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La libertad como fuerza vital y otros puntos de encuentro entre la Carmen de Mérimée y la Carmen de Bizet.

por Lirian Astrid Ciro
Artículo publicado el 14/04/2017

Resumen
En este texto se presenta una lectura contrastiva entre el libro de Prosper Mérimée y la ópera de Bizet, teniendo como eje el sema de la libertad y otros puntos de encuentro y desencuentro de estas dos versiones sobre la magia de una mujer gitana. Se parte de que tanto en la ópera como en el libro se resalta la figura de Carmen, quien elige ser libre por encima de todo, de esta manera, no queda duda de que en ella la libertad es una fuerza vital.

La Carmen de Mérimée es explosión de sensualidad, perdición, fuerza vital, amada y odiada al mismo tiempo; de ahí que se le pueda aplicar la definición que Cirlot hace de la mujer como símbolo: “aparece esencialmente en tres aspectos: como sirena, lamia o ser monstruoso que encanta, divierte y aleja de la evolución; como madre, o Magna Mater (patria, ciudad, naturaleza), relacionándose también con el aspecto informe de las aguas y del inconsciente; y como doncella desconocida, amada o ánima en la psicología junguiana” (1982: 313).

Carmen, en sí misma, es musicalidad, es flamenco, es sabor a España, tanto en la novela como en la ópera; respecto a esta última Vera (2007) la describe de la siguiente manera:

su apariencia era brillante. Llena de confianza apareció en un vestido negro con la falda en diferentes niveles. De decoración un abanico y una toquilla de encaje. Pareció como si se moviera por Sevilla y sus alrededores sobre el ritmo de la música dramática, intensa, y apasionante. Su juego de amor con los caballeros y con Don José, que estaba tan enamorado de ella, era un juego de energía, resonando la música. Su actuación me cogió el corazón desde el principio. Carmen, la música, el ambiente, el amor y la pasión formaron todos juntos la perfecta representación de España…” (1) (Vera, 2007: 1)

En la ópera, Carmen es tachada por el mismo teniente Zúñiga como la peste, este apelativo ya la enmarca en el mismo sema de la perdición, sema que el militar lamenta: “es una lástima porque es guapa” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-). A pesar de esto, en la ópera Carmen resalta entre las mujeres, su vestido rojo la hace relucir, representa a la pasión, a los deseos de todos los que la miran. En el libro ocurre lo mismo, su carácter alegre y coqueto es descrito por Don José:

[Carmen] Llevaba una falta roja muy corta que dejaba ver unas medias de seda blanca con más de una agujero y lindos zapatos de marroquín rojo atados con cintas de color de fuego. Apartaba la mantilla para dejar al descubierto los hombros y el ramo de acacia que le salía de la blusa. Llevaba también otra flor de acacia entre los labios y andaba contoneándose como una potranca de los potreros de Córdoba (Mérimée, 1995, 35).

En contraposición a esa figura plena de musicalidad y sensualidad aparece Don José, quien se presenta como su “polo opuesto”, este “proviene de las frías brumas del norte, es por naturaleza respetuoso de la ley y el orden, mantiene hasta el final la piedad (“Me gustaría que me trajeran un confesor vasco”) y el decoro. Pero es también conservador y un tanto mojigato…” (Barrera, 1995, 51), no obstante, y precisamente por ser polos opuestos, se atraen, Carmen lo seduce “con su erizada independencia, su apasionada búsqueda de la libertad y su soterrado optimismo. Y, más allá de esto, su simple y extraña honradez [así] la gran astucia de Mérimée es colocar a ese ser extraordinario junto al también honrado pero enceguecido José…” (De la Torre, en línea, 6); respecto a esto, Rodríguez asevera que “la trama está basada en el contraste que existe entre la rigidez de la institución militar y el espíritu libre de los gitanos, lo cual, por supuesto, sólo puede acabar en tragedia…” (Rodríguez, 2007, en línea).

En todas las citas enunciadas, el personaje de Don José se presenta en el medio de dos opciones contrapuestas: la locura de la libertad y la pasión, representada por Carmen, y sus valores y la fortaleza de su tierra; en dicho personaje se hace evidente la dialéctica entre el bien y el mal, entre el norte (su tierra) y el sur (Andalucía), dialéctica que termina por abrumarlo y lo lleva a perder el rumbo de su existencia.

La dualidad Carmen – Don José es evidente en el sema de la libertad: Carmen es su viva imagen, mientras que don José es más conservador: “aún su deseo de huir a América puede ser visto como un ansia de posesión. La libertad es algo que Don José no parece entender y que resulta en el final cruel de Carmen…” (Vera, 2007: 31)

Don José se halla atrapado en medio de dos culturas y de su pasión por Carmen, una mujer que es toda fascinación: “hay algo de terrible en su condición [la de Carmen], porque pese a su libertad y a su destacada sensualidad, su relación con los hombres parece destinada únicamente a la pasión, sin visos de poder disfrutar, nunca, de una relación verdaderamente amorosa…” (Sobre “Carmen”, en línea), y Don José cae en ese laberinto de perdición de Carmen y queda atrapado en él, pues

en un momento tiene que elegir entre dos formas diferentes de vivir, o sea entre la libertad y la vida en el orden. Por añadir el personaje de Micaela [en lo respecta a la ópera], el contraste entre la actitud noble y decente frente a la actitud provocante de Carmen es más fuerte. Además fortalece la dualidad de Don José al tener que elegir entre una vida ordenada con los soldados o con Micaela, como lo quiere su madre, o la vida que le ofrece Carmen que es venturosa y peligrosa. Las conversaciones que tiene con Micaela sustituyen su propia narración de la novela. En la ópera obtenemos una idea de lo que significa su cultura para él por medio de las conversaciones con Micaela. En primer instante extraña a su madre, que representa sus raíces: en su calidad de mujer simboliza la patria del País Vasco. Cuando Micaela le encuentra por segunda vez, le dice que su madre está muriéndose. Lo que Micaela realmente exige de él es que vuelva a su patria para volver a encontrar sus valores antiguos. Y su intento tiene éxito, porque cuandEn mi tierra, una mujer vestidao Don José vuelve a buscar a Carmen después de haber estado en Navarra para visitar a su madre, le ofrece una nueva vida, lejos del lugar donde se encuentran ahora… (Vera, 2007: 40)

Respecto al personaje de Micaela, entra a reforzar en la ópera la visión de mujer fatal de Carmen, quien es seducción y magia y encuentra en Micaela su contraparte (2): ella es inocencia, la mensajera de la madre para Don José, el vínculo con el lugar de origen, con la inocencia; por su parte, Carmen encarna la perdición, en el libro de Mérimée Carmen emplea el dialecto de Don José para embrujarlo (3), aprovecha la nostalgia por el pueblo para seducirlo, en la ópera es Micaela la que se vale de esto, pero es Carmen con su hechizo la que logra atrapar a Don José.

En la ópera, Don José tilda a Carmen de hechicera, Micaela representa la mujer ideal buscada, Carmen es la mujer fatal, la perdición. Micaela es la inocencia encarnada en el beso que le da a don José, un beso que no es suyo, un recado materno que plasma en la frente de su amado con evidente timidez; Don José siente nostalgia por su pueblo, por su pasado, representado en la madre, en Micaela; pero por Carmen pronto olvida todo. Incluso olvida su “supuesto” amor por Micaela y cuando sale de la cárcel le dice a Carmen que “ninguna mujer antes que tú había turbado tan profundamente mi alma” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), también le expresa que el tiempo que pasó recluido la amó y la odió, que lo único que lo mantuvo fue la esperanza de volver a verla, representada en la flor marchita de embrujo que siempre mantuvo su aroma. Se reitera la fuerza de hechicera de Carmen: “sólo bastó que aparecieras y con una sola mirada te apoderaste de todo mi ser” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-).

Tanto en la obra como en la novela, Carmen es fuerza, es violencia, violencia de sentimiento, violencia física, eso desencadena todo: la pelea de Carmen con la otra cigarrera es el pretexto para el amor, para el encuentro condenado de Carmen y Don José. Encuentro que se da, a pesar de la mala predisposición de Don José frente a las mujeres como Carmen; pues en la ópera, en un primer momento, Don José expresa su desprecio por las cigarreras, asevera que son “muchachas frívolas”, desprecia sus “miradas descaradas”, su “expresión coqueta” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), aquí se está refiriendo también a Carmen, y reafirma su sentimiento hacia Micaela, exaltando a esta por encima de las otras, dándole rasgos de pureza, este mismo sentimiento se evidencia en el texto de Mérimée:

En mi tierra, una mujer vestida de aquel modo habría hecho que todo el mundo se santiguara; pero en Sevilla todos les decían audaces piropos a sus encantos; ella contestaba a cada uno entornando los ojos, con la mano en la cadera y el descaro de la auténtica gitana que era. Al principio no me gustó y proseguí mi tarea. Pero ella, según es costumbre de mujeres y de gatos, que no acuden si se los llama pero que acuden sin ser llamados, se paró ante mí y me dirigió la palabra… (Mérimée, 1995, 35).

A pesar de ello, él se deja llevar por su encanto y Micaela es opacada por la fuerza de ese demonio de mujer llamado Carmen.

Por otra parte, en la ópera, Don José busca a Carmen después de que sale de la cárcel, ella es la mujer a la llegan los hombres, mientras que Micaela es la que busca a Don José, aquí se aplica la sentencia de Carmen: “El amor es hijo de gitanos, jamás conoció ninguna ley: si no me amas, yo te amo. Si me amas ¡ten cuidado!” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), sentencia que canta a un amor esquivo y que termina por condenar a Don José.

Desde un primer momento Carmen le advierte a Don José de lo malsana que puede ser, pero él cae bajo el hechizo de la flor, bajo la magia del demonio de Carmen. Así Don José inicialmente rehúsa a Carmen, pero luego cae en sus redes, la sentencia respecto al amor se ha cumplido: “crees atraparlo y te esquiva, lo esquivas y te atrapará” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-).

En el libro la alusión de que el amor de Don José es producto de un hechizo es más sutil, el lector lo intuye solamente, en la ópera Carmen hace esto palpable, lo reta y le dice que él la ama, que la flor que le ha tirado era la flor de la hechicera, el hechizo de amor está explícito. De esta manera, valga resaltar, una diferencia entre la ópera y el libro: en la ópera Don José no cae en los brazos de Carmen porque ella le hable en su vasco natal sino porque lo embruja con una flor y promete amarlo; ese aspecto del idioma es vital, pues en Carmen –en lo que respecta a la novela–, por un instante, parece estar presente también Micaela:

“– Laguna ene bihotsarena, compañero de mi alma – me dijo de repente -, ¿no es usted mi tierra?
Nuestra lengua, señor, es tan hermosa, que cuando la escuchamos en tierra extraña nos hace estremecer… Me gustaría que me trajeran un confesor vasco – agregó el bandido en voz más baja. […]
– Compadre, amigo, ¿no hará usted nada por una paisana?” (Mérimée: 1995, 39 – 40)

Este hechizo don José lo compara con la embriaguez:

cuando habló le creí: era algo más fuerte que yo. Trituraba el vascuence y sin embargo la creí navarra. Los ojos, la boca y la tez me decían que era gitana, pero yo estaba loco y ya no me fijaba en nada. Me dije que si a cualquiera se le hubiera ocurrido hablar mal de mi tierra, yo le habría cortado la cara lo mismo que ella acababa de hacer con su compañera. En fin, estaba como borracho… (Mérimée, 1995: 40).

Borracho no, embrujado, la gitana está ligada con la magia y la idea de predestinación también se hace presente en el libro, Carmen señala, ya al final, cuando Don José le dice que “estoy harto de matar a tus amantes. Te mataré a ti…” (Mérimée, 1995, 74), con cierta resignación: “siempre pensé que me matarías. La primera vez que te vi acababa de cruzarme con un cura en la puerta de mi casa. Y esta noche, al salir de Córdoba, ¿no te fijaste? Una liebre atravesó el camino entre las patas de tu caballo. Está escrito…” (Mérimée, 1995, 74), en la ópera son las cartas las que le revelan su trágico destino.

Otra diferencia tiene que ver con la aparición del torero ─que en la novela es un picador─, Lucas, en el libro, aparece al final, en la ópera Escamillo está desde el segundo acto y es decisivo en la trama. Escamillo es diferente a Don José, aunque en el fondo tiene el mismo sentir, él mismo expresa que se identifica con los soldados (Don José es un soldado) porque para él la lucha también es una fiesta, le encanta pelear, su aparición es tan contundente en la ópera que él sabe que el amor de Carmen tarde o temprano le corresponderá: “que el amor te espera torero”, además Carmen le ratifica que “esperar está permitido”, Carmen reitera que “no debe amárseme” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), a pesar de ello el torero queda encantado con ella, es más, el espectador podría pensar que Carmen espera a Don José, solo por el favor que él le hizo al librarla de la cárcel. Respecto a la aparición de Lucas, en la novela este se relaciona también con la idea de que la prohibición es tentación en la que se cae más rápido, lo mismo asevera Carmen frente al amor en la canción de La habanera:

Le pregunté a Carmen cómo y por qué había trabado conocimiento con el picador.
Es un mozo con el que podemos hacer algún negocio […] Ha ganado mil doscientos reales en las corridas. Y una de dos: o le quitamos ese dinero, o, como es un buen jinete y un tipo valiente, lo enganchamos en nuestra banda. Fulano y Zutano han muerto y es necesario sustituirlos. Elige a éste.
No quiero –repliqué– ni su dinero ni su persona. Y te prohíbo que hables con él.
Cuidado –me previno–. Cuando me prohíben algo, con más presteza lo hago…” (Mérimée, 1995:72)

Y es esta prohibición la que la empuja a los brazos de otro amante, a escapar de la tiranía de la esclavitud del amor de Don José.

Por otra parte, en la ópera Escamillo siempre triunfa, Lucas no, véase la siguiente cita:

alguien me señaló a Lucas, y en la primera fila de asientos alcancé a ver a Carmen. Me bastó verla un minuto para confirmar mis sospechas. Lucas, en el primer toro, alardeó como un pavo, según había yo previsto. Le arrancó la divisa y se la lanzó a Carmen, que al instante se la puso en al oreja. El toro se encargó de vengarme. Derribó al caballo, que cayó sobre el pecho de Lucas, y el toro cayó sobre ambos. Busqué a Carmen con la vista pero ya no estaba en su sitio… (Mérimée, 1995: 73).

De esta manera, en la ópera la figura de Escamillo es engrandecida, mientras que la de Lucas, en la novela, es opacada, en esta última obra se da a entender que Carmen se fija en hombres “débiles”, pues Don José también es un tanto débil de carácter.

En la ópera, Escamillo como personaje es potenciado:

El compositor tuvo el acierto de potenciar el personaje de Escamillo -un picador en el relato de Mérimée, un hombre entre tantos- y convertirlo en el famoso torero, en el macho, el símbolo de todos los hombres que hayan podido amar a Carmen, y sobre todo, tuvo el acierto de convertir a Carmen en una gran heroína trágica, jugando la contradicción entre fatalismo y libertad, entre la mujer que se sabe sometida a un destino implacable -el aria célebre de las cartas- y la mujer que afirma su libertad y está dispuesta a defenderla con su propia vida… (De Sagarra, en línea)

De ahí que Escamillo representa esa libertad de Carmen, esa “excusa” para escapar de Don José.

Otro elemento disímil entre ambas obras tiene que ver con el hecho del relato de la fuga de Carmen y del encarcelamiento de Don José, en la ópera no se detalla, lo que sí se explicita en el libro, sobre todo lo que tiene que ver con el encarcelamiento de Don José y con la ayuda soterrada de Carmen, pues esta intentó ayudar a escapar a Don José, al no detallarse esto en la ópera queda como que Carmen debe un favor –tal como se mencionó anteriormente– y que su amor se limita a gratitud, en el libro también se intuye lo mismo, ella se acerca a Don José porque tiene una deuda con él, la deuda de su libertad, pues “para las gestes de su raza la libertad es lo más precioso y son capaces de incendiar una ciudad por evitarse un día de cárcel” (Mérimée, 1995: 42), esa deuda se hace explícita en la siguiente cita:

– Tú eres mi rom y yo tu romí.
Yo estaba en medio del cuarto, cargando con los paquetes, sin saber qué hacer con ellos. Ella lo desparramó todo por el suelo y me echó los brazos al cuello diciéndome:
¡Yo pago mis deudas, yo pago mis deudas! ¡Es la ley de los calés!
¡Ay, señor, qué día, qué día! Cuando lo recuerdo me olvido del mañana.
[…]” (Mérimée, 1995, 48)

En este mismo episodio se evidencia que Don José “se encanta” más de Carmen y se resalta nuevamente el carácter de esta:

-Estuvimos juntos todo el día, comiendo, bebiendo, y lo demás […] Le dije que me gustaría verla bailar, pero ¿dónde encontrar unas castañuelas? En seguida cogió el único plato que tenía la vieja, lo hizo añicos y se puso a bailar la romalis, haciendo repiquetear los trozos de loza tan bien como si fueran castañuelas de ébano de marfil. No se aburría uno con aquella muchacha, se lo aseguro… (Mérimée, 1995, 48)

Aquí también se patentiza otra diferencia entre la ópera y la novela, pues en esta última, Don José se quedó esa noche, pero al día siguiente ella lo despidió, en la ópera ellos se encuentran una sola tarde y ella no lo despide ni le advierte explícitamente que ella será su perdición, solo dice que no debe amársele.

Otro aspecto que diferencia a ambas obras tiene que ver con el amor de Carmen y el de Don José; en el libro, Carmen le pide mantenerlo en secreto, mientras que en la ópera, ella le confiesa a la banda que está enamorada y que por esto ella no se va con ellos; en el libro Carmen utiliza a Don José, lo necesita para que actúe en la banda mientras que ella libera a su marido, en la ópera el marido de Carmen no existe, es una mujer libre, incluso de esa atadura sutil del amor convencionalizado por la figura de un matrimonio; desde este punto de vista, la ópera sería más coherente con la libertad de Carmen, incluso Escamillo le dice a Don José que los amores de Carmen no duran seis meses. Esa situación de tener marido hace que el amor de Carmen en el libro sea vedado para Don José.

Por otra parte, en la ópera es la banda la que le propone a Carmen que Don José se les una, en el libro es desde la misma Carmen de donde surge la propuesta, ella tiene la iniciativa, lo necesita para tener de nuevo a su marido libre. En la ópera, Carmen le dice a sus compinches que no se va porque “está locamente enamorada” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), mientras que en el libro ella oculta sus sentimientos; en la ópera es un amor que todos conocen, en el libro es un amor oculto: “se mostraba conmigo más amistosa que nunca, si bien ante los compañeros se negaba a admitir que fuera mi amante. Incluso me hizo jurar por todos los santos que no diría nada acerca de lo nuestro…” (Merimée, 1995: 57), Don José no lo sabía, pero ella actuaba así no por pudor o recato, sino porque tenía marido, un gitano ladino de nombre García el Tuerto, quien estaba condenado a galeras desde hacía dos años, luego de tener a Don José en la banda, Carmen convence a su carcelero para dejarlo escapar, así se evidencia la astucia de Carmen para enredar a los hombres y cómo Don José es uno más que cayó en sus redes, en la ópera esto no es tan evidente.

En la ópera, la figura de la mujer fatal es reforzada por los integrantes de la banda de Carmen, al tratar de convencerla de que se vaya con ellos, respecto a esto Carmen contesta que el “amor tendrá que anteponerse al deber”, no obstante sus “compinches” señalan que la necesitan: “cuando se trata de mentir, de engañar, de embaucar es bueno tener a una mujer a un lado”, porque “sin una mujer nada sale bien” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), es decir, en la figura de la mujer recae el matiz de la maldad.

Cambiando de perspectiva, en ambas obras permanece la idea de libertad(4), en la ópera Carmen expresa que “mi corazón es libre como el aire” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), en la novela que “Carmen siempre será libre”, ella es un pájaro que nadie podrá enjaular, así la libertad de Carmen está hasta por encima del amor, de eso le advierte constantemente a Don José:

…- ¿Sabes – me dijo – que desde que eres formalmente mi rom te quiero menos que cuando eras mi minchorrón? No quiero que nadie me atormente y mucho menos que me den órdenes. Quiero ser libre y hacer lo que se me antoje. Ten cuidado y no me hagas perder la paciencia. Si me hastías, buscaré un buen mozo que haga contigo lo que tú hiciste con el Tuerto… (Mérimée, 1995: 70)

Por otro lado, en ambas obras Carmen juega con los sentimientos de Don José, los manipula, en la ópera ella le dice que él no la ama, que si la amara “lejos, lejos, lejos” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-) la seguiría, con el fin de que se una a la banda de contrabandistas, también aparece en este acto la libertad, ella le dice a Don José que no obedecerá más ley que su propia voluntad, esto, sumado al embrujo de Carmen, hace que Don José decida dejar su vida honesta por una llena de aventuras y desventuras al lado de la mujer de su perdición, así “Don José en la ópera tiene aún menos culpa de los acontecimientos, tiene más sentido del orden y tiene más moral. Don José en la ópera siente mayor conexión con su patria. La patria está representada por las dos mujeres que pertenecen a su familia, su madre y su novia Micaela…”(Vera, 2007: 36), no obstante, “en la novela Carmen sólo parece jugar con el amor de Don José, mientras en la ópera ella dice estar verdaderamente enamorada de él…” (Vera, 2007: 38), a pesar de esta última idea, la presencia de la manipulación en Carmen es evidente en ambos texto, aunque es más palpable en la novela.

En la ópera, Carmen –al tratar de convencer a Don José– para que siga a su banda, dice que lo más “embriagador” es la libertad, como ya se ha dicho, este sema es fundamental en ambas obras, en ambas Carmen contagia a Don José de las ansias de libertad y bajo estas promesas, sumadas a las de un amor cargado de pasión y novedad, Don José deja su vida honesta y se entrega a Carmen, la verdugo de su alma.

Otra diferencia entre las obras tiene que ver con la relación entre el teniente Zúñiga, Carmen y Don José, en el libro Don José mata a su superior por celos, en la ópera este no muere y quiere evitar la deserción de Don José, acto que es truncado por los gitanos, en este episodio

José entabla una dura lucha interior. Desde fuera le imponen una decisión. Su oficial regresa inesperadamente a la taberna; después de cambiar unas palabras, ambos empuñan las armas. Los contrabandistas los separan, pero José ya no puede volver al cuartel, a su vida anterior. La amplia línea melódica de la «libertad» que promete Carmen suena grandiosa y tentadora… (Carmen de Bizet, Ópera en cuatro actos, en línea)

En cuanto a este último aspecto, también se evidencia una diferencia, pues en la ópera solo se muestra la figura en decadencia de Don José como contrabandista y no como asaltante, ladrón y asesino que es tan patente en el texto de Mérimée.

Cambiando de perspectiva, en el libro la síntesis está en el epígrafe retomado de Palades: “La mujer es amarga como la hiel. Sin embargo, nos depara dulces momentos: cuando desfallece de amor en nuestros brazos y cuando exhala el último suspiro” (Mérimée, 1995, 7); respecto a este Vera (2007:10) lo evidencia como guía de la lectura: “por el epígrafe el texto de Mérimée viene a ser un combate entre los sexos […] Es posible razonar así, porque Carmen causa muchos conflictos, como los asesinatos de su compañera trabajadora, su marido gitano, el encarcelamiento de Don José y en parte su propia muerte…”, en la ópera esa síntesis se puede hallar en el canto inicial de Carmen, “La habanera”, allí advierte de los peligros de amarla y de su idea de libertad y de amor: “el amor es un pájaro rebelde que nadie puede amaestrar” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), es más, se podría pensar que Carmen es ese “pájaro rebelde”, a ella nadie la puede enjaular, en ella habita el principio de libertad; incluso cuando manifiesta que ama a Don José y luego se va con Escamillo pareciera que le cantara al primero: “el pájaro que creíste sorprender, batió las alas y se echó a volar” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), pero Don José nunca entendió lo que Carmen le dice con su canción.

En el tercer acto de la ópera de Bizet, regresa la nostalgia de Don José por su pueblo, por su madre, a lo que Carmen responde con una incitación para que vaya a verle, esto exalta los celos de Don José, pues él le dice que nunca se separarán, aquí surge la idea de muerte y Carmen le pregunta que si él la mataría, a lo que él no contesta, su silencio es una confirmación, pero para Carmen esto no tiene importancia “al fin y al cabo el destino es el amo” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-). Aquí resurge la idea de predestinación, además las gitanas leen las cartas, allí Carmen ve su destino de muerte, tanto para ella como para Don José: “primero yo, luego él, para los dos la muerte”. El destino está echado: ella morirá y Don José también; en el libro esta predestinación solo se intuye en las palabras de Carmen, pero no se hace tan explícita como en el libro.

En este acto tercero reaparece la figura de Micaela, ella se muestra temerosa y se oculta, nuevamente se presenta como la mensajera de la madre, en este acto se hace evidente el temor de Micaela y ella expresa que hace mal en sentir miedo, también se presenta como una mujer piadosa que pide protección y valor al Señor, ella busca nuevamente a Don José. Micaela expresa que Carmen es “peligrosa, es hermosa”, este último adjetivo la hace doblemente peligrosa, pues debido a esto convierte “en un infame al hombre que amaba [Micaela]” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-).

El acto tercero de la ópera es vital en el desencadenamiento de las acciones, allí se presenta el encuentro entre Don José y Escamillo, este último le revela que Carmen dejará de amarlo pronto, si todavía no lo ha hecho y que él (Escamillo) será su reemplazo, hecho que ofende a Don José y por ello se baten en un duelo, valga aclarar que en el libro Don José jamás se cruza con Lucas. Carmen llega y pone fin a la pelea que tenía prácticamente ganada Don José, por ello Escamillo le agradece y le dice a Don José que habrá revancha. Carmen intenta seguir a Escamillo y Don José le dice que se cuide porque está cansado de sufrir, ahí descubren a Micaela, esta le habla a Don José de su madre y le pide que la siga, a lo que Carmen también lo alienta, pero él toma esto como una actitud oportunista de Carmen para poder escapar con su torero, así que le dice que él nunca la dejará, se dirige a Micaela para decirle que está condenado y le reitera a Carmen que no se irá aunque le cueste la vida, no obstante una frase de Micaela lo convence para seguirlo: “tu madre se muere y no se quiere morir sin haberte perdonado” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), en la ópera se resalta la presencia de la figura materna, aunque esta no tiene una materialización concreta, guía a Don José, mediante su mensajera Micaela. El acto termina con una amenaza de Don José hacia Carmen: “ponte contenta, pero me volverás a ver” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-), Carmen escucha a su torero que espera por ella y en su rostro se dibuja una sonrisa.

En el cuarto y último acto, Carmen le corrobora con palabras su amor a Escamillo y le dice que lo ama más de lo que pudo haber querido a alguien más, una vez más se hace alusión al amor fugaz, el otro es olvidado, ya Don José no existe en los sentimientos de Carmen, en el libro esto también es muy claro: “Ya no te amo. Tú me amas aún y por eso quieres matarme. Podría engañarte todavía con cualquier mentira, pero ya no quiero tomarme esa molestia. Todo ha terminado entre nosotros. Como eres mi rom tienes derecho a matar a tu romí. Pero Carmen será siempre libre. Cañí nació y morirá cañí…”(Mérimée, 1995: 77), esa sinceridad al decir “no te amo”, se resalta con la idea de libertad (5) que atraviesa las dos obras.

En la ópera los gitanos le advierten a Carmen de la presencia de Don José, pero Carmen enfrenta su destino y valientemente le da la cara a su asesino: “no soy mujer que tiemble ante él” (Bizet, 2005, Ópera – DVD-). Don José trata de emplear los mismos argumentos de Carmen cuando le pidió que se fuera con él, le dice que no la está amenazando, sino que le implora, le ruega que se vaya con él, “lejos, muy lejos”, para iniciar otra vida bajo otros cielos, pero Carmen es sincera y le dice que ya no lo ama, que entre ellos dos ha terminado todo, él –al igual que en el libro– se presenta como su salvador, pero Carmen ya ha elegido, ella sabe que morirá, pero ni muerta cederá. Él refirma su amor por Carmen, pero ya todo ha terminado, él le suplica que no lo deje, que él la adora, pero Carmen le dice que ella ha nacido libre y así morirá, haciéndose explícito una vez más el sema de la libertad. Carmen refirma su amor por Escamillo y tira el anillo que Don José le ha dado, él le reclama todo lo que él dejó por ella y con rabia le dice que no se burlará de él, por ello, con dolor, la apuñala, luego confiesa su crimen ante los espectadores atónicos: la ha matado, ha matado a su Carmen adorada; este apartado final es igual de impresionante en la novela, allí Don José también suplica y promete, pero Carmen ya ha tomado una decisión:

Allí le dije a Carmen:

Óyeme: lo olvidaré todo. No te reprocharé nada, pero júrame una cosa: que vas a seguirme a América y que te comportarás como Dios manda.
No –respondió enojada. No quiero ir a América. Estoy bien aquí…” (Mérimée, 1995: 74)

Este último acto desesperado de Don José, sobre todo en la ópera,

es una lucha desigual entre este hombre destrozado por la vida y la mujer resplandeciente que arde en el fuego del amor; sólo a medias oye la desdichada súplica de José; toda su alma está concentrada en el otro, en la plaza de toros, de la que se oyen los gritos, las exclamaciones de entusiasmo de la multitud. ¡Qué escena! El teatro más desnudo y más brutal, creado por una mano maestra. Desde la orquesta asciende el motivo del destino, de la muerte, que se mezcla con la canción triunfal de la masa. Carmen se levanta y recibe en el corazón la puñalada mortal de José. La corriente humana que sale del ruedo se encuentra con un hombre destruido, aniquilado, que se ha desplomado sobre el cadáver de su única amada…” (Carmen de Bizet, Ópera en cuatro actos, en línea)

La muerte de Carmen ha sido interpretada por varios autores como un castigo a su liviandad (entendida como libertad), dándole de esta manera un carácter moral tanto al libro como a la ópera: es preciso castigar a una mujer así:

hermosa pero mala, coqueta y osada, mentirosa y al tiempo leal, Carmen consigue arrebatar el corazón de cualquiera para jugar con él con la misma desidia y complacencia que la esgrimida por el gato hacia el ratón. Carmen huele a jazmín, viste de rojo y a través de los agujeros de sus medias se intuye todo lo que esconde. Fuma, se contonea y elige a sus presas con mimo porque sabe que, antes o después, será ella misma la víctima de su propia maldición… (Carmen, en línea).

En la ópera predomina la esencia de la historia de Don José contada por él mismo en la novela, en esta se presenta un preámbulo extenso con el arqueólogo y un apartado final (6) sobre la vida y lengua de los gitanos, lo que lleva a pensar que la ópera es más vivaz, pero es en esencia la misma Carmen: coqueta, bruja, libre, aunque algunos autores señalan que en la ópera se atenúa

el ambiente criminal de Carmen (sólo quedó el contrabando como acción contraria a la ley) y dieron, de manera decisiva, mayor valor al carácter de Carmen (que ya no es, como en la novela, una ladrona y una criatura superficial, incluso instigadora de un crimen). Surgió así uno de los mejores libretos de ópera: cautivador, lleno de suspenso, humanamente conmovedor, psicológicamente fascinante y en consecuencia efectivo como obra de teatro… (La tragedia de Bizet, en línea)

Por otra parte, otro sema que comunica tanto la ópera como la novela es la verdad, esta, para Carmen, está íntimamente ligada a la libertad, Carmen es sincera en su sentir –mas no en lo otro, en sus juegos de manipulación–, cuando deja de amar lo dice y esa actitud sincera le cuesta la vida, la verdad y la libertad por encima de todo, a pesar de que don José le cuenta al antropólogo que Carmen, en el momento de hablarle en vasco para que la dejara escapar: “mentía, señor, siempre ha mentido. No sé si en toda su vida esta mujer habrá dicho alguna verdad…” (Mérimée: 40), reconoce que ella era sincera en ciertos aspectos, como cuando le advirtió que ella sería su perdición:

¿Sabes, hijo, que pienso que te quiero un poquito? Pero esto no puede durar: perro y lobo no hacen buenas migas por mucho tiempo. Tal vez si obedecieras nuestras leyes gitanas consentiría en ser tu romí. Pero no digamos bobadas. Eso es imposible. Créeme, muchacho, de buena te has librado. Has topado con el diablo; sí, con el diablo […] Aunque me visto de lana, no soy una oveja […] No pienses más en Carmencita, a menos que quieras casarte con una viuda de piernas de palo (la horca)
[…] Decía la verdad…. (Mérimée; 1995: 49)

Ella nunca niega su carácter perverso y juguetón:

…acurrucada a mi lado, Carmen canturreaba de vez en cuando y hacía repiquetear las castañuelas, luego se acercó como para hablarme al oído y, casi a mi pesar, me besó dos o tres veces.
–Eres el diablo– le dije.
Sí –respondió…” (Mérimée, 1995: 59),

De esta manera “Mérimée crea a una Carmen ingeniosa pero sincera: le amenaza [a Don José] con no quererle sino la sigue pero también le previene que su amor con ella no le traerá más que problemas, no dudando en admitir que tiene un lado oscuro y demoníaco que provoca el mal y el dolor a los que la rodean…” (Baynat, 2007, 52), así “Carmen seduce con su erizada independencia, su apasionada búsqueda de la libertad y su soterrado erotismo. Y más allá de todo eso, su simple y extraña honradez…” (Carmen, Mérimée, en línea). Es un hecho: libertad y verdad, dos caras de la independencia, del grito de emancipación de una mujer frente a los condicionamientos sociales, de la plenitud de un alma salvaje y feliz.

Finalmente, a partir de las disertaciones presentadas, se podrían ver dos obras diferentes, pero con el mismo sentido de grandeza: tanto la ópera como la novela son sublimes y logran reflejar la naturaleza humana, dar una visión de un amor loco, celoso que termina por contraponerse al sentido de la libertad; muestran a una mujer, que en el simbolismo de Cirlot se vuelve arpía, pero también ángel de seducción, cuya mayor dote es su sentimiento de libertad. De esta manera, las dos obras en sí están plagadas de majestuosidad, de visiones del amor y logran trasmitir el sentimiento que la verdadera literatura permite: congraciarse y odiar a todos los personajes, identificarse con ellos, mientras que el alma del espectador tararea las canciones de la ópera y susurra las palabras de Carmen, el lector de esta historia termina por envolverse en ella y por anhelar con Carmen esa libertad, esa alegría casi infantil de vivir por y para el goce de los sentidos, el goce del alma. Dos obras extraordinarias, dos visiones de una mujer hecha mito.

Lirian Astrid Ciro
Profesora de la Escuela de Ciencias del Lenguaje, Universidad del Valle
Santiago de Cali, Valle del Cauca, Colombia
lirian.ciro@correounivalle.edu.co

 

NOTAS
(1) Son múltiples las opiniones que un personaje como Carmen ha suscitado, pero a pesar de esa multiplicidad se puede evidenciar la unicidad en la fuerza de un gitana que con su sensualidad condena. A continuación se reproducirán algunas de estas opiniones que llevan a vislumbrar un poco más la fuerza expresiva de Carmen:
“Cigarrera, gitana, ladrona, tramposa, seductora, víctima, Carmen tiene un lugar asegurado en la mitología moderna. Cantada en todos los teatros de ópera del mundo, bailada en incontables ballets, filmada, adaptada a las tradiciones o a lo contemporáneo como la gitana sevillana o Carmen Jones, esta mujer se ha introducido en el lenguaje. Con una rosa en la boca, las castañuelas repiqueteando por encima de su cabeza y el puñal en la cintura, esta muchacha morena se ha deslizado por las fronteras con la misma facilidad con que burlaba los centinelas de Granad y Málaga…” (Steiner, 1995, 28)
“Carmen es elemental como el fuego y el agua…” (Barrera, 1995, 47)
“Las facetas de Carmen son múltiples y diversas. Gitana, cigarrera, contrabandista, gran dama, ladrona, enfermera, seductora y víctima, cuando don José no la califica de demonio o diablo de mujer echa mano de rasgos animales para trazar su retrato: mirada de lobo, carcajadas de tigresa, ágil como una cabra, alegre como un pajarito…” (Barrera, 1995, 50),
También hay visiones feministas al respecto: “Sometida al juicio de diferentes generaciones y artistas, ha sido vista en ocasiones como mujer fatal, que juega con los hombres para su provecho, y otras como icono feminista, una mujer que lucha por su libertad, que no está dispuesta a someterse a nadie y que incluso preferirá la muerte a renunciar a sus principios. Más benévola ha sido la historia con el personaje de Don José, que en la actualidad podría identificarse con un maltratador que siente que las mujeres pueden ser de su propiedad…” (Álvarez, 2007, en línea).
(2) Varios autores ven la presencia en la ópera del personaje de Micaela como un recurso innecesario, que le resta fuerza a la historia original y que le da un claro sentido moralista a la ópera, desde mi punto de vista, el personaje de Micaela entra a complementar a Carmen y es un enlace interesante entre Don José y su tierra; seguidamente se presentan algunas visiones sobre lo que el personaje de Micaela representa en la ópera:
“…Como ópera, Carmen es incuestionablemente una obra maestra. Cumple con las peculiares condiciones de su género, pues es a la vez prostibularia y sublime, brillantes pompas de superficialidad y enérgicos movimientos […] Lo único que añadieron al argumento – la descolorida y redimida Micaela – no hace sino debilitarlo. Lo restante de la ópera debe su simplicidad y fuerza al relato original…” (Steiner, 1995, 30)
“Con todo y su deslumbrante partitura, la ópera no le hace justicia a la nouvelle: el libreto despoja en parte a la gitana de su exuberancia y la desabrida Micaela añade una moraleja innecesaria…” (Barrera, 1995, 43)
A pesar de ello hay autores que resaltan los aciertos de Bizet: “En toda la partitura no hay un solo compás vacío, ninguna fórmula convencional, ninguna parte mediocre. Tanto las voces solistas como los conjuntos y los coros son impresionantes y están llenos de autenticidad. Se podría demostrar en cientos de pasajes. Qué fuerza posee la última frase de José convertido en asesino (por mencionar un ejemplo que no es el más consistente). Qué abismal desesperación hay en ese par de notas. Qué profundo amor en el dúo de Carmen y Escamillo, en el acto cuarto. Qué ingeniosa picardía en el quinteto de contrabandistas. Qué expresión de odio en la escena de celos de José, al final del acto tercero. Qué maestría en la descripción del paisaje, en el preludio del mismo acto. Qué sentido del dramatismo en el contrapunto de la trompeta y el baile con castañuelas de Carmen, en el acto segundo, y en la estremecedora combinación del motivo de la muerte con el júbilo de la multitud enardecida en la plaza, en el acto cuarto. Qué delicadeza en el epílogo orquestal del dúo de José y Micaela (en el primer acto) y en el «aria de la flor» de José. Pero ¿para qué seguir enumerando? Los aciertos de esta partitura son inagotables. Y Bizet resultó ser al mismo tiempo (caso poco frecuente) un lírico, un dramaturgo y un humorista del más alto nivel…”(La tragedia de Bizet, en línea).
(3) Así Carmen se aprovecha “de la añoranza” de Don José por su patria y se muestra “como su supuesta “confidente” por hablarle en su propio lenguaje: el vasco. Además de aportar exotismo al relato, ayuda a conseguir que la relación de sumisión de José sea cada vez más fiel hacia su adorada, pero también odiada mujer. El personaje femenino consigue así un gran avance en sus planes y una segunda victoria, mucho más definitiva que la primera […] A partir de este momento José está perdido, cualquier mirada o palabra de Carmen serán órdenes para él. La mujer conseguirá que José haga todo lo que ella quiera: robe, luche, mate, pierda su oficio, llore, vaya a la cárcel…” (Baynat, 2007, 51), de ahí que la artimaña de Carmen al emplear la lengua de Don José se pueda interpretar como un hechizo, un artilugio para rendir a sus pies a este pobre militar.
(4) La visión de la libertad en ambas obras ha sido ampliamente explorado, algunas de las citas más contundes al respecto se presenta a continuación: “Carmen es adicta a la libertad. Preferiría morir a ceder un ápice de su independencia. “Carmen será siempre libre”: esta imperiosa exigencia de la libertad resuena por todo el relato una y otra vez, como una llama agitada inútilmente por el viento. Y sin embargo, al mismo tiempo, reconoce las ligaduras del amor. Tal servidumbre no puede durar mucho en ella. Por eso, exigiéndose lo mínimo posible, Carmen va de un hombre a otro con irónica soltura. Pero sabe que el amor puede resultar en otros un veneno duradero. Intuye que José acabará por matarla. Y, ciertamente, sabe que el hombre tiene derecho a proceder así: “tienes derecho a matar a tu romi”. Cuando él da el golpe, ella lo acepta como si fuera una ráfaga de viento. Es esta luminosidad de muerte lo que da al relato su fuerza inmensa. Aunque ella ha leído la inminencia de la destrucción en las cartas, aunque ve el crimen en las estrellas y los pozos de café, Carmen no hace nada por evitar el cuchillo de José. La libertad es más fuerte que el amor y que el miedo. Y ella camina hacia la muerte con majestad sombría aunque también solazada. Se niega a mentir para salvar la vida: “No me tomaré ese trabajo”. La falsedad es una suerte de esclavitud. “Muerte, ¿dónde está tu aguijón?” Este es el sentido del cuento, y pulsa una de las más grandes y ocultas cuerdas de la subversión humana…” (Steiner, 1995, 29), así, “Carmen, en cambio, daría lugar al mito de la mujer soñadora que lucha por liberarse de un hombre egoísta y de unos condicionamientos de hierro, y que acaba pagando tal audacia al precio de su vida…” (Barrera, 1995, 46). El sema de la libertad también se evidencia en la ópera, a partir de sus propios recursos expresivos: “la libertad se muestra en el juego musical de Carmen. En el ritmo de las castañetas y los tamboriles ella canta y baila sin vergüenza seduciendo a los hombres…” (Vera, 2007: 25)
(5) Carmen sabe que morirá en los brazos de Don José, a pesar de ello, renuncia a todo, su impulso hacia la libertad es más fuerte que su impulso hacia la vida, así lo ponen de manifiesto varios autores:
“Sabe que con ese hombre no se juega, pero no lo ama, y nada la hará permanecer a su lado. Intuye que es la libertad o la muerte. Y no cede. Una oscura fuerza la empuja a arrojar el anillo sobre la cara de ese hombre que dejó todo y que ahora odia no ser amado. Por eso José la mata: por amor. Y ella se entrega a la muerte, también por defender lo que ama: su libertad…” (De la Torre, en línea, 7)
“Carmen presiente. Huele la tragedia. Como buena echadora de cartas lee el destino. Fiel a sí misma rechaza la esclavitud que José le propone. Y le desafía. Porque ella es, por encima de todo, libre, independiente, nómada, hedonista. Exige libertad aunque el precio sea la muerte. José fue su amante, pero ha dejado de quererle. Probablemente por aburrimiento. Ella es diversión, alegría, improvisación, movimiento. Deseo y placer de cambiar. Lo contrario que José y sus sueños de estabilidad, sus proyectos para construir un hogar. (Martínez, en línea, 53)
Pero el sacrificio de Carmen en pos de su libertad no es en vano, pues es inspiración hacia la búsqueda de esa misma libertad, tal como se manifiesta en la siguiente cita: “muere Carmen, símbolo de la belleza femenina, del desparpajo y de la sensualidad. Muere, a manos de uno de sus amantes por guapa, por misteriosa, por no querer pertenecer a nadie. Así Carmen ha sido asesinada varias veces, primero en la fantasía de un escritor que quiso castigarla por sus pecados, y después en la música de un compositor que pensaba que su muerte era la única redención posible para una pecadora. Y sin embargo Carmen sobrevive, impasible ante el paso del tiempo, con una media sonrisa que la convierte en una mujer inasible, orgullosa, fiera y feliz de su condición. Una mujer que quiso serlo, hasta el fondo, con todas sus consecuencias y que hoy se la conoce como una figura mítica, con ecos lejanos y al tiempo modernos, que la convierten en inmortal…” (Carmen, en línea)
(6) Al respecto, Barrera señala que “el cuarto capítulo que le añadió a Carmen, suerte de apéndice donde se mezclan por partes iguales la gramática comparada, el comadreo desaforado y la pedantería, es un buen ejemplo del desdén que le inspiraban [a Prosper Mérimée] las letras…” (1995, 45)
 
 
REFERENCIAS
Álvarez, Carmen. “Carmen” se desnuda de tópicos. Madrid, 6 de noviembre de 2007. Disponible en Internet: http://www.adn.es/cultura/20071106/NWS-0612-Carmen-topicos-desnuda.html (sin más datos)
Baldona, Guillermo. Una ‘Carmen’ «entre lo demoníaco y angélico» abre la Temporada Lírica. Disponible en Internet: http://www.eldiariomontanes.es/prensa/20061006/cultura/carmen-entre-demoniaco-angelico_20061006.html (sin más datos)
Barrera Orrego, Humberto (1995). Carmen o los caprichos de la estética. En: A propósito de Prosper Mérimée y su obra. Colección Cara y Cruz. Santafé de Bogotá: Editorial Norma.
Baynat Monreal, María Elena. El poder de la palabra y la mirada en Carmen de Mérimée. En: Anales de Filología Francesa, n.º 15, 2007; Universitat Jaume I Castellón. Disponible en Internet: http://www.um.es/ojs/index.php/analesff/article/view/21621/20911 (sin más datos)
Bizet, Georges (2005) Carmen (Ópera), directed by Herbert Von Karajan. Mariemma & Ballet de España; Wiener Philharmoniker. (formato DVD)
Carmen de Bizet. Ópera en cuatro actos. Disponible en Internet: http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/pera/carmen-de-bizet/ (sin más datos)
Carmen. Disponible en Internet: http://archivo.lamanana.com.es/index.php/lamanana/ver-mujeresenlahistoria/carmen1/ (sin más datos)
Carmen. Mérimée, prosper… Disponible en Internet: http://www.reciclarte.cl/?a=1270 (sin más datos)
Cirlot, Juan Eduardo (1978). Diccionario de símbolos. Barcelona: Labor. 473 p.
De la Torre, Guadalupe. Carmen o el amor furioso. Disponible en Internet: http://books.google.com.co/books?hl=es&id=z8XZhILco_sC&dq=carmen&printsec=frontcover&source=web&ots=MCgMR_EnWg&sig=tkDPODsj_LRKA21NkoBdfNmhRiY#PPA5,M1 (sin más datos)
De Sagarra, Joan. La ‘Carmen’ de Mérimée en la visión de Brook. La tragedia de Carmen. Disponible en Internet: http://www.elpais.com/articulo/cultura/MeRIMeE/_PROSPER_/ESCRITOR/BROOK/_PETER_/TEATRO/Carmen/Merimee/vision/Brook/elpepicul/19830302elpepicul_5/Tes/ (sin más datos)
La tragedia de Bizet. Disponible en Internet: http://www.hagaselamusica.com/clasica-y-opera/historia/la-tragedia-de-bizet/
Martínez Muñoz, María Dolores. Renée Vivien y la relectura de la mujer fatal y otros aspectos en Une femme. m’apparut. La escritura contra el discurso patriarcal decimonónico. Universidad de Alicante, Centro de estudios sobre la mujer. Disponible en Internet: http://books.google.com.co/books?id=-He8hLwyTfgC&pg=PA50&lpg=PA50&dq=carmen+%26+merimee&source=web&ots=V6sQf3LeQv&sig=nEadrWDBtpYA4kfyFX8qyS456oQ&hl=es#PPA51,M1 (sin más datos)
Mérimée, Prosper (1995). Carmen. Traducción de Humberto Barrera Orrego. Santafé de Bogotá: Editorial Norma.
Rodríguez, Rigoberto. Una mujer fatal. 18 de octubre de 2007. Disponible en Internet: http://arteenlared.com/lecturas/articulos/una-mujer-fatal.html (sin más datos)
Sobre “Carmen”. 13 de septiembre de 2006. Disponible en Internet: http://italianidad.crearforo.com/sobre-quotcarmenquot-es287.html (sin más datos)
Steiner, George. Mérimée (1995). En: A propósito de Prosper Mérimée y su obra. Colección Cara y Cruz. Santafé de Bogotá: Editorial Norma.
Vera, ter Beest (2007). La identidad nacional en la Carmen de Mérimée y Bizet. Universidad Utrecht. Disponible en Internet: http://igitur-archive.library.uu.nl/student-theses/2007-1113-200546/tesis%20-%20La%20identidad%20nacional%20en%20la%20Carmen%20de%20M%C3%A9rim%C3%A9e%20y%20Bizet-%20Vera%20ter%20Beest.doc. (sin más datos)
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