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La gracia erótica, o la carne como clave en la poesía de Leonard Cohen.

por Luis Aranguiz-Kahn
Artículo publicado el 09/03/2015

Leonard Cohen (1934) es un cantautor judío canadiense reconocido internacionalmente. Quizá a muchos les suene conocido por su canción “Hallelujah”, que es parte de la banda sonora de la primera película Shrek. Sin embargo, Cohen tiene otra faceta artística que partió mucho antes que la musical y que, aunque al parecer no goza de la misma popularidad, es parte fundamental de su obra: la poesía. En toda su actividad se puede observar un dialogo marcado con el judaísmo y la cultura contemporánea. ¿Cómo se dan estos nexos? Y por otra parte ¿cómo podríamos describir inicialmente su particular punto de vista?

A los 22 años publicó su primer poemario, Let us compare mythologies (1956) y en 1961, con más éxito, publicó un segundo titulado The Spice-box of Earth (en adelante, TSBE), traducido al español como La caja de especias de la tierra[1]. Posteriormente ha continuado escribiendo narrativa y poesía. Cohen ha sido descrito como místico, profano, obsceno. El propósito de las siguientes líneas es ofrecer una lectura de TSBE que permita entender por qué esos calificativos, qué es lo que hace especial su trabajo, y que a la vez sirva como una modesta puerta de entrada, entre tantas otras, a la poética de Cohen.

Consideraciones sobre el contexto
Antes de entrar en sus poemas, revisaremos brevemente algunas cuestiones de contexto que permitirán entender de modo más amplio a TSBE tanto entre el conjunto de obras de Cohen como en su ambiente de producción.

De acuerdo a Shoshana Dayan (1997), el contexto cultural en que crece Cohen está poblado por los miedos y la negatividad que dejó la segunda guerra mundial a la generación de los ’50. Junto con estos rasgos, la obra de Cohen estará poblada por la sombra del antisemitismo que dicha guerra generó. En efecto, el poemario Flowers for Hitler (1964) es una muestra de ello, y en TSBE el poema “el genio” hace alusión a una identificación del hablante lírico con judíos en campos de concentración. Además, conviene señalar el aspecto específicamente judío de Cohen y su obra. Dayan explica que en la Montreal de sus días, los judíos gozaban de libertades y cambios que conducían a mayor prosperidad. En ese contexto es que Cohen vive su judaísmo.

Dayan ha identificado en la obra de Cohen tres grandes etapas. En la primera de ellas se observa una conexión positiva con el judaísmo. Es a este segmento al que pertenece TSBE. La segunda etapa es más cercana a problemáticas de orden político, y su conexión con el judaísmo tiene que ver más bien con las catástrofes históricas. Es aquí donde podríamos ubicar, por ejemplo, a Flowers for Hitler. La última etapa enfocó el judaísmo de manera diferente: hay una devoción hacia las figuras proféticas de la Biblia, y Cohen mismo se dejaría mostrar como una figura profética moderna. Dos libros representativos pueden ser Parasites of Heaven (1982) y The Book of Mercy (1984). Este último especialmente es una muestra de su escritura como figura profética, ya que es fruto de una reflexión iniciada a partir de un viaje a Francia, e influida por las lecturas del poeta místico Kabir junto con los Salmos de David. En palabras de Leonard: “El “Libro de la Misericordia” es un pequeño libro de oración que es valioso solo para alguien que lo necesita en el momento”[2]. Es un texto que, podría pensarse, pretende mostrar un camino de búsqueda espiritual. Un dato biográfico no menor es que, aunque su raíz religiosa es judía, ha sido muy cercano al Budismo.

Dios, el sexo y la gloria
Dios, el sexo y la gloria son tres conceptos que aparecen interconectados no solo en TSBE, sino en distintos momentos de la producción poética de Cohen. Por ejemplo, Desmond Pacey, al hablar sobre la novela Beautiful Losers (1966), señala que los nexos entre el sexo y lo sagrado que Cohen crea son anteriores a ella, localizándolo precisamente en sus primeros dos poemarios: “Para Cohen, el estado de satisfacción sexual es virtualmente sinónimo del estado de gracia: el amante satisfecho se siente a sí mismo como parte de una armonía universal”[3].

De entre los más de 50 poemas que el libro contiene, uno de los que parece aunar de modo más omniabarcante los tópicos del libro es “Canción”. A partir de él, esbozaremos algunas claves de lectura.

Canción

Cuando sufro el azote de la codicia
Entonces acudo a mis libros
Y leo lo que los hombres han escrito
Sobre la carne prohibida pero bella.

Pero en esas santas historias
De pecho y de muslo brillante
De santidad y de sus glorias
¡Ay! Yo no encuentro la paz

En cada cuerpo extraño
Que desprecia el hombre santo
Yo me detengo oh Dios me detengo
Mi corazón está lleno de manchas.

Y derribando los santos volúmenes
Dirijo mis ojos hacia
Las desnudas muchachas que con peines de plata
Peinan su pelo

Entonces cada pena que los ermitaños cantan
Sale disparada como un chispazo
Vivo con el anillo mortal
De la carne sobre la carne en la oscuridad.

Este poema es un recorrido de vivencias. Su punto de partida es una experiencia particular. El hablante señala que sufre “el azote de la codicia”, y su reacción ante esto es acudir a sus libros para leer lo que los hombres han escrito sobre “la carne prohibida pero bella”. Sin embargo, pronto nos informa que en esas “santas historias” “de santidad y sus glorias” no ha encontrado la paz. En efecto, en la medida en que las lee, no puede sino detenerse ante los cuerpos extraños –presumiblemente femeninos y atractivos- que desprecia el hombre santo, probablemente una forma de referirse a los protagonistas de las historias. Entonces declara: “Mi corazón está lleno de manchas”. El hablante no soporta el peso del azote, derriba los santos volúmenes y pone su mirada sobre las muchachas desnudas. La última estrofa es la culminación de esta lucha infructuosa contra la codicia: en la oscuridad, del anillo mortal de la carne sobre la carne, sale disparada como un chispazo, la pena que los ermitaños cantan.

La tensión del hombre: la carne contra lo santo
La primera estrofa inicia evidenciando una aparente tensión entre la codicia, entendida como atracción sexual, y la lectura de los textos sagrados. El énfasis que el hablante le da al contenido de las historias, a su vez, parece contener otra tensión: la de los hombres de pecho y muslo brillante –descripción que parece hablarnos de guerreros- que, a su vez, por su santidad y la gloria de la misma, desprecian la atracción sexual que producen las muchachas de las historias. Así entendido, parece ser que Cohen, de uno u otro modo, podría estar haciendo un intertexto con narraciones del Tanaj[4]. Dos momentos que tratan el tema de la atracción sexual podrían ser, por una parte la experiencia del juez Sansón, cuya debilidad frente a la seducción de la filistea Dalila lo lleva a la muerte (Jueces 13-16); y la experiencia del Rey David, que desea a Betsabé mirándola desde su palacio, a la que finalmente desposa luego de asegurar la muerte de su esposo (en 2da de Samuel 11). Esto no es novedoso, sobre todo considerando que el relato de su famosa canción “Hallelujah”, remite a este último episodio explícitamente. Ahora bien, de acuerdo al perfil que el hablante de Cohen busca construir del héroe santo, quizá sería más adecuada la experiencia de José, hijo de Jacob, que a pesar de ser tentado por la esposa de su amo egipcio, se negó a ella (Génesis 39).

La cuestión de la santidad y la gloria aparece a lo largo de todo el libro. Por ejemplo, en uno de los primeros poemas, “Las flores que dejé en la tierra” (17), dice:

Mi cuerpo, en una ocasión tan familiar con la gloria,
mi cuerpo se ha convertido en un museo:
esta parte porque recuerda la boca de alguien,
ésta una mano,
ésta humedad, ésta calor.

Puede notarse una extraña conjunción entre la gloria, que remite a lo santo, y el cuerpo, que remitiría a la sexualidad carnal. Esta relación de familiaridad entre la gloria y el sexo es la síntesis que vencería la interpretación tradicional, religiosa, de la experiencia del sexo.

La primera tensión es la del lector carnal frente al texto sagrado. La segunda, la del héroe del texto frente a la tentación carnal. El lector trata de encontrar en la figura del héroe un ejemplo para vencer el azote de codicia. Sin embargo, en la tercera estrofa de “Canción” el hablante nos dice que se detiene frente a los cuerpos que ha despreciado el hombre santo. Es vencido por el azote. Los libros y sus historias no fueron suficientes. Entonces, o son innecesarios, o se los puede leer de otra manera. Cohen y su hablante optarán por esta segunda opción.

Una síntesis: la gloria divina de la carne

El poema “El sacerdote dice adiós” (91) inicia diciendo:

Amor mío, la canción aún no está cantada
cuando con tus labios la separas de mi lengua;
tampoco tú puedes alcanzar esta firme y erótica bendición
ni impedir que caiga en la vulgaridad.

La canción no ha sido cantada, ha sido separada de la lengua del cantante por los labios de una mujer. Lo interesante de este fragmento es que se la llama “firme y erótica bendición” –en inglés erotic grace-. El poema culmina:

Eres bonita. Cantaré junto
A los ríos en los que los anhelosos hebreos gritaron.
En distintos exilios podemos aprender
Como arden los arboles del desierto y se queman las ramas.

En algunas encrucijadas conquistaremos
La cosecha de nuestra disciplina.
Carne hinchada, mentes alimentadas en el desierto.
¡Oh qué llamarada de amor hostiga nuestros cuerpos!

El fin de la pieza es una promesa. La canción será cantada. No obstante, no cerca de la amada. La separación, o el exilio, es la condición para que la canción sea entonada. Tal como el desierto fue una prueba divina para los Hebreos[5], así mismo parece ser que el hablante ve como prueba divina la lejanía de su amada, éste es su desierto. Del mismo modo que los Hebreos, él es un caminante que transita hacia una tierra prometida en que ha de conquistar la disciplina sobre su cuerpo hostigado por el amor, y así vencer el azote de codicia.

En el poema “Credo” (65), el hablante habla con anterioridad al Éxodo. Una lectura atenta nos indica que se refiere puntualmente a las plagas desatadas por Dios en Egipto. En este contexto, relata un romance y la decisión que debe tomar:

Tuve dos pensamientos:
Dejar a mi amor
Y unirme a su vagar,
Unirme a su santidad;
O llevar a mi amor
a la ciudad que ellos habían dejado.
Ese pobre mundo
de carne afligida en llaga
y campos putrefactos
no podía tentarnos

El hablante está dividido entre unirse a aquellos que huyen gracias a la catástrofe –los hebreos- o, por otra parte, ir con su amor a la ciudad abandonada. Sin embargo, ¿qué razón existe para afirmar que unirse a su huida es unirse a su santidad? O más bien, ¿estamos frente a la idea de la santidad del pueblo liberado? Si es así, el hablante evidencia un dilema personal que consiste, por una parte, en ir con los suyos, y por otra, volver a la ciudad egipcia –aunque finalmente tampoco se siente atraído por esta opción-. En este sentido, el hecho de no concretar lo uno ni lo otro deja entrever una solución diferente: para él, lo importante es estar con su amada.

La apuesta en común de estos dos poemas es su nexo con la historia judeo bíblica del Éxodo, específicamente con su situación previa y posterior. Esto es: con la esclavitud y la libertad. En “credo” no opta ni por volver a la ciudad ni por ir con su pueblo. En “El sacerdote”, en cambio, nos muestra cual es el resultado de escoger la libertad de su pueblo. Su lucha contra la carne, sin embargo, fracasa. Canta el poema “Canción” en soledad, se refugia en los libros, pero aun así no puede evitar contemplar la carne prohibida pero bella. Ve los cuerpos que vieron los héroes del relato. No es el héroe de pecho y muslo brillante; él está sumido en la oscuridad. No tiene frente a sí a esos cuerpos. Los ve a través del relato. Sus penas, las de su soledad ante el amor y la carne presumiblemente, salen disparadas como un chispazo. Vive el anillo mortal de la carne sobre la carne en su oscuridad. No ha logrado la disciplina. No ha vencido el azote. Ha cantado la canción de erótica gracia. Ha imaginado. Se masturbó. Eyaculó.

 

La gloria de la carne
La santidad y el sexo no son opuestas. Tampoco son complementarias. Son dos vías diferentes que conducen a un mismo destino. El sexo conduce a la gloria del mismo modo que la santidad. Es así como Cohen se acerca y aleja de su tradición de fe. Cohen busca en el relato bíblico pero no para la santidad.

Si la gloria de la santidad se alcanza con disciplina, y es finalmente la cercanía con Dios, ¿cuál es la gloria del cuerpo-carne? ¿En qué consiste esta bendición erótica? La respuesta a esto es, probablemente, un contrapunto con la propia búsqueda religiosa. TSBE es un poemario que compendia amantes, amores, instantes amorosos. En suma, es una colección de distintos momentos que remiten a un solo gran acontecimiento: el encuentro de dos cuerpos atraídos el uno al otro, la unión de dos carnes hostigadas por una llama de amor. En otras palabras: la gloria de la carne es la trascendencia oculta en el instante del encuentro.

 

Bibliografía citada
Cohen, Leonard. La Caja de Especias de la Tierra. Madrid: Visor, 1999.
Dayan, Shoshana. Poets and the Canadian Jewish Community: Three portraits. 2000. Tesis de Master of Arts presentada al Departament of Religious Studies de The University of British Columbia.
Pacey, Desmond. “The phenomenon of Leonard Cohen”. En Canadian Literature, Otoño 1967, N° 34, pp. 5-23
Sward, Robert. “Leonard Cohen”, entrevista. Montreal, 1984. http://www.leonardcohenfiles.com/sward.html

[1] Las traducciones de poemas que utilizaremos en lo sucesivo corresponden a: Cohen, Leonard. La caja de especias de la tierra. Ed. Bilingüe, trad. Alberto Manzano. Visor, Madrid: 1999.
[2] “»Book of Mercy» is a little book of prayer that is only valuable to someone who needs it at the time”, en: http://www.leonardcohenfiles.com/sward.html
[3] “For Cohen, the state of sexual fulfillment is virtually synonymous with the state of grace: the fulfilled lover feel himself to be a part of a universal harmony”
[4] Tanaj se le llama al conjunto de textos que componen la Biblia hebrea. Su equivalente sería el Antiguo Testamento protestante –ya que el Católico Romano tiene añadidos libros que la fe judía no considera parte del compendio, llamados ‘deuterocanonicos’ por la tradición protestante-.
[5] De acuerdo al relato, luego de ser liberados por Dios de la esclavitud egipcia, los Hebreos transitaron por el desierto 40 años guiados por su líder Moisés. A su vez, etimológicamente “Hebreo” podría traducirse como “el que pasa” o “el que migra”.
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Un comentario

Excelente ensayo nos acerca de forma critica a la poesia de Cohen.

Por maria libia restrepo betancur el día 23/03/2020 a las 19:19. Responder #

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Requerido.

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