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“El Huésped”: una perspectiva de lo siniestro

por María Rosa Rodríguez
Artículo publicado el 18/04/2020

María Rosa Rodríguez Quintana
Universidad Autónoma del Estado de México

 

RESUMEN
Este trabajo consiste en un análisis de «El huésped» de Amparo Dávila desde la configuración de la atmósfera que crea la autora convirtiendo la casa de la protagonista en un lugar siniestro y la presencia de un ser extraño en un tormento. Se trata de una lectura psicoanalítica en la que los monstruos no son ficción, sino que se integran de todo aquello que aterra desde el inconsciente.

Palabras clave
Huésped, Dávila, atmósfera, siniestro, monstruo, psicoanálisis

 

ABSTRACT
This text is a literary analysis of a short story called «el huésped», or The Host, by Amparo Dávila, focusing on the atmosphere configuration that the autor created turning the main character’s house into an ominous place and the living presence of a strange creature into a torture. It’s writen from a psychoanalitical perspective where monsters aren’t fictional, they are made of everything that terrifies from the unconscious.

Keywords
Host, Dávila, atmosphere, ominous, monster, psychoanalysis

 

INTRODUCCIÓN
Amparo Dávila nació en Pinos Altos, municipio del estado de Zacatecas, en 1928. Ha escrito tres poemarios y cuatro volúmenes de cuentos, Tiempo destrozado, publicado en 1959, dentro del que se incluye “El huésped”; Música concreta en 1961 por Fondo de Cultura Económica y después apareció Árboles petrificados en 1977 y Con los ojos abiertos en 2008.

Al revisar la obra de la autora se vuelve interesante el ambiente siniestro que se genera a través de la ambigüedad tanto en situaciones como de personajes. Estos últimos son seres que el lector no alcanza a definir del todo como animales, pero tampoco como personas, se trata más bien de bestias que atormentan a los protagonistas con su presencia y al lector con su abstracción. En la mayoría de los casos, la crítica los describe más como animales siniestros o parásitos que habitan en aquellos cuerpos.

ANÁLISIS
El cuento se integra de cinco partes, la primera es la más larga en la que la narradora pone en contexto sobre la situación en que se encontraba, las siguientes tres son breves ya que se centran en un acontecimiento cada una que puede ser desde una situación hasta una charla, y la última que es el desenlace.

“El huésped” está narrado en primera persona por la mujer protagonista que vive en un pueblo aislado con su marido, sus dos hijos, Guadalupe que es la mujer que la ayuda a hacer los quehaceres del hogar y el hijo pequeño de esta última. La relación matrimonial de la pareja es mala, ella se siente ignorada por el marido, y comienza a sufrir ante la tortura psicológica que él ejerce sobre ella cuando le impone la presencia de una criatura extraña e indeterminada. Lo que desencadena un infierno emocional para la esposa, tanto así, que al final de la historia decide asesinar al intruso con ayuda de Guadalupe.Es uno de los textos más estudiados de la autora; se ha trabajado desde aspectos profundos como la desesperación que siente la protagonista y la importancia que tiene para ella su matrimonio fallido, enfocándose específicamente en la mujer como ser doliente; otros análisis estudian los elementos o símbolos mayormente trabajados por Dávila desde la mirada, pasando por la violencia psicológica del esposo hacia ella, la angustia y trastornos psicológicos, el huésped como un elemento simbólico, hasta aspectos más formales como la estructura del cuento.

El cuento inicia ab ovo pues comienza con la llegada del huésped, que más que llegada fue una imposición que comienza a dar pautas para dudar de la condición del ser, pues es llevado a casa por el marido, no llegó solo. “Mi marido lo trajo al regreso de un viaje” (Dávila, 2009, 19) ¿Por qué lo llevó? Si se tratara de un ser humano, por qué debía vivir con ellos, al parecer era un extraño, pues ella habla de una primera impresión. Un ser que finalmente llegó al sitio más personal y sagrado para una persona: su casa.

Todo el cuento se desarrolla dentro del mismo espacio, la casona de la protagonista. Esa casa se encuentra en un pueblo pequeño, incomunicaso y distante de la ciudad. “Un pueblo casi muerto o a punto de desaparecer.” (Dávila, 2009, 19) Desde allí la atmósfera comienza a ser siniestra, pues se trata de un espacio suspendido de lo común, alejado de nuestra realidad, como si se hubiera excluido del universo conocido acercándose más a la muerte.

En los cuentos que integran los tres libros de Amparo Dávila, la acción transcurre en espacios cerrados, oscuros, o si son abiertos se convierten escenografías lúgubres, pequeños microcosmos donde el horror agazapado lanza de repente el zarpazo, y sin misericordia alcanza a seres propensos a la indefensión. (Gutiérrez, 2008, 85)

La casa es descrita como lo eran en aquella épca. Un espacio grande con un jardín en el centro y los cuartos distribuidos a su alrededor, con corredores entre las piezas y el jardín. A pesar de ser un lugar común, se vuelve distinto por lo que ocurre allí dentro. Esa distinción con el resto de las casonas se vuelve siniestra. Como Freud lo menciona en “Lo ominoso”:

La situación es diversa cuando el autor se sitúa en apariencia en el terreno de la realidad cotidiana. Entonces acepta todas las condiciones para la génesis del sentimiento ominoso válidas en el vivenciar, y todo cuanto en la vida provoca ese efecto lo produce asimismo en la creación literaria. Pero también en este caso puede el autor acrecentar y multiplicar lo ominoso mucho más allá de lo que es posible en el vivenciar, haciendo que ocurran cosas que no se experimentarían —o sólo muy raramente— en la realidad efectiva. (Freud, 1975, 249)

El que la casa sea el lugar en que se lleva a cabo el relato también tiene el elemento de la inseguridad en el espacio que supuestamente es el más seguro, un lugar propio, privado. La temática se vuelve, de pronto, la invasión de ese único sitio tranquilizador.

La casa deviene fácilmente en laberinto pero “es un laberinto tranquilizador, amado, pese al ligero terror que puede producir aún su misterio” (231). En efecto, en el cuento de Amparo Dávila, la casa conjuga rasgos laberínticos. Un laberinto en el que hay también un monstruo amenazante. (Corral Rodríguez & Uriarte Montoya, 2008, 217)

Dentro de la misma casa, los espacios también se ven divididos tras la llegada del huésped. Es decir, él tiene un espacio específico totalmente sombrío que ya lo era antes de su llegada, pero con él como habitante se vuelve del todo aterrador, pero suyo, a diferencia del resto de la casa que se sigue sintiendo invadida cuando él recorre los pasillos. “Desde el primer día mi marido le asignó el cuarto de la esquina. Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura.” (19) “Yo no podía dejar de mirar, de vez en cuando, hacia el cuarto de la esquina. Aunque pasaba todo el día durmiendo no podía confiarme. Hubo veces que, cuando estaba preparando la comida, veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí…yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina gritando y corriendo…” (20)

Así es como poco a poco, se va perdiendo esa seguridad natural de un hogar, más de una casa en la que se ha vivido toda la vida, que es familiar y que genera comodidad. Con la llegada del nuevo ser, ese sitio se fue tornando ajeno, desconocido y lo más importante, de pronto es visto también como el hogar de un monstruo. Y si la casa fuera ese sitio sagrado, el cuarto lo es aún más y hay un momento en que el huésped lo perturba con su presencia: “Cuando desperté lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante…Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina que dejaba encendida toda la noche. “(p. 21)

El impacto de ese acontecimiento bien lo expresa García Cárdenas:

El hecho cobra una magnitud monstruosa. El huésped llega hasta la recámara: siendo símbolo de la individualidad y del pensamiento individual (según el diccionario de símbolo de Juan Eduardo Cirlor). Por ende, resulta de capital importancia la irrupción del extraño en el lugar más personal de la morada de la mujer.(García Cárdenas, 2010, 155)

El espacio no es lo único que se ve allanado con la llegada del huésped, ella, la mujer que narra la historia se siente invadida en todos los aspectos. El lector conoce la historia a través de su voz, eso crea un efecto más poderoso, pues es como si lo tomara de la mano y lo arrastrara con ella a revivir la experiencia traumática que ella padeció, generando una atmósfera aterradora para quien parecía estar fuera de la historia en una primera instancia.
Lo expresa bien Hock-Soon Ng al decir:

“…Can assume monstrous proportions when it becomes a repository for the subject’sunconscious; the home becomes the locus of the subject’sprojected anxieties, bringingin to relief the repressedo ther and (possibly) transforming the subject into a monster”.[1](Hock-Soon Ng, 2004)

La narradora coloca al narratario ante la perspectiva que ella decide que debe conocer, siempre con una intencionalidad; en este caso pareciera que a lo largo de su relato lo que quiere es justificar el asesinato que comete al final. Desde la primera frase que utiliza al hablar de su encuentro con él trata de crear un sentimiento de rechazo hacia la criatura y de identificación con ella, como si sintiera culpa y buscara sanar. “No pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez”, como si desde la primera instancia, es decir, desde lo visual ya se tratara de un elemento grotesco o aterrador.

Melanie Klein en “Sobre la teoría de la ansiedad y la culpa” trata de expresar esas situaciones inconscientes que dan pie a la ansiedad y culpa. Explica que al inicio para Freud la culpa era la expresión de esa lucha entre Eros y el instinto destructivo o de muerte, pero después lo negó tras no encontrar un fundamento que sustentara esa aniquilación de la vida. Sin embargo ella no comparte lo comparte, pues sus observaciones analíticas sí encuentran en el inconsciente ese temor a la aniquilación de la vida.

Pienso también que si suponemos la existencia de un instinto de muerte, también debemos suponer que en las capas más profundas de la mente hay una reacción a este instinto en la forma de temor a la aniquilación de la vida. Así, a mi entender, el peligro que surge del trabajo interno del instinto de muerte es la primera causa de ansiedad. Como la lucha entre los instintos de vida y muerte persiste a lo largo de la vida, esta fuente de ansiedad nunca se elimina e interviene como factor constante en todas las situaciones de ansiedad. (Klein, 1948, 241)

La culpa que se busca contrarrestar, como consecuencia de ese temor a la aniquilación de la vida que se desborda de la protagonista se plasma en la intencionalidad de su relato, pues finalmente era la vida del huésped o la de ella.

Es así como se va integrando la atmósfera siniestra que envuelve todo el acontecimiento que se relata en el cuento. Ya no es solamente un hogar invadido, ya es un sentimiento angustioso, un tiempo que se ha vuelto eterno y un ente que se desconoce su naturaleza. Ya se trata de una cuestión general, del contexto, del comportamiento de los personajes, de los aspectos emocionales que están presentes en lo que se está contando. La narradora logra crear esa atmósfera a través de descripciones totalmente intencionadas, en las que resalta aspectos que desea que se conozcan, que no se pasen por alto. Esas descripciones son efectivas, se convierten en receptores que permiten al narratario captar lo que quiere transmitir nombrando la experiencia.

“Era ésta una pieza grande, pero húmeda y oscura. Por esos inconvenientes yo nunca la ocupaba. Sin embargo él pareció sentirse contento con la habitación” (19) “Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pudiera vivir” (20) (Las negritas son mías) En la primera descripción queda claro que era un espacio lúgubre que ella consideraba inconveniente y que, él, a diferencia de ella, se sintió contento; son las palabras exactas para marcar esa diferencia, esa elección por lo siniestro; en la última utiliza una expresión extremista, “la más terrible pesadilla” y además, que alguien pudiera vivir, es decir, superó todas las demás pesadillas. También se va formando el concepto de soledad de manera indirecta, aunque ella no hace una aclaración ni lo menciona tal cual, se puede entender cómo se halla desesperada, solo con sus hijos y la compañía de la criada, sin alguien con quién hablar, sobrellevando la situación por sí misma.

Otro de los elementos que conforma una atmósfera sombría es la ambigüedad del personaje, del huésped. Desde que inicia la historia, deja en evidencia que el sujeto que inesperadamente llega como invitado del esposo no es un ser humano cualquiera, es más, pareciera que habla de un animal, de algún tipo de ser que precisamente por su indeterminación causa horror. “No pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez. Era lúgubre, siniestro. Con grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo, que parecían penetrar a través de las cosas y de las personas.” (19)

Corral y Uriarte mencionan:

La carencia de voz del huésped es uno de los rasgos que contribuyen a que se le perciba como un ser extraño, algo bestial. La fantasticidad radica, pues, en el enigma o misterio que irradia el personaje, y en la atmósfera silenciosa y desolada en que se halla la casa. Sin embargo, el acceso que el lector tiene a este ser enigmático es solo a través del narrador-personaje, quien lo percibe como “un ser tenebroso”. En el narrador-personaje se concentra entonces la mayor parte del sentido. (Corral Rodríguez & Uriarte Montoya, 2008, 215-216)

El tipo de ambigüedad que se presenta en la narrativa de la autora es la que Peña expresa, partiendo de la clasificación de Ruby, como ambigüedad de significación definiéndolo como “un enunciado puede no contener ninguna palabra ambigua, su estructura gramatical puede comunicar un significado inequívoco y puede no contener ninguna amigüedad de acento o énfasis; no obstante su significación puede ser ambigua, i.e,. su significado semántico puede ser claro, pero su significado factual puede no serlo”. (Peña, 1982, 44)

En este caso se comprende ese sentir en el lector, pues la narradora sabe de qué ser se trata, el lector tratará de definirlo, de categorizarlo y le será imposible, se vuelve ajeno a él y como consecuencia de ello, más su comportamiento y las emociones generadas en la protagonista se queda como la imagen de un monstruo.

También se sigue presentando esa ambigüedad en el contexto. Como bien lo señala Fuentes:

«El huésped» logra entonces el efecto fantástico al permitir dos posibilidades de interpretación alternativas sin que el lector pueda decantarse definitivamente por ninguna de ellas. El lector no sabe con certeza si está frente a una criatura maravillosa que atormenta a la narradora y ataca al menor, o si la narradora padece de algún tipo de desorden que la lleva imaginar una presencia que en realidad no existe. (Fuentes, 2019, 59)

Esa ambigüedad se manifiesta ahí, en la decisión y pensamiento del lector, puesto a que no es del todo imaginario, sin embargo él debe completar los huecos y darle sentido desde su propia subjetividad por la falta de nombramiento o de descripción concreta. Desde este punto de vista no es el huésped el que provoca horror, sino que la atmósfera sombría va depositando elementos de su misma naturaleza al personaje.

Por aspectos como los ya mencionados, a pesar de descartar lo fantástico en la literatura de Amparo Dávila, el monstruo existe, ya sea como un símbolo o como un ente que solo el lector percibe como tal tras tratar de definirlo, se asemeja un tanto al terror cósmico de Lovecraft, donde él resalta la importancia de esa atmósfera creada en este caso por la autora:

La atmósfera es siempre el elemento más importante, por cuanto el criterio final de la autenticidad de un texto no reside en su argumento, sino en la creación de un estado de ánimo determinado. Por lo general, un cuento macabro que trata de enseñar o fomentar un efecto de tipo social, o un relato cuyos horrores se pueden explicar por medios naturales, no es un auténtico cuento de espanto cósmico.(Lovecraft, 2002, 34)

Lo que ocurre con la narrativa de la autora en este cuento es que a pesar de que en un comienzo sitúa al lector en un contexto cotidiano, que permitiría esa identificación y verosimilitud, de pronto se va volviendo fúnebre, aterrador, comienza a despertar incertidumbre que nace de uno de los miedos más profundos del hombre, de lo desconocido, de no saber de qué se trata y peor que eso, de no saber a qué se enfrenta, pero evidentemente se trata de una amenaza, pero el lector se encuentra con los ojos vendados ante lo que respecta al invasor. El comportamiento de la criatura no se puede expresar por medios naturales o regirse por la norma. Por motivos que se expresarán a continuación se puede partir de que se trata de un monstruo o al menos así lo será para la subjetividad de aquel que quiere definirlo o ponerle un nombre.

Se podría tratar de descifrar la naturaleza del huésped partiendo de dos puntos: Él como ser humano o él como animal.

Si se tratara de un ser humano cada elemento que lo refiere se convertiría en una señal de alerta. Desde el comienzo del relato, la narradora menciona que es traído por el marido al regreso de un viaje, eso significa que no llegó solo. Después menciona “no pude reprimir un grito de horror cuando lo vi por primera vez” (19) lo cual indica que en primera instancia, en apariencia no solo era desagradable, provocaba dejar de pensar en los “buenos modales” y mostrar sin ningún disimulo el terror que generaba, además de que por su descripción física “grandes ojos amarillentos, casi redondos y sin parpadeo” distaba mucho de una persona.

Cuando menciona la habitación que se le asigna, la describe como una pieza grande, húmeda y oscura, que ella, siendo y sabida humana, encontraba inconveniente, él se muestra contento ya que “como era bastante oscura, se acomodaba a sus necesidades. Dormía hasta el oscurecer…”(19) Aquí surge la siguientes pregunta, ¿qué necesidad humana podría cubrirse en un espacio oscuro y húmedo? Al mencionar su comportamiento deja claro que se trata de un ser nocturno. “Solamente hacía dos comidas, una cuando se levantaba al anochecer y otra, tal vez, en la madrugada antes de acostarse…Toda su alimentación se reducía a carne, no probaba nada más.” (21)

Aquello refiere a su apariencia y comportamiento individual, pero ¿qué ocurría respecto a lo social?, para empezar se muestra desde un inicio que carece de habla, después, la protagonista menciona “hubo veces que, cuando estaba preparando la comida, veía de pronto su sombra proyectándose sobre la estufa de leña. Lo sentía detrás de mí…yo arrojaba al suelo lo que tenía en las manos y salía de la cocina corriendo y gritando como una loca. Él volvía nuevamente a su cuarto, como si nada hubiera pasado” “Cuando salía de su cuarto comenzaba la más terrible pesadilla que alguien pudiera vivir. Se situaba siempre en un pequeño cenador, enfrente de la puerta de mi cuarto. Yo no salía más” (20) Ambos ejemplos de su manera de relacionarse se explicarían solamente dentro de una persona totalmente desequilibrada que disfrutara torturando a la dueña de la casa, como si la espiara y la persiguiera. “Cuando desperté, lo vi junto a mi cama, mirándome con su mirada fija, penetrante…Salté de la cama y le arrojé la lámpara de gasolina […] Él se libró del golpe y salió de la pieza.” (21) Para ser un humano se trataría de un ser maldito con todas las intenciones de ejercer el mal a través de una tortura psicológica o de alguien incapaz de entender qué ocurre y qué genera con su existencia.

Quedaría más claro pensar que se tratase de una amenaza cuando hay un momento en que agrede también de manera física. “Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño.” (21) Fue ese ataque el que llevó a la protagonista a tomar cartas en el asunto.

Ahora bien, pensarlo como un animal. Tendría sentido el que lo trajera el esposo, sería como si se tratara de una mascota. No es un animal común y corriente o doméstico ya que no parpadea, por lo tanto tendría que tratarse de algún anfibio, pez o reptil, el cuál no tendría el comportamiento que manifiesta. Al ser carnívoro y sí un animal salvaje, también representaría peligro para la protagonista, pues podía ser un depredador, sin embargo el terror que ella sentía en ningún momento fue expresado como temor a ser devorada, más bien temía que la atacara por el mal mismo.

Regresando al momento de la agresión se pone en manifiesto su manera de actuar dejando en evidencia un comportamiento muy distante del de un animal:

Era cerca del mediodía. Estaba peinando a mis niños cuando oí el llanto del pequeño mezclado con extraños gritos. Cuando llegué al cuarto lo encontré golpeando cruelmente al niño. […] Cuando Guadalupe volvió del mandado, me encontró desmayada y a su pequeño lleno de golpes y de araños que sangraban. (21) (Las negritas son mías)

En ese encuentro queda claro que era un ser, que a pesar de ser nocturno se levantó durante el día, como si supiera que era cuando se hallaba desprotegido el niño y que además era capaz de producir un sonido vocal, es decir los extraños gritos que se mezclaban con el llanto del pequeño. También su manera de agredirlo, un animal normalmente muerte, o como en este caso, araña también, pero en el relato se mencionan golpes, tanto en el acto visto por la protagonista, como en el resultado presentado en el cuerpo del niño.

Pensando en la relación de la protagonista con la criatura, se puede señalar que en cuanto a poder estaría ella, como humano, o9en un nivel jerárquico mayor, por la capacidad de raciocinio y por estar en su territorio, sin embargo parece no ser un elemento importante, ya que incluso ella prefiere huir antes de sacarlo a él. De ser un animal, ¿por qué no simplemente lo liberaba? En determinado momento ella menciona “Pené entonces en huir de aquella casa, de mi marido, de él” (22) como si lo dejara ganar.

El ser estaba enojado, él sentía algo por ellas, es un elemento bastante humano para quererlo reducir a un animal, “de cuando en cuando oíamos que llegaba hasta la puerta y la golpeaba con furia” (22); él también tenía emociones destinadas a ella.

La escena final, cuando lo matan también muestra un elemento de consciencia, él sabía que lo estaban matando, pues al estar encerrado no buscaba un escape por supervivencia, sino que se hallaba dominado por la ira deseando salir, “Al principio golpeaba la puerta, tirándose contra ella, gritaba desesperado, arañaba”; se mostró resistente, como si se tratara de una competencia.

Ahora bien, tras descartar su naturaleza totalmente humana o enteramente animal, se puede pensar en un ser más abstracto, más complejo y cercano a una bestia.

El único comprobante de lo auténticamente sobrenatural es el siguiente: saber si suscita o no en el lector un profundo sentimiento de inquietud al contacto con lo desconocido, una actitud de aprensión frente al avance insidioso del espanto, como si se estuviese escuchando el batir de unas alas tenebrosas o el movimiento de criaturas informes en el límite más remoto del universo conocido. Y naturalmente, cuanto mejor se logre evocar esa atmósfera a lo largo de todo el cuento, tanto mejor será su efecto artístico en ese tipo de literatura. (Lovecraft, 2002, 34)

Se tomará la teoría de Gil Calvo para expresar la monstruosidad que se manifiesta en los personajes del cuento. Él define al monstruo de la siguiente manera: “Los monstruos de la ficción son seres inhumanos, pero poderosos que se caracterizan por su extraordinaria capacidad para hacer el mal, de la que hacen víctimas a los seres humanos que caen bajo su poder.” (Gil Calvo, 2006, 286)

Gil Calvo crea una clasificación de monstruos siendo la primera de estas la mejor para definir al huésped. Es una criatura maligna, dentro de ellas se encuentra el monstruo primario “que es un híbrido de animal y persona. Un ser inhumano pero con personalidad humana, que aúna los poderes de las bestias salvajes y la malevolencia de la que sólo es capaz una mente racional” (Gil Calvo, 286.) Pensando que la bestia cubre comportamientos de ambos entra en la clasificación, además se piensa en esa capacidad racional para hacer daño.

También, como lo expresan Cota-Torres y Vallejos Ramirez:

El caso del huésped, una especie de monstruo o animal “con grandes ojos amarillentos, casi redondos, sin párpados” (Dávila, 1985, p. 19) es una especie de deseo, creación distorsionada que además de crear un ser, una cosa desconocida o un monstruo, recrea las carencias y necesidades de las personas que se manejan en su entorno. Es decir, la presencia de esta figura oscura, deja al descubierto los monstruos personales, internos de quienes forzosamente conviven con este ente animalesco y monstruoso (Cota-Torres, 2016, 174)

 Eso implica que el monstruo se configura más allá de los elementos que lo integran de manera física, también es la manera en que se nombra y esa percepción parte de cierto reflejo que se proyecta sobre ese ser. Antes de pensar en él como un depositario emocional, es importante tomar en cuenta a otro personaje bestializado a lo largo de la narración: al esposo.

Regresando a la clasificación de Gil Calvo hay otro tipo de monstruos que se denominan “Agentes del mal” y lo define de la siguiente manera:

Este grado de monstruosidad secundaria es ya plenamente humano, pues se trata de aquellas personas (varones por lo general) que, a pesar de serlo, se comportan con la maldad despiadada de una bestia inhumana. Son los malvados o los villanos a los que ya nos referimos antes como los enemigos naturales del héroe llamado a vencerles. (Gil Calvo, 288)

Aunque en el texto no es visto explícitamente como un enfrentamiento, lo es de manera inconsciente. Hay una lucha entre las agresiones indirectas del marido y la defensa de la protagonista. El esposo, a diferencia del monstruo que llega como huésped, se rige por una maldad totalmente consciente buscando hacer daño a niveles más profundos que aquel de un animal.

El marido es quien trae a la criatura a casa, y más que solo llevarla, la impone. No se trata de una necesidad o que él requiera tener cerca al huésped, pues él se ausenta la mayoría del tiempo y solo lo deja ahí, atormentando a su esposa. Después, partiendo de una relación normal, se pensaría que un hombre jamás llevaría el peligro a su esposa en un matrimonio donde hay amor y respeto, sin embargo, para no dar cabida a ese supuesto, inmediatamente al empezar el relato, ella habla de su matrimonio mencionando “llevábamos entonces cerca de tres años de matrimonio, teníamos dos niños y yo no era feliz. Representaba para mi marido algo así como un mueble […]” (19)

Tras la llegada del huésped ella menciona “Mi vida desdichada se convirtió en un infierno. La misma noche de su llegada supliqué a mi marido que no me condenara a la tortura de su compañía. No podía resistirlo; me inspiraba desconfianza y horror.” (19) Ya habla de su vida previa como “desdichada” y el único aspecto de ella de que se ha expresado negativamente es de su matrimonio, lo cuál podría indicar que era la causa de ese malpasar que incrementa con la presencia del huésped que ella vive como una tortura, tortura causada por el marido.

En una ocasión, insinúa una posible infidelidad en su marido, cuando menciona que siempre llegaba tarde argumentando que tenía mucho trabajo, pero ella agrega “pienso que otras cosas también lo entretenían.” (21) Ella no era indiferente ante él aunque quisiera serlo, aunque considerara que se lo merecía, por lo tanto la idea de una traición le generaba angustia, tristeza y sensación de abandono. Eso remite a otra emoción que intenta mantener oculta para no acabar con la tranquilidad que le quedaba.

Por otra parte, a través de las descripciones, ella crea otra similitud entre su marido y el monstruo, la falta de comunicación, la ausencia de habla, “Entre nosotros, desde hacía tiempo el afecto y las palabras se habían agotado.” (21)

Así, a través de las palabras que utiliza, de su pensar se ponen de manifiesto elementos de su comportamiento psíquico. Hay un momento en el que lo explica, cuando habla del huésped, “Guadalupe y yo nunca lo nombrábamos, nos parecía que al hacerlo cobraba realidad aquel ser tenebroso.” (p.20) Lo revela porque lo mismo ocurría con el peso que tenía el odio que iba generando hacia su marido, hacia su vida en general, el dolor que le provocaba el sentirse ignorada y frustrada tras vivir en un sitio aislado, sin ser escuchada, siendo indiferente; ella nunca le dio nombre a ese sentimiento, actuó como si no existiera para evitar que se volviera real, pero eso le impedía enfrentarlo, atacarlo o experimentarlo para resurgir de esa caída, lo mismo que ocurría con la bestia, no iba a desaparecer, y también encontraría formas de hacerse escuchar.

En el momento en que narra el ataque hacia el hijo de Guadalupe ella menciona “y lo ataqué con toda la furia contenida por tanto tiempo.” Se puede pensar en las características del esposo que le dolían y que depositó en la bestia hospedada en su casa para poderse permitir sentirlas y horrorizarse ante las emociones que la estaban llevando a su propia destrucción.

El huésped es un ser que a lo largo del relato se mantiene siempre en la penumbra, de una manera literal y de otra más simbólica, es decir, nunca se presenta descubierto ante el lector, pero la descripción y su comportamiento en el cuento lo forman como una bestia misteriosa y tormentosa Es un ser que la tortura indirectamente, paseándose por los corredores, causándole horror; no se puede saber con certeza si era capaz de comprender lo que le provocaba o no, pero en cualquiera de las dos situaciones lo hacía de manera natural, sin que ella pudiera prohibirle algo pues no la agredía de manera concisa, lo mismo que le hacía el marido, pues era simplemente ausente, la ignoraba, llevó un ser extraño a su casa condenando indirectamente a su mujer, ella no sabía cómo defenderse ante ello; respecto al huésped podía expresarse en términos de odio, y el más importante, de terror. En ningún momento se permite a sí misma aceptar el miedo que siente por el marido, sin embargo hay momentos en que se cuela bajo la puerta como la sombra del ser siniestro que vaga por sus pasillos. Cuando ella menciona que no cierra la puerta del cuarto por evitar que cuando su esposo llegue se encuentre con eso y pueda pensar cualquier cosa, prefiere quedarse en vela por terror a que la bestia entre al tener el acceso libre, es una comparativa del miedo que le provoca cada uno y la respuesta de cuál es superior. Partiendo ahora de las emociones, la angustia generada por el temor es tal que es capaz de reestructurar el pensamiento y las acciones de una persona, evidentemente eso estaba aconteciendo en la vida de la protagonista, pero nunca se permitió conocerlo, le fue más sano y más fácil insertárselo a un ser que ya había cargado de elementos siniestros y que encajaba bien con la emoción que le despertaba, se evitaría el confrontamiento de estar casada con quien le generaba tal amenaza.

Cuando Freud habla sobre lo ominoso, llega a una conclusión tras estudiar diversos autores. Se partía de que lo siniestro es algo familiar que, de pronto, se vuelve ajeno. Eso se puede ver en el espacio en que se desenvuelve la narrativa y que será expresado más adelante, pero hay otra definición que no había tomado tanto peso hasta que el padre del psicoanálisis la captó de Schelling para referirse a lo “unheimlich[2]” como todo lo que estando destinado a permanecer en el secreto, en lo oculto, (…) ha salido a la luz. (Freud S. , 1992: 224) Esta última definición abarca el proceso de represión que estuvo en funcionamiento en la mente de la protagonista de “El huésped” y que en un momento dado pasó a la conciencia, se escapó de la oscuridad enmascarándose y manifestándose en el huésped dando respuesta al elemento siniestro.

María Rosa Rodríguez
Artículo publicado el 18/04/2020

Referencias
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Quintana Tejera (2019). Las trampas de la retórica, México, Trajín.

 

Notas
[1] Puede asumir proporciones monstruosas cuando se convierte en un repositorio inconsciente para el sujeto; el hogar se convierte en la sede de la ansiedad proyectada en el sujeto, alivianando al otro repudiado y (posiblemente) transformando al sujeto en un monstruo.
[2] Ominoso

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