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La loca 101 de Alicia Steimberg.

por Andrés Ugueruaga
Artículo publicado el 18/11/2011

Segundo libro de Alicia Steimberg (escritora nacida en Buenos Aires en 1933. Hija mayor de hijos de inmigrantes de Ucrania y Rumania por los abuelos maternos, y de Rusia por parte de los abuelos paternos, pioneros de las colonias judías de Entre Ríos). Editado en 1973 por Ediciones de la Flor, y reeditado por la misma casa de ediciones, en 1995. La loca 101 acopia lo mejor de la tradición surrealista y del teatro del absurdo; lo mejor de Alicia en el país de las maravillas; la semblanza principal de la Perla del Plata tan a menudo inhóspita, invernal y brumosa, con algún tango de Julio Sosa de fondo, por donde pulularon las miríadas intelectuales de Florida y Boedo…Todos estos atributos se mueven uno por uno en el cambiante y accidentado derrotero de la obra. Otra acepción posible, no obstante, más exclusiva respecto a la obra, será que en la 101 se encarna la literatura, la locura y el sueño… tres maneras de crear y reivindicar al ego por encima del principio de realidad en años en que no existían carreteras al paraíso ni cantos a la vida.

La loca 101 provee al lector una notoria musicalidad y ritmo. Los mismos son apuntalados en un lenguaje colorido y cotidiano. La amplitud de los registros orquestados por la Steimberg nos recuerda a la inmensa gama de sonidos sacados de un piano. Repasemos los matices de la obra: el juego de un niño en un zoológico, que también puede ser un mono; se relata las maniobras de un descuartizador; las más sobria y correcta de las prosas; la vida de la Pocha, una bella y auténtica escaladora social; la vida de Flor, una sufrida prostituta; la historia de Canela, una perrita caniche que vive en una isla, pero que la 101, la recuerda como si hubiera muerto… “El ego es un texto: hay que descifrarlo (…) El ego es un proyecto, algo que construir. (…) Y el proceso de construir un ego y sus obras siempre es demasiado lento…” Escribió Susan Sontag (al referirse a Walter Benjamin). En el vertiginoso salto de voces que se derivan del mismo yo de la 101, abundan las equivocidades, las recapitulaciones, las nostalgias “Mis motivos de quejas es que ya nada es como antes…” aclara uno de sus personajes. Personajes que configuran cualitativamente, aunque de un modo repentino, eficiente y veloz, la novela. Una sinfonía en papel, en donde el personaje es sólo uno: la excéntrica historia, la proyección honesta, la risueña autobiografía de una mujer loca y pobre (nada más y nada menos, en el supuesto granero del mundo, machista y cuerdo). La mujer que desarrolla su papel de Proteo que jamás deja de ser ella.

En La loca 101 hallaremos un libro con una posición única: la mejor manera de escribir sesgadamente sobre una época crítica, sin caer en el llanto ni en la blasfemia. Los saltos de capitulo se ofrecen tan acabados que parecen relatos cortos o microrrelatos. Al igual que la princesa Sheherezade, avanzan mediante palabras mágicas, salvadoras palabras que amplían el libro, para mantener fuera de alcance todo lo adverso. Lejos de comportarse a modo de cronista de guerra o mensajera de noticias tristes, Alicia Steimberg recurre al humor: “reír para no llorar” tal como escribió Joseph Klatzmann. Aquí el humor es el pasadizo amistoso en donde se fomentan estos sucesos, para evidenciar el lado más risible de una época sin duda absurda. La increíble y camaleónica 101 se ha escondido, sustraído del horror, buscando un lugar convincente, siempre dentro de su imaginación.

Para finalizar, ya dijimos más arriba que La loca 101 es la segunda obra de la escritora. La primera, cabe recordarlo, es Músicos y relojeros. En estas dos, Alicia Steimberg ya nos expone dos mundos terminantemente inversos. Mientras que Músicos y relojeros (que ha cumplido su cuarenta aniversario recientemente) forja un universo infantil, pueblerino, de la primera mitad del siglo XX, maternal y lleno de inmigrantes; en su segundo trabajo el mundo ya se nos presenta puramente sudamericano, adulto, patriarcal, inentendible y oscuro. Cuando en el primero florece el conocimiento del mundo, los vínculos humanos y la búsqueda de una identidad, en La loca 101, se desarrolla una demencial y obstinada búsqueda de un mundo mejor, el cual jamás se vislumbra, permaneciendo éste por siempre excluido de la obra. Allí justamente nos consta el primer justificativo de abrir el humor como acto estético y reflexivo, desnudarlo todo mediante la risa. Invocar al sortilegio de las palabras lúcidas que lo despierten… He ahí el motivo de la fascinación con este libro. La condición humana de una loca incrustada en un escenario tanto o más demencial, he ahí la razón por la cual su lectura se manifiesta como una fiesta inolvidable.

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