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El Segundo Cambio debe ser transversal

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 08/05/2008

Publicado también en Primera Línea (La Nación) y elquintopoder.cl
 
El cambio es la única cosa inmutable
(Arthur Schopenhauer, 1788-1860)

 

Los dos conglomerados que han dominado la política posdictadura en casi dos décadas de bipartidismo, la centroizquierdista Concertación y la centroderechista, Coalición por el Cambio, tienen como mantra político llevar a Chile a ser un país desarrollado. Pero para serlo, deben acometerse los cambios que se detallan a continuación; unos cambios estructurales que ya se reclaman urgentes por los movimientos sociales y que tendrán que realizarse si hay voluntad política transversal real.  Aquí algunos de ellos:

  1. Reforma fiscal. Dotar al Estado de los recursos económicos necesarios para financiar los derechos básicos universales de calidad en salud, educación , pensiones y vivienda. El Estado chileno, que en la actualidad tiene un 18% de PIB, debe dotarse con un 30-35% para hacer viable el Estado solidario capaz de garantizar la seguridad social.
  2. Reforma Institucional. Derogar el sistema de elección binominal por uno proporcional que otorgue real representación a todo el arco político del país; inscripción automática en el patrón electoral (¿y voto libre u obligatorio?); el derecho de chilenas y chilenos a votar desde el extranjero, y el diseño de una nueva Carta Magna democrática, con participación ciudadana y aprobada en referéndum, que elimine definitivamente la herencia institucional antidemocrática e hiper ultraneoliberal de la dictadura.
  3. Políticas de género. Un Plan de Acción para la inclusión de la mujer en el mercado laboral y en la arena política con cuotas de participación estipuladas por ley, y penalizadas, en igualdad de condiciones con el hombre; un postnatal igualitario; derecho al aborto libre, e equilibrar la brecha salarial penalizándola por ley.
  4. Ampliación de los derechos civiles y humanos. Matrimonio igualitario, es decir, la ley de matrimonio civil debe cambiar las palabras “hombre y mujer” por “personas”. Ley que sancione la discriminación por razones de género, sexo, etnia, con especial énfasis el de las etnias originarias; discapacidad, orientación sexual, y discurso del odio.
  5. Política medioambiental. Un Programa de Acción para hacer de Chile un país sustentable y con plena conciliación con su medio ambiente; es decir, una economía plenamente verde. Desarrollo progresivo de las energías limpias hasta completar el 100% en el año 2045-50, con etapas claramente delimitadas.
  6. Destinar por ley el 2-3% de PIB en I+D+I. Sin esta apuesta por el desarrollo científico, Chile se queda afuera del siglo XXI, anquilosado en el XX, erosionando irreversiblemente su desarrollo socioeconómico y cultural.
  7. Diversificar la producción económica. Destinar por ley un 2-3% del PIB para estimular la diversificación del aparato económico. La minería no puede continuar siendo el único “sueldo de Chile”. Financiación público-privada por ley para comenzar a producir productos tecnológicamente elaborados y sustentables.
  8. Derechos laborales. Lograr la simetría de poder negociador entre trabajadores/asalariados y empresarios/empleadores. Para esto se requiere de un Nuevo Estatuto de los Trabajadores donde la Negociación Colectiva sea con titularidad sindical, por sector, y cuyas resoluciones sean para los que están o no sindicalizados. Institucionalizar el Diálogo Social entre los dos agentes sociales, trabajadores/asalariados y empresarios/empleadores.

Estas reformas estructurales son un Segundo Gran Cambio (después de dictatorial al democrático) que debe cuajar en un nuevo Contrato Social, ojalá políticamente transversal. Con la correlación de fuerzas como la actual en el Poder Legislativo, un programa de reformas estructurales como éste es inviable.

Para hacer posibles estas reformas impostergables, la Concertación (u otro conglomerado de centroizquierda) debe ampliar su fuerza electoral fuera de ella tanto hacia la izquierda extraparlamentaria como hacia la derecha social y liberal (que aún no existe en Chile), y alcanzar un pacto electoral instrumental transparente, acotado y desideologizado con estas fuerzas políticas de tal forma que entren al Parlamento y se alcancen los quórum para materializar las reformas estructurales. El nuevo relato para el Segundo Cambio, es democratizar plenamente el país y crear un Estado solidario, social y moderno capaz de distribuir la protección social garantizada y universal de calidad de tal forma que se consolide la cohesión y la  paz social.

Entre los cambios, debe contemplarse, además, una reforma del funcionamiento de los partidos políticos que corrija el encierro endémico que padecen en una suerte de claustro con participación sólo de una élite. La guerrilla interna dentro de este claustro político es (casi) inevitable por llevar ya casi 20 años en él y sólo lo abandonan para oxigenarse en las elecciones. Si la comunicación entre los partidos políticos con la ciudadanía no es directa y cotidiana, cualquier tipo de empatía será imposible.

En esta etapa de posconsensos obligados por la anormalidad del primer periodo posdictadura (con el dictador y todo sus sistema en plena vigencia), la realidad política del país ya no está para continuar quitándole pétalos a la margarita y acabar (casi) siempre en un compromiso ya insuficiente. O ninguno. Para poner fin al sistema binominal de elecciones y jubilar la Constitución de la dictadura se requieren acuerdos transversales con una perspectiva de país: el cambios es irreversible si no queremos la desestabilización y oxidación del sistema.

La propuesta programática de un nuevo conglomerado (¿progresista + derecha social?) para iniciar el Segundo Cambio debería ser la carta de navegación para el futuro, no sólo refundando las propuestas políticas, sino también cambiando de rostros y de generación. La viaja guardia ―de todo el arco político―, debe hacerse a un lado y dejar que la fuerza de las nuevas generaciones vaya gradualmente tomando las riendas del país. La viaja guardia ya hizo su trabajo. Y lo hizo muy bien, a pesar de este análisis severo y crítico. Nos dejó una democracia (que hay que mejorar); un Estado de derecho (que hay que mejorar) y un desarrollo socioeconómico instalado y afianzado (que también hay que modificar y mejorar). Mejorar es la base transversal del nuevo relato político. Pero el Segundo Cambio lo tienen que hacer las nuevas generaciones, que están tanto dentro como fuera de los dos conglomerados.

Todo cambia, nada es (Heráclito de Éfeso, 480 a 540 a. C.)

Esta máxima de este filósofo de la Grecia clásica está plenamente vigente en el Chile contemporáneo.

Jaime Vieyra-Poseck

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