EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Escritura y subversión (del signo) en Foucault.

por Diego Carvajal H.
Artículo publicado el 21/09/2012

Intervenir un signo de tránsito
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La barricada
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Las velas
Y la insurrección al código
Por gestos peligrosos, simples, populares
Diamela Eltit (sobre Lotty Rosenfeld)
Ebria de la embriaguez del sabio
Simone Weil

 

1.- Como bien dice Deleuze, en la obra de Foucault, la escritura nunca fue considerada como una meta o un fin (1986). Un fin por depurar un movimiento en busca, por conveniencia o estilo, de la esencia del hombre para el acceso a la verdad. Por esta razón, fue un gran escritor. Escritura de la alegría, cual sonrisa propia del revolucionario, que “no (es) la alegría de odiar (como los verdugos hacen), sino la de destruir lo que mutila la vida” (p. 49). Sino que, de carcajada incesante y silenciosa de odio a la teatralidad de la institución (de alcance museal), la filosofía o la historia.

De derrame indefinido, así como se tropiezo inocente y desorientado en decir lo inútil, es que abre acá una insistencia que, ya parece según Arancibia un “protocolo de lectura” (2005:13), pero al mismo tiempo que provoca agitaciones constantes. Un re-considerar y observar, entendiendo ahí un intento de desarme o desplazamiento y no una re-delimitación, ni menos herencia obediente del saber académico como operación y proliferación de verdad (de campo o red), una posibilidad de escritura y estética de la mirada que se confronta a la multiplicidad de grafismos de las prácticas de poder y luchas sociales cotidianas trazadas en los cuerpos. Trátese, en otras palabras, de visualizar una figura de pensamiento no-lineal o recta, rizomático, frágil y lleno de puntos de fuga en oposición al sabio o intelectual con I; de alto alcance en la actualidad, en el combate de su sol y sus puntos -esquivos- de luz. Plantea Arancibia que:

“Foucault deviene nombre-guerra, un signo que sirve para acusar castigos, advertir vigilancias, visualizar capturas y detectar emboscadas (…) ejerce una mirada sigilosa, subrepticia y astuta; se da a la escucha de los silentes engranajes y maquínicas represivas, susurra una voz que nombra y desactiva los sutiles y naturalizados artilugios de la dominación” (…) pero no como “catálogo para la liberación, sino porque enseña otro modo de mirar” (Arancibia, 2005:15-16)

Sus escrituras llenas de alegría nos dice Deleuze en tanto, se confunden a veces con su esplendor de estilo y contenido político de aquellos “maravillosos cuadros” analíticos, de gravedad cada vez más microfísica, expresando sus análisis y sus efectos “no en sentido causal, sino en sentido óptico, luminoso, de color: Del rojo sobre el rojo de los suplicios al gris sobre el gris de la prisión” (1986: 50). Es, aún más, él destello (s, íntimos) y transito de luz, que tiene un salir a su encuentro, y la pérdida de todo su respeto, a saber, toda la alegría del sin-respeto al resplandecer de luz.

Nótese en el filósofo, la apertura de color en tanto esencia de verdad, al tiempo que, emancipación que suprime lo comprobable y efectivamente existido. Nueva mirada que, parece inacabada dice Badiou, y de otro color, que hace funcionar la ficción “ficcionando”: Una deriva y postura, intensamente, política que exaspera y tensiona a algunos:

“Contra una imagen de pensamiento guiada por la idea de con-senso, Foucault trata de provocar el di-senso: ejercer su derecho de situarse en otra parte (…) se enredan de una manera maliciosamente autorreferencial, como si su lenguaje se hiciera repentinamente transparente para mostrar lo que es invisible a fuerza de ser visto, como si no nos hablara de otra cosa que de sus propios procedimientos de escritura, de la conquista de sus condiciones de enunciación” (Morey, 1990:119-120)

Trátese así de una ontología del lenguaje que toma distancia de lo que no existe, como también respecto de sí mismo, porque todo lenguaje que habla, dispone, abre y reparte desde esa distancia, en la medida que se escurre en ella, es también y a su vez ficción.

A dicha posibilidad de escritura, le corresponde antes de seguir, prestar atención, a algunos aspectos de la fuente o matriz filosófica de conocida complicidad que varios refieren, de la cual se sirvió para esto y más: La genealogía nietzscheana.

De la genealogía abierta por Nietzsche (que es gris) deriva el pensamiento de la percepción de los sucesos en su singularidad, sin finalidad sentimental, captando el retorno que reencuentra los diferentes escenarios de prácticas y luchas desatadas, en ausencia, o en también otra intensidad. La genealogía se pone en combate “a las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos (…) se opone a la búsqueda del origen” (Foucault, 1971:8). Y con lo duro (e intermitente, sumemos) que, según Hernán Montecinos, significa eludir las estrategias de la metafísica tradicional, que en los propósitos de Platón (Teeteto) de las certezas últimas, de la verdad dogmática, daban pie a la inauguración de la metafísica occidental. Aquel pensamiento monoteísta (Universal) y trascendente (permanente-finito).

A ese Monoteísmo Platónico, justamente es al que se enfrenta Nietzsche, combatiendo en su particular tono, la excluyente determinación del ser del hombre (Montecinos, 2010). Nietzsche, nos habla -incesante hoy y para rato- peyorativamente y con júbilo de los fundamentos originarios platónicos, por sus horribles conclusiones (de discurso verdadero; modelo de representación de calcomanía); cargadas de valor, de musicales armonías (himnos), lo que lo lleva a desconfiar y sepultar toda voluntad de saber y moral. Es como dice, la unidad de creencias y obligaciones de las ideas por arte concebidas que fluyen en su conjunto del mismo modo promulgando leyes de conformidades sean estas falsas o verdaderas. En otra expresión y borde al no rotundo al origen:

“Porque se esfuerza por recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre sí misma, su forma móvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen, es encontrar lo que estaba ya dado” (Foucault, 1971:9)

También de las analogías obligadas, las leyes de afinidad y conveniencia (Foucault, 2008:53), en lo que se ve y en lo que se dice; del triunfar sobre la muerte, a la seguridad y abrigo de la vida por humanismos que ven en la luz primera la representación no escindida de la vida, a saber, la estimulación metafísica. Es decir la genealogía, es todo lo opuesto a lo que busca el secreto esencial de la vida, por lo que se busca, es el secreto, pero de lo que está sin esencia, que bien es práctica, apariencia y categóricamente verdad. Se ocupará por lo tanto de las meticulosidades y los azares de los comienzos, en tanto, ahí donde se desatan la reproducción y re-inscripción de los músculos (un no-sabido), interpelándose así en tono crítico el valor de los valores. Valoración como dice Deleuze de lo que procede su valor, es decir el cuestionamiento y acción (Deleuze, 2002) de lo que decide su creación. Moviendo los hábitos donde se instalan nuevos comienzos “como hay que saber diagnosticar las enfermedades del cuerpo, los estados de debilidad y de energía, sus trastornos y sus resistencias” (Foucault, 1971:12); el agotamiento de lo que permanece inmóvil y sumiso, secuestrado por afectos de agradecimiento por lo que lo socorre.

Foucault nos muestra los dos movimientos genealógicos, que de ordinario dice en las traducciones se les conoce por origen Ursprung; de gran importancia además en sus análisis y anti-metodología (su (bella e indeterminada) siempre nueva y oculta-oscura, como en Roussel, exploración de posibilidades de escritura)

La Herkunft es la procedencia, pero no la del vínculo de las ideas o conceptos, valores, taxonomías de personas o países, sino lo que escapa a esto y lo confronta, es decir de “los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color (…) (que) permite (n) disociar al yo y hacer pulular, en los lugares y plazas de su síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora”(1971:12), pero no como un simple remontarse al pasado de las tensiones y luchas para luego restituir y fundar interpretativamente, aquello en pos de un devenir sino como la visión de los sucesos sueltos, sin medida, ni estructuras o variedades. Un “descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente” (p.13); las también condiciones externas de posibilidad, que dan motivo a lo aleatorio y disperso, instalándose en el cuerpo en forma incesante, dado que, es en el cuerpo, al tiempo que superficie de inscripción, donde se sanciona y malforma o resta por medio de toda la maquinaria y escénica de veracidad. La procedencia indica entonces la marca que esto deja en la piel.

La Entstehung en tanto es la emergencia o el punto de surgimiento de un determinado escenario de fuerzas. Es en la emergencia en donde se debe mostrar este escenario, de amenazas y de no; de unos y de otros, de otros y de unos; de sanaciones y debilitamientos. Es el espacio, momento o soporte “vacío a través del cual intercambian sus amenazas y sus palabras” (1971: 16), lo que podría decir que no es el lugar y momento de enfrentamiento de fuerzas activas y reactivas por ejemplo (como en una primera entrada) en nomenclatura nietzscheana, sino bien el lugar donde se entrelazan y se pierden (que no cesa de modificarse); una pura distancia de que no se pertenece al mismo espacio, con su visibililidad siempre en el insterticio. La apariencia del primer plano sin nombre que no da aviso de inicio, que amenaza por desaparecer en una duración que como dice Foucault, no nos pertenece.

No será entonces una unidad, sino la multiplicidad de fibras nerviosas dirá Deleuze, que van formando otras y diversas marionetas de relaciones de dominación. La emergencia introduce en escena lo que aprisiona repetida y calculadamente violenta. Se va de dominación en dominación, de cualidad, en necesidad, y en propiedad, como algo que tenemos. Así con todo “las diferentes emergencias que pueden percibirse no son las figuras sucesivas de una misma significación; son más bien efectos de sustituciones, emplazamientos y desplazamientos, conquistas disfrazadas, desvíos sistemático” (1971: 18), siempre vacíos, sin causas ni finales, pero no sin astucia en al azar ya que relanza y opone toda salida de este. No hay que confundir sin embargo, como dice Foucault (2009), en que todo es represión, exclusión de la vida (de que todo está destinado a la prohibición del cuerpo u otra cosa) y que su reverso, su otra pose o apariencia de hablar es la trasgresión o liberación. Eso de algún modo es ostentar desde una religiosidad que, como dice y se ausenta él autor -por más que haya sido monaguillo-, por mucho tiempo acompañó los proyectos revolucionarios (teoría general de liberación; de representación política y autodeterminación).

La enunciación de represión y liberación, o de lícito-ilícito (como por consejo de que soy) estarían comprometidas la una a la otra, reforzando (volviéndolas también frágiles) -enseñando la ley, incitando el discurso sobre el cuerpo- las formas y sumisiones jurídicas. Pues ya que, probablemente en el querer-decir basta ya de reprimir, se trazaría un sentirse desde ya culpable ¿De qué? ¿Quién lo dice y por qué?, re-inscribiendo y actualizando por ahí, una serie de memorias que operarían como nuevas regiones y posibilidades de nombramiento. Responsabilidad histórica expresado en memorias que ordenan y solicitan (Derrida, 2006). Nuevas economías de cuidado de lo oculto como recogimiento formal y eficiente.

2.- Ahora bien, con respecto a la analítica foucultiana de los enunciados, se entiende que ahora de lo que se trata -como superación (en paralelo y sin saberlo con Benveniste) del horizonte lingüístico de significación en Saussure- es de enunciados en oposición a las frases y las proposiciones. ¿Qué podría decir esto?: Que se invierte la clásica imagen vertical, homogénea y preponderante de las proposiciones, de cómo unas por sobre otras. Así como también la de las frases en su lateralidad o dialéctica, es decir “en lo que cada una parece responder a otra” (Deleuze, 1986:27). Aquella natural relación de funcionalidad interpretativa de equivalencias-verdades de existencia. De un como ser por objeto programáticamente, total.

Ahora bien este nuevo “estatuto” de mirar -a saber- los enunciados, funcionan en cambio como, un dispositivo diagonal, escurridizo y vacío. Es decir, al igual que en una analítica del poder, las letras también responden a un azar; a una multiplicidad que no existe, pero que son igualmente enunciados. Es decir los enunciados devienen insignificancia y rareza, pero “no solo de hecho, sino de derecho: Son inseparables de una ley y de un efecto de rareza” (p. 28). Esto nos dice Deleuze, es también un rasgo opuesto a las frases y a las proposiciones. Proposiciones siempre se pueden concebir tantas como se quiera; unas sobre otras, de distintos tipos, pues su devenir está en el aumento; “la formalización como tal no tiene que distinguir lo posible de lo real, hace que aumenten las proposiciones posibles” (Ibíd.). Aumento de negación de lo uno por lo sobre lo otro, ya que toda frase se ve amplificada en el sentido que interpreta lo que no dice, formando así un discurso oculto, una abstracción. Método de mimada y estimulada abundancia en frases y proposiciones. Un ser afectado de un signo, por un exterior que (comprensión que por consagración y deber de lo que es, persuade el mundo(s)), lo somete fuera de error, así como lo afirma, preserva y adiestra.

Los enunciados entonces son inseparables de un espacio de rareza y carnaval en el que se distribuyen bajo un principio de déficit. Ahí no existe un posible; ahí en los enunciados solo cuenta su realidad formulada (su aparición y al revés), evanescente “ahí, en tal momento, y con tales lagunas, tales blancos” (Ibíd.: 29). Es decir donde ya no hay construcción lingüística regular (de unidades descomponibles). No obstante los enunciados también tal y como lo hacen las frases y proposiciones, pueden oponerse y clasificarse en niveles, aunque nunca se trate de las cosas ni las palabras que hace referencia. Contradicción -claro pues- producida, por aquel espacio de rareza primitiva, que es bien, su regularidad; su liviandad, fragilidad y accidente, carece de presupuestos.

La producción enunciativa es entonces rara, de fragmentaciones inusitadas, que dicen poco, y en donde “pocas cosas pueden ser dichas”, cuestión que no representa una negatividad de enunciado, sino bien su positividad característica. Pues ahí donde su curva pasa por sus entornos, por las reglas de un campo social donde se produce. Esto quiere decir que, el enunciado no es manifiestamente visible, pero no es secreto (se formaliza en un saber x). No tiene existencia, pero se inscribe y proyecta en lo ya dicho (en un corpus), a saber, en su acto de archivación, en tanto repartición siempre diferente.

Los enunciados se definen siempre por otra cosa (puede ser bien por otro enunciado). Esta otra cosa puede ser nos dice Deleuze: Un afuera. Esto refiere a la otra cosa que refiere o representa el enunciado -que no es precisamente el mismo enunciado- sino bien una pura manifestación anónima de singularidades. Emplazamiento vacío que, puede corresponder (espacio correlativo) a una función de un sujeto o de un objeto o de un concepto. Y que puede “repetirse” según criterios de materialidad y localización / momentos que, lo hace entonces posible en cuanto a contextos y consideraciones históricas.

Sin embargo si la repetición se puede producir es tan solo en términos estrictos y sólo porque tiene que ver con la potencia propia del enunciado; es decir de la relación del enunciado con otra cosa distinta de él, de su identidad en tanto diferencia: de su función no-universal.

Cabe preguntarse por la singularidad que el enunciado conjetura; por aquellas cualidades de fuerza que, ahí en el enunciado en tanto otra cosa y en qué distancia, aquello tiene lugar. Como también sobre lo múltiple y sus condiciones, lo que aparentemente lo condiciona. Lo múltiple no es lo oponible y condicionado a Uno (sujeto como primera persona- que para Foucault sirve como tercera y función derivada). Eso sería pensar en y desde un origen, tanto así como decir o “remitir a una conciencia que comenzaría en lo Uno y se desarrollaría en lo Otro” (Deleuze, 1987:40). Ya no hay por tanto ese sentirse conscientemente identificado (correspondido ni comprometido), responsable y sujeto-a (se libera al “sujeto” de esa relación pasando ahora a ser una pura posición, un recorte).

Ahora lo que se pone en movimiento es el interrogar y reparar de existencia de aquel lenguaje, de aquel ser del lenguaje; su indeterminación de nómade condición. El acá único supuesto es la relación-fuerza de exterioridad en incesante composición. Por consiguiente lo que está en juego en la noción de multiplicidad de enunciado en Foucault, es su rareza, su existencia vacía, desnuda, de no-estructura formal, escolástica ni trascendental:

“Si en efecto el lenguaje sólo tiene lugar en la soberanía solitaria del “hablo”, nada tiene derecho a limitarlo, – ni aquel al que se dirige , ni la verdad de lo que dice , ni los valores o sistemas representativos que utiliza, en una palabra, ya no es discurso ni comunicación de un sentido, sino exposición del lenguaje en un ser bruto, pura exterioridad desplegada; y el sujeto no es tanto responsable del discurso (aquel que lo detenta, que afirma y juzga mediante él, representándose a veces bajo una forma gramatical dispuesta de efectos), como la inexistencia en cuyo vacío se prolonga sin descanso el desparramiento indefinido del lenguaje” (Foucault,2004:10-11)

El enunciado nos queda claro, habría que tratarlo y estudiarlo, pues no como una estructura lingüística, sino más bien como pura existencia. Giorgio Agamben (2009) re-insistiendo en esto, nos dice que además de la brillante novedad de método, en la teoría enunciativa de Foucault, a lo que asistimos es a una imbricación lucidamente ontológica.

Es decir desde el tener-lugar del lenguaje como ente, como algo inesencial (no lo dicho, sino su puro decir, ese aquel ¿quién habla? ó ese nada de lo dicho), desde su afuera como singularidad anónima; en el acontecimiento del lenguaje, en su implicación y consecuencia ética: De la retirada del sujeto; de la desubjetivación, de su suspensión. Agamben se pregunta acá “¿Qué sucede en el individuo viviente en el momento en que ocupa el “puesto vacío?”(p.49): Por ahí, ni vivo ni muerto, performativo e inestable en sus subordinaciones se reabre la posibilidad de pensar la oscuridad de la existencia y del silencio aquel que calla el habla, aquella “desconexión entre el viviente y el hablante”. Pliegue que asiste y recubre los sujetos (como archivo vacío); o de aquel por consiguiente ser testigo del propio perderse y de cómo verse afectado ante la laxitud (vergüenza). De verse como ser ante la ley o de verse en peligro, movido en su inquietud sin fondo de decir-prestado o ante perseverar en la imposibilidad. Como dice Arancibia a partir de la Ilíada en Weil del lenguaje como ley y lo que somete (por destino y tierna necesidad) a los sobrantes; lo que transforma arrastrando perpetua la vida, pero sin matar, en cosa (2010): un cadáver-cosa producido, como dice Weil (2007) por el uso moderado -será su esencia- de la fuerza, del amor y la justicia.

 

Bibliografía
Arancibia (2005) “Extraviar a Foucault”, Santiago, Ediciones Palinodia.
Agamben (2009) Lo que queda de Auschwitz, Valencia, Pre-textos
Arancibia et.al, (2010) en “Biopolíticas del Sur”, Stgo, Ed. Arcis,
Badiou (2009) “Pequeño panteón portátil”, Argentina, Editorial FCE.
Deleuze (1986) “Foucault” París, Ediciones Paidos.
Deleuze (2002) Nietzsche y la filosofía, Barcelona, Editorial Anagrama
Derrida (2006), Dar (la) Muerte, Barcelona, Edición Paidos Surcos 3 i.
Foucault (1971) “Microfísica del Poder”, París, Editorial La piqueta.
Foucault (2008)”Las palabras y las cosas”, Argentina, Siglo XXI editores.
Foucault (2004) “El pensamiento del afuera”, Valencia Pre-Textos,
Morey M, et.al, (1990) “Michel Foucault filósofo”, Barcelona, Gedisa
Montesinos (2010) “Contrapunto Heidegger-Nietzsche ¿Contrapunto metafísico o antimetafísico? En www.critica.cl”, Santiago
Weil (2007) “La gravedad y la gracia”, Francia, Editorial Trotta.
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