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La ficción como estrategia narrativa en la reconstrucción biográfica/autobiográfica. La novela de Perón, de Tomás Eloy Martinez.

por Pau Cerdá Navarro
Artículo publicado el 02/03/2003

La novela de Perón es el título de las páginas de Tomás Eloy Martinez. De entrada, en él subrayaría la importancia de la aparición de la palabra «novela» en el título mismo, al igual que al final del relato, en los «reconocimientos», en los que el autor reconoce sin ambages que ha decidido reconstruir la vida de Perón como una «novela». Aunque nos limitaremos de momento al título, pues es con lo que de entrada se topa el lector. Esta palabra, «novela», hace presuponer el lugar desde el que se debe realizar la lectura, el lugar de lo imaginario, aunque no se puede obviar la segunda parte del enunciado «Perón», un personaje histórico y real, por lo que el lector se predispone a comenzar una lectura en la que realizará alguna concesión a lo real, o por lo menos a lo verosímil, en tanto cuanto la figura de Perón existió, pero siempre desde un lugar de ficción, como ha indicado el autor, la novela. Literatura e historia se unirán pues, y se entremezclarán para narrar, para reconstruir la vida del General Perón, tomando como punto de partida, como centro y como punto de llegada, su dramática vuelta a Buenos Aires tras dieciocho años de exilio en Madrid.

1. FICCIONALIZACIÓN DE LAS MEMORIAS DE PERÓN
El general Perón intenta acometer sus memorias como una «res gestae». En su exilio intentará reordenar su vida, en un sentido público y en el sentido tradicional que señalaba Gusdorf para hacerse un tipo de propaganda póstuma en la posterioridad, evidentemente porque no quiere correr el riesgo de ser olvidado. Pero también para dejar constancia de una gran vida, como es la vida de un gran jefe de estado que sirva de ejemplo a generaciones futuras como el mismo reconoce al principio, y advierte que sus memorias servirán para que se adoctrine al vulgo con el ejemplo. Él es un crisol de razas, como la Argentina, y por tanto la identidad entre ambos y el fruto que se puede extraer de su experiencia es indiscutible.

Así pues en su figura, o mejor dicho en la reconstrucción de la misma no puede permitirse el más mínimo fallo. Memorias y recuerdos competirán, como dice Gusdorf, para celebrar la clarividencia y la habilidad de un hombre que jamás se ha equivocado, y el mismo Perón confirma a lo largo del libro en sucesivas reflexiones,
No puedo dudar, se imaginan a Dios dudando. Si dudará, aunque fuese un instante desapareceríamos. No se publiquen mis vacilaciones, archívenlas, que no las conozca mi enemigo.

Este tipo de autobiografías, ahondando de nuevo en la distinción que establecía Gusdorf, se limitan al sector público de la existencia del personaje en cuestión. El mismo López Rega advierte al lector y alumbra el camino que va seguir el relato de la vida de Perón. Se ha de dar la sensación de que Perón no pierde el tiempo en cosas reservadas a los mortales, a la cotidianeidad, ya que ello lo alejaría de la inmortalidad y de la perfección en que se le está intentando instalar. Su secretario personal insiste en que sus memorias deben ser menos íntimas, más históricas y poner un poco de mármol como en las grandes estatuas. Pero aquí sobreviene el primer problema, ya que el historiador considera este tipo de autobiografías como una revancha sobre la historia, y el mismo Perón y su secretario lo reconocen así en multitud de ocasiones.

Lo único que ha sentido con cierta nitidez es el miedo (…) miedo a la historia. Ha sufrido pensando que la historia contará a su manera lo que él calló. Que vendrán otros a inventarle una vida. Ha temido que la historia mienta cuando hable de Perón, o que descubra; la vida de Perón le ha mentido a la historia.

Será por tanto a partir de estas reflexiones que las memorias de Perón empezarán a debilitarse y alejarse de su propósito inicial, puramente histórico, público, y a entrar en el terreno de la ficción como modo de vencer en un futuro a la historia. Ya se encargará ella de contradecir sus memorias, él ahora debe encontrar un modo de volver su figura eterna y el modo de conseguirlo es la ficción, los olvidos deliberados. La historia circunscribe y la literatura eterniza, o la historia es incapaz, como diría Borges, de eternizar un instante, una vida. En una conversación entre Tomás Eloy Martinez y el general reflejada en las páginas del libro, el autor busca la verdadera y única versión de unos acontecimientos de un determinado período de su vida (1930). A lo que Perón le responde que si ha sido protagonista de la historia una y otra vez ha sido porque se contradice continuamente, cuantas más leyendas circulen alrededor de su vida mejor, tanto más rico será y más armas tendrá para defenderse. Perón desea gobernar a la historia, ya no busca una estatua sino coger por el culo a la historia.

Poco a poco empieza a producirse la inevitable ficcionalización del personaje, aquel cuerpo, el del general Perón va entrando lentamente en los gestos que ha fabricado para su personaje. Empieza a excusar sus olvidos y a verse reflejado en el espejo de sus reflexiones más íntimas. Ya no importa la memoria exacta de las cosas, sino lo que se aprovecha de ellas. Un hombre no debería ser lo que recuerda sino su olvido. Seamos piadosos con la memoria, le dice en un momento de la historia Perón a López Rega, cuando no le conviene recordar un hecho, no la asustemos concluye. El General empieza a construir unas memorias deliberadamente mediatizadas y, (por ejemplo por la limpieza que efectuaba López Rega de todo aquello que pudiera empañarlas) asentadas sobre numerosas mentiras aunque para él constituyen verdades como dice el teniente coronel Maidana,

Nada de eso ocurrió, dijo Maidana. Y sin embargo, Perón no mintió al contar esas historias. Eran mentiras, sí, pero las contó tantas veces que terminó creyéndoselas.

Pero ¿qué es verdad y qué es mentira? El mismo Perón teoriza abundantemente sobre ello y se queja de los hombres, y por ende de la historia y su obsesión por buscar una única verdad, por buscar incansablemente la objetividad, cuando en realidad no hay dos verdades iguales,

Esa pasión de los hombres por la verdad me ha parecido siempre insensata. En esta orilla del río están los hechos, tal como yo los veo. En la otro orilla tal como yo los siento.

Pero a veces se arrepiente y lamenta no haberle ordenado a López lo que debiera haber escrito en realidad, las memorias verdaderas, olvidándose por un momento de las Memorias oficiales. Las memorias de Perón devienen así pura ficción, a duras penas le abrigan cuando se las echa contra el pecho, sólo la verdad y la realidad abrigan, la ficción le deja a uno a la intemperie, abierto a múltiples interpretaciones, dueño de las ficciones que ha inventado para su vida. Estaríamos asistiendo pues a esa idea del yo, de historia de identidad que forjaba Borges y que más que asentar los hechos autobiográficos, lo que hace es desviarlos hacia la inevitable ficción.

2. FICCIONALIZACIÓN DE LA FIGURA DE PERÓN EN LA NOVELA DE PERÓN
Pero la ficcionalización de la figura de Perón no solo acontece en sus memorias, sino también en el relato de Eloy Martinez, empezando por el título al que ya hemos aludido al principio. El relato de la vida de Perón se convierte para Tomás Eloy Martinez en un auténtico zigzag, tanto por la complejidad del personaje como por la multitud de versiones y posturas enfrentadas que existen en torno a él, de hecho el mismo acontecimiento que elige para hacer girar en torno a él su novela es prueba de ello. La matanza que tiene lugar en el aeropuerto de Ezeiza viene a significar las contradicciones respecto a la figura de Perón que existen y la dificultad de conjugarlas en una biografía única y verdadera. El libro de Tomás Eloy se convierte así en un auténtico ojo de mosca como escenifica el epígrafe de un capítulo y el relato de la vida de Perón empieza a ficcionalizarse, a deshacerse en las manos de Tomás en cuatro mil historias diferentes, en cuatro mil verdades todas ellas verdaderas y todas ellas mentira, en fin todas ellas interpretables, en multitud de testimonios cruzados ( el relato lineal de Zamora, las mismas conversaciones del autor con el General, las conversaciones del autor con Zamora, relatos de odio, otros de pasión.) Asistimos por tanto a la ficcionalización de la figura de Perón debido básicamente a lo siguiente:

La construcción de una vida mediante fragmentos produce una ficción. Desde esta fragmentariedad se pierde la linealidad, la sucesión real de los acontecimientos, y se entra en la ilusión de un tiempo múltiple, en la ficción. El yo entendido como vacío, según Borges, se va rellenando con las diferentes versiones que se aportan, en este caso, del yo del General, con el tránsito continuo del presente al futuro, del futuro al pasado. La multiplicidad de los testimonios que se dan en la novela y, la multiplicidad de diferentes tiempos cruzándose incesantemente, hacen de la novela de Perón, un auténtico jardín de senderos que se bifurcan, una infinita red creciente y vertiginosa de fragmentos y tiempos divergentes, convergentes y paralelos que crean la ilusión de lo real, pero que sin embargo configuran una ficción.

Todas las contradicciones (testimonios) puestas en juego por Tomás Eloy Martinez acerca de la vida de Perón y de su figura contribuyen de un modo decisivo por tanto a la creación de una leyenda, de un mito, de una ficción y de su perduración en la memoria de los hombres que es al fin y al cabo lo que pretendía el General con esas ausencias que conscientemente omitía, el constante posicionamiento del lector y obligar a la constante hermenéutica de su figura.

Pau Cerdá Navarro
Valencia. 1999

 

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