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La dualidad y su mensaje en la narrativa de Kurt Vonnegut

por Francisco Javier Vallina Samperio
Artículo publicado el 23/01/2007

RESUMEN:
En las novelas de Kurt Vonnegut proliferan elementos de dualidad, en especial en lo que a los personajes se refiere. El empleo especial del recurso del Doppelgänger en muchas de ellas y su particular modo de elaborar la narración, siguiendo un estilo auto-consciente en combinación con una calculada dicotomía ficción-realidad, nos lleva a pensar que el autor está haciendo hincapié en un mensaje esencialmente existencialista, abordando los conflictos internos del ser humano.

 

Entre las características más sobresalientes de la narrativa de Kurt Vonnegut se encuentra la proliferación de elementos de naturaleza dual. La obsesiva utilización de personajes dobles, que presentan alguna similitud de aspecto y modo de actuar, junto con abundantes situaciones de enfrentamiento entre dos personajes contrapuestos que poseen rasgos comunes, constituye un esquema recurrente en las obras de este autor. Se trata de un patrón mediante el cual Vonnegut establece las bases para las ambivalencias, dicotomías y polarizaciones tan habituales en sus contenidos literarios, empleando una serie de duplicidades evidentes en la caracterización de sus personajes.

Suele ocurrir además que entre dichos personajes tiene lugar una compleja interacción psicológica, sobre todo en el caso de aquellos que guardan alguna semejanza entre sí o se reflejan uno en el otro, engendrándose en ocasiones una conflictiva dualidad interior presentada por un “yo” incompleto que, al recibir ciertas influencias exteriores por parte de un “otro”, desarrolla reacciones de carácter esquizofrénico. Precisamente uno de los fenómenos que más se corresponde con la dinámica aludida es el llamado Doppelgänger, una figura relacionada con la superstición y la leyenda que bien pudo derivarse de la interpretación popular de una patología psíquica. La vertiente científica del Doppelgänger tiene sus raíces en el ámbito del psicoanálisis y está en íntima conexión con el trastorno psíquico o desequilibrio mental. Puede manifestarse a través de una alteración del comportamiento semejante a un estado de tipo epiléptico, esquizofrénico, o también como consecuencia de una intoxicación etílica o narcótica. Tales situaciones son precisamente las que abundan en aquellas obras de Vonnegut que muestran indicios de la utilización del Doppelgänger en el desarrollo de sus argumentos y la interacción de sus personajes.

La mayoría de las veces se trata de un caso de desdoblamiento de personalidad cuyo origen se provoca desde el exterior, a menudo por influjo de otro personaje o entidad al que se denomina el Doppelgänger del personaje afectado. Esto es lo que lo distingue del convencional “alter-ego” freudiano, siendo el Doppelgänger, además, un enemigo del “yo” social, comprometiendo gravemente al personaje afectado y llevándolo al borde de la locura o, incluso, de la muerte. De hecho, condiciones de este tipo se dan en Player Piano, debido a que la relación de amistad entre Paul Proteus y Ed Finnerty lleva al primero a dudar de la eficacia del sistema tecnócrata, además de poner en peligro su propia integridad personal, tanto física como psicológica. Paul no puede evitar sentir una extraña fascinación por el comportamiento despreocupado de Finnerty, así como por su temerario modo de actuar y de poner en entredicho toda norma social vigente, exponiéndose con ello a un sinfín de riesgos. En Mother Night, algo parecido le ocurre a Howard W. Campbell con respecto al espía George Kraft, un soviético con quien comparte su afición por el ajedrez. Kraft, que sufre una esquizofrenia propia por su condición de agente doble, al espiar para ambos bandos a la vez, le acabaría comprometiendo con el grupo neonazi “Iron Guard of the White Sons of the American Constitution”, fundado tras el último conflicto mundial. Esta relación llevaría a Howard a pasar por múltiples ocasiones de peligro para su vida, hasta finalmente dar con sus huesos en una prisión israelí, aguardando ejecución como criminal de guerra. La influencia negativa de Kraft cobraría aún mayor fuerza al comunicársele a Howard la muerte de su mujer en un campo de concentración ruso, tras lo cual se manifiesta de un modo evidente el estado de fragmentación existencial en el que vive el protagonista.

En la literatura contemporánea el efecto Doppelgänger suele presentarse en conexión con fórmulas tales como la auto-consciencia, el análisis deconstructivo o la oposición entre la ficción y la realidad. Son conocidas las íntimas conexiones que se dan entre el estilo auto-consciente y el uso del Doppelgänger por parte de algunas novelas experimentales, en las cuales incide además la dicotomía ficción-realidad, con lo cual estos recursos suelen rendir servicio a un propósito auto-crítico. Tales elementos se dan también en la narrativa de Vonnegut, siendo su novela Deadeye Dick buena prueba de ello. En esta obra, el personaje de Rudy Waltz narra los hechos de modo auto-consciente; el protagonista admite que está escribiendo la historia de su vida, entremezclando sus experiencias personales con recetas de cocina, dando lugar a un producto híbrido a medio camino entre una recopilación de memorias y una guía de consejos culinarios. Los diversos guisos, cuyos modos de preparación se describen, corresponden a los platos favoritos de Rudy en cada periodo concreto de su vida, dado que el narrador se propone una revisión pormenorizada de los hechos que generaron su otra identidad, la de “Deadeye Dick”. El protagonista se convertiría en un denostado proscrito social al ganarse, junto con tal apodo, el desprecio de la comunidad en la que residía, tras haber matado accidentalmente a una mujer embarazada mientras jugaba con el rifle de su padre. A raíz de ese desgraciado incidente, Rudy sufriría un trauma emocional que le crearía un inmenso complejo de culpabilidad, volviéndose extremadamente introvertido y llegando a confundir lo real con lo imaginado, precisamente para huir del horror que le infundía el recuerdo de aquella desafortunada acción. El personaje desarrolla así una evidente patología disociativa: “I have this trick for dealing with all my worst memories. I insist that they are plays. The characters are actors. Their speeches and movements are stylized, arch. I am in the presence of art” (Vonnegut, Deadeye Dick 83-84). También se producen desdoblamientos similares en personajes como Billy Pilgrim en Slaughterhouse-Five, o Malachi Constant en The Sirens of Titan, además de la duplicidad de caracterización dada en Cat’s Cradle. En este último caso, la interacción o influencia mutua entre el dictador “Papa” Monzano y el profeta Bokonon, mediante la aplicación práctica de la teoría denominada “Dynamic Tensión” -el aparente equilibrio necesario entre el bien y el mal-, acabaría por llevar a ambos a la auto-destrucción. En realidad, el supuesto balance de fuerzas no resulta ser más que un estado de esquizofrenia global, afectando en un contexto generalizado a toda la sociedad humana. Sin embargo, de entre todas sus obras, es Breakfast of Champions la que nos brinda el ejercicio de auto-consciencia más ambicioso de todos los llevados a cabo por Vonnegut. En ella, no sólo da a entender que está escribiendo una novela y que los personajes son creación suya, sino que él mismo llega a participar también en la trama como personaje. El personaje de Dwayne Hoover recibe la insalubre influencia de las ideas expuestas por Kilgore Trout -su Doppelgänger-, mientras que los dos se reflejan en el autor -el creador de ambos-, provocando en él una fuerte crisis personal.

Esto es posible debido a que entre el autor y ellos se dan considerables paralelismos, ya que por un lado Vonnegut participa de la inestabilidad psíquica de Dwayne, y por otro coincide con Trout en su profesión de escritor, habiendo utilizado además elementos de ciencia-ficción en sus obras, al igual que él. Además, se puede afirmar que Trout funciona correlativamente como el Doppelgänger del propio Vonnegut, representando aquello que incita el lado oscuro de su carácter. Tal perspectiva nos lleva a entender que el autor estaría, desde un principio, en lucha consigo mismo y Trout sería quien le inspira esas sensaciones tan radicalmente pesimistas y desesperanzadas, contribuyendo a los oscuros pensamientos que con frecuencia le embargan. Se nota la presencia de esa lucha en la doble interpretación que el autor ofrece de la relación triangular establecida entre él y los otros dos personajes, dando lugar a una confrontación entre un estado de ánimo optimista y otro dominado por lo negativo (Vonnegut, Breakfast 237).

Este tipo de relación Doppelgänger, manifestándose una misma personalidad en dos personajes diferentes y, a su vez, reflejándose con bastante exactitud en un tercero, se denomina la técnica Doppelgänger “de espejo”, confundiéndose el original y el reflejo dentro de la compleja relación establecida entre ellos. Tal procedimiento se relaciona además con las teorías de descomposición espectral de Jacques Lacan, sobre todo en lo concerniente a la dimensión del “otro” como objeto y su influencia sobre el “yo” como sujeto, que a su vez constituye la base psíquica del individuo. Existen indicios sobrados que inducen a pensar que Vonnegut está utilizando esta técnica en Breakfast of Champions, dado que se hacen constantes referencias a los espejos, llamándolos “leaks”, tal y como los denomina Kilgore Trout por el supuesto peligro que conllevan, que en realidad no es otro que el temor a reconocerse a sí mismo en ellos (Vonnegut, Breakfast 19).

Por otra parte, tengamos en cuenta las palabras del propio autor en otro momento de la obra, adoptando el mismo término que Trout para referirse a los espejos, con las mismas connotaciones de fuga o ruptura entre dos mundos y el temor a ser reconocido, todo ello en relación con la dualidad y la identidad oculta (Vonnegut, Breakfast 192-193). La alusión a otro universo conecta con la idea de una existencia alternativa, que puede corresponderse con el mundo real, extra-literario, y teniendo en cuenta precisamente la mecánica que se da entre ficción y realidad dentro de la novela, hemos de plantearnos cuál es el propósito detrás del experimento auto-consciente llevado a cabo por Vonnegut en Breakfast of Champions, así como la función del Doppelgänger en la misma. En este sentido, si consideramos a Kilgore Trout como el lado negativo de Vonnegut dentro de la obra, podemos comprobar cómo su intervención es aplicable tanto al componente ficticio como al real de la misma, incidiendo a la vez en el plano intra-textual y en el extra-textual. Así, Trout ejerce una influencia destructiva sobre Dwayne Hoover, infundiéndole un terror de carácter paranoico y forjando en él una personalidad nihilista, rasgos que a su vez el autor reconoce como característicos de su propia personalidad, y dado que el autor se corresponde con el mismo Vonnegut, la suposición lógica es que éste estaría cuestionando su valía artística como escritor en medio de esta dinámica, dadas sus tendencias marcadamente pesimistas. En su narración da a entender de un modo innegable que tiende a dejarse llevar por el fatalismo más extremo en su concepción de la existencia humana (Vonnegut, Breakfast 219-220). Esta sombría perspectiva, expresada incesantemente a lo largo y ancho de su producción literaria, resume de forma sucinta las ideas de Vonnegut en lo concerniente al mecanicismo alienante, el determinismo funesto y la inevitable degradación humana.

Teniendo en cuenta su expreso deseo de renovarse o renacer al final de Breakfast of Champions ( 218), se puede afirmar que el objetivo subyacente que persigue Vonnegut es el de someterse a sí mismo, y a todo su arte literario, a una depuración auto-consciente, ya que teme que su obra se entienda sólo desde el punto de vista negativo. El autor pretende que se perciba la verdadera esencia de su mensaje, que no es otra que la negación del conformismo y la lucha por cambiar la situación imperante, mediante el uso consciente de la capacidad volitiva individual en pleno compromiso con la humanidad. Una pugna similar es la que tiene lugar en todas las obras de Vonnegut, con mayor o menor fortuna para los personajes implicados, desde el momento en que éstos emprenden la búsqueda de un propósito para la existencia humana. Los problemas terminan complicándose aún más cuando dichos personajes escogen una alternativa errónea para dar significado a sus existencias, pues no en vano enuncia Vonnegut en la introducción de Mother Night: “We are what we pretend to be, so we must be careful about what we pretend to be” (Vonnegut, Mother 5). La diferencia esencial en Breakfast of Champions, con respecto a otras obras, es que el autor mismo adopta la categoría de personaje para intentar solventar o dilucidar ese eterno conflicto existencial que desde siempre se ha planteado el individuo. Consigue despojarse de las ideas negativas que le desviaban de su objetivo, gracias a que opta por un camino bien distinto al que elige Dwayne Hoover. El autor, en su rango de personaje, busca la iluminación a través de una consciente meditación reflexiva, tras inspirarse en las teorías anti-materialistas del pintor Rabo Karabekian. Dwayne Hoover, en cambio, sigue aferrado únicamente al valor material del universo, inspirado por las novelas de ciencia-ficción de Kilgore Trout, y su frustración le conduce a la locura. Esto se evidencia sobremanera cuando Dwayne acude a la convención artística, en su desesperada búsqueda de las supuestas verdades que podrían proporcionarle escritores como Trout (Vonnegut, Breakfast 195).

El error de apreciación que comete Dwayne consiste en que busca la verdad allí donde no la va a encontrar. En lugar de buscarla sólo fuera de sí mismo, tendría primero que mirar en su propio interior y hacer el mismo auto-análisis que se ha propuesto el autor, quien por otra parte, y con la ayuda de su personaje Rabo Karabekian, sí comienza a “ver la luz”. Vonnegut incluso juega literalmente con el concepto de “light” a lo largo de todo este proceso, y culmina la idea mediante las palabras utilizadas por Karabekian en su discurso. De este modo, el personaje de Karabekian no es otro que el “yo” positivo de Vonnegut, una especie de anti-Doppelgänger que clama serenidad y racionalidad, constituyendo la antítesis de Kilgore Trout y Dwayne Hoover. Esto resulta especialmente cierto al tratarse, igual que Vonnegut, de un artista incomprendido que no logra hacer llegar su mensaje a las masas, recibiendo honores por sus pinturas abstractas sin que nadie se percate del significado real de las mismas. (Vonnegut, Breakfast 221).

Es precisamente el elemento de “awareness” lo que busca despertar Vonnegut por medio de sus obras. Su objetivo no es otro que el de activar la plena capacidad consciente de cada individuo, para que así pueda buscar su propia verdad existencial y no relegarse a la misma condición aséptica e intrascendente que caracteriza a la materia inerte que le rodea. El gran enemigo de este factor iluminador e indispensable para lograr un estado de equilibrio interior lo constituye el auto-engaño, es decir, la facilidad con la que el ser humano inconscientemente niega las evidencias más obvias, bien por una auto-complaciente idea ilusoria o una simple y necia resistencia a afrontar la realidad. Vonnegut defiende una convicción a la que puede llegar todo ser humano mediante su capacidad de juicio reflexivo, valorando su existencia de un modo consciente, sin necesidad de verse constreñido por leyes materiales, al menos en lo que afecta a la vertiente espiritual de su vida. A través de esta auto-afirmación, se consolida también una identidad individual frente al anonimato impuesto por el universo, concentrándose en el objetivo esencial de existir y obrar con la mayor justicia posible, a la vez que se brinda un respeto hacia nuestros congéneres que, mutuamente correspondido, establece las bases para un ética social suficiente y satisfactoria.

Obviamente, para llegar a tales condiciones ideales, sería imprescindible despojarse de todo afán vanidoso y todo deseo material superfluo, algo muy difícil para la naturaleza humana en la práctica. De todos modos, para Vonnegut, la posibilidad existe y su viabilidad depende exclusivamente del ser humano, a pesar de sus evidentes inclinaciones negativas y la existencia de un destino azaroso y caótico. Así, tras cuestionar los posibles efectos de la narrativa sobre los lectores, plantea renovarse y predicar una adaptación consciente a lo que determine el caos (Vonnegut, Breakfast 209-210), aunque tal destino caótico no tiene por qué ser invariablemente negativo, sino que responde única y exclusivamente a la mecánica aleatoria del universo, dando lugar tanto a desgracias como a hechos afortunados. La misma casualidad es la que lleva al autor a encontrarse con Rabo Karabekian, un hecho “fortuito” que le cambiaría para siempre, pero que también deja lugar a que intervenga su libre albedrío, ya que es el autor quien opta voluntariamente por tomar ese camino (Vonnegut, Breakfast 218).

Incluso el nombre de la ciudad en la que se encuentran conlleva un simbolismo, denotando una situación indefinida, de clara medianía, que corresponde a una disyuntiva existencial y constituye una frontera o barrera que ha de traspasarse; Midland City equivale a una ambigua “tierra de nadie” o limbo fronterizo entre la realidad y las apariencias. Como dato anecdótico, aunque el autor utiliza una ciudad ficticia como ubicación geográfica, existen al menos dos localidades reales con ese nombre en el provinciano y simple “midwest” de los Estados Unidos, una de ellas en Michigan y otra en Ohio, apareciendo esta última en Deadeye Dick. Vonnegut a menudo emplea los habitantes de esa zona a modo de patrón representativo del norteamericano medio  en sus obras, constituyendo un estereotipo de ingenuidad. En el caso de la ciudad de Midland en Breakfast of Champions, sus habitantes son cautivos del engaño material al que les somete el entorno económico-industrial, a la vez que son culpables de dejarse dominar y de engañarse a sí mismos, creyendo que esa existencia artificial ha de ser la única fórmula viable para dirigir sus vidas. Lawrence Broer coincide con esta interpretación de las críticas vertidas por Vonnegut contra la sociedad materialista y deshumanizada en Breakfast of Champions, conectando el fenómeno del consumismo directamente con la dinámica del auto-engaño colectivo. En Midland, el defecto fundamental de cada individuo consiste en la facilidad con la que cede ante lo aparente, siendo susceptible de vivir pendiente de una fantasía antes que de una realidad; el ser humano se conforma con auto-engañarse a través de aquello que le conviene o quiere considerar como real por su mera apariencia, evitando la búsqueda de verdades auténticas.

En efecto, todos los personajes principales creados por Vonnegut incurren en ese error tan característico de los humanos que es el de atribuir a sus vidas el exclusivo propósito que cada uno de ellos desea, de manera particular y egoísta, sin tener en cuenta otros motivos ajenos a sus ambiciones personales. Cada uno se cree, de un modo u otro, el centro de su existencia, pretendiendo extender esa convicción más allá de su ámbito privado. De ahí que interpreten la realidad -las personas, los hechos y el universo entero- a su antojo, siguiendo únicamente criterios de conveniencia personal. Esto nos obliga a tener que re-interpretar las experiencias personales de los protagonistas que utiliza Vonnegut en su narrativa, sometiéndoles a un nuevo enfoque, partiendo del hecho de que obran equivocadamente. Así, Paul Proteus, instigado por las hazañas y aventuras heróicas que lee en las novelas, desarrolla la convicción de que puede liderar una revolución contra la oligarquía mecanicista, inconsciente de que, al haber sido la sociedad humana la culpable de propiciar tal situación, sólo ella misma en conjunto conseguiría imponer su voluntad sobre la mecanización deshumanizante e invertir el proceso, a través de la rebelión consciente de cada uno de los miembros del colectivo que la forman. En otras palabras, Paul comete un craso error al pretender sustituir una tiranía por otra, y concentrar en su persona la solución, cuando ésta afecta y concierne a un inmenso conglomerado de individuos que equivalen al mundo entero.

La misma actitud megalómana puede trasladarse a Eliot Rosewater, cuyas bien intencionadas acciones filantrópicas adquieren rasgos absolutistas y despóticos cuando enuncia el siguiente mandato, como máxima a seguir por los recién nacidos que bautiza: “God damn it, you’ve got to be kind.” (Vonnegut, God Bless You, Mr. Rosewater 93). De un modo idéntico a Dwayne Hoover, Eliot también se deja influir por la literatura fantástica, mostrando la misma debilidad por el género de ciencia-ficción, y muy particularmente la narrativa de Kilgore Trout (Vonnegut,God Bless 18). Eliot se deja arrastrar demasiado lejos por esa literatura, la cual no deja de ser mera fantasía pseudo-científica en su mayor parte. Acaba renunciando a su capacidad de opinión consciente, que le permitiría analizar la realidad de un modo racional y coherente. Precisamente será él quien contagie a Billy Pilgrim de la misma afición malsana por las novelas de Kilgore Trout, provocando una reacción similar en el protagonista de Slaughterhouse-Five, que a su vez desemboca también en un continuo proceso de auto-engaño. Así, tras haber sido una constante víctima del infortunio y la desgracia personal, Billy termina aceptando la visión tralfamadoriana del tiempo -un elemento recogido por él a partir de las obras de Trout- como explicación reconfortante para interpretar y sobrellevar su existencia. A esto han de sumarse, además, los evidentes trastornos psíquicos y emocionales sufridos por el personaje, los cuales facilitan que el auto-engaño se convierta en una firme convicción que esclavizaría su mente por completo. Por otro lado, aunque se han querido señalar coincidencias o paralelismos entre el autor y el personaje, podemos afirmar que Vonnegut no habla por boca de Billy, dado que existen por separado en la novela, al coincidir cara a cara en las letrinas del mismo campo de concentración durante un momento, además de que la narración se refiere constantemente a las ideas y opiniones del personaje por medio de insistentes puntualizaciones del tipo “he says” o “says Billy Pilgrim”, aclarando que el punto de vista es exclusivamente del personaje y dejando entrever que no resulta en absoluto fiable: “He has gone back through that door to find himself in 1963. He has seen his birth and death many times, he says, and pays random visits to all the events in between. He says.” (Vonnegut, Slaughterhouse-Five 23).

El mismo esquema de error perceptivo se repite en The Sirens of Titan, dado que Malachi Constant y Beatrice Rumfoord son presas de la inconsciente y necia convicción de que pueden dirigir sus vidas, y ser dueños de sus respectivos destinos, concentrándose exclusivamente en su propia conveniencia particular. Sin embargo, resulta aún mayor el auto-engaño sufrido por Winston Niles Rumfoord, al creer que el destino de esas dos personas, al igual que el de toda la humanidad, se encuentra en sus manos, en especial si se tiene en cuenta que Rumfoord sabe con certeza que él mismo no es más que una mera herramienta en manos de fuerzas superiores. Rumfoord, pues, simula vanidosa y cínicamente que es el amo de la situación, aún constándole que no es verdad, dado que su ofuscada arrogancia no le permite reconocer ese hecho. De todos modos, no se debe olvidar que la mayoría de los personajes mencionados suelen ser extremadamente solitarios y que este aspecto ha sido reconocido como la clave de la cuestión por el mismo Vonnegut en numerosas ocasiones. El problema esencial, de acuerdo con el autor, radicaría en la insoportable sensación de soledad e insignificancia que a menudo atormenta al ser humano, llegando a alterar su capacidad de buen juicio o criterio, al tener que desenvolverse en el seno de una sociedad masificada, consumista, insolidaria y carente de humanidad.

BIBLIOGRAFÍA:
-VONNEGUT, Kurt. Breakfast of Champions. New York: Dell Publishing Company, 1973.
-VONNEGUT, Kurt. Cat’s Cradle. New York: Dell Publishing Company, 1988.
-VONNEGUT, Kurt. Deadeye Dick. New York: Dell Publishing Company, 1985.
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