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La desesperación como forma de vida de la gente común en la obra “La Colmena” de Camilo José Cela.

por Sukanta-Kumar-y-Mayuresh-Kumar
Artículo publicado el 14/12/2019

Sukanta Kumar Chattopadhyay
y
Mayuresh Kumar

Resumen
En este artículo investigativo, los autores han enfocado en destacar la miseria de la gente durante la época tras la guerra civil y el efecto de guerra mundial sobre la sociedad de España en los primeros años del decenio de 1940 del siglo pasado. En sus esfuerzos del análisis del tremendismo, se han probado por los autores que aún la sociedad actual de las naciones del mundo no es libre de la atrocidad y barbarie que se retrató por Cela en el siglo pasado.

Introducción
En el enorme panorama de personajes que abarca a casi trescientos ciudadanos que sirven para manifestar la vida sórdida de la sociedad madrileña posguerra, Cela reveló la voz sofocada de las masas de las mayorías y a la vez la de las minorías (Hering); es decir, la de los grupos dirigentes de la esfera intelectual de la sociedad que catalizarán la rebelión contra la estrangulación del aparato estatal del sistema de la dictadura.

Se encuentra en la novela la cotidiana vida inmunda de Madrid durante los años 40 donde las personas abundan en “colmenas” como el café, las pensiones y los prostíbulos. Un reflejo muy realista de la pobreza, la atmósfera de angustia y recelo. En el final de la novela, la detención por la policía de uno de los protagonistas se retrata sin conmoción de ningún tipo ya que la voz de la gente se ha silenciado por un régimen draconiano. La perversión de dirigir una vida lasciva recurriendo a vías de la mitigación de los deseos carnales y amasando el dinero a través de medios poco escrupulosos se convirtieron la tendencia común en la vida urbana. Según Javier Barreiro (Literatura), el sexo y el dinero han surgido con tanta plenitud que, ambos degradados y para cuya consecución hay que inmiscuirse también en la miseria moral que como un magma espeso cubre el país. Como telón de fondo, los fantasmas de la guerra y la represión política -no nombrados expresamente- planean sobre la narración como una sombra ominosa. Incluso, el personaje que adquiere mayores funciones de protagonismo, Martín Marco, es objeto de una requisitoria -obviamente de carácter político-social-, de la que en la novela no llega a tener noticia, pero que es como un símbolo de la amenaza que a todos concierne.

La viva presentación de la vida establece una pictograma de la historia bajo el régimen franquista trayendo ante la visión de los lectores la viciosa intolerancia del aparato estatal en suprimir la libertad de la gente y el autor ha proclamado su convicción de su compromiso a la vida mísera de la gente por la declaración valiosa en 1963 (Cela. 14) que, <<la literatura no es una charada: es una actitud … y el año anterior, en una ‘Nota a la cuarta edición’, había afirmado rotundamente: ‘éste es un libro de historia: no una novela’, es decir: aquí no hay sino relato de la vida.

El autor restringe el tiempo en el fin del año 1943 que apenas duraba cuatro días hasta el final de la obra, y el espacio puramente confinado en el área urbana de la ciudad Madrid, tejía la desesperación de la población sumida, “escribiría que ‘La Colmena es la novela de la ciudad, de una ciudad concreta y determinada, Madrid […] No presto atención sino a tres días de la vida de la ciudad, que es un poco la suma de todas las vidas que bullen en sus páginas, unas vidas grises, vulgares la cotidiana, sin demasiada grandeza, esa es la verdad. La Colmena es una novela sin héroe, en la que todos sus personajes, como el caracol, viven inmersos en su propia insignificancia;”(17, Introducción, Cela). En esa coyuntura de la crisis económica el aparato estado estaba ocupado para liberarse de las calles ciegas de un laberinto y desataba la tortura desmesurada para suprimir cualquier voz de disensión. En este escenario, La Colmena emerge como un hito en el mundo literario hispánico que sin recurrir a la vía de levantar lemas directamente contra el gobierno, había cumplido su misión en la difusión de la manifestación de los estados de los asuntos prevaleciendo en el país por su herramienta sutil e intelectual en proyectar la agonía de la gente con las matices del feminismo revelando las penas de las mujeres que estaban forzadas a prostituirse para salvar sus queridos.

Los primeros años del régimen de Franco después del derrocamiento de la segunda república, se caracterizaron por un masivo éxodo intelectual junto con los partidarios del frente popular y la política de izquierdas o “rojos” y por un genocidio de los que no pudieron huir del país, seguido por un período de crisis severa en todas las esferas de la vida diaria, lo que suscita dudas y preguntas sobre la inhumanidad de la política perseguida por el Generalísimo Franco.

Por lo tanto es muy necesario capturar una imagen de la sociedad presentada en la verdadera perspectiva de la vida cotidiana para identificar los problemas enfrentados por el público común cuya aspiración no excedía más que la del deseo de adquirir una vida libre de represión con facilidades educativas, estabilidad económica, igualdad de las mujeres y la elevación de la idea del humanismo para aliviar la miseria de la gente común.

Parece que esta obra es una gran divulgación de lo que se enfrentaba por los habitantes de la ciudad Madrid donde reinaba una atmósfera recelosa que obligaba a la gente vivir en un ambiente de sofocación donde la voz de protesta simplemente estaba sumida en el abismo de una tortura sin límites.

El propósito de esta investigación se centra en presentar un somero análisis de algunos problemas sociales- especialmente los centrados en la condición de la mujer-, económicos, culturales, además de la erosión de los valores humanos provocados por una dictadura despótica que impuso un régimen de terror a través de una guerra que había causado el éxodo de los intelectuales y los llamados partidarios de la segunda república bajo el miedo de ser víctimas del garrote.

La desesperación de la gente es más fehaciente a través de la miseria, el desánimo económico y moral que dominaba el país desde la implantación del nuevo régimen y del ambiente sofocante en el que la primera edición de esta obra fue víctima de la censura del régimen franquista.

El autor finalizó su novela con los asuntos que ocurrían cotidianamente en la entonces sociedad de España, a finales de 1943. El autor prescinde de presentar en su obra una solución para los montones de problemas sociales; tan sólo se limita a presentar acontecimientos como un narrador omnisciente, tal y como ocurrían en la vida real. No había solución durante el régimen de Franco; la emancipación de los pueblos tan sólo sería permitida en adelante, tras la restauración de la democracia a la muerte del dictador General Franco.

“Parálisis, corrupción y muerte: en Dubliners”, Joyce pinta (CliffsNotes) una imagen sombría de su ciudad natal y sus habitantes. Téngase en cuenta que culpó al lamentable estado de las cosas a las fuerzas externas, Inglaterra y la iglesia, en lugar de a los mismos irlandeses. De la misma manera el autor de La Colmena ha destacado que su ciudad ha sufrido un ataque de parálisis impuesto por los reyes (ahora por el régimen franquista) en colaboración con la iglesia, de donde el escape de la gente común es casi imposible y por lo tanto Cela no presenta una ideología de la resolución del gravísimo problema, sino que deja a la corriente de la historia que moldee los comportamientos humanos conforme a los cambios impulsados por las olas de desarrollo científico y el liberalismo.

Esta investigación, por tanto, se centra en la presentación del realismo junto con toques de tremendismo que el autor ha expuesto.

Perspectiva histórica
2.1. Reformas y contrarreformas en igualdad de género
Durante el régimen de los republicanos los derechos de las mujeres se reconocían por medio de conceder al derecho de voto femenino, por la primera vez en la Historia de España, la inauguración de la apertura de las posiciones públicas para las mujeres y también el derecho de divorcio. Se ha enfatizado que “el matrimonio se funda en la igualdad de ambos sexo y podrá disolverse por mutuo consenso o a petición de cualquiera, con alegación, en este caso, de justa causa.”(Almiñana, 242).

Sin embargo, años más tarde, durante el franquismo la iglesia fue uno de los pilares del régimen y resucitó la influencia clerical que negó todas las libertades concedidas a las mujeres y lanzó ellas en el antiguo laberinto de las costumbres para convertirlas en los “ángeles del hogar’. Los derechos de divorcio y la ley de matrimonio fueron anulados con la imposición de impedimentos al acceso de educación de alto grado en las universidades. En contrario a las normas de la segunda república, la dictadura restringió el papel de la mujer enteramente limitado a la familia, en la periferia doméstica y su rol de esposa, madre y una luciente emisora de los principios de los ideales del sistema católico. Ocurrió como una ironía de su destino, nueva ley fue promulgada oficialmente legitimando la supeditación de la mujer al hombre y la obligación de obediencia a su marido como un deber sagrado con la simultánea imposición de penas o castigos para adulterio por la parte de la mujer y la pérdida de los derechos sobre los hijos.

2. La Guerra Civil
Es una guerra fratricida que costó las vidas de miles de hombres y numerosos intelectuales que no tuvieron éxito a huir del país y forzó centenares y miles a refugiarse en exilio en países extranjeros. Federico García Lorca, el joven poeta de genio y un dramaturgo de la visión de visualizar las agonías de la vida contemporánea de las mujeres fue fusilado por los guardias del fascista Franco.

Lo que discernible como la fruición de esta guerra, es una destrucción causada por el motivo de venganza que tuvo lugar tanto en las zonas ocupadas por los republicanos como en las áreas bajo el control de los nacionalistas.

El gobierno de los republicanos no pudieron detener la “revolución terrorista” de las masas vengativas que soltaron sus viejos iras y odios contra propietarios y cleros. El proceso judicial fue realizado en los tribunales populares para ejecutar los que eran los enemigos anteriores. Los republicanos tenían que tolerar estos actos de atrocidad sin fuerzas para frenarlas (Almiñana ,131).

Un proceso de atrocidad también dominaba las zonas de los nacionalistas. Con la conquista de las zonas republicanos, “se realizó una política de restauración contrarrevolucionaria; se devolvió la tierra a los antiguos propietarios, se abolió la legislación anticlerical de la república, como la ley del divorcio y se decidió una política de estrecha colaboración con la iglesia Católica” (Almiñana ,131).

La información más importante acerca Cela sobre la guerra civil, segunda república y franquismo según Yenisei Montes de Oca es que «Cela entró en el ejército de los conservadores, pero fue herido críticamente y no pudo continuar (Eaude 1). Por consiguiente, sirvió como un censor debajo de Francisco Franco (Eaude 1).” Pero Montes de Oca además enfoca sobre el asunto que:

Cela quería mostrar la España antes de Franco, y al mismo tiempo, quería mostrar qué ocurrirá cuando un país sufre de violencia tremenda. Él no solo demostraba estos factores, pero también causaba al lector pensar de la trama de la historia, y por qué el autor escogió el uso de violencia. Por el uso de la confesión de Pascual, Cela podía demostrar la necesidad de la gente española de decir su propia historia de sus lentes, no de los del régimen franquista. ‘Cela acababa de atravesar la espesa crueldad, la tupida bajeza y las amargas villanías de la guerra, y no podía reflejar en el espejo de su novela rosicleres y amables tornasoles’ (Sotelo 79).

Cela no podía ignorar las injusticias dirigidas a la gente española, y tampoco podía ignorar la causa de estas injusticias: la persecución de Franco a cualquiera que pensara involucrarse en el lado republicano, y a cualquiera que no le gustara “la nueva España.”

2.3 La segunda guerra mundial y su impacto en España.
Como la consecuencia de la segunda guerra mundial (Almiñana, 302) España sufría la depresión económica y el aislamiento nacional. Después poco tiempo del fin de la guerra civil, reventó la segunda guerra mundial. Después del fin de la guerra, la presión política de la Unión Soviética hizo las potencias aliadas a condenar el régimen español debido a la alianza de éste con los regímenes fascistas. España no pudo conseguir entrada en la ONU y todos los países casi boicotearon mediante la retirada de sus embajadores de territorio español seguida por una política de un bloqueo de suministros. España pudo mitigar la miseria y el hambre del país mediante el pacto de amistad con Portugal y la cooperación de Perón de Argentina que no puso embargo a los suministros de trigo y carne.

En la novela Colmena, se puede encontrar muchas situaciones donde se ha retratado de la escasez de los rudimentos de alimentación y el hombre desamparo como Marco sufrió la humillación ante todos en el café. En el café de doña Rosa (Cela, 48), “Hay tardes en que la conversación muere de mesa en mesa una conversación sobre gatas paridas, o sobre el suministro…” y en la nota de pie, se menciona que “con este término, de precedencia militar, se designaba el racionamiento de alimentos, mantenido durante toda la década de los años 40, a causa de la escasez y de las dificultades económicas…”. Los efectos de la guerra civil y la segunda mundial han dejado un largo siluete del hambre e inquietud en la sociedad española dirigiendo los miembros de la sociedad suprimida al estallido de violencia viciosa, cruda y bestial.

Perspectiva cultural e intelectual: el tremendismo.
Según Athena Alchazidu, el tremendismo es una de las tendencias literarias que manifiesta uno de los problemas más controversiales de la literatura española en la época de la posguerra. El surgimiento de esta tendencia dio a luz con la publicación de “La Familia de Pascual Duarte” de Camilio José Cela en la que la crueldad y mejor dicho el animalismo en la forma más cruda sacudían los sentimientos de ternura por el macabro asesino de la madre por el protagonista mismo. El tremendismo se puede presentar como un tipo de realismo más asqueroso debido a su revelación del oculto animalismo en la sociedad humana como una irrupción volcánica que destruye los conceptos tradicionales del behaviorismo del ser humano.

Alhazidu creía que “La filosofía del concepto tremendista cuenta con una visión pesimista de la existencia humana, cargada de un fuerte determinismo y fatalismo. Y como es sabido, el clima social del período de la postguerra por una coincidencia de varios factores era muy favorable para albergar semejante visión negativa del mundo”. Este concepto no es ajeno o extraño en la perspectiva de la guerra civil que ha revelado la enorme dimensión de la venganza y fratricidio desatado en la entonces España provocando el genocidio de millones de los ciudadanos, desarraigo de los inocentes y un gran éxodo de los intelectuales y partidarios de los republicanos. Esta funesta y triste atmosfera naturalmente había crecido un terreno muy fértil para negativismo y pesimismo. En cuanto a las figuras de esta obras, se puede decir que ellas pertenecen al estrato de la sociedad marginada y el tremendismo siembra en ellas la crueldad y violencia que irrumpe en desenlaces muy trágicos.

Crystal Harlan (Tremendismo) comenta que este movimiento emergió en las novelas de la época de la posguerra. Según él, es la fruición de los pensamientos de los autores que eran los testigos de la violencia colosal, la sucesión de acontecimientos adversos contra los valores humanitarios y dibujaban esas tendencias bestias manifestadas por los seres humanos en lenguaje muy crudo en sus narraciones refiriéndose a las escenas bestiales realizadas por personajes monomaníacos e implacables.

Se puede decir que el tremendismo es una tendencia o género que se manifestó en la novela española de la posguerra y emergió como un producto de escritores que fueron testigos de las vicisitudes de la guerra, se caracteriza por una crudeza en la narración y en la trama, aunque no se relaten hechos exclusivamente bélicos. El lenguaje es duro, las escenas brutales y grotescas, y los personajes viciosos, obsesivos y violentos.

En el artículo, “El tremendismo de Camilo José Cela” en Monografía, de Florencia Di Paolo, opinó que este movimiento se ha ilustrado como un “Extraño interés por un sufrimiento repulsivo”, que “tiene una carga de violencia elevada”. Según el mismo artículo, los personajes son marginados en los que se ocurre una enorme forma de crueldad que resulta en violencia descomunal que irrumpe en las actividades más destructivas “desencadenándose desenlaces trágicos”. Esta violencia enloquecida se puede interpretar como una “crítica social”. Se ha añadido además en el artículo mencionado que “esta corriente literaria es sinónimo de un afán de testimoniar los aspectos más tétricos de la realidad social mediante la descripción de escenas grotescas y violentas.”

Así en la perspectiva de lo que se ha discutido, se puede concluir que el tremendismo es una crítica social que manifiesta los detalles de la sociedad sumida en el estado de morbosidad de una España de una época negra (Di Paolo) producida como el resultado de la enorme supresión por la dictadura de
Franco y el sentimiento de los personajes en un estado de desamparo e inquietud sin límites.

Tiempo y espacio
4. 1. El tiempo
Es muy obvio que el tiempo involucra el período entre el fin de la guerra civil y los primeros años de cuarenta que es destacada por el ansia de doña Rosa sobre la suerte del ejército alemán manifestada por el autor como, “A doña Roas le preocupa la suerte de las armas alemanas. Lee con toda atención, día a día, el parte de cuartel general del Führer, y relaciona, por una serie de vagos presentimientos que no se atreve a intentar ver claros, el destino de Wehrmacht con el destino de su café” (Cela, 99).

Desde el avance del ejército de nazis de Alemania en las tierras de la unión soviética, parece que el tiempo pertenece a fecha posterior a 22 de junio del 1941, la fecha de invasión of Unión Soviética por Hitler; pero una exacta citación del año no es posible debido a su omisión en la obra. Sin embargo la susodicha revelación indica que todos los asuntos sucedieron a los finales del 1943.

El tiempo en el que se ubica las interacciones de los personajes casi excede más que tres y medio días, así empujando un gran dinamismo en la corriente de los sucesos de la novela.

En conforme a los sucesos que se encuentran en la obra, primer capítulo se narra por la tarde del primer día que continúan en el segundo capítulo al anochecer. El tercero capítulo se confina a la tarde del segundo día mientras el cuarto capítulo cubre la noche del primer día siguiendo el primer capítulo. Las narraciones del quinto capítulo se alargan en el segundo día por la tarde y la noche seguido por el sexto capítulo que extiende en el segundo día por la mañana. El final se da por la mañana tres o cuatro días más tarde.

2. El espacio
El espacio elegido por el autor es verdaderamente real en el que el comportamiento de los personajes se ha expuesto, claramente pertenece a la entonces sociedad de la ciudad Madrid. La mención de los lugares distingue diferentes partes de la ciudad.

El autor mantiene una gran fidelidad en cuanto a la topografía urbana, que permite seguir, los movimientos de los personajes. Los nombres reales de las calles, y estaciones de Metro como La calle Sagasta, Calle Goya, Boca del Metro; Calle Narváez; Calle Velázquez, Plaza de toros etc. y de algún determinado barrio marginado (Atocha) traen el realismo muy lúcido y se convierten en las pruebas que es una novela de vida urbana.

Los cafés ocupan un rol central en la obra, especialmente el café “La Delicia” de doña Rosa y se encuentra que los personajes de todos los personajes pasan por este café y el primer capítulo se ha urdido en el ámbito de éste café. A través de la ida y vuelta de los personajes de este café, un espacio cerrado, Cela ha producido de veras la imagen de una colmena generando una gran metáfora mediante el título de la obra.

Durante las décadas pasadas los cafés eran los centros de discursos de los intelectuales como un lugar de debate y el cambio de pensamientos, de los autores como Unamuno, Ramón y otros, cuando el vanguardismo, surrealismo y otros movimientos literarios brotaron en pleno vigor mediante el aire de las discusiones libres en sus tertulias que tuvieron lugar en los cafés. A diferencia de tal atmosfera, en la Colmena, este ambiente de franqueza no ya existe sino presenta una atmosfera cerrada en “La Delicia”, el café de doña Rosa y puede ser visualizada por la narración del autor mismo (Cela, 48):

Los clientes de los cafés son gentes que creen que las cosas pasan porque sí, que no merece la pena poner remedio a nada. En el de doña Rosa, todos fuman y las más meditan, a solas, sobre las pobres, amables, entrañables cosas que les llenan o les vacían la vida entera. Hay quien pone el silencio un ademán soñador, de imprecisa recordación, y hay también quien hace memoria con la cara absorta y en la cara pintado el gesto de la bestia ruin, de la amorosa, suplicante bestia cansada: la mano sujetando la frente y el mirar lleno de amargura como un mar encalmado.

Es obvio que el autor presenta la atmosfera del café de doña Rosa como una reflexión de la sociedad entera, donde “hay quien pone el silenció un ademán soñador’, narrando el ámbito espeluznante para aclarar la virtual esclavitud del pueblo que no tiene el coraje de abrir su corazón en contrario a que se ha destacado en “Las tertulias de Madrid o El porqué de las tertulias” de Ramón de la Cruz (cervantes virtual). Tras la Guerra Civil española, la afluencia a los cafés y el número de tertulias disminuyeron drásticamente. Hay tertulias entre don Martín (el humillado), un poeta joven, don Ricardo, también otro poeta modernista, y don Ibrahim junto con otros; pero ellos presentan las imágenes de desánimo y frustración, no pueden brillar en sus voces y declaración debido a la presencia ubicua de un terror de ser emboscado por las agencias secretas del gobierno.

En el capítulo tres, se tropieza con otro tipo de tertulia en la que se reúnen (Cela, 155), “Don Francisco Robles y López_Patón médico de enfermedades secretas… don Emilio Rodríguez Ronda, médico también. Don roque…, Don Tesifonte Ovejero y Solana, capitán veterinario…y El señor Ramón, por último, es un panadero que tiene una tahona bastante importante cerca de por allí”. Cela narra que estas tertulias no sirven nada más de pasar el tiempo sin actividades del rejuvenecimiento de los espíritus de las personas bien educadas “que no discuten y que habla de mesa a mesa, por encima de las conversaciones del juego, al que no siempre prestan gran interés”. El autor mismo ha explicado (Cela, 58) en una voz inequívoca que “Flota en el aire como un pesar que se va clavando en los corazones. Los corazones no duele y pueden sufrir hora tras hora, hasta toda una vida, sin que nadie separamos nunca, demasiado a ciencia cierta, que es lo que pasa”. De hecho el espacio del país en conjunto es cerrado por un temor del aparato represivo del estado y según la teoría (Florencia Di Paolo) del tremendismo, esta atmósfera que sufre de la falta de la libertad del habla, se convierte en la cuna de la génesis de las consecuencias fatales en la conducta del ser humano.

En la pensión, entre otros, también vive Leonardo, que roba allí y hace trapicheos para poder comer y Tesifonte, que acude con frecuencia al burdel y al teatro y que quiere iniciar una relación con Elvirita. Julián Suárez es homosexual, tiene unos 50 años y vive con su madre. Su novio es Pepe “el Astilla” y van juntos a los billares. Doña Margot, la madre, se descubría asesinada y su hijo Julián está detenido como sospechoso.

La presencia de estos personajes revela inequívocamente la hipocresía de diferentes secciones de la sociedad. Aunque no se revela como Doña Margot murió, la muerte debido a asfixia definitiva habla de un acto en tremendismo. La pensión al ser un espacio cerrado donde apenas ocurre la interacción de los vecinos anda a llegarse en un núcleo del fatalismo como el cenit de los deseos suprimidos, abruptamente estalla de modo destructivo para aliviar las emociones mudas en un coloso de la violencia.

Análisis
Este estilo de deshacerse con la tradición de protagonista que se encuentra en esta obra merezca la mención de los “Dublineses” de James Joyce que han presentado una fila de los personajes que desvían del camino de los héroes y heroínas estereotípicos.

Es interesante referirse a “Critical Essays Themes in Dubliners” (CliffsNotes) (Temas Críticos de Ensayos en Dubliners) en que se arguye que “la colección rebosa de comportamientos humanos poco atractivos: simonía, absentismo escolar, pederastia, embriaguez (¡todos ellos en las primeras tres historias!), abuso infantil y conyugal, juegos de azar, prostitución, robos menores, chantaje y suicidio. El uso de los nombres de las calles y parques de Dublín, y especialmente las tiendas, los pubs y las compañías ferroviarias, fue visto como escandaloso también. (En el pasado, los escritores de ficción habían cambiado casi invariablemente los nombres de sus escenarios de novela corta o novela, o los dejaban por completo discretamente”.

La colmena es una de las más valiosas obras de Camilo José Cela que muestra la vida cotidiana de los ciudadanos de Madrid cómo se traspasa en las cafés, las calles, las casas y también en los burdeles. Las gentes solían atravesar una atmosfera generadora de pánico, inquietud, estancamiento económico y redadas policiales por los edictos. Un sentido de fatalidad, desventura y adversidad proyectaba su larga sombra sobre la gente desamparado que acabó de haber cruzado una fratricida y cruenta guerra civil que ha engendrado recelos y sospecha entre los vecinos de las comunidades.

El autor mismo ha enfatizado sus propias ópticas de esta obra en palabras sencillas pero penetrantes que se puede reproducir a continuación, como,

Mi novela La colmena, primer libro de la serie Caminos inciertos, no es otra cosa que un pálido reflejo, que una humilde sombra de la cotidiana, áspera, entrañable y dolorosa realidad. Mienten quienes quieren disfrazar la vida con la máscara loca de la literatura. Ese mal que corre las almas; ese mal que tiene tantos nombres como queramos darle, no puede ser combatido con los paños calientes del conformismo, con la cataplasma de la retórica y de la poética.

Esta novela mía no aspira a ser más -ni menos, ciertamente- que un trozo de vida narrado paso a paso, sin reticencias, sin extrañas tragedias, sin caridad, como la vida discurre, exactamente como la vida discurre. Queramos o no queramos. La vida es lo que vive -en nosotros o de nosotros-; nosotros no somos más que su vehículo, su excipiente como dicen los boticarios. Pienso que hoy no se puede novelar más -mejor o peor- que como yo lo hago. Si pensase lo contrario, cambiaría de oficio (Cela, Introducción).

5.1. La vida cotidiana
La vida cotidiana en Madrid en los primeros años de franquismo, pasaba por un ámbito cargado de ciclos de represión destacada por los edictos debido al hecho que los pueblos de otro lugar del país no adhirieron con tanta valiosa resistencia contra el ejercicio de Franco y tan intransigencia tenaz podría sembrar una actitud de revancha para extraer total sumisión por parte de la gente. Al juicio de Pilar Folguera (166), “En Madrid se vivió especialmente ese clima convulso de represión, muerte, torturas, «paseos», «diligencias» y encarcelamientos” provocado por la vana oposición de los ciudadanos hasta la hora final de la guerra civil contra el fascismo y la represión del aparato estatal siguió desatando a pesar del slogan oficial de no implicar nadie sin los antecedentes crímenes sangrientos. La trama de la obra en el capítulo final nos presenta las ansias y la solidaridad de los vecinos de La Filo en salvar Marco, poeta casi vagabundo, el hermano de esta desafortunada dama desde las garras del edicto, uno de los órganos poderosos que constituyen la maquinaría franquista para detener cualquiera persona para aterrorizar y causar la desaparición de los inocentes. Para los partidarios de los republicanos o mejor dicho los vencidos, las prisiones se planteaban una fuente horripilante donde según Folguera (166), “el hambre, el hacinamiento, los malos tratos, formaban parte de la vida cotidiana. La Cárcel de Ventas concretamente, construida para quinientas mujeres, tenía en 1940 una población total de seis mil reclusas obligadas a vivir en condiciones lamentables.” Aparte de este amenazador problema de la incertidumbre de la vida frente a la policía del estado, los problemas de la busca de sus hogares, restauración de sus propiedades y una aguda crisis del abastecimiento de la comida y bebida, agravado por el boicot de las naciones aliadas en cuanto a los comercios internacionales. El desempleo y miseria de la pueblo aparece en el foro por la humillación de Marco, el joven poeta que fue arrojado del café de doña Rosa a causa de la incapacidad de pagar el precio de taza de café y también por la creciente silueta de prostitución a la que Victorita no vaciló a recurrir con el fin de proveer para los gastos de medicinas y la nutrición de su novio.

2. La elaboración de los personajes femeninos de la obra.
La lectura de la novela dirige a un abismo de humillación, pobreza, cansancio, tedio, sexo ampliamente, ocultación, silencio, disimulo y recurrencia de las situaciones tanto de la agonía como la tortura señalando que “todo se repite hasta la saciedad” (Cela, Introd., 31).

La tristeza se convirtió un sinónimo con el silencio manifestado por señora Isabel (Cela, 50) que ha perdido su hijo Paco que “estaba preparándose para correos” (Cela, 50) pero no sobrevivió los ataques de llamada enfermedad de parálisis o meningitis, sea que sea, sin recibir el tratamiento, que le empujo en la coma de la que nunca recobró el conocimiento. La pobre viuda Isabel se convirtió en una ser casi sordomuda frente al choque de esta tristeza colosal y buscaba una alineación absoluta de los asuntos mundanas sentándose al “pie de la escalera” (Cela, 51) del café de doña Rosa nunca contestando a las preguntas tiradas aún por los aparentes simpatizantes. Es la maldición de la sociedad que ha silenciado la voz de una mujer eternamente.

Esta obra deja una indeleble huella sobre el vínculo de la pasión y su truque con dinero que es una irrefutable consecuencia de los efectos colaterales de la guerra civil que ha acabado en el año 1939 causando una masiva destrucción de la economía y una abrupta caída de los valores éticos y morales a pesar de las estrictas y rigurosas normas de la iglesia. La fuerza aplastante del hambre patentemente u ocultamente obliga a las mujeres a pasar desapercibida en el dominio vicioso de prostitución. La escasez de dinero había generado una relación tensa entre Martín Marco y su novia la señorita Elvira. Los sentimientos de las parejas perdieron la profundidad del amor que se puede ver en el enrarecimiento de la relación entre una pareja aparentemente feliz, es decir, doña Visi y don Roque , ilustrado por la indiferencia de éste que no titubeó a visitar otras mujeres en cambio de dinero por disgusto y apatía con el motivo de mitigar sus lascivas. El autor divulga desnudamente la hipocresía de don Roque (Cela, 290-291) que trataba las mujeres como los productos de mercancía y revela sus intenciones a través de comprar “pulseras de bisutería y la convida a pasteles” (Cela, 291) para Lola, “la criada de la pensionista doña Matilde” (Cela, 290). Lola espera desnuda en la cama al recibir la carta de Roque, porque “quiere darle una sorpresa a don Roque, la sorpresa de abrirle la puerta en cueros vivos” (Cela, 291). La perversión sexual en la forma de voyerismo de doña Celia, la dueña de la casa de cita, también se hace muy evidente como ella “mira por ojo de la cerradura, le gusta ver cómo se desnudan las chicas. A veces, cuando nota mucho calor en la cara, llama a lulú que tiene. ¡Pierrot! ¡Pierrot! ¡Ven ver a tu amita!” (Cela, 291). El autor tiene la audaz a manifestar las todas tendencias viciosas de ser humano aunque éste bajo el disfraz de las normas civiles oculta el verdadero rostro de crudo lascivo incrustado en sí mismo. El autor lacera las éticas de la sociedad civilizada mediante la inesperada reunión entre don Roque y su hija Julita en el pasillo de la casa de cita, que le espontáneamente propulsa a recurrir a mentirse para dar una explicación a su hija acerca de su llegada de la casa de infamia por su falsa declaración, “…A ver a un amigo enfermo, el pobre está muy malo.” Se destaca que el hombre no se arrepienta sino es muy astuto a esconder su acto sucio ofreciendo una falsa explicación. Eso es la cara verdadera de la sociedad de entonces de Madrid. Sin embargo la visita de Julita a la casa de cita no es una prueba de la prostitución por la muchacha sino es una evidencia del hecho que en esas casas de cita también los novios reunían para buscar un asilo seguro para llevar a cabo sus misiones de las aventuras de relaciones sexuales.

Parece que el papel de Victorita se haya retratado teniendo en cuenta que el amor de las mujeres, aún en esos días de crisis y la época desprovista de humanidad, a veces emitió luciente rayo de humanidad y generosidad. Esa chica, hundida en amor profundo de un chico, un paciente de tuberculosis, decidió a utilizar su cuerpo para acumular el fondo con el fin de lograr la recuperación de la fatal enfermedad. La actitud de tan intransigencia por parte de la mujer desamparada es un símbolo de la condena de la sociedad putrefacta y se sitúa sobre el aplaudo tácito del autor que intenta a difundir el mensaje que a pesar de todas adversidades que han reducido la solidaridad humana al nivel de extinción, el amor de la pobre muchacha se halla en la rara galaxia de almas estoicas a pesar del hecho que tales actividades de una mujer, se interpretaban como el acto de prostitución, particularmente en aquella época de moralidad especificada por los sacerdotes, los guardianes morales de la sociedad.

En el carácter de Petrita se puede identificar una mujer que está preparada para sacrificar todo incluso su cuerpo para librarse su amante Martín Marco de sus deudas aunque éste no mantiene una relación fuerte y estable con esa muchacha. Los sentimientos de las mujeres son perpetuamente llenos de las actitudes misteriosas y son capaces de vencer los celos triviales como se ha retratado por la pobrecita Petrita.

Hay que mencionar el papel de La Filo una dama que es una encarnación de la piedad y el enfoque del autor gira en torno a establecer a un genuino “ángel del hogar” que no sabe a quejarse, que está contenta sin límites con el amor de su marido, y también lleva un rincón blandísimo para su pobre hermano Martín Marco que holgazanea allí y aquí como un vagabundo y escribe poemas sin lograr éxito en hacer un nicho en el mundo poético. Esta mujer no puede abstenerse de ayudar su hermano pobre de casi no existencia perceptible, despreciado de todos y va cuidarle no solo con la comida y bebida sino le acoge en su piso pequeño para dormir por la noche que no tiene otra alternativa que el dosel del cielo para sumergirse en su sueño profundo para deshacerse con su fatiga y depresión generadas durante las horas de interacción con la fila de seres humanos de conductas multifacéticas. En el capítulo final se ha hecho obvio por los anuncios en el periódico en cuanto a la inminente detención de Martin por el edicto del gobierno, y esa declaración devastadora dejó la pobre hermana mayor en un perpetuo mar de tristeza y su desamparo se manifiesta a través de una gran metáfora plumada por el autor mediante la generación del siguiente escenario (Cela, 321):

“Don Roberto lee el periódico mientras desayuna. Luego se va despedir de su mujer, de la Filo, que se quedó en la cama medio mala.

Ya lo he visto, está bien claro. Hay que hacer algo por ese chico, piensa tú. Merecer no se lo merece, pero ¡después de todo!

La Filo llora mientras dos de los hijos, al lado de la cama, miran sin comprender; los ojos llenos de lágrimas, la expresión vagamente triste; casi perdida, como la de esas terneras que aún alientan – la humeante sangre sobre las losas del suelo – mientras lamen, con la torpe lengua de los últimos instantes, la roña de la blusa del matarife que las hiere, indiferente como un juez; la colilla en los labios, el pensamiento en cualquier criada y una romanza de zarzuela en la turbia voz.

“Nadie se acuerda de los muertos que llevan ya un año bajo tierra.
En las familias se oye decir;
No olvidaros, mañana es aniversario de la pobre mamá,
Es siempre una hermana, la más triste, que lleva la cuenta…”

El autor en sus intentos de reflejar los aspectos positivos de seres humanos pone en relieve que todavía, a pesar del génesis del ambiente amenazador, el vestigio de humanidad no se ha desvanecido que se manifiesta por el comentario de don Roberto como dice, “…hay que hacer algo por eso chico” (Cela, 320) pese a su aparente abominación a su cuñado debido a su vida de vagabundea. La desesperanza de la mujer desampara manifestada mediante la metáfora, “la expresión vagamente triste; casi perdida, como la de esas terneras que aún alientan – la humeante sangre sobre las losas del suelo – mientras lamen, con la torpe lengua de los últimos instantes,” despierta la inconsciencia y apatía de todo el mundo de este mundo egoísta. La lamentación desgarradora de La Filo vuelve a recordar todo el mundo la beatitud de amor eterno de la mujer no se restringe solo hacia sus cercanos y queridos sino es la voz representante de todos los seres humanos sufriendo bajo las garras de los dictadores despiadados. En la fila de mujeres retratadas en la obra La Filo es el último rayo de esperanza que manifiesta un prototipo ideal para elevar los valores humanos en un ámbito de adversidad y hostilidad descomunal.

El retrato de Señor Ramón, el empleador de don Roberto, lleva una imagen positiva como se puede visualizar por sus simpatías y preocupaciones acerca del bienestar de su empleo. Nunca se puede situar en una postura que destaca su apatía, saña, maltrato hacia sus empleos aireando invectivas e insultos para menospreciarles sino extiende su mano de cooperación para salvarles de los problemas apretados. El autor mismo introduce eso personaje en su estilo inimitable proyectando una imagen muy positiva en un entorno que promueve el levantamiento de las facetas negativas. Según el autor (105), “El señor Ramón anda por los cincuenta o cincuenta y dos años y es un hombre fornido, bigotudo, colorado, un hombre sano, por fuera, y por dentro, que lleva una vida honesta de viejo menestral, levantándose al alba, bebiendo vino tino y tirando pellizcos con el lomo a las criadas de servir. Cuando llegó a Madrid, a principios de siglo, traía las botas al hombro para no estropearlas. […] Las patriarcas antiguos debieron ser bastante parecidos al Señor Ramón.” Celo así parece a ser apto en dibujar los rayos de esperanza que han a través de siglo no han marchitado frente a la barbaridad en que disfrutan los portadores de la bandera de tortura. Estos personajes han perdido sus voces protestantes pero mantuvieron sus gestos de compasión frente al mundo hostil.

En contrario a esta buena compostura de suavidad y humanidad de Ramón, se enfrenta otra persona, que es dueña del café Delicia, es decir la doña Rosa que es una figura horripilante comportándose como una dictadora draconiana y aterrorizando sus criados y los clientes a la misma vez por su conducta imperiosa. Aunque el concepto de homosexualidad era una idea mala en el entorno de conservatismo practicada por la iglesia y un régimen aliado con la primera, parece que el lesbianismo de la dueña del café consigue su apariencia mediante la sutil referencia que “Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta.” Es probable una indicación que la “manga corta” poner la axila de brazos de las mujeres en la vista de las personas de ambos sexos que quizás cause la excitación sexual y así esa afición para las axilas de las jóvenes es un acto de placer sexual del mismo sexo y propulsa al silogismo de recurrir al lesbianismo por parte de doña Rosa. Esa dama voluptuosa deriva placer en fumar “tabaco de noventa, cuando está a solas” y en beber “ojén, buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se acuesta… y lee novelas y folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta.” (Cela, 1). Más allá de sus placeres de comida y bebida, sus ansias para la victoria de la marcha del ejército de Hitler en su campaña salvaje contra las naciones de Europa van a reflejar un sentimiento de dominación sobre otros cuando “A doña Rosa le preocupa la suerte de las armas alemanas. Lee con toda atención, día a día, el parte del cuartel presentimientos que no se atreve a intentar ver claros, el destino de la Wehrmacht con el destino de su café” (Cela, 99). Esta sensibilidad es también una reflexión tácita de su apoyo moral al régimen que sigue realizando una política fascista en el país desde la caída de los republicanos y la nota al pie de la página 99 destaca que, “Doña Rosa duda de que las noticias del diario Madrid sobre las derrotas de los alemanes puedan ser ciertas.” Sin embargo el curso de historia es el testigo de la frustración de doña Rosa cuyos suspiros simpatizantes para el ejército invasor no pudo lograr el éxito sino termino en una derrota aplastante.

Otra mujer que merece una mención es Dorita, una de las dos planchadoras de doña Jesusa, la hija de un alcohólico, que no dejó la oportunidad de ser embriagado aún en el día de bautizo de su hija. Las circunstancias la obligó acompañar el canónigo bajo la oferta de adopción tuvo la premonición que “no iba camino de nada bueno” (Cela, 312), pero se dejaba llevar, iba como medio boba” (Cela, 312). Después de nacimiento de un hijo, fue derrocada de la casa sobre el pretexto que ella “es una mala mujer” (Cela, 312). Así empezó su viaje de la vida que le forzó a matar el bebé tirándolo al río y llegó a Madrid agotando la dura experiencia de vivir en burdeles de Valladolid y de Salamanca, siguiendo la profesión de prostitución para su sustento hasta que tropezó con “don Nicolás de Pablo, un ricachón, (Cela, 314) de Valdepeñas que se casó con ella por lo civil” (Cela, 314). La boda trajo tres hijos mortinatos y otra vez fue abandonado por su marido durante su huida a Francia. Durante sus días de incertidumbre hasta que conoció a doña Jesusa que la empleaba como una planchadora. Según el autor, ‘por las noches, la pobre mujer –con los dedos ateridos, la mente alejada y una ternura infinita en el corazón – prestaba algún servicio, detrás de las tapias del Retiro, a los soldados y a los estudiantes de bachillerato, y reunía hasta tres o cuatro pesetas.” (Cela, 314). Esta anécdota se ha descrito por el autor, señalando a Dorita como “la pobre mujer” es una clara indicación de Cela acerca de su actitud de los sacerdotes. Es mera inhumanidad del canónigo que ha empujado la muchacha a pasar por tal camino de atrocidad a través de su vida debido a ser acusada a la carga de adulterio aunque el autor ha sutilmente sugirió a quien se pudiera atribuir la culpabilidad de llamado adulterio. El apuro de la mujer que “anduvo algún tiempo – como un mueble desportillado – por los burdeles”, desvela sin duda la hipocresía del sistema en el que los hombres pueden escaparse de los llamadas reglas y normas de la sociedad, las mujeres son sometidas a los garrotes despiadados. El autor narra se refiere esta anécdota que remonta los años de cuarenta del siglo pasado, es todavía relevante por las manifestaciones de los asesinos de las mujeres para mantener el honor y prestigio de la familia. El concepto de dominación sobre las mujeres fue oficialmente respaldado por el régimen franquista y se había promulgado leyes para el total sumiso y obediencia de las mujeres a sus maridos que no tuvieron aún el derecho a sus hijos. Es muy conocido que una de las grandes autoras del siglo pasado de España, llegó a ser una víctima de esa ley que le forzó a partir con su hijo después del divorcio con su marido. Por eso, es muy evidente que la destreza de las mujeres era un fenómeno rutinario y no fue cualquier caso aislado. La tortura dibujada por el autor sigue marchando todavía en formas diferentes en varios rincones del mundo. Así esta anécdota es un luciente símbolo de la voz suprimida de las mujeres aunque no ha narrado como un lema político.

3. El realismo en la obra
Como opina Gullón (El realismo…, 117-139), el realismo en esta obra pertenece a lo que se añade a la realidad, y no mera descripción de la semejanza a la vida normal. En el primer escenario, el autor dibuja un retrato verdadero de los rasgos físicos de doña Rosa y los minuciosos detalles de su café. Pero la narración no produce una imagen fijado sino variedades para presentar la realidad, con dos peculiaridades fijas que son (a) un trasero enorme y (b) que quizás le brillan los ojos a vista de jovencitas. Pero el autor ha añadido otros rasgos más de la dama que incluyen, la mezquindad, el hábito de fumar, beber sin freno, leer las novelas incluso los folletines como las fuentes de la manifestación de pasión carnal, y también le gusta mucho a mandar para irse de su café a los clientes de poca capacidad económica que de vez en cuando no puede pagar la factura. Tiene una tendencia de rondar en el café desde una mesa a otra hablando continuamente para establecer sus ideas del ejército fascista y la probable gloria de la victoria del ejército de Hitler. Lo que es una realidad es esa habladuría e inquietud son resultados del exceso de consumo de alcohol y nicotina. La euforia causada por sus llamados vicios la impulsa a viajar en un estado alto de lo normal. Aunque no hay una señal definitiva acerca de su lesbianismo, es por cierto que esos comportamientos son reflexiones del apetito sexual que queda insatisfecho. Gullón opina que, “El trasero, el brillo en los ojos, están allí como manifestaciones de una personalidad, que definen, que expresan, ésa es la palabra justa, lo que se oculta detrás: el grito silencioso de una personalidad que en vez de verter lágrimas, se ahoga en el humo, en la bebida, en las pasiones avivadas por la lectura”. Parece que aún doña Rosa no es una pobre dama, es un símbolo de los deseos suprimidos de todas las gentes de la ciudad. En la década siguiendo la guerra, lo que es más destacado es la falta aguda de los productos básicos en todas esferas de la vida. La vista de carencia surge más y más en la aparición de las calles rotas, “mal asfaltadas, y peor iluminadas y “la capital del país se convierte es un espacio textual oprimente para el ser humano, donde casi nunca puede ver realizados sus anhelos íntimos.” (Gullón, 135). Es muy evidente que doña Rosa junto con las filas de las mujeres que prostituyen incluyendo Victoria que va a vender su cuerpo para proveer las medicinas para su novio, y también el vagabundo Marco sufren de una insatisfacción descomunal y esa es la realidad desnuda.

4. Los miedos y sueños de Martin Marco.
Un asustado Martin vagabundea por las calles de Madrid en busca de solaz y escape del miedo de la maquinaría represiva del régimen franquista rompiendo el silencio a las altas horas de la noche. Su itinerario a pies “no resulta demasiado divertido, pero se mata el tiempo” (Cela, 245). Los reflejos de la vida de las prostitutas suscitan en su pensamiento como se comparte la agonía de las “putas de lujo” que “abortan y, si no pueden, ahogan a la criatura en cuanto nace, tapándole la cabeza con una almohada y sentándose encima.”(Cela, 245). Martin, probablemente el álter ego del autor expone la verdadera trauma de las madres que se han forzado por las desnuda circunstancias del mundo fascista y capitalista para recurrir tales pasos de barbaridad para eliminar sus propios hijos con el fin de evitar el no deseado bebé para mantener el flujo continuo de sus oficios de vender el cuerpo.

Acostado por la policía en su nocturnal itinerario “Martín está tembloroso como una vara verde” (Cela, 247). Martín así se convierte en el símbolo de la gente que pasa sus días y noches bajo el pánico de ser detenido por la policía que había ganado una infamia de empujar las víctimas a los garrotes para ejecutarlas sin juicio. Martín escapa la detención porque la policía no lo reconoció, pero una nueva oleada de miedo espantoso le agarró. En sus pasos presurosos de repente sintió una sensación de calor amable que le trajo la dulce memoria de su madre que le dejó a ser inundado por “un calor unido por mil hilitos invisibles a otros llenos de ternura, rebosantes de dulces recuerdos… mi madre, mi madre, son los vahos de eucaliptus, los vahos de eucaliptus, haz más vahos de eucaliptus, no seas así.” (Cela 250). El soliloquio de Martin va resonar la eterna beatitud del amor filial que es el eco de toda la humanidad independiente de raza o religión o división étnica. El autor habla del amor universal y perpetuo que tiene la misma profundidad en todos los rincones del mundo. Entonces Martín pasa por un estado delirante en que se obsesionaba con una serie de preguntas retóricas acerca de las razones de su miedo defendiéndole con su inocencia revelando su inquietud derivada del pánico de encarcelamiento y la pena de muerte que era muy común en los primeros años del régimen de Franco. Así crea el autor la escena conmovedora por un largo delirante soliloquio de Martín (“¿De qué tengo yo miedo?):

“¿De qué tengo yo miedo? ¡Je, je! “¿De qué, de qué? ¡Je, je! ¿De qué puedo tener yo miedo? […] ¡Yo no meto en nada! ¡En nada! ¿Qué me pueden hacer a mí si yo no me meto en nada? ¡Je, je ¡ ¡Qué tío! ¡Vaya un diente de oro!. ¡Alto! ¡Los papeles! Yo no tengo papeles. ¡¡Je, je! Tampoco tengo un diente de oro. Yo soy Martín Marco. Con diente de oro y sin diente de oro. ¡Je, je! En este país a los escritores no nos conoce ni dios. Paco. ¡Ay, si Paco tuviera un diente de oro. ¡Je, je! Sí, colabora, colabora, no seas bobo, ya darás cuenta, ya… ¡[…] ¡Esto es para volverse uno loco! ¡Éste es un modo de locos! ¡De locos de atar! ¡De locos peligrosos!ٕJe, je! A mi hermana le hacía falta un diente de oro. Si tuviera dinero, mañana le regalaba un diente de oro a mi hermana. ¡Je, je! Ni Isabel la Católica, ni la vicesecretaria ni la permanencia espiritual de nadie. ¡Está claro? ¡Lo que yo quiero es comer! ¡Comer!¡Es que hablo en latín? ¡Je, je! ¿O en chino?[…] ¡Este mundo es una mierda! ¡Aquí todo Dios anda a lo suyo! ¿Eh? ¡Todos! ¡Los que más gritan se callan en cuanto les dan mil pesetas al mes! … Martín escupe con fuerza y se para, el cuerpo apoyado contra la gris pared de una casa. …Martín está rendido.”

En el párrafo arribo, el autor ha manifestado la situación real del país tanto en cuanto a la política y económica como con respecto al ambiente de la represión y la corrupción que ha estado corrompiendo el núcleo y la basa de la sociedad española.

Aunque el autor no ha referido concretamente por qué Martín fue acosado o perseguido por la policía, pero la situación de recelo y sospecho que prevalecía en el país, los agentes del gobierno intentaban a detener cualquiera persona que manifestaba los llamadas síntomas de apariencia intelectual como se destacada por las maneras vagabundas y el reconocimiento de Martín como un poeta joven que suscita su afiliación a la política izquierdista debido a su antigua asociación al Federación Universitaria Escolar, un sindicato estudiantil antimonárquico de izquierdas. Era buscado Martin Marco, pero se supone que sería por su ideología izquierdista y su antigua pertenencia a la F.U.E. (Federación Universitaria Escolar), sindicato estudiantil antimonárquico de izquierdas. “Esas actividades podían ser contrarias a la Ley de Responsabilidades Políticas de 1939. Por esa razón, posiblemente, Martin Marco era ahora citado al juzgado” (Pedrosa, 11), Esta ley fue promulgada para perpetuar las tormentas del aparato estatal casi sin juicio. Patricia Cámpelo en su estudio de esa ley ha concluido que “La Ley de Responsabilidades Políticas prohibió todos los partidos políticos y criminalizó de manera retroactiva comportamientos que eran legales en el momento en que se había cometido -durante los años de la Segunda República. ‘Esa ley se concibió como un mecanismo represivo, dirigido a castigar y neutralizar al enemigo’, subraya Álvaro Dueñas. La responsabilidad política se extendía desde 1934 y abarcaba tanto a quienes se opusieran a los militares sublevados como a quien mostrara ‘pasividad grave’ al respecto. Dicha norma posibilitaba la creación de procedimientos para la imposición de sanciones, y constituyó la rama legal del expolio económico de los vencidos. Pero su finalidad era la perpetuación del miedo como sistema de represión, y no la recaudación de bienes” De esta fuente obviamente se puede inferir que el delirio de Martín no era una actividad de una insania o un trastorno mental sino es la emisión del omnisciente narrador apuntando al pánico general del pueblo sacudido por el terror desatado por el gobierno. Parece que la repetición de la frase, “no tengo un diente de oro”, se refiere a la práctica de las extracciones de los artículos valiosos de los cadáveres de los judíos exterminados en las cámaras de gas (BBC News Mundo). La infamia del aparato estatal represivo de Franco se alcanzó el nivel de la tortura barbarie de nazis que se han diseñado como la lacra de la civilizaciónn humana.

El disgusto del autor hacia la corriente sociedad bajo el dominio franquista emite como una ráfaga fuerte en la última parte del soliloquio, “¡Este mundo es una mierda ¡ ¡aquí todo Dios anda a lo suyo!¡Los que más gritan se callan en cuanto les dan mil pesetas al mes! Cela divulga la hipocresía y la corrupción de la sociedad española donde el dinero captura las voces de protesta contra la injusticia y la aflicción de la población en general.

“Martín escupe con fuerza y se para, el cuerpo apoyado contra la gris pared de una casa. Nada ve claro y hay momentos en los que no sabe si está vivo o muerto. Martín está rendido” (Cela, 251- 252). Parece que la repugnancia de Martín es la manifestación de la antipatía y aversión del autor mismo que junto con la nación entera ha llegado a ser agotado por la hegemonía opresiva como el poeta (Martín) “rendido” y la nación está en el estado de coma, paralizada por la amenaza de ejecución por los verdugos de Franco.

Martín refleja la incertidumbre e inquietud de los millones de la gente y busca la tranquilidad de la vida en la beatitud de pureza que se emerge en la citación de Juan Ramón, en los versos inmortales,

“Imagen alta y tierna del consuelo,
Aurora de mis mares de tristeza,
Lis de paz con colores de pureza,
¡Precio divino de mío largo duelo!” (Cela, 316)

En respecto al desasosiego y al trauma de la nación estrangulada por la mano de hierro también, no es irrelevante referirse la metáfora generada por el cuento del “niño que canta flamenco tiene un pie algo torcido, rodó por desmonte, le dolió mucho, anduvo cojeando algún tiempo…” (Cela, 319) que afirma categóricamente de una sociedad que esta mucha herida y apenas puede caminar sin cojear.

La vida de la población ha perdido el rumbo recto de adelantar, retuerce frente al fruncimiento de la autoridad rígida e inexorable, y está sumergida en una circularidad perpetua, que no permite romper el estancamiento en la economía, forzada a sufrir bajo los caprichos de un dictador que ha sofocado la voz del público. Esta insipidez traumática de la vida cotidiana surge en la narración, en la exposición (Cela, 320) de “la mañana” que está “eternamente repetida, “y “juega un poco, sin embargo, a cambiar la faz de la ciudad, ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena…”. Veamos la metáfora de la colmena que emerge como una realidad despiadada de donde la multitud se confina en la ida y vuelta y nunca puede descubrir una ventana de salirse para liberarse del laberinto descomunal.

Conclusión
Desde el análisis, es muy obvio que la condición de las mujeres se ha restringido a la esclavitud porque nunca entre los personajes femeninos se encuentra una mujer de alta educación, independiente que puede aseverar su personalidad con dignidad. La mujer se ha retratado como una muñeca en las manos de los hombres salvo Victoria, pero ella es una imagen de mujer negativa que no pudo hacer nada menos convertirse en una prostituta para salvar la vida de su pobre novio que sufre de tuberculosis. Por supuesto, es una imagen en sátira apuntada al régimen franquista cuya meta en colaboración de la iglesia era producir “ángeles de hogar”. El contraste de la vida real y vida idealizada revela el fracaso moral de los eslóganes resonantes de la moralidad religiosa.

El espíritu de la venganza desatado por el General Franco para desarraigar y eliminar los republicanos a través de la imposición de los “edictos” que “son (Cela, 335) pronunciamientos o requisitorias judiciales. Por un edicto se puede ordenar la busca y captura de un individuo sobre el que pese acusación o sospecha. En la época que la novela describe, el motivo del edicto podría ser – lo era con frecuencia – una responsabilidad política, generada antes, durante o después de la guerra.” El fin de la novela indica la suerte de Martín bajo la presión de esta mala ley.

Así todos los asuntos que han presentado en el análisis de la obra se puede ser conectada con la luz del efecto de tremendismo bajo la sombra de la ley de una España negra. El recelo mutuo y la atmosfera de los garrotes del terror de Franco han causado a generar una sociedad de apatía y pasividad que habla de una erosión de los valores humanos de la sociedad.

A pesar del garrote de opresión desatada por los franquistas, el surgimiento de la solidaridad que se cristalizó instantáneamente en el capítulo “Final” sobre el inminente peligro planteado por el gobierno mediante el edicto para arrestar Martín es la de gran esperanza que demuestra que la buena vecindad no se ha evaporado de la sociedad humana egoísta, sino que quedaba en hibernación, y ha surgido su faz de blandura oculta en el núcleo de su corazón que está listo para salvar un ser inocente desde las garras del aparato estatal.

El autor urde la trama por medio de un omnisciente narrador, exponiendo los matices de su estilo y de su oculto disgusto por la censura afásica del franquismo sin recurrir al camino de la oposición abierta con lemas sonoros que condenaran el gobierno arrogante al que no le importa dar respeto o razón.

En la penúltima página de la novela (Cela, 333), Martín el álter ego del autor dice, “Esto de la guerra es la gran barbaridad. Todos pierden y ningún hace avanzar ni un paso a la cultura”. Durante el largo camino de historia, se encuentra muchas batallas sobre el aumento de territorio, o sobre las causas religiosas étnicas, ideológicas y otras múltiples razones que han costado la existencia de la gente común cuyas esperanzas no excede más que pasar la vida tranquilamente.

La sutil narración de la novela a lo largo de unos días, aparte de destacar la tiranía de la dictadora, la violencia, la devastación económica, el vicio de la prostitución de las mujeres arruinadas, lanza un mensaje sobre la inutilidad de la guerra fratricida y la afirmación de la solidaridad humana.

Si tremendismo es una manifestación del realismo en la forma más cruda, crueldad y violencia, el mensaje de la obra de Cela destaca que el concepto del tremendismo es todavía relevante en la luz de las ocurrencias de la situación actual de la política internacional y no es un pensamiento de efímera existencia, sino ha atravesado las fronteras de España y muestra su cara macabra en el genocidio estatal en diferentes rincones del mundo provocando todavía el éxodo de los refugiados desamparados, expulsados a la fuerza por las autoridades y forzados a buscar asilo político para su vida y existencia en los rincones del mundo entero

 

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