pronunciados estos juicios negativos bajo la influencia de los frailes o bien reflejaban concepciones indígenas? (…) No cabe duda de que los cuestionarios elaborados por Sahagún según modelos occidentales influyeron en sus informantes para enturbiar el retrato de la ahuianime.” (RODRÍGUEZ, 2002:22)
Los españoles, por lo tanto, influyen con la religión judeo-cristiana, la cual no sólo tiñe este tipo de juicios, sino que trasciende los espacios míticos de la sociedad mesoamericana, sin embargo es curioso notar el respeto de ciertas prácticas indígenas que los españoles describían en su diarios; el franciscano Fernández de Oviedo narra las costumbres de los nicaraos de América Central:
“También hay mancebías é lugares públicos para las tales, é tienen sus madres, ó mejor diciendo madrastras, que son aquellas que en Flandes llaman la porra y en España madre del burdel ó de las putas” (RODRÍGUEZ, 2002:20) . Este respeto a la organización indígena no duró mucho tiempo y la ideología de la moral cristiana católica cambió mirada de la cultura de los pueblos americanos hasta nuestros días.
Las mancebías eran un lugar común dentro del imaginario colectivo español. Las putas de España y las mujeres alegres del Nuevo Mundo se convirtieron en una sola. El estudio de Pablo Rodríguez sobre las mancebías españolas del siglo XVII señala este tipo de prácticas y la restricción a estas conductas y negocio por parte de la Iglesia y Estado; “los peninsulares que vinieron a América vivían desde siglos atrás una sexualidad variada y comprensiva de la prostitución. Aunque la Iglesia y el Estado buscaban restringirla a la conyugalidad, siempre existió junto a expresiones de sexualidad condenada.” (RODRÍGUEZ, 2002: 65)
Los elementos que trajo la ideología española, entonces, no fue el de la prostitución como tal, ni una conducta sexual relajada, sino la conquista de las mujeres y la condena de éstas por el uso público de su cuerpo. “Desde su arribo, los peninsulares se interesaron tanto por buscar oro como por apropiarse de las indígenas que hallaban a su paso. (…)Desde el comienzo los conquistadores, movidos por la necesidad y la pasión se <<echaron>> con las indígenas, las más de las veces forzándolas y otras seduciéndolas, (…)La conquista dio lugar a un inesperado comercio de mujeres indígenas, (…) buscaron sacar provecho vendiendo las indígenas que traían…” (RODRÍGUEZ, 2002: 75-77) y no aceptaban casarse ni tener una relación estable con ellas, los españoles, o bien esperaban regresar a su tierra y conformar allí su familia, o bien esperaban a que llegaran mujeres peninsulares con las cuales contraer matrimonio. De allí que la marginalidad de las mujeres indígenas y del uso público de sus cuerpos fue condenado y conformó idea de objeto sexual en el imaginario colectivo.
Entendiendo este devenir histórico, se encuentra que la prostitución en América Latina llegaba con la carga moral y el requerimiento de mercado del proceso de modernidad.
La prostitución como realidad del capitalismo en Latinoamérica es el paso que se dio de la moral privada a la moral pública. Aída Martínez llama a este siglo, el siglo de la hipocresía. Aunque su estudio está limitado a Colombia, bien se puede extender a la realidad de los países conquistados por la empresa evangelizadora católica. Para Martínez la prohibición y penalización de la prostitución durante el siglo XIX no fue ninguna traba para la prosperidad de esta empresa. Al contrario progresó el “permanente acomodo entre las leyes que la combatieron y la sociedad que la toleró, pretendió ignorarla y aún, la fomento. Esquivando el cumplimiento de la norma escrita, eludiendo las sanciones, burlando la persecución decretada, las prostitutas y su corte de proxenetas y alcahuetes fueron parte del conjunto de transgresores…” (RODRÍGUEZ, 2002:129)
Este tipo de conducta es claramente visible en la novela, todos saben, todos quieren ir allí y algunos se lucran de ella, como el boticario: Barthé, pero reniegan de ese lugar y hacen campaña para acabarlo. El caso de Marcos, el sobrino del cura del pueblo, Bergner, es el icono que señala este tipo de conducta. “Estamos ahora, en este domingo, en la etapa de los anónimos apocalípticos y encadenados, estamos buscando el sentido, la importancia, las consecuencias del hecho, tan fácil de contar en apariencia, de que Marcos Bergner, sobrino del cura, haya entrado esta madrugada en el prostíbulo, con una pistola cuarenta y cinco en la mano, y se encuentre todavía allí, según confirma con escándalo su automóvil de media carrera, pintado de rojo,” (ONETTI, 1964: 191)
Santa María es nombrada ciudad para los primeros años del siglo XX (1), y con la industrialización creciente, la movilidad económica y la dinámica comercial, ser ciudad significaba inscribirse en el orden mundial, con todo lo que ello implica. “En el terreno de lo fáctico se pueden nombrar, como cambios fundamentales, la transformación de los lugares de ejercicio, la dispersión en las ciudades, el surgimiento de nuevos actores y la multiplicación y especialización de las modalidades, con contextos absolutamente determinantes como la urbanización, la industrialización, la internacionalización de la economía y, en los últimos años, los avances informativos, elementos que en su conjunto podríamos llamar de modernización” (RODRÍGUEZ, 2002: 281) Modernización que estaba entrando a Santa María, con El Liberal –como fuente generadora de opinión e información- y con el prostíbulo –fuente de mercado y de liberalidad sexual-.
Sin embargo, la población de Santa María ha había ‘evolucionado’ en su mentalidad como lo hiciera Junta. La moral en los discursos se presenta desde las voces de la mayoría del Concejo hasta el padre, pasando por la sociedad de mujeres. “-Si no hay objeciones…-decía el presidente; votaban, siempre seis votos contra el de Barthé; pasaban a discutir sobre alcantarillas y recorridos de ómnibus. El farmacéutico renunciaba velozmente a la absurda, breve esperanza; se despojaba de la prevista amargura y se disponía a mezclar su voz aguda y acariciante con las demás. Seis votos por la negativa, algunos gestos evasivos, fútilmente piadosos, una preocupada admiración en las acaras que se animaban a enfrentarlo; eso era todo, desde un mes de marzo hasta el siguiente.” (ONETTI, 1964: 17)
Sobre la moral en el tema de la prostitución García Suárez señala el ámbito narrativo en el cual los discursos han persuadido y conformado el imaginario colectivo sobre la sexualidad ante lo cual “cabe advertir que no hay una única moral y que en el período se asistió a la transición de una ética religiosa a una civil, que se han valido de cuerpos narrativos significativos como el dogma católico, la higiene, el desarrollo, el espacio público y las normas jurídicas.” (ONETTI, 1964: 17)
Los discursos sobre la moral están legitimados no por su validez racional o por lo menos religiosa sino porque quienes los producen tienen el poder “Tales discursos emanados de la élite, en cuanto discurso dominantes de poder, crean un sistema de representación en el que se regulan y normalizan los cuerpos de los actores sociales y sus diversas prácticas; de allí resulta la escisión de cuerpos y sexualidades en legítimos e ilegítimos.” (ONETTI, 1964:289)
El cura Bergner y las mujeres de la Acción, esposas de los terratenientes, médicos, boticarios y comerciantes del pueblo, expulsaron la prostitución sin mayor justificación que la de su voluntad y la de una moral que éticamente no existía. “Erguido, coloquial, sonoro y saludable, el padre Bergner dijo rápidamente que estaba terminada la misa y lazó bruscamente la cabeza y una mano para que todos se detuvieran y lo contemplaran sonreír. (…) Las muchachas de la Acción ya estaban en la calle, formándose de a cuatro en fondo al costado con sombra de iglesia, mirando hacia la plaza y el letrero con nombres helados sobresaliente en la confitería. La directora de la escuela, balanceándose, recorrió las filas, fue corrigiendo distancias, uniformó la posición de los velos encima de los hombros y breves escotes. (…) Algunos vieron la columna de mujeres quieta al amparo del muro, o el cartelón de lienzo que empezaban a desplegar, o los hombres de la banda municipal que se iban acercando gravemente, marciales, casi heroicos, para ponerse a la cabeza del batallón de muchachas. (…) Un metro más atrás de la música, la nieta gigantesca de Küntel y la hija de los panaderos sostenían sin esfuerzo el cartelón donde flameaban con dulzura las altas, estrechas letras negras: queremos novios castos y maridos sanos.” (ONETTI, 1964:189)
En cuanto a los cuerpos prostituidos “concitaron la atención reguladora, castigadora y eugenésica de las élites, (…) por las transgresiones reales o supuestas con que afectaban dicho afán modernizador en sus aspectos productivo, ético, social y político. Dicha atención se valió de importantes narrativas operantes en Colombia, como la moral de inspiración católica, en primer ligar, y luego la urbanidad, la higiene y la pedagogía” (GARCÍA :290) y aunque García Suárez se refiera al caso de Colombia esta dinámica fue general en los países de América Hispánica; la marcación en la obra, sobre todo en el desenlace, señala este tipo de fijaciones y tratamiento al establecimiento y funcionamiento del prostíbulo.
El caso que presenta Onetti en su obra es un llamado de atención a la narrativa presente de un discurso moralista católico y una practica moderna del capitalismo. Las denuncias del Padre Bergner y las reuniones de las mujeres de la élite en la casa de la viuda –quien cada noche se sumergía en el placer del deseo con su cuñado- hacen parte de la construcción narrativa de una sociedad que denuncia su deseo y que lo encubre de manera hipócrita y castigadora. “Una forma particular que asumen las narrativas sobre un fenómeno social son las normas que se expiden sobre él, no sólo en el sentido simple de su consagración en textos que son objeto de un análisis, sino en el de que con frecuencia se llega a ellas como resultado de dinámicas sociales, muchas de las cuales obedecen precisamente a discursos cambiantes.” (RODRIGUEZ, 2002: 290)
Una primera sería la prohibicionista en la cual se condena y castiga este tipo de situación, se hace intolerable, un segundo momento sería el reglamentarista, en el cual interviene la parte jurídica del estado reglamentando y normativizando el establecimiento y funcionamiento de la practica u oficio. En la novela se pueden encontrar los dos momentos y ambos con particularidades propias de Hispanoamérica. Por una parte la intolerancia no se ejerció por parte del Estado, como tal, sino de la comunidad, lo cual legitima aún más la acción de prohibición; mientras en el lado reglamentarista se cumplió sólo la norma de su establecimiento más no la vigilancia y observancia de ciertos criterios en su funcionamiento.
Esto señala la imposibilidad de reglamentar y poner en práctica este tipo de capitalismo mercantil y de modernidad legal. Por un lado la inconsistencia en el gobierno de Santa María al aceptar y aprobar una norma que permitía la inauguración de este tipo de empresa y luego deplorar sin hacer valer su legalidad y normatividad ante el pueblo. “Yo sólo pregunto- insistió Larsen balanceándose en la silla- si el asunto era legal o no. ¿Teníamos o no teníamos un permiso del Concejo? Les puedo dar el número de la resolución. Y nunca, hasta este mismo momento, fue revocada.
-¿Bah!- dijo Medina-, la deben haber escrito entre usted el boticario. Hay orden del gobernador y para mí se acabó la historia.” (ONETTI, 1964:198)
Sueños
El paso de una sociedad religiosa y ritualizada a una sociedad reificada y de consumo llega al Río de la Plata, como a toda América, en menos de un siglo. Convirtiendo en una realidad la hipótesis de Marx: “La venerable Iglesia anglicana perdona de mejor grado que se nieguen 38 de sus 39 artículos de fe que el que se le prive del 1/39 de sus ingresos pecuniarios” (MARX, 1976. Pp. XV)
Y la prostitución ya no estaba en los cánones de lo sagrado o de la experiencia libidinal religiosa. Ahora es una mercancía, y como todas las mercancías están allí para satisfacer necesidades humanas. “La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de estas necesidades, el que broten por ejemplo del estomago o de la fantasía, no interesa es lo más mínimo para estos efectos. Ni interesa tampoco, desde este punto de vista, como ese objeto satisface las necesidades humanas, si directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o indirectamente, como medio de producción.” ((MARX, 1976. Pp. XV)
Esta clase de sociedad con este tipo de sistema económico tiene que enfrentar cualquier comunidad que quiera inscribirse en el sistema capitalista. Y Santa María es “declarada ciudad unos meses atrás” (ONETTI, 1964: 12), lo cual la incluye en la dinámica de la modernización.
Otra de las características de la mercancía es su vendedor, las mujeres en la antigüedad y en la práctica de la sexualidad pública, antes de la llegada del capitalismo, ofrecían sus servicios sin mediación. Ahora se necesita de un negociante, de alguien que se quede con la plusvalía. “Las mercancías no pueden acudir ellas solas al mercado, ni cambiarse por sí misma. Debemos, pues, volver la vista a sus guardianas, a los poseedores de mercancías.”( ONETTI, 1964: 48)
Larsen Junta será el portador de las mercancías, él va hasta la ciudad por ellas y las trae a Santa María, se encarga de conseguir la casa y cobrar. “Junta un poco adelantado y ellas tres en línea, moviéndose de acuerdo; la gorda maternal, la rubia estúpida, la más lata colocada en el medio, justamente detrás de Junta. (…)No parecían llegar de l Capital sino de mucho más lejos, de años de recordación imprecisa. Ahora giraba, tomadas del brazo, charlando con deliberadas estridencias, medio paso detrás del hombre de negro que las conducía, para dirigirse hacia la valla de madera verde…”(ONETTI, 1964: 13)
Una más de las características de la prostitución como mercancía es la necesidad de ésta.”Así como aceptamos que la muerte existe y que visitará a cada uno de los seres que conocemos pero nos es imposible concebir con fe que también nosotros hemos de morir, el cura sintió que los prostíbulos, realidades innegables aunque no pasaran de evidencias teóricas, podían establecerse y funcionar en la Capital, El Rosario o Salto…” y aunque el Padre Bergner negara su existencia en Santa María, ¿qué hacía a esta ciudad diferente de las otras? Los hombres igual acudieron al prostíbulo, hombres –jóvenes o viejos- llegaban al prostíbulo. “La utilidad de un objeto lo convierte en valor de uso. Pero esta utilidad de objetos no flota en el aire. Es algo que está condicionado por las cualidades materiales de la mercancía y que no puede existir sin ellas.” (MARX, 1964: 4)
Larsen y Jorge son mediadores del deseo. El primero lleva a Santa María la sensualidad, el goce, el sexo no sólo como reproducción. Mientras Jorge despierta a la vida libidinal con su cuñada.
El sueño de Jorge con su cuñada y el de Junta con el prostíbulo no son inmediatos. Cada uno de ellos ha planeado un futuro, miran sus sueños en perspectiva.“Yo soy yo, Jorge, no ella ni su juego. (…)Yo soy éste al que miro vivir y hacer con simpatía, sin exceso de amor; éste de la paciencia cortes e inagotable para cada una de las comedias tediosas y sin gracia en que ellos se empeñan en complicarse…”(ONETTI, Juan Carlos,1949: 28); mientras Junta cuando habla con Díaz Grey le explica sus expectativas: “-¿Cómo es que me conviene a mí? Sencillo: porque yo siempre pienso no para éste sino para al año próximo. Que me dejen hacer y después veremos. Así son las cosas, doctor; créame que lamento que le haya tocado a usted.” (ONETTI, Juan Carlos, 1949:48)
La prostitución en este caso ya no es una cuestion moral, en una cuestión de capital. Para Larsen Junta el prostíbulo es un negocio como lo podría ser una fabrica de zapatos. El mercantilismo es lo que importa en cuanto bien, en cuanto valor de uso y valor de cambio. La plusvalía es la que le interesa a Junta. Mientras a Jorge le interesa construirse, SER, antes que aparentar y para eso tiene toda la vida. Julita, en este momento, es sólo placer y reafirmación de su Yo. Estos sueños, estas construcciones son modernas, la secularización y la individualización, el reconocerse como sujetos activos y creadores de su propio destino son condiciones sine qua non de la modernidad.
Para el protagonista de esta novela la razón era clara; Si en Europa funcionaba este tipo de mercantilismo, si el cuerpo ya no es un lugar sagrado porque todo se ha desacralizado, cual era el problema en ganar dinero con esta empresa. “Los países industrialmente más desarrollados no hacen más que poner delante de los países menos progresos el espejo de su propio porvenir” (MARX, 1976: XIV); Para Junta el capital no daría frutos inmediatamente, las expectativas de ganancia eran a largo plazo, no sólo para él sino para todos los sectores: “-Todo parece perfecto- dijo Díaz Grey mientras se calzaba los guantes-. Usted tiene las fuerzas necesarias para resistir las calumnias. Santa María tendrá un prostíbulo y las enfermedades venéreas aumentaran o decrecerán. Ya interpretaremos las estadísticas. (…)Pero Usted me ha dicho, doctor, que en otros lugares, en Londres, por ejemplo…”(ONETTI, 1964: 48)
Así mismo para las mujeres que viajan con Larsen Junta el sueño de ganar dinero y adquirir bienes suntuosos las llena de esperanza. No pienses en andar de compras ni en fiestitas. Quedarse en casa, trabajar y saber guardar el dinero. -Para eso vinimos-confirmó Nelly-. La ciudad es muy linda, pero aquí estamos a lo positivo” (ONETTI, 1949: 10)
Estos sueños están inscritos en el progreso que propone el relato positivismo de la modernidad. Como inscritas estaban estas mujeres en el mercado de consumo, en la vanidad y en la libertad de ser individuos antes que esposas o novias, “Irene y Nelly terminaban el paseo del lunes en un café de la costa, fresco, casi siempre vacío; acomodaban los paquetes y las carteras en una silla y conversaban de los precios que habían pagado, aventuraban las reacciones de María Bonita ante las compras que habían hecho. (…)Comían bizcochos mojados en té con leche, se colocaban bajo las narices los jabones perfumes que habían comprado y en vos alta comparaban sus olores con recuerdos” (ONETTI, 1964: 65-66) Mientras María Bonita cumplía su sueño al lado de Larsen, “Se quedaba en la casa y, después de la siesta, llegaba Junta; tomaban mate en el dormitorio y conversaban de negocios entre largas pausas, buscando cada uno mostrarse mas duro e interesado que el otro, ya que, desde un principio, se había declarado mutuamente que sólo buscaban ganar dinero para ayudarse, María Bonita a Junta y éste a ella. (…) A veces volvían a abrazarse como dos fantasmas, en la oscuridad, y forcejeaban por el placer, sin egoísmo ni prisa, seguros de que el espejo junto a la cama rejuvenecía en veinte años sus cuerpos al copiarlos…” (ONETTI, 1964: 64)
Fracasos
A pesar de estos sueños y del funcionamiento del prostíbulo, el fracaso como sino trágico de Junta llegó nuevamente a su vida. El cierre del prostíbulo y los discursos guerreros que se generaron desde la Iglesia hicieron eco en la clientela del burdel.
Para el narrador-historiador es curioso ver que el fracaso del Falansterio no fue tan violento como el del negocio de Junta. “Y agrego que resulta curioso ver y oír a su pariente Marcos organizando una Santa Cruzada contra el humilde prostibulito que regenta en la costa el ciudadano Larsen, por mal nombre Juntacadáveres.”(SUPRA: 115) Esta cruzada acabó con la ilusión de este pobre hombre que “Estaba viejo, incrédulo, sentimental; [y] fundar el prostíbulo era ahora, esencialmente, como casarse en articulo mortis, como creer en fantasmas, como actuar para Dios.” (ONNETI, 1964:66)
El nombre de Juntacadáveres hacía parte de la macartización y maniqueísmo de la élite de Santa María. Según las mujeres de la ciudad, este hombre traía cadáveres para que se acostaran con sus hombres y estos llevaran la muerte a sus hogares, o simbólicamente, era la muerte de los hogares, las familias y la vida pura de una comunidad cristiana como ésta.
Este tipo de juicios y comportamientos mojigatos y de doble moral irritaban a Junta quien veía en Santa María un “-Pueblo jodido, pueblo de ratas. (…) Lo enfurecía y lo desconcertaba no encontrar, mediodía tras mediodía, un objetivo concreto de odio.” (SUPRA: 68)
El odio que sentía Junta era la irrealización de un mundo seguro, de un lugar en el cual sentirse pleno. Hubiese podido quedarse en el periódico El Liberal, comulgando con ideas políticas imposibles, pero prefirió el camino que le ofrecía la libertad, la de hacer negocios y crear en empresas. La prostitución no es un problema de moral, es un negocio más en el sistema capitalista. “El capital investiga el régimen capitalista de producción y las relaciones de producción y circulación que a él le corresponden.”(MARX: 13) Y en Santa María hacía falta ese comercio. El Liberalismo no debía ser sólo el nombre de un pasquín o una idea por la cual luchar, es un derecho a corresponder con el sistema que lo reproduce.
Pero en Santa María como en América Latina, el liberalismo no pudo ir más allá de los límites de la Institución eclesiástica y de las costumbres cristianas, que al hibridarse con las sangre negra e indígena, conformó una sociedad hipócrita, la cual odia su deseo y juzga aquello que no ansía disfrutar.
El falansterio también fracasó, la libertad sexual y la construcción de sujetos a partir de la razón, se fueron al piso por una moral cerrada, recalcitrante y maniqueísta. “El cristianismo elaboró un mundo sagrado, del que excluyó los aspectos horribles e impuros.” (ONETTI: 189) Los cuales a su parecer eran las pasiones y la libido humana.
A pesar de la costumbre y del permiso de la población, la Iglesia y su brazo ideológico, a través de la Liga Católica, no permitieron el funcionamiento regular del prostíbulo. “Parecía, pues, que todo el mundo, todos nosotros, habíamos dicho que sí y que el prostíbulo había pasado a confundirse con las tantas cosas que formaban la fisonomía de la ciudad: la rambla, los puestos de fruta… (…) Es cierto que el cura Bergner, en cada sermón, aludía a las lluvias de fuego y a las estatuas de sal; pero nosotros pensábamos que estaba cumpliendo con su deber forzado en beneficio de nuestras mujeres y nuestros hijos. (…) Estábamos acostumbrados e indiferentes, estábamos discutiendo los subsidios fijados por el gobierno al trigo y al maíz cuando empezaron a circular los anónimos… estaban escritos con tinta azul, por distintas manos, y coincidían en el tipo de letra alto y orgulloso: la caligrafía del Sacré Coeur impuesta a las alumnas del Colegio Católico.” (INFRA)
Convirtiendo el asunto del prostíbulo y el sueño de Junta en una excusa para ocupar a las mujeres y declarar una guerra moral. El cura Bergner utiliza el pulpito y el poder de la palabra para alertar a la comunidad de Santa María del peligro de la casa de citas. “-Os doy las gracias como las daría un seglar a cambio de bienes inmerecidos. Ahora, en este día, estamos enfrentados y somos iguales; desde esta sagrada altura, usurpándola, un pecador habla con pecadores. No soy el sacerdote de Santa María. Porque el demonio vino hacia nosotros y fueacogido; vosotros los acogisteis y yo no supe impedirlo.”(ONETTI: 92)
Con este tipo de juicio critica la actitud pasiva y permisiva de los ciudadanos de Santa María. No se asume este tipo de aceptación como una inclusión en el proceso histórico que demanda el capitalismo, sino como una acogida al demonio. Este tipo maniqueísta es muy utilizado durante mediados del siglo XIX en América Latina por la llegada de las ideas liberales; la Iglesia sentía perder el poder material e ideológico ante las nuevas tendencias filosóficas y su arma de embate fue el discurso maniqueo desde el pulpito. En esta novela Onetti nos advierte sobre la fuerte presencia de la palabra y el poder en el seno de la Iglesia.
Así mismo el narrador señala el proceso de inmigración al Río de la Plata: “Ella y todas sus hectáreas de campo que compró su padre. La Colonia de suizos empezaba recién a organizarse. Cada seis meses llegaban familias con baúles de hojalata, vestimentas raras y endurecidas, Biblias y voluntades. Pero no había Colonia todavía.” (ONETTI: 110)
Y a pesar de venir de Europa la ilustración o el proceso de modernidad no arribaron con ellos. Este se daría de manera instrumental. En el llamado capitalismo incipiente por carecer del ethos secular, del ethos del trabajo y de la ganancia. En el cristianismo el ethos religioso no propende por este tipo de destrucción creadora, sino por la utilización de la tecnología y el aprovechamiento de los bienes materiales sin pasar por el valor de uso, y de cambio, sólo por la plusvalía.
El proceso de modernidad en los países hispanoamericanos ha dejado correr mucha tinta, y las narrativas que se han construido desde esta problemática ha abordado los procesos históricos, la explicación sociológico y la teorización filosófica sin tener en cuenta la importancia de la literatura y de la explicación que desde el arte se puede ofrecer a estas problemáticas.
En esta obra literaria se puede leer un problema ideológico en el abordaje de una empresa con un mercado y una mercancía por negociar y, aparte de las condiciones culturales, la política eclesiástica acabó con este proyecto. Lo cual lleva a tratar el problema de la modernidad desde otros aspectos y es la de las denuncias y críticas a la manipulación o concreción de representaciones mentales e ideológicas que atrasaron alcanzar la mayoría de edad a gran parte de la población hispanoamericana.
Mientras Jaramillo Vélez comenta como problema de Hispanoamérica “su admiración del pueblo joven por los pueblos ya maduros del continente europeo, se ha sentido dominante de imitar sistemas económicos y políticos de aquellos; pero no siguiéndolos en su evolución y desarrollo lógicos, sino saltándose etapas, tomando parte de ellos, partes que casi siempre correspondían a una etapa final o a una ya muy evolucionada, para injertarlas artificialmente en el primitivo medio americano…”. (JARAMILLO ,1998: 35-36)
Y Fernando Cruz Kronfly propone la modernidad instrumental, “el afán por la novedad y por situarse en el ahora y en el encanto del presente, puede ser sólo un afán derivado de la necesidad de gozar de los beneficios permitidos por la actualidad técnico- instrumental de la civilización moderna, sin que dicho goce y disfrute implique necesariamente tener que pasar por la ruptura mental de lo moderno…” (CRUZ Kronfly, 1998: 15)
En esta obra del uruguayo Juan Carlos Onetti se puede hacer la lectura de una modernidad fracasada por el catolicismo evangelizador, como la forma de civilización española, de la organización jerárquica de la sociedad, desde la familia hasta el gobierno.
Y la empresa del prostíbulo que llegó en tren al comienzo de la obra se devuelve en este instrumento de la modernización y del capitalismo mercantil.“Había muy poca gente esperando los faros rojos del tren que ase acercaba. Los deje subir, vi a las viejas mujeres dobladas por las valijas, vi a Juntacadáveres disminuido en estatura, cabizbajo, las manos unidas a la espalda, sostenido por los restos de un extraño orgullo.” (ONETTI:202)Y la posibilidad de amar se suicida ante el mundo de la hipocresía: “Julita estaba muerta. (…) La miré. Apenas se balanceaba y parecía hacerlo por capricho. Colgada de una viga, posiblemente con las vértebras rotas, la cabeza torcida asomaba la punta burbujeante de la lengua. (…)Usaba, para mí, unas medias negras que llegaban, tirantes, hasta el final de las pantorrillas. Supo lo que hizo.” (ONETTI: 204)
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