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Fantasmas en el peladero.

por Julio Gutiérrez
Artículo publicado el 23/08/2009

Georges Perec, en su ensayo “Notas sobre lo que busco”, distingue cuatro modos distintos que, a su juicio, rigen su particular forma de escribir novelas. Uno de ellos, el sociológico, se puede proyectar sobre Una novela real, de Minae Mizumura, traducida al español por primera vez este año. La obra da relieve a ciertos aspectos que, con suma sutileza, permiten entrever las costumbres y preocupaciones de los japoneses de la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días.

Estas pequeñas escenas se disuelven en la vertiente principal de la trama: una historia de amor malograda por las diferencias sociales de sus protagonistas. Ellos son el eje en torno al que orbitan una serie de personajes, cada uno con su propia historia. Éstos, conforman un complejo entramado que refleja variadas observaciones sobre las costumbres de la sociedad nipona, marcada por la crisis de posguerra y la progresiva penetración del mundo occidental en su vida cotidiana.

En este sentido, se ha tendido a comparar esta obra con novelas costumbristas, tales como Cumbres Borrascosas (de hecho, la propia autora menciona a Brönte en la historia); u otras obras occidentales como El Gran Gatsby, cuya silueta dibuja ciertos rasgos del personaje de Taro Azuma, el misterioso inmigrante japonés que halla la fortuna en Estados Unidos, dejando atrás un pasado oculto en Japón.

No obstante, hay un giro que convierte a esta obra en algo distinto a esos interminables melodramas de amor-desamor y sometimiento al retrógrado y decadente juicio social: una estructura de cajas chinas que deviene en una compleja red en que se cruzan acontecimientos, personajes y espacios en distintos momentos y contextos. Hasta la propia autora participa de este entramado, dando inicio a la historia.

Otro rasgo llamativo de esta novela se condice con su título: la realidad de este relato viene dada por distintos antecedentes que se van mostrando al lector. En primer lugar, la presencia de la propia Mizumura sosteniendo todo el tejido de la historia, por medio de esa cadena de relatos oídos o vividos que se entrecruzan entre sí; luego, las fotografías que aparecen esporádicamente haciendo referencia a lugares definidos que se mencionan en el relato de los personajes: esta referencia a algo concreto,real, le da otra textura a la novela, una cercanía inquietante con la anécdota entremezclada con el mito, rezumada a su vez por la oralidad.

Sin duda, esta obra hace un gran aporte al revisitar determinadas novelas occidentales bajo la óptica oriental. Pero, en una lectura más profunda, se advierte una reflexión acerca de la imposibilidad de detener el tiempo, de combatir el arrastre de formas y costumbres -decadentes y aparatosas- que condicionan a no esperar del futuro más que el paso del tiempo: al final, sólo queda eso. Los personajes de esta novela, marcados por su propia intrascendencia, solamente contemplan el porvenir del porvenir, mientras que lo dicho, lo contado, permanece como un fantasma en un terreno baldío.

 

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