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En torno a la obra «La Tragedia de un chimú», de Juan Godoy.

por María Cristina Rodríguez
Artículo publicado el 23/07/2009

«El acto creador es un momento incompleto y
abstracto de la producción de la obra de arte.
Ella surge por el esfuerzo conjugado del
actor y del espectador» (J.P. Sastre, ¿Qué
es la literatura?, Buenos Aires, 1950

Toda obra de arte provoca en el espectador una conmoción que es el resultado de un proceso que, los fenomenólogos llaman, intuición o contemplación. Guerrero dice: «cuando nuestra existencia, elevada a un plano imaginario, encuentra una tonalidad común con la obra, se establece una consonancia estética, cuando nuestro ánimosuena o vibra a tono con la obra de Arte» .

Es así que, en nuestro caso, el lector adopta, si lo enfocamos desde el psiquismo, una postura imaginaria, la que es una actitud dinámica, no conformista. La imaginabilidad no es una evasión de lo real, es una aventura de la percepción, al decir de Guerrero Es una apertura al mundo, se manifiesta como una integración simbólica de la realidad cotidiana. En esa postura imaginaria se abren una rica gama de posibilidades que trascienden la realidad preestablecida. (1956).

La Tragedia de un chimú en tanto obra literaria contiene en sí todos los ingredientes de una prosa- poética en la cual el escritor no utiliza las palabras como instrumento, no es la palabra un signo, sino la imagen misma del aspecto del mundo que en ella aparece. No es la palabra cotidiana que encierra un significado oculto, la palabra es la cosa y esa realidad se nos presenta con una resonancia inédita. Dice el Chimú: «La historia de mi Dios se ha extraviado de su ruta: los lirios derramaron sus llantos azules en la tierra olvidada, se llevó la verdad en los brazos de reyes, como oro fundido en la boca de malas frutas». Esto es lo interesante y lo que provoca, en esta obra, esa conmoción. La palabra nos instala en un universo que no es el de la vida cotidiana, se revela como una realidad diferente y, es el lector que, acogiendo ese mundo y desde la aventura imaginativa se instala en él: «¿No crees que mi alma merece la lluvia imperial de los cielos brotados en picoteos de astros»?, o, en este breve fragmento, «Yo, hijo de Hauricocha, soy flor de plantas y semillas de margaritas. Soy infinito como copas llenas de vinos y mariposas». Esta obra tiene un marco histórico, alude a una civilización precolombina en el Perú, que cae bajo el dominio de los incas y, como consecuencia, pasa a jugar un rol secundario en la narrativa histórica, la cual ha atendido más a las cuestiones míticas y legendarias. En estas crónicas no se ha recuperado para la memoria la existencia de un pueblo que, al haber sido sometido, hay más olvidos que recuerdos.

Ahora bien, La Tragedia de un Chimú no es una crónica histórica, es una creación literaria y como tal el escritor nos presenta un universo fantástico en el cual la subjetividad de los personajes es lo real. ¿En qué sentido se alude a lo real? Es la realidad como vivencia, como el sentir, como el palpitar del alma humana en la derrota, la pérdida, la injusticia, la pasión, la esperanza, la ambición.

La tragedia recrea un momento histórico, pero trasciende la historia, las palabras del chimú son la imagen misma de la finitud del hombre. Finitud que se revela en la miseria, la vulnerabilidad, los juegos de poder, los sometimientos, la «esclavitud»- como dice el autor en la introducción- acerca de un estado al cual muchos siguen sometidos hoy.

Este es el sentido de la tragedia, la imposibilidad de cambiar el destino, las cartas están echadas, ya ningún poder puede cambiar las cosas. La Tragedia del Chimú conlleva en sí los aspectos fundamentales de la tragedia griega, naturalmente con características particulares dadas por contextos diferentes y algunos matices que tienen que ver con un pueblo en el cual hasta sus dioses han muerto.

La tragedia griega se enmarca dentro de una cosmovisión en la cual lo trágico en la existencia humana es no poder modificar el destino, Cuando, en la obra de Sófocles,Edipo Rey, Layo pretende liberarse de la sentencia del oráculo abandonando a su hijo no imaginó siquiera lo que acontecería después.

En esta obra de teatro no se trata de un hombre que quiere torcer el destino, es el descendiente de una cultura que vuelve de otro tiempo y de otro mundo a recuperar lo perdido y reivindicar el honor de su pueblo y de su tierra. Un chimú vuelve del viejo mundo, movido por el deseo, pero ya no es posible, su tierra es la morada de los muertos, muertos de resignación y de esperanzas fallidas, muertos de des-moralización. Un guerrero le habla al chimú: «Carne morena, por ti llorará el silencio y orarán las mariposas bajo los truenos y los vientos. Desagradables y repugnantes son tus lamentos sobre las tumbas que fueron nuestro reino. No podrás apagar la historia y vagar con tus cantos por este cráter…» Queda solo la fuerza del deseo que no alcanza, descubre el engaño, la irreversibilidad del tiempo, la debilidad de los dioses, el naufragio de su cultura, la orfandad de los hermanos. Las figuras fantasmales son su propio espejo y el único signo vital para los ojos del mundo es el mito.

Cuando en un párrafo anterior aludía a la trascendencia de las vivencias del personaje de esta obra y ya, de algún modo, expresé el significado de este trascender, mi intención es apuntar sobre todo a esa cuestión de la subjetividad y de qué modo el chimú, como sujeto, experimenta la propia destrucción al tomar conciencia del divorcio entre su deseo y un mundo al cual ya no pertenece, pero lo desgarrador es que tampoco pertenece al viejo mundo del que viene. Este desgarro, esta fractura es la que viven muchos sujetos en la posmodernidad, en la cual hasta su propia herencia les es ajena.

Esto es lo que conmueve y sensibiliza y si bien hay una fuerte carga poética que se desliza a lo largo de toda esta obra de teatro, la misma no conduce a la percepción de un mundo lírico extraño a la vida de las sociedades, es la misma vida la que aparece con pinceladas de belleza en la figura de los personajes. Tiene un carácter de universalidad, nos revela la condición humana en todo tiempo y en todo lugar. Y en este aspecto también podemos compararla con la tragedia clásica, ¿qué es lo que hace de la literatura griega su trascender en el tiempo? Es justamente la debelación del alma humana, en la cual las pasiones se desnudan y nuestros ojos se abren a la comprensión del hombre.

Atendiendo a la estructura del libro, en él hay dos partes, una primera, que cumple la función de introducción, de carácter histórico y una segunda, que es la obra de teatro propiamente dicha, «La tragedia de un chimú».

La introducción es el marco histórico en el cual, el autor, sitúa la civilización chimú y relata los acontecimientos que llevaron a este pueblo al sometimiento al imperio inca. Y, a su vez, como aconteció la caída de este imperio por acción de la conquista española, conquista que es resultado de un complejo proceso que comienza su materialización con la llegada de Cristóbal Colón. Lo interesante de esta introducción es la síntesis acabada que el autor logra en una conjunción de hechos, conjunción en la cual se entretejen los hilos de la historia de uno de los imperios precolombinos con la de las dinastías europeas y sus ambiciones de dominio y expansión. No es tarea sencilla relatar en pocas páginas tales sucesos, sin embargo, Juan Godoy nos brinda los elementos fundamentales para la interpretación de un tiempo histórico, aportando datos que, si bien son conocidos por los especialistas, pueden ser ignorados por el lector que no se ha dedicado a la investigación histórica.

Pero no solo tiene esta obra valor histórico, sino también sociológico y desde esta mirada se nos abren puertas para el estudio del comportamiento de ciertas sociedades, los condicionantes que hacen que ciertos grupos sean sometidos y que otros legitimen el poder sobre el supuesto de pertenecer a una civilización y culturas superiores.

Esto nos conduce a otra área de conocimiento, la antropología. Esta introducción no es un tratado científico ni pretende serlo, pero presenta una variedad de matices que despiertan el interés respecto del estudio del hombre y su cultura. Motiva a la reflexión filosófica la cosmovisión que tienen los europeos en los orígenes de la modernidad y cómo se confronta con la de los nativos americanos.

Y si atendemos a la segunda parte, la tragedia, de la cual ya he hablado en su valor literario, todo su contenido tiene relación estrecha con las dimensiones científicas y filosóficas. En las palabras del chimú, en la forma en la que se dirige al dios, en la referencia a las cosas de la naturaleza, en los valores de dignidad y honor que se traducen en su discurso, se revela la cultura de un pueblo. Y ese chimú que, como sujeto, pretende volver a construir significados, desea recuperar el sentido.

«La tragedia de un chimú», presenta una variedad de aristas desde las cuales puede ser abordada. Abre diferentes posibilidades de búsqueda y de interpretación, en la puesta en escena en la concreción de un teatro contemporáneo, en la acción pedagógica de un docente, en la mirada curiosa de un estudiante de letras o de antropología o de historia o en el pensamiento filosófico acerca de la condición humana y el sentido de la existencia.

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