Del chiste al humor
Sigmund Freud en 1927 realizó un breve estudio llamado “El humor” en el que fortaleció conceptualmente la obra El chiste y su relación con lo inconciente, de 1905. En el texto más antiguo sostenía que el placer del humor surgía “de un gasto de sentimiento ahorrado” (1991: 223), pero posteriormente amplió este concepto con una nueva idea respecto de cómo se puede consumar el proceso humorístico. Señaló que se cumple de dos modos: en una sola persona, para sí misma, o entre dos personas. De esta manera, se suprimía la idea anterior que mencionaba a una tercera persona, aquella que aparecía como destinataria del efecto placentero que causa el chiste.
El proceso humorístico puede consumarse de dos maneras: en una única persona, que adopta ella misma la actitud humorística, mientras a la segunda persona le corresponde el papel del espectador y usufructuario, o bien entre dos personas, una de las cuales no tiene participación alguna en el proceso humorístico, pero la segunda la hace objeto de su consideración humorística. (Freud, 1992: 157)
En primer término, Freud se refiere a la actitud humorística puesta en una sola persona y va a llamar la atención con un ejemplo: “cuando el delincuente que es llevado al cadalso un lunes manifiesta: ‘¡Vaya, empieza bien la semana!’, desarrolla él mismo el humor, el proceso humorístico se consuma en su persona y es evidente que le aporta cierta complacencia” (1992: 157). Freud dice que es un grosero ejemplo, pero creemos que podríamos pensarlo como directo y extremo. El humor, muchas veces, se alimenta de lo extremo y lo hiperbólico.
“El segundo caso se presenta cuando, por ejemplo, un literato o un pintor describen con humorismo los modales de personas reales o inventadas” (Freud, 1992: 157). En este caso se refiere a cuando la actitud humorística está puesta en otra persona, no en uno mismo. Es decir que alguien toma a otro como objeto, pero es él quien siente el placer del humor.
En el proceso humorístico se produce una relación entre el humorista y el espectador, oyente o lector, pero es una relación misteriosa que, si bien deben coincidir en la actitud humorística, Freud dice: “Es evidente que la solución del problema debe buscarse en el humorista; en el oyente sólo cabe suponer un eco, una copia de ese proceso desconocido” (1992: 158).
Concretamente, ambas posibilidades se dejan traslucir en los personajes de los cuentos “El último”, “Devociones” y “Bibliográfica” de Haroldo Conti (1). Los protagonistas de los tres cuentos participan de reiteradas situaciones humorísticas que merecen estudiarse de acuerdo a la actitud que cada uno asume frente a ellas.
El último
En el cuento “El último”, el protagonista —no tiene nombre—, decidió abandonar la vida familiar para convertirse en un vago, de esos que andan por los caminos. Se convirtió en el último de los hombres. El argumento no es insensato ya que su mujer, Margarita, era el prototipo de ser humano que descarga en otro todas sus mezquindades. Un domingo, en una discusión que parecía cotidiana, terminaron arrojándose algunos elementos contundentes. Ella, una plancha que hizo estallar un televisor. Él, un cenicero que impactó sobre Margarita. Inmediatamente llegaron al departamento los padres de ella, el administrador y un cabo de policía que lo detuvo. “Cuando volví de la 2ª el administrador todavía estaba allí, o simplemente estaba de nuevo allí. Es un detalle” (Conti, 2003: 185). En esos días se quedó sin trabajo y se dedicó a vender lotes en San Vicente para un tal Requena. Aquí comenzó una vida vagabunda, comiendo salteado y durmiendo donde podía. “Las pocas veces que aparecía por mi casa (para llamarla de algún modo) entraba o salía el administrador. Sigue siendo un detalle” (Conti, 2003: 189). Hasta aquí el personaje toda vez que habla de su situación matrimonial surge en el medio una tercera persona: el administrador. Lo toma como un detalle, pero en realidad está poniendo en sí mismo el peso de la situación humorística, ya que el hombre no quiere sufrir. Freud, en una situación similar, se pregunta: “¿Tiene algún sentido decir que se trata a sí mismo como a un niño, y simultáneamente desempeña frente a ese niño el papel del adulto superior?” (1992: 160). De la misma manera que un adulto reanima a un niño podríamos decir que el superyó reanima al yo. Existe una relación de padre a hijo. El superyó cumple un papel protector y consolador del yo vapuleado. En este sentido, si bien lo cómico tiene que ver con el gasto de representación ahorrado, se diferencia del humor. Freud lo resume afirmando que “el humor sería la contribución a lo cómico por la mediación del superyó” (1992: 161). Veamos ahora de qué manera se resuelve el cuento en cuanto este tema: La policía descubrió que la venta de lotes era un fraude, y por milagro nuestro personaje pudo evitar la cárcel. Con el dinero que le quedaba compró una bicicleta para recorrer el mundo, y se lo comentó a Margarita. Ella se alegró, y junto con el administrador le ayudó a completar las cosas que le faltaban. Finalmente partió y Margarita, el administrador y algunos curiosos lo despidieron en la vereda. “Di una vuelta a la manzana seguido por un par de chicos y cuando pasé frente a la casa Margarita ya había desaparecido. Levanté una mano de cualquier forma y dije adiós a aquella vida” (Conti, 2003: 190). Ese adiós significa que, por un lado el personaje desecha la realidad, pero por otro, implica una negación que viene muy bien a sus intereses personales para dar comienzo a una nueva realidad, a una nueva vida como el último de los hombres. El saludo con la mano levantada equivale al consuelo que el superyó le procura al yo, pues no interesan ni Margarita ni el administrador.
Devociones
En “Devociones”, el personaje —también sin nombre— es un simple operario que fabrica jaulas para pájaros. Una mañana se despierta antes de que suene el despertador, y a medida que recupera su conciencia, en una especie de monólogo interior, relata su infeliz vida al lado de Margarita (ésta es otra Margarita). Recuerda el día que su mujer se le cruzó en el camino, por primera vez, en una peregrinación a Luján hace más de dieciocho años. No puede entender cómo aquella joven hermosa pudo transformarse en la mujer voluminosa y llena de maldad que hoy duerme a su lado. Luego de presentar este panorama, se despacha diciendo: “Aunque yo creo hasta hoy que de todo eso saldrá algún provecho, que alguien en el mundo se debe haber favorecido, por lo menos el tipo que seguía en la lista y se salvó de Margarita” (Conti, 2003: 262). De un modo idéntico al condenado a muerte, el personaje decide colocar la actitud humorística en sí mismo. El humor, el chiste y lo cómico se emparentan porque pueden poseer algo liberador, pero el humor, de acuerdo con Freud, tiene “también algo de grandioso y patético, rasgos estos que no se encuentran en las otras dos clases de ganancia de placer derivada de una actividad intelectual. Es evidente que lo grandioso reside en el triunfo del narcisismo (…)” (1992: 158). El personaje no se lamenta por su suerte sino que prefiere creer que su inmolación sirvió para salvar a alguien. En una palabra, contrariamente a lo que venía expresando, no siente resignación. Es un evidente triunfo del yo pero “también el del principio de placer, capaz de afirmarse aquí a pesar de lo desfavorable de las circunstancias reales” (Freud, 1992: 159). El personaje, de este modo, escapa de la situación concreta que ya dio a conocer sobre lo que significa vivir con Margarita. El detalle anecdótico del cuento es que en la misma peregrinación, el protagonista del cuento, además de conocer a Margarita, conoció también a un embaucador que vendía biblias, llamado, sí, Requena.
Bibliográfica
En “Bibliográfica”, Antonelli, el personaje principal, es un escritor novel que triunfa en un sospechoso concurso de novela. La editorial organizadora funciona en una oficina en ruinas ubicada en una calle olvidada de Buenos Aires. El editor, que no es otro que Requena, lo recibe como un hijo dilecto: lo abraza, le augura un futuro esplendoroso y elogia la calidad de la novela. La situación se invierte cuando el editor le informa al escritor el precio que le debe pagar por la publicación de la obra. Antonelli, que apenas tenía dinero para comer, se desconcierta ante este nuevo panorama. De pronto se produce un forcejeo, y ambos caen a la calle después de rodar por una escalera. “Requena me plantó una rodilla en la barriga, me arrancó la billetera con notable velocidad y haciendo un gesto de repugnancia me quitó el último billete de cinco mil que me quedaba. Cinco mil doscientos, para ser exacto” (Conti, 2003: 282). Mientras Antonelli ve hundir su vida con la misma celeridad con la que cayó por la escalera, no deja de valorar la exactitud del monto que le roban. Es decir que antepone la precisión a su propia desgracia. En este sentido es que Freud sostiene que “El yo rehúsa sentir las afrentas que le ocasiona la realidad; rehúsa dejarse constreñir al sufrimiento, se empecina en que los traumas del mundo exterior no pueden tocarlo, y aun muestra que sólo son para él ocasiones de ganancia de placer” (1992: 158). Aquí se produce una característica esencial para el postulado freudiano, ya que el humor se presenta como opositor y surge a pesar de la situación desfavorable que está viviendo Antonelli.
La trilogía
En los tres cuentos se origina una situación similar alrededor del protagonista: adopta él mismo la actitud humorística. El personaje, en todos los casos, está rompiendo con alguna convención social referida al modo de vivir. En cambio, en Requena (en lo poco que lo mencionamos) se centran situaciones que se relacionan con un modo primario de humor que está emparentado con lo cómico o el chiste. El humor es algo más elaborado en donde el papel que cumple el intelecto es primordial.
En los cuentos de Conti se aprecia un esquema en donde se producen los dos modos de consumación del proceso humorístico que Freud señala. Requena y Margarita quedan establecidos en el segundo modo. Eso sucede porque ellos hacen objeto a personas que no participan en el proceso humorístico. Margarita disfruta del sufrimiento de su marido, mientras que Requena, en los tres cuentos, vive a expensas de terceras personas y se regocija por ello. Ambos son cínicos y saben que se encuentran en situaciones planificadas. En otro orden de cosas, vale la pena aclarar que Requena siempre es el mismo Requena, pero el personaje Margarita no, es sólo una deliberada coincidencia para marcar un estereotipo.
En ninguno de los tres cuentos el protagonista se resigna por su miserable destino. Luis Hornstein afirma que “Mediante el humor, el sujeto rehúsa dejarse constreñir al sufrimiento y se empecina en soslayar los traumas del mundo exterior. El humor no es resignado. Contra viento y marea, intenta sacar adelante el principio de placer, sin negar el principio de realidad” (2013: 41). No es, por lo tanto, una negación de la realidad, es una manera de oponerse a la realidad. El personaje se niega al sufrimiento que puede conllevar el mundo real y prefiere gozar de un placer intelectual concentrando el humor en sí mismo. Busca hacerse inmune a los designios del mundo y de su propia suerte. El lector, “oyente no involucrado” en términos freudianos (1992: 157), se siente implicado en la actitud humorística.
Retomemos el ejemplo del hombre que llevan al patíbulo. Qué hubiera sucedido, dice Freud, si en vez de depositar en sí mismo la actitud humorística, hubiera dicho: “No me importa nada. ¿Qué interesa que ahorquen a un tipo como yo? El mundo no se hundirá por eso” (1992: 158). Hubiera sucedido lo mismo que si el personaje de “Bibliográfica”, en vez de mencionar la exactitud de los cinco mil doscientos pesos, hubiese dicho “Creo que el mundo de las letras se halla muy bien si mí”. En ambos casos hay un dominio aplomado de la situación, “pero en verdad no trasunta la huella del humor, y aun descansa en una apreciación de la realidad que es directamente contraria a la del humor” (Freud, 1992: 158). Sería un triunfo del yo, pero sin el placer que puede surgir a través del humor en una situación desfavorable. Es en este sentido que el humor es opositor y no resignado. Es patético. El humor enfrenta al mundo restándole solemnidad y peligrosidad, va más allá de una simple broma. Especialmente porque la broma tiene un criterio discutido respecto de su recepción. Gérard Genette dice que los criterios “de la broma no son, en resumen, ni objetivos ni subjetivos, sino más bien intersubjetivos y del orden del reconocimiento de intención” (2005: 142). Ni el joven escritor de “Bibliográfica” ni el condenado del ejemplo de Freud realizan una broma para terceros: no necesitan de la relación pragmática ilocutoria-perlocutoria. En esta relación el que hace la broma requiere que descubran su intención, pues muchas veces se dice lo contrario de lo que se piensa. En cambio, los protagonistas contianos no enfrentan esa problemática ya que ellos ponen en sí mismos la manera de consumar el proceso humorístico.
Penúltimas palabras
Hoy están claras las distinciones entre lo cómico, el chiste y el humor. Lo cómico es el gasto de representación que se ahorra, el chiste proviene del gasto de inhibición ahorrado, además de ser la expresión de lo cómico, y el humor es lo que resulta del gasto de sentimiento ahorrado. Los elementos ahorrados forman parte de la vida psíquica: representación, inhibición y sentimiento. Entre los tres conforman el placer del humor que va a producir una liberación de gasto psíquico. Es decir que el humor siempre está asociado indisolublemente al placer. Por supuesto, nunca el placer del humor va a alcanzar la fuerza de lo cómico o el efecto del chiste, debido a que su fuerza está contenida en el carácter opositor que mencionamos más arriba.
Simon Critchley dice que “El humor deshace nuestras expectativas al producir una realidad nueva, al cambiar la situación en la que nos encontramos” (2010: 15). Precisamente, el humor al oponerse al mundo real requiere de una inmediata reflexión por parte del lector (si se trata de ficción), a la vez que el cambio de situación siempre va a incidir en alguna circunstancia nueva de aquel que se hace blanco de la actitud humorística. Cada uno de los personajes principales de los cuentos de Conti, como aquel condenado que marcha al cadalso, deposita en sí mismo la carga humorística y genera un cambio en su situación. En el cumplimiento de esta premisa reside el mérito de los protagonistas de esta trilogía. Humberto Constantini señaló, refiriéndose a Haroldo Conti, que “Cada uno de sus personajes adquiere una profundidad con tanta belleza que de pronto un fabricante de fuegos de bengala, o un pescador, o un atorrante del Delta asume una dignificación y una dimensión humana que difícilmente pueda lograr otro escritor” (Restivo – Sánchez, 1999: 166). ¿Cómo se construye la dimensión humana en estos personajes que siempre están camino al patíbulo? Estos personajes, independientemente de lo que puedan aparentar, mantienen siempre un gran sentido de la responsabilidad sobre sus actos. Están convencidos de que el destino es la parte que a cada uno le toca —como la moira griega— y lo asumen, pero sin resignación. En el trasfondo, toda vez que sus vidas sufren un cambio, el plan es reírse del mundo. Aquí se halla el motivo por el cual concentran toda la carga humorística en sí mismos: es una forma de no temerle a las imposiciones del mundo. En el cuento “El último”, antes de tomar la bicicleta, el personaje había pasado de la plenitud sexual con Margarita a un matrimonio convulsivo, pero puesto en retrospectiva no considera que en ninguno de esos momentos no haya sido feliz. El desenlace del relato tiene que ver con un nuevo cambio, en el momento que él creía que tenía todo a su favor. “Hasta que un día la verdad me golpeó en la cabeza, así de rápido y simple. Y fue el día que vi un verdadero vago tumbado al costado del camino. (…) Yo iba de un punto a otro, él sencillamente estaba tumbado en el centro del mundo” (Conti, 2003: 191). En un nuevo proceso de la construcción de su subjetividad descubre que las cosas no cambian porque uno se mueva: el centro del mundo es el punto en donde uno se pare. Vendió la bicicleta y se echó en el camino. En ese momento sintió que sus recuerdos eran de otro y que en cada acontecimiento nacía otra vida.
Los protagonistas de estos cuentos de Haroldo Conti están preparados, tanto como para enfrentar los designios de la existencia, como para ingresar en el patíbulo y bromear sobre su suerte. El sentido de responsabilidad sobre sus actos y la determinación para enfrentar los cambios que ofrecen las circunstancias son elementos que los enaltecen. Freud decía que “no todos los hombres son capaces de la actitud humorística; es un don precioso y raro, muchos son hasta incapaces de gozar del placer humorístico que se les ofrece” (1992: 162). Estos tres cuentos están protagonizados por hombres que saben gozar de ese placer, y saben que en ello se encuentra el modo más eficaz para enfrentar al mundo.
Notas
(1) El cuento “El último” pertenece al libro Con otra gente (1967), y los cuentos “Devociones” y “Bibliográfica” a La balada del álamo carolina (1975). Para el presente trabajo utilizamos el libro Cuentos completos (T & P Ediciones, 2003).
Bibliografía
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