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Incertidumbre en los paradigmas de civilización y salvajismo

por Alfredo Fredericksen
Artículo publicado el 14/09/2022

Resumen
El propósito de este ensayo es realizar algunas disquisiciones sobre «Viaje imperial» a partir de la novela «El corazón de las tinieblas» analizando la denominada «incertidumbre entre los paradigmas entre civilización y salvajismo» bajo tres aspectos: a) civilización y salvajismo, b) reacción del hombre en contacto con su naturaleza primera (locura/sensatez) y c) actos de los colonizadores y justificación de los mismos (moralidad/inmoralidad) y los procedimientos técnicos de los que se vale el autor para subrayarlos.

Como contexto de la novela «El corazón de las tinieblas«, tendría que decir que la crueldad y la codicia impulsaron la aventura colonial europea en África. El régimen impuesto por Leopoldo II al Estado Libre del Congo (1885 a 1906) exterminó entre cinco a ocho millones de nativos. El Congo, una extensión tan grande como media Europa occidental, fue propiedad particular del rey hasta 1906, cuando la presión de varios gobiernos y una opinión pública alertada sobre sus monstruosos crímenes lo obligó a cederla al Estado belga (Mario Vargas Llosa).

Leopoldo II fue una indecencia humana, pero culta, inteligente y creativa. Planeó su operación congolesca como una gran empresa económico-política, destinada a hacer de él un monarca que, al mismo tiempo, sería un poderosísimo hombre de negocios, dotado de una fortuna y una estructura industrial y comercial tan vastas que le permitirían influir en la vida política y el desarrollo del resto del mundo (Vargas Llosa).

Millones de congoleses fueron sometidos a una explotación inicua a fin de que cumplieran con las cuotas que la Compañía fijaba a las aldeas, las familias y los individuos en la extracción del caucho y las entregas de marfil y resina de copal. Se trabajaba sin horarios ni compensaciones, en razón del puro terror a la mutilación y el asesinato, que eran moneda corriente: a quien no cumplía con las cuotas se le cortaba la mano o el pie. Las aldeas morosas eran aniquiladas y quemadas, en expediciones punitivas que mantenían sobrecogidas a las poblaciones, con lo cual se frenaban las fugas y los intentos de insumisión. Para que el sometimiento de las familias fuera completo, la Compañía mantenía secuestrada a la madre o a alguno de los niños.

Como apenas tenía gastos de mantenimiento-no pagaba salarios, su único desembolso fuerte consistía en armar a los bandidos uniformados que mantenían el orden- sus ganancias resultaron fabulosas. Como se proponía, Leopoldo II llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo.

Se calcula que la población congolesa fue reducida a la mitad en los 21 años que duraron los desafueros de Leopoldo II. Cuando el Estado Libre del Congo pasó al Estado belga, en 1906, aunque siguieron perpetrándose muchos crímenes y continuó la explotación sin misericordia de los nativos, la situación de éstos se alivió de modo considerable. Bélgica concedió la independencia al Congo en 1960.

Tal y como propone Edward Said en “Cultura e Imperio”:

Hay que considerar que en 1800 los poderes occidentales afirman poseer el 55%-aunque en realidad controlaban aproximadamente el 35%-de la superficie de la tierra, mientras que en 1878 la proporción era del 67%. Hacia 1914…Europa poseía una cantidad de casi el 85% de la tierra en forma de colonias, protectorados, dominios y “Commonwealth” (41).

En las narraciones, historias, relatos de viajes y exploraciones, la conciencia estaba representada como autoridad principal, como una fuente de energía que daba sentido no solo a las actividades colonizadoras sino también a las geografías y a los pueblos exóticos. Y, sobre todo, el sentimiento de poder casi no permitía imaginar que aquellos “nativos” fueran a ser capaces alguna vez de echar al inglés o al francés de India o de Argelia. O capaces de decir algo que fuese quizás a contradecir, desafiar o de alguna u otra forma interrumpir el discurso dominante (25).

Dicho todo lo anterior, como preludio a la obra, tendría que decir que una descripción acertada de la obra de Joseph Conrad, resulta tan nebulosa como la esencia misma del texto. Todo comienza con una relación entre los dos narradores de la obra y a la vez la intersección de dos espacios temporales coincidentes tan solo en su actor (Marlow); un racconto de la experiencia enriquecedora del protagonista en busca de quien será el motivo principal de su aprendizaje (Kurtz), aprendizaje comparativo, descriptivo y, por sobre todo, moral.

El viaje realizado por Marlow nos inmersa al conocimiento y reflexión del hombre, sus experiencias y perversiones, ante un recuerdo nostálgico lleno de resentimiento en contra la figura humana de la época. No resulta extraño que muchos de los personajes presentes en el texto carezcan de nombres, ya que la relevancia de los mismos es la carga ética de sus personalidades; de esta forma el autor más allá de contar la historia de un simple viaje, manifiesta con la experiencia de Marlow una valoración moral del contexto de la historia— que como bien sabemos coincide con la suya—.

Como parte de la narrativa e imperio, Mary Louise Pratt distingue dos formas de narrativa imperial: una relacionada con el discurso experiencial y otro, con el informacional. El primero corresponde a la narrativa sentimental y el segundo, al informa científico. Ambos tipos describen (escriben) al otro. Presentan una forma estable de “otredad”, que hace la distinción nosotros/ellos. Tal y como propone Homi: “[u]n rasgo importante del discurso colonial es su dependencia del concepto de “fijeza” en la construcción de la otredad. La fijeza connota rigidez y un orden inmutable. Del mismo modo, el estereotipo es su estrategia discursiva mayor: una forma de conocimiento e identificación de lo que siempre está “en su lugar”[1], ya conocido (…)”, y, siguiendo la línea de este autor, “(…) el discurso colonial produce al colonizado como una realidad social que es a la vez un “otro” y sin embargo enteramente conocible y visible”[2].

Así, según Homi, “[e]l objetivo del discurso colonial es construir al colonizado como una población de tipos degenerados sobre la base del origen racial, de modo de justificar la conquista y establecer sistemas de administración e instrucción”[3]. Para Bhabha, “[l]o que debe ser cuestionado, es el modo de representación de la otredad”[4]. Además (y siguiendo a Bhabha), “(…) [e]l estereotipo impide la circulación y la articulación del significante de “raza” como otra cosa que su fijeza como racismo”[5]. También, “[e]l estereotipo también puede verse como esa particular forma “fija” del sujeto colonial que facilita las relaciones coloniales, e instala una forma discursiva de oposición racial y cultural en los términos en que se ejerce el poder colonial”[6].

No podemos negar que la técnica narrativa de Conrad (“La narración dentro de la narración”[7]) contribuye a que la atención del lector se radique no solo en los hechos, sino en las descripciones específicas, manifestando de esta forma las ansias de revelar una historia más allá de retratarla. De igual forma, el uso estratégico de adjetivos logra establecer un ambiente abstracto, el cual permite introducir entre las líneas leídas una apreciación personal de cada acto, tal como afirmase Joseph Conrad: “[s]e veían negras sombras acurrucadas, tumbadas, sentadas entre los árboles, apoyándose en los troncos, asiéndose a la tierra, apenas visible en la débil luz, en todas las posturas del dolor, el abandono y la desesperación”[8].

El autor, mediante dichas técnicas, expone problemáticas relevantes y críticas implícitas que, tal como diversos autores han señalado[9], resultan ser el rasgo característico de la obra; binomios sociales y personales que identifican y sorprenden de sobremanera: a) abusos de la civilización Europea en su colonización de los habitantes del Congo (Civilización/Salvajismo): “[s]e apoderaban de todo lo que podían por simple ansia de posesión, era un pillaje con violencia, un alevoso asesinato a gran escala y cometido a ciegas, como corresponde a hombres que se enfrentan a las tinieblas”[10],  b) reacción del hombre en contacto con su naturaleza primera (locura/sensatez): “Pero su alma estaba loca. Al encontrarse sola en la selva había mirado dentro de sí misma y, ¡Santo cielo!, os lo aseguro, se había vuelto loca”[11] y c) actos de los colonizadores y justificación de los mismos (moralidad/inmoralidad): “no reportaba beneficio alguno el que esas cabezas estuvieran allí. Sólo demostraba que el señor Kurtz perdía el control de sí mismo a la hora de satisfacer sus diversos apetitos”[12]. Todos relacionados estrechamente entre sí, y muchas veces vinculados, intencionalmente, como causa-consecuencia.

De hecho, algunos procedimientos de los que se vale el autor para reforzar lo anterior están: a) la creación de estereotipos, generalmente, basados en las diferencias raciales, b) la descripción de hábitos y costumbres de los otros. Se codifica la diferencia en acciones que se presentan como hábitos o normas de comportamientos, c) el cómo se le da más importancia al paisaje (en general desierto, falto de gobierno, de orden o de instituciones reconocidas) que, a los habitantes de ese lugar, d) el cómo muchos exploradores producen información (geográfica, botánica, económica, etnográfica, etc.) para sus imperios. De esta manera, es más fácil justificar el repoblamiento o la explotación de las colonias y e) el cómo, en general, las culturas que habitaban antes de los colonos, importan como ruinas o vestigios, pero no como presente y tradición actual.

Así, a mi modo de ver, el binomio Civilización-Salvajismo, resulta sin duda alguna el germen de la construcción de la obra, “es evidente que de ningún modo se desprende de la novela que la barbarie sea el África y Europa la civilización”[13]. De esta forma, se manifiesta el fenómeno de incertidumbre de los paradigmas en ambos términos, el cual se explica en su propio fundamento, es decir, la auto-denominación por parte de los colonizadores como “civilización”, aceptado por el inconsciente colectivo de la época (“La buena mujer, que vivía en el bullicio de aquella palabrería, se había dejado arrastrar por ella. Hablaba de ¡arrancar a esos millones de ignorantes de sus horrendas costumbres!”[14]), es nada más que un ideal, puesto que los verdaderos actos de aquellos se alejan del real significado del término que utilizan para calificarse, tal como lo manifiesta Marlow: “La conquista de la tierra, que más que nada significa arrebatársela a aquellos que tienen un color de piel diferente o la nariz ligeramente más aplastada que nosotros, no posee tanto atractivo cuando se mira desde muy cerca”[15].

Sin duda alguna, el mayor exponente de aquellos actos, es Kurtz, el cual reconoce que la técnica de dominación por parte de los colonizadores consiste en: “los blancos, desde el nivel de desarrollo que hemos alcanzado, tenemos que parecerles (a los salvajes) seres sobrenaturales; nos acercamos a ellos con el mismo poder que una deidad… ¡Exterminar a todos los salvajes!”[16]. De esta forma, y bajo la percepción de Marlow, “él se había colocado, literalmente, en un alto sitial entre los demonios de la tierra”[17].

Así, el viaje imperial efectuado por Kurtz, consistía en “[l]lenar vacíos y cubrir de signos los espacios blancos del mapa, o sea (…) tomar posesión, en nombre de la literatura, de un territorio casi ignorado” y, hasta entonces, mal apreciado por los viajeros, es la misión que se le encarga a esa escritura territorializadora”[18]. Sin embargo, éste “había dejado de ser un espacio en blanco de grato misterio, una mancha blanca sobre la que un muchacho edificaba sus sueños fantásticos. Se había convertido en un lugar de tinieblas”[19]. La toma posesión, mediante la letra, de tierras que hasta el momento habían estado fuera de su alcance, en nombre de los valores que esta letra representa: la cultura, la civilización, la productividad. Así, en palabras de Andermann: “[h] hay que definir qué es lo que entiende por un “espacio”: claro está que no nos referimos aquí a los bosques, los ríos y las rocas, sino a su representación como evidencias previas en textos donde éstas cumplen determinadas funciones estéticas e ideológicas. Como sostiene Yuri M. Lotman, no hay sino espacios de la representación, espacios significantes, porque no podemos imaginar un espacio sin inscribirles límites, alegorizarlo”[20] y es que (y siguiendo a Andermann): “[u]n territorio, en suma, no es otra cosa que una red de límites y jerarquías seccionales superpuestos (…)”[21]. Además, James Clifford sostiene que: “[e]l viaje, desde esta perspectiva, denota una amplia gama de prácticas materiales y espaciales que producen conocimientos, historias, tradiciones, comportamientos, músicas, libros, diarios y otras expresiones culturales”[22].

Finalmente, tendría que referirme a Joseph Conrad y su viaje al Congo. En 1890, el capitán de la marina mercante Konrad Korzeniowski, polaco de origen y nacionalizado británico, firmó un contrato, en Bruselas, con uno de los tentáculos de la Compañía de Leopoldo II, la Societé Anonyme Belge para el comercio en el Alto Congo. Fue contratado para comandar el Florida, cuyo capitán anterior, llamado Freisleben, había sido asesinado por los nativos. Disgustado y decepcionado de su experiencia congolesa, en vez de permanecer los tres años previstos en el África regresó a Europa el 4 de diciembre de 1890. Su paso por el infierno manufacturado por Leopoldo II duró, pues, poco más de seis meses. Así, escribió El corazón de las tinieblas nueve años después, siguiendo, a través de Marlow, los hitos y trayectorias de su propia aventura congolesa, pero tratando de borrar las pistas. El corazón de las tinieblas se publicó por entregas, en febrero, marzo y abril de 1899, en la revista londinense Blackwood s Magazine, y tres años más tarde (1902) en el libro Youth: A Narrative; and Two Other Stories y en este ensayo hemos querido responder (o tratar) de responder: ¿qué dice la novela acerca del colonialismo y el imperialismo?, ¿qué dice acerca de las nociones de progreso y civilización?, ¿cuál es la relación que propone entre hombre civilizado y hombre primitivo?, ¿qué ideas plantea acerca de la “naturaleza” humana?, ¿cuál es la relación entre locura y lucidez?, ¿qué visión propone la novela acerca de la civilización europea?,¿quién(es) narra(n) la historia?, ¿cuáles son los espacios en los que se sitúa la acción? y ¿cuál es la relación entre Marlow y Kurtz?. Son interrogantes válidas y legítimas que ameritarían un desarrollo más profundo y que permitirían proyectar el libro hacia aristas insospechadas.

 
Referencias Bibliográficas
 ANDERMANN, Jens (2000). Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino, disponible en el siguiente sitio web: “Andermann Jens – Mapas de Poder PDF | PDF | Traducciones | Nación (scribd.com)”, [última visita: 09-09-22].
BHABHA, k. Homi (2002). El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial. Medio impreso.
Clifford, James (1999). Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa. Medio impreso.
Conrad, Joseph (1976). El Corazón de las tinieblas, Alianza Editorial, Madrid. Medio impreso.
SAID, E. W. [1993] 1996a. Cultura e imperialismo, Barcelona: Anagrama. Medio impreso.
 Vargas Llosa Mario, “Las raíces de lo humano”. Disponible en Internet: <http://www.letraslibres.com/index.php?art=7131> , [última visita: 02-09-22].
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NOTAS
[1] BHABHA k. Homi (2002). El lugar de la cultura. Buenos Aires: Manantial, p. 91.
[2] Ib., p. 96.
[3] Ib., 95-96.
[4] Ib., p. 93.
[5] Ib, p.101.
[6] BHABHA k. Homi (2002). El lugar de la cultura, supra nota 1, 104.
[7] García Ríos Araceli, Prólogo y notas. El corazón de las tinieblas (1976), Alianza Editorial, Madrid, pág. 7.
[8] Conrad Joseph (1976), El Corazón de las tinieblas, Alianza Editorial, Madrid, pág. 40.
[9] Entre ellos se encuentra Mario Vargas Llosa en “Las raíces de lo humano”.
[10] Conrad Joseph, El Corazón de las tinieblas, supra nota 8, pág. 24.
[11] Ib,  pág. 122.
[12]Ib., 108.
[13] Vargas Llosa Mario, “Las raíces de lo humano”. Disponible en Internet: http://www.letraslibres.com/index.php?art=7131, [última visita: 02-09-22].
[14] Conrad Joseph, El Corazón de las tinieblas, supra nota 8, pág. 33.
[15] Íb.,  pág. 24.
[16] Conrad Joseph, El Corazón de las tinieblas, supra nota 8, 95.
[17] Íb., pág. 93.
[18] ANDERMANN, Jens (2000). Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino, p. 108, disponible en el siguiente sitio web: “Andermann Jens – Mapas de Poder PDF | PDF | Traducciones | Nación (scribd.com)”, [última visita: 09-09-22].
[19] Íb, pág. 26.
[20] ANDERMANN, Jens (2000). Mapas de poder. Una arqueología literaria del espacio argentino, supra nota 18, p. 18.
[21] Ibìdem.
[22] Clifford, James (1999). Itinerarios transculturales. Barcelona: Gedisa, p.51.
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