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Hijismo y alienación.

por Rogelio Demarchi
Artículo publicado el 31/10/2012

1. Diario de una princesa montonera —110% verdad— [2012], de Mariana Eva Perez, mixtura, en el título, dos géneros literarios: el diario íntimo, que remite a un adulto, o cuanto menos a un adolescente, en tanto productor; y el cuento tradicional, de hadas y brujas, donde generalmente aparecen las princesas, que remite, por el contrario, a un niño, en su condición de receptor.
De esa extraña combinación resulta algo que es un verdadero exceso: lo que hemos de leer —promete Perez— será 110% verdad. Como esto es literalmente imposible —podría haber en este, como en cualquier discurso, un 100% de verdad, pero no un 110%, y, además, estamos frente a un discurso que se define como ficción—, debemos analizar tal afirmación como metáfora: habrá más verdad que en otra verdad. El lector deberá establecer, entonces, cuáles son esas verdades que se oponen; dicho de otra manera, a cuál verdad Perez denuncia y contrapone su verdad en esta novela.

2. Según Bruno Bettelheim [1988], todo niño recibe, a través de los cuentos de hadas, una educación moral que lo asiste cada vez que necesita poner en orden su vida. Esos relatos, que lo enfrentan, de manera simplificada, con los conflictos más básicos de la existencia, le permiten distinguir y valorar la diferencia entre el héroe y el villano: el malo suele ser atractivo y tener el poder; pero el héroe tiene un tercer atributo, la virtud. En consecuencia, con el cuento de hadas el niño recupera la confianza: “las fuerzas del mal” que amenazan su “bienestar espiritual” serán derrotadas.
La mención a la princesa en el título de la novela debe leerse entonces como una referencia moral, un ejemplo de conducta, lo que otorga sentido a la tensión genérica diario/princesa: si todo diario va de lo íntimo a lo público y expresa, según Hans Picard [1981: 116], el modo como «una conciencia organiza sus reacciones frente a la realidad», aquí la protagonista enunciará no sólo su verdad, sino también su moral, fundamento último de sus actos.
Y si el diario de una princesa anticipa, por su inscripción genérica, el relato de un Yo, donde la narradora será igual al personaje central, el hecho de que esa narradora sea igual a la autora inscribe al texto resultante en el campo de la autoficción.
Una breve aclaración: no quiero que se piense al término autoficción al estilo de Manuel Alberca [1999: 60-66], que la considera producto de una nociva «alteración de las claves» de la ficción y de la autobiografía, al punto que, según él, «en un contexto autoficcional, el nombre propio del autor provoca en el lector, más que un aura de verdad, un primer desconcierto, por inusual o antinovelesco, y al mismo tiempo un complejo escepticismo».
Mi perspectiva es otra: creo que la intencionalidad política, más que estética, del productor de una autoficción es emitir una verdad desde un lugar inesperado —la ficción—, al mismo tiempo que relativiza el orden discursivo que distingue los discursos con voluntad de verdad de aquellos que no la tienen [cfr., Foucault, 1992 (1970)], e incluso hasta podría poner en crisis la misma noción de verdad.
Mientras que la autobiografía puede ser vista como un género que recorta la libertad del escritor —se debe decir toda la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad—, la ficción, como tal, da vía libre para que cada autor escriba lo que se le dé la gana a partir de una historia basada en hechos reales y vividos por el propio autor: puede restringirse a un determinado periodo de su vida, a unos pocos símbolos que den cuenta de ese periodo de su vida; y hasta puede modificar u ocultar datos o nombres, siempre que encuentre la manera lógica de justificarlo y tales decisiones no alteren la coherencia de su relato.
En una entrevista que Perez compartió con Laura Alcoba, autora, entre otras novelas, de La casa de los conejos (2008), otra autoficción, Alcoba declara: «que algo escrito sobre ese tema [Montoneros, digamos] se pueda leer como una novela es una manera de ponerlo a distancia de uno para entregarlo a otro. Para mi la ficción es liberadora, claramente, mientras que la autobiografía pura es una manera de encerrarse» [Wajszczuk, 2012].
Perez está «Absolutamente de acuerdo. El origen del Diario era no sólo algunas escenas que yo sentía que querían ser contadas, sino también, permanentemente, una reflexión acerca de cómo hablar sobre la cuestión testimonial. Es un tema que me viene generando preguntas desde hace muchos años porque yo identifico el testimonio, por lo menos en la manera en que está estructurado en la Argentina, con algo que te encorseta muy fuertemente: tiene un orden para contar la historia, hay determinadas palabras para usar. Partiendo del humor o de la ironía, se convierte en algo por completo diferente» [Wajszczuk, 2012].
En este sentido, entonces, propongo que se entienda la afirmación genérica: Diario de una princesa montonera es una autoficción que, además, acorde con los tiempos que vivimos, se produce en dos etapas/soportes: primero, como un blog; segundo, como un libro.
Sin entrar en un estudio comparativo que permita observar las posibles transformaciones del material discursivo al pasar de la web al papel, el siguiente análisis se concentra en el contenido del libro.

3. Mariana Eva Perez es hija de dos desaparecidos: José Manuel Pérez Rojo, Responsable Militar de la Columna Oeste de Montoneros; y Patricia Julia Roisinblit, integrante de grupo de Sanidad de la Columna Oeste de Montoneros, en su condición de estudiante avanzada de Medicina. Ambos fueron secuestrados en dos operativos distintos, pero realizados el mismo día, en octubre de 1978. Patricia estaba embarazada de 8 meses; estuvo detenida en la esma y dio a luz en cautiverio a un varón en noviembre, que fue apropiado por un civil que trabajaba para Inteligencia de las Fuerzas Armadas, quien lo crió junto a su esposa.
Mariana, de apenas 15 meses, fue secuestrada junto a su madre, pero pocas horas después fue entregada a sus abuelos paternos, con quienes se crió. Su abuela paterna, Argentina Rojo de Pérez, fue militante de Abuelas de Plaza de Mayo; y su abuela materna, Rosa Roisinblit, una de las fundadoras de esa entidad.
En 2001, Abuelas anunció que había encontrado al hermano de Mariana. Ella y el joven fueron entrevistados por el diario La Nación de Buenos Aires, por ejemplo [cfr., Giglio, 2001.a y 2001.b; y Polack, 2001], y en sus declaraciones se puede advertir la distancia y la tensión existente entre ambos.
Todos estos datos están en la novela, aunque con algunas modificaciones: Argentina es Argentina, pero Rosa es Site, ambas sin sus apellidos; el nombre dado al hermano por los apropiadores ha sido cambiado, y el nombre que originalmente le dio su madre es aludido como R*; la madre aparece nombrada como Patricia, Paty o P* J* R*; algo semejante ocurre con el padre, que es Jose o J* M* P* R*; en concordancia con estas designaciones, ella aparece —en unas pocas oportunidades— como M* o P*, aunque casi siempre, y como cabe esperar, es la princesa; y no debería obviarse la mínima modificación que experimenta su apellido en el nombre de autor, ya que siempre aparece en la prensa de aquellos años mencionada como Pérez (con tilde), como su padre y su abuela, mientras que ella decide firmar su libro como Perez (sin tilde). Va de suyo, entonces, que todos los otros nombres podrían sufrir cualquiera de estas alteraciones.
Con todo, la mayor transformación que impone la ficción es que en ningún momento se menciona a Abuelas de Plaza de Mayo, aun cuando sus dos abuelas integraron la organización con distintas responsabilidades y hasta ella misma trabajó allí durante muchos años. Por ejemplo, en un artículo periodístico de 1998 se afirma que hace dos años trabaja en Abuelas [Florit, 1998]. Las fechas, como se verá, son altamente significativas.
Otra faceta de la vida de la autora que aparece en la novela es su carácter de intelectual con inserción en el mundo académico: es licenciada en Ciencia Política e investigadora, ha concursado y obtenido varias becas, algunas de ellas la han llevado al extranjero —en la actualidad se encuentra en Berlín cursando un doctorado en Letras—, y es expositora en reuniones académicas.

4. El sarcasmo, el cinismo, el humor negro y la parodia son algunos de los registros que utiliza Perez para filtrar las emociones más diversas y dejar escrita su verdad.
En un sentido, le sirven para definirse y posicionarse. Ella no es una militante sino una militonta; bajo el subtítulo 1998 ó definición de militonta, escribe: «Empecé a trabajar en ***. Estaba tan embalada que hasta dejé la facultad un cuatrimestre. Le pasaba la mitad de mi sueldo a Argentina, me compraba la ropa en el Yagmour de la vuelta de casa y de coger ni hablar» [40]. El militontismo, entonces, significa la anulación del sujeto por la militancia.
Nótese que en la cita los asteriscos marcan una omisión: no dirá dónde trabajaba, pero desde un principio da a entender que de allí la echaron escandalosamente y que se trata de un organismo de derechos humanos. Es la prensa, insisto, la que permite sostener que la institución aludida en el nombre eludido es Abuelas de Plaza de Mayo, foco principal de su conflicto, entonces.
Su expulsión de ese organismo guarda relación con la aparición de su hermano y establece una oposición radical entre la princesa y un tal Nene, que tiene un «puesto encumbrado en ***» [23].
Nene ha sido militante montonero, pero su presente alcanza para negar aquel pasado: hoy es «triste fotocopia del militante político, un operador profesional, un canalla que aparatea hasta los velorios» [23-24]; la diferencia respecto del padre desaparecido es tan grande que casi le provoca alegría que Jose no haya vivido tamaña degradación de sus compañeros. Nene les habla, podría decirse, con el diccionario del militante setentista, «Dice cuadro, fierros, caño, minuto, operación, acción, control, pie telefónico, embute, buzón, perejil, jetón, nombre de guerra» [67]. Y cuando una chica de h.i.j.o.s. «lo acusa de entregador de su propia compañera», es posible que él use su «cerebro montonero» para fijarse un objetivo y una estrategia, porque entonces comienza «la etapa de captación y formación» [68]. De hecho, la princesa reconoce haberse integrado a una comisión de h.i.j.o.s. «un poco a colaborar y otro poco a espiar, por sugerencia del Nene» [172].
Pero cuando el hermano aparece en escena y le disputa a la princesa su «castillo solitario de huérfana indemnizada» [157] —una casa adquirida con la indemnización pagada por el Estado—, y la propiedad queda embargada porque a la princesa le parecen excesivas sus demandas y el hermano le inicia una causa judicial, el Nene le hace entender a todos los militontos que la rodean que «tu conducta está reñida con los derechos humanos, tenés que darle la indemnización a tu hermano, tu abuela se murió porque la llevaste a internar a ese sanatorio que quedaba cerca de tu casa, quién te creés que sos aceptando invitaciones del exterior, trabajás mal, vos y todo tu equipo» [144]. Con semejante impugnación de su persona, que va desde la calidad de su trabajo hasta las decisiones más íntimas que pueda haber tomado respecto de su propia familia, se cierra su ciclo en la institución, calificada por la princesa como «la pyme familiar a la nunca llegó a pertenecer» [155].

5. Esa toma de distancia respecto de un organismo de derechos humanos en particular, en realidad se puede generalizar porque, al narrar su Anécdota con Néstor, ella reconoce su tendencia natural a integrar «el ala nerda y crítica […] en cualquier orga» a la que se sume [188-189].
La parodia que subtitula Mandá temita al 2020 y participá del fabuloso sorteo “una semana con la princesa montonera”, y que se recuesta sobre el discurso de las empresas generadoras de contenidos pagos para celulares, es un buen ejemplo: «Ganá y acompañala durante siete días en el programa que cambió el verano: ¡El Show del Temita! El reality de todos y todas […] Cada día un acontecimiento único e irrepetible relacionado con El Temita: audiencias orales, homenajes, muestras de sangre, proyectos de ley, atención a familiares de la tercera edad y militontismo en general» [39]. Parodia, por cierto, que contiene bastante humor negro: ¿se podría emitir diariamente, por un canal de televisión abierta, bajo el argumento de sensibilizar a la población, un reality que siga la vida de una hija de desaparecidos?
A la princesa tal vez le resulta algo absolutamente posible, ya que en su momento se creó una campaña para sensibilizar al “público cholulo”: «Si la idea es sensibilizar al público cholulo a través de las fotos de famosos que se ponen la Camiseta x Juicio y Castigo, aquí van mis propuestas para dos nuevas campañas que le darían una vuelta de tuerca al viejo slogan: “Yo me saco la Camiseta x Juicio y Castigo” / “Concurso de Remeras Mojadas x Juicio y Castigo”. Desnudos cuidados y compromiso con la memoria. Seguro que la Onetto se prende y con esa delantera que tiene nos conduce a su tocaya la Victoria. Si no, es cuestión de pedirle a Camilo García el contacto con alguna vedette (no con Celina Rucci, Princesa de la Derecha Peronista)» [76].
Evidentemente, la parodia, el humor negro, el cinismo y el sarcasmo se combinan para denunciar cierta filosofía del vale todo que la princesa podría haber detectado en los organismos de derechos humanos; como si dijese que una buena causa no torna buenos per se a todos los instrumentos que se utilicen para difundirla, del mismo modo que no torna buenos a todos los ciudadanos que la alienten.
Por lo tanto, amplía su crítica a todas las consignas ritualizadas por la militancia derechohumanista hasta demostrar que han dejado de ser útiles. Se pregunta «por qué hay que gritar», en cada acto, «treinta-mil-compañeros-detenidos-desaparecidos-presentes-ahora-y-siempre» [27]; toma distancia del «Fervor Montonero pregonado por su padre» y asegura que «Detesta El que no salta es militar» [70]; confiesa que la práctica de gritarles a los militares en los escraches «era un esfuerzo que terminó por superarme» [197]; y manifiesta en un mail su hastío frente a los paneles con fotos que se montan en cada acto: «Las fotocopias te las debo. Mi corazón de huérfana no tolera un panel fotocopiado más. Espero que mi papi, en el cielo rojo de la revolución, no se sienta mal por no tener el suyo. No quiero revolver una vez más los cuadernos, los boletines, el misal, el trajecito de comunión, las botitas de flamenco, las castañuelitas, el silbato de scout, las fotos de bebé, las de pre adolescente en tratamiento de corticoides, las 4×4 tres cuartos de perfil derecho en la que tiene tanta cara de desaparecido ni mucho menos la carta que firma Matías – Responsable Militar Columna Oeste el 28 de julio de 1977. Todas estas cosas que a fuerza de querer hacerles decir algo, ya no me dicen nada. Quiero llegar a Caseros liviana, con mi vacío a cuestas» [65].
A modo de corolario, la princesa podría haber reescrito el famoso “aforismo” de Karl Marx: la consigna y/o el rito son el nestum del hijismo y/o del militontismo.
De hecho, la transformación paródica de emblemáticas consignas revolucionarias le sirve para proclamar su identidad individual. La presunta promesa utópica de Eva Perón —“Volveré y seré millones”— pasa a ser un categórico «Volví y soy ficciones» [24]; la gran esperanza guerrillera —“Si Evita viviera, sería montonera”— se convierte en «¡Si Paty [su madre] viviera / sería mi enfermera [por sus conocimientos de medicina]!» [90]; y el grito de guerra “Perón o Muerte” con que Montoneros solía firmar sus documentos es reciclado en un «Ficción o Muerte» [211], que sostiene, finalmente su elección escritural.

6. La crítica de la princesa excede el ámbito de los organismos de derechos humanos e impacta de lleno en Néstor Kirchner, bajo cuya presidencia el país «pasó de ser el reino de la impunidad a convertirse en esta Disneyland des Droits de l’Homme que hoy disfrutamos todos y todas» [126].
En cierta ocasión, la princesa y un grupo de “hijis” visitaron al presidente Kirchner en Casa de Gobierno. Entonces ella aprovechó su minuto a solas con Néstor para contarle «que me había arrancado lágrimas políticas el día de su asunción y le hice prometer que no me arrepentiría» [190].
«Después sí me arrepentí, mucho, me sentí usada, ¡forreada!, dejé de hacer la V. Los goles secuestrados marcaron el lowest point de mi relación amorosa con los Kirchner» [190].
Ese punto bajo y límite —se puede precisar— no es otro que el discurso de la presidente Cristina Kirchner, en agosto de 2009, cuando, al anunciar el programa “Fútbol para Todos”, comparó el anterior sistema de televisación por cable de los partidos con los secuestros de los desaparecidos: «Dimos un paso en la democratización de la sociedad. ¿Saben por qué? Porque no es posible que solamente el que pueda pagar mire un partido de fútbol. Que además le secuestren los goles hasta el domingo, aunque pagues igual, como te secuestran la palabra o te secuestran las imágenes, como antes secuestraron y desaparecieron a 30.000 argentinos. Yo no quiero más secuestros», dijo Cristina. Estela de Carlotto, presidente de Abuelas de Plaza de Mayo, y Hebe de Bonafini, presidente de Madres de Plaza de Mayo, respaldaron la comparación [Bullrich, 2009].
La muerte de Néstor, en octubre de 2010, genera en la princesa un recuerdo tan cargado de emoción como de distanciamiento crítico, que también se ancla en una fecha muy precisa: el 24 de marzo de 2004, aniversario del Golpe de Estado de 1976, Kirchner hizo bajar los cuadros de los dictadores Videla y Bignone en el Colegio Militar [Gallo, 2004].
«Después pensé en los cuadros. Justo esa imagen, gastada, demagógica. Los cuadros. Hizo bajar los cuadros. Nos pidió perdón en nombre del Estado. En eso pensé. No en las leyes reparatorias redactadas con el culo y nunca revisadas, ni en el uso y abuso de las Madres, ni en el loteo clientelar de la Esma. Pensé en esos gestos simbólicos que normalmente me envenenan, porque están bien pero no alcanzan, y como no alcanzan son hipócritas» [187-188].

7. La princesa montonera, Princesa de la Historia [63], que como todas las demás princesas guerrilleras se sabe hija de la revolución y la derrota [19], junto a su Hada Buena (Munú, una sobreviviente de la esma) mora en el Reino del testimonio [88], y cuando se mira en el espejo de la literatura ve a la Rapunzel de los Hermanos Grimm [144], la niña robada por la bruja que, encerrada en la torre que está en el medio del bosque, descubre que su pelo —es decir, su propio cuerpo, ella misma— es su arma de liberación.
Cuando el discurso institucional produce alienación, la única manera de recuperar la cordura es tomando la distancia necesaria para reafirmar la independencia y la palabra propia. La Princesa la ha encontrado en su diario, lo que es decir en su escritura, que por eso se abre afirmando que se encuentra a salvo, en territorio propio y en contacto con su pueblo, bajo sus propias leyes: «Desde mi terraza en Almagro, tierra liberada, en puntas de pie entre dos macetas, agito mi mano lánguida hacia los balcones de los contrafrentes y te saludo, oh pueblo montonero» [9].

BIBLIOGRAFIA
Alberca, Manuel [1999] “En las fronteras de la autobiografía”. En Manuela Ledesma Pedraz (comp.), Escritura autobiográfica y géneros literarios. Universidad de Jaén, Jaén.
Bettelheim, Bruno [1988] Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Crítica, Barcelona.
Bullrich, Lucrecia [2009] “Carlotto respaldó la comparación entre «el secuestro de goles» y los desaparecidos”. Diario La Nación, Buenos Aires, edición digital: http://www.lanacion.com.ar/1165139-carlotto-respaldo-la-comparacion-entre-el-secuestro-de-los-goles-y-los-desaparecidos
Florit, Alejandra [1998] “Las causa contra Massera. La búsqueda de un hermano de 20 años”. Diario La Nación, Buenos Aires, diciembre 09.
Foucault, Michel 1992 (1970)] El orden del discurso. Tusquets, Buenos Aires, 4ª edición.
Gallo, Daniel [2004] “A 28 años del golpe: significativo gesto del Presidente en el Colegio Militar. Sacaron los cuadros de Videla y Bignone”. Diario La Nación, Buenos Aires, marzo 25.
Genette, Gérard [1993] Ficción y dicción. Lumen, Barcelona.
Giglio, Josefina [2001.a] “Mariana Pérez conoció a Guillermo después de 20 años. La joven que pudo encontrar a su hermano desaparecido”. Diario La Nación, Buenos Aires, febrero 18.
[2001.b] “Otro emotivo y complejo caso de recuperación de identidad. «Ahora, él ya sabe lo que tiene que saber»”. Diario La Nación, Buenos Aires, febrero 18.
Perez, Mariana Eva [2012] Diario de una princesa montonera —110% verdad—. Capital Intelectual, Buenos Aires.
Picard, Hans Rudolf [1981] “El diario como género entre lo íntimo y lo público”. En Anuario de la Sociedad Española de Literatura General y Comparada, volumen iv.
Polack, María Elena [2001] “Otro emotivo y complejo caso de recuperación de identidad. «Quiero ser hijo de mis padres, no de gente que no conocí»”. Diario La Nación, Buenos Aires, febrero 18.
Wajszczuk, Ana [2012] “Entrevista / Jóvenes narradoras. «La ficción es liberadora»”. Diario La Nación (adn cultura), Buenos Aires, julio 13.
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2 comentarios

La crítica literaria considera imposible agotar el objeto que estudia: nunca lo dirá «todo». En consecuencia una crítica sólo presenta aquellos elementos que sostienen su hipótesis de lectura.
Gracias por tu mensaje.

Por Rogelio Demarchi el día 05/11/2012 a las 07:32. Responder #

Hola Rogelio. Te faltó leer medio libro en el que hablo de mi militancia política actual sin ninguna distancia ni cinismo. ¡Un besito!

Por Mariana Eva Perez el día 04/11/2012 a las 10:50. Responder #

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Requerido.

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