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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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La Poesía Mariana Inglesa en la Edad Media.

por José Antonio Alonso
Artículo publicado el 09/02/2007

En los siglos XIII, XIV y XV se produjo el despertar de un enorme interés por los poemas de carácter religioso escritos en lengua vernácula, esto es, en inglés, muy especialmente, aquellos que trataban la temática mariana en torno a la Anunciación, a la Natividad de Jesús, a la presencia de María a los pies de la cruz, y a la Asunción de ésta al cielo. La propia Lady Blanche, Duquesa de Lancaster, mandó a los poetas más relevantes de la época, como el insigne Geoffrey Chaucer, que compusiera algunos poemas de este tipo. Esta costumbre se fue extendiendo entre las damas de la clase aristocrática y noble que, como en el caso de la Duquesa de Lancaster, buscaban material religioso en lengua vernácula que le sirvieran para alimentar su piedad y devoción por la madre de Cristo e incluso en muchos otros casos, para instruir en materia religiosa a la servidumbre de sus casas. Geoffrey Chaucer recurrió a fuentes normandas para componer algunos de esos poemas, como La pèlerinage de vie humaine del escritor Guillaume de Deguilleville. Chaucer condensó el poema de Deguilleville, originariamente compuestos con estrofas de doce versos, a estrofas de ocho versos. La popularidad de los poemas marianos dejaba entrever la importancia y significación que poseía la figura de la Virgen Maria entre los nobles y aristócratas de la época. Para muchos de ellos, representaba un modelo adecuado de cortesía, refinamiento y educación. En algunos de sus poemas, el propio Chaucer recurre a epítetos y referencias características a la Virgen María muy extendidos en la época como “el arbusto ardiente”; “la flor entre las flores”; “la reina de la compasión”; “la señora del mundo”; “la regente del cielo”, etc. También alude a la Virgen en términos jurídicos como defensora incondicional de aquellos pecadores que pidan entrar en el cielo. El pueblo llano en la Edad Media inglesa tampoco escapaba a esa enorme devoción que se sentía por la madre de Cristo. Esto se debía, entre otras cosas, que al no considerarse la madre de Cristo una figura juez de los actos de los hombres, se la veía más como una figura llena de gracia y compasión, y sobre todo, como una mediadora entre los creyentes y piadosos que buscaban purgar todos sus pecados en la tierra. Tanto era así que no puede entenderse la literatura medieval inglesa en su amplia variedad de temas y géneros sin la coexistencia de un rico corpus de textos dedicados a la Virgen María. La fuente más primigenia de la que beben los autores de estos poemas es la Biblia, que proporciona algunos datos sobre la madre de Cristo. Lucas hace mención a la Anunciación de la Virgen María en 1:26-38, la visita de María a su prima Isabel (1:39-56), el nacimiento de Jesús (2:1-7) y su conversación con Jesús niño en el templo (2:41-51). Mateo también hace referencia a ella en su evangelio en (1:18-2:23). En cuanto a Juan el evangelista, éste describe el primer milagro de Jesús a petición de María en la boda de Canaá, en la que Jesús transforma el agua en vino (2:1-12). El Libro de los Hechos señala la presencia de María entre los discípulos durante la Ascensión de Cristo al cielo (1:14). Otras fuentes que no pueden pasarse por alto tampoco son los textos apócrifos que aportan datos adicionales que no se incluyen en los evangelios tradicionales. Uno de ellos es el llamado Protoevangelio, atribuido a Santiago, hermano de Jesús, y escrito en el siglo II. El texto describe la concepción de la Virgen María, el nacimiento de Jesús y la huida a Egipto. La información recogida en las fuentes bíblicas y en algunos textos apócrifos contribuyen de algún modo a gestar La Legenda Dorada y el Cursor Mundi, textos escritos en los siglos XIII y XIV respectivamente. No obstante, la mayoría de los investigadores sólo reconocen una pequeña aportación de tales fuentes a la gran cantidad de material mariano que se escribió en esos siglos, que prefería identificar primordialmente a la Virgen María como doncella, madre, reina y mediadora, más que como un personaje dentro de un contexto histórico determinado. El teólogo Wolfhart Pannenberg llevaba a cabo la distinción entre los objetivos de la Cristología y los objetivos de la Mariología en torno a la interpretación de la Virgen María. Según el mencionado teólogo, la Cristología trataba de aproximarse a María a través de la importancia y relación de los hechos históricos, es decir, en su contexto histórico, mientras que la Mariología trataba de buscar símbolos que ayudaran a entender el sentido principal de la Virgen María en términos religiosos y otorgarle un propósito funcional en la vida de los hombres y mujeres. De ahí que en los poemas marianos ingleses de la Edad Media se haga más énfasis en el papel de la Virgen María como un símbolo de fe, sumisión, e íntima espiritualidad que como una figura histórica clave. La imaginería con la que los poetas medievales describieron a la Virgen María también tenía su origen en fuentes de siglos pasados. En el siglo II, San Ireneo de Lyon se refirió a la Virgen María como la nueva Eva. En el siglo IV, San Ambrosio creo un amplio código de imágenes y metáforas dedicadas a la Virgen María. Los poetas medievales siguieron la tradición tipológica anterior en torno a la Virgen María y en sus obras comenzaron a referirse a ella como “el arbusto ardiente”, “la onda de David”, y “el rocío del vellocino de Gedeón”. Gregorio I equiparó a María con la esposa de Canticles y otros contemporáneos a Gregorio I elevaron a María a la categoría de novia de Cristo al tenerla como símbolo esencial de la iglesia católica. Los mitos pre-cristianos contribuyeron a forjar la leyenda de la Virgen María, y a medida que el cristianismo se extendía, tanto el arte como las tradiciones de las antiguas y nuevas culturas latentes comenzaron a fundirse y la figura de María comenzó a asumir algunos de los papeles míticos e iconográficos de Isis y de Ceres (madre); Minerva y Diana (virgen) y Rhea (una virgen concebida por el dios Marte). En la obra de Apuleyo “El Asno de Oro” escrita en el siglo II d.C., el autor hace referencia a una diosa que se identifica como Minerva, Venus, Diana, Proserpina e Isis. Muchas de las cualidades y atributos de esas diosas se trasladaron a María y nuevos rasgos se dejaron, por lo tanto, percibir en ella. Sin embargo, tal como sostienen la mayoría de los investigadores, fue la tipología e imaginería procedente de la Biblia la que contribuyó más a forjar la figura mariana. En el siglo V, Nestorio, Patriarca de Constantinopla, puso en duda el papel de Maria como la madre de Dios. Esto provocó un amplio debate en el Concilio de Efeso en el año 431 que propició el reforzamiento de María como Madre de Dios. Es a partir del siglo V cuando la devoción a María comienza a crecer y consolidarse. Tal crecimiento se vio reflejado en las prácticas litúrgicas cristianas y en la creación de días festivos en su conmemoración. En el siglo VII Roma reconoció cuatro festividades marianas: la Purificación, la Anunciación, la Asunción, y la Natividad de María. La iglesia inglesa adoptó dichas festividades a finales del siglo VIII. En el siglo XII la imagen de María se nutre, además, de elementos afectivos para con la humanidad. Uno de los devotos más notorios de María fue San Bernardo de Claraval que afirmaba que la importancia de María no radicaba en su extraordinaria virtud, sino en su sencilla humanidad. Los ejercicios de meditación ideados por Bernardo de Claraval en torno a la Virgen sirvieron de modelo para la creación de obras posteriores. En los inicios de la Edad Media, la iglesia había prescrito que los sábados y varias festividades se dedicasen a María. El Concilio Laterano de 1215 hizo obligatorio el Ave María para todos los laicos y entre los poemas más antiguos dedicados a María se encuentran traducciones rimadas del Ave María que aparecieron junto con el Pater Noster y el Credo como materiales religiosos y devocionales básicos. Tras la aparición del Ave María, comenzó a circular cientos de poemas dedicados a María. Durante la Edad Media fueron frecuentes las peregrinaciones a numerosos altares marianos situados en Winchester, Ely y Walsingham. Las escenas religiosas dedicadas a María adquirieron una enorme popularidad. De esto dan buena cuenta las pinturas, estatuas, ventanales, y libros dedicados a ella. Destacamos el manuscrito Biblia Pauperum. Con el tiempo se centró más en María como una figura de adoración, devoción y culto que en una manifestación histórica y por consiguiente, en una figura compleja que albergaba una amplia variedad de asociaciones provenientes de sus muchos devotos. Tres eran sus funciones primordiales dentro del contexto artístico y devocional: el de Virgen, Madre y Reina. Identificar a María como una doncella o virgen suponía celebrar su pureza, su belleza interna y externa, así como el mérito de ser partícipe del plan redentor de Dios. Los poemas que se centraban en la virginidad de la Virgen destacaban su hermosura y bondad y, con frecuencia, María era comparada a una azucena, a un jardín cercado o a un espejo sin mácula. No olvidaban tampoco destacar en ella su papel como la encarnación de la unión entre Dios y la humanidad. En los textos de Ambrosio, éste identificó seis virtudes en María: “el secreto de la modestia, la bandera de la fe, el secreto de la devoción, la Virgen dentro del hogar, la compañera para el ministerio (de Cristo), y la Madre en el templo”. Otros poemas señalaban la importancia de María como madre, no solamente en el sentido prototípico de la palabra, sino como la madre humana en virtud de la cual Dios se hizo hombre. La maternidad de María servía, además, para glorificarla en el cielo otorgándosele la “corona del bien”, la “corona de la vida” y la corona de la gloria” (Timoteo 4:8; Santiago 1:12 / Apocalipsis 12:10; y Pedro 5:4. Para la gente de la Edad Media la figura de Cristo representaba una combinación de humanidad y de divinidad, es decir, en la mentalidad del Medioevo, adoptaba los roles de intermediario y de juez respectivamente, lo que, en cierta manera, lo convertía en una figura temida. En cambio, María era considerada una intercesora poderosa a la que se podía acceder al tratarse de una virgen virtuosa, reina celestial y madre terrenal. En el Fasciculus morum, un manual religioso del siglo XIV, se aconseja al pecador apelar ante Cristo por mediación de su madre. San Bernardo de Claraval destacaba también el papel de mediatrix de la Virgen, aconsejando a los fieles venerar a María con toda la fuerza de sus corazones. Cuando aparecieron en Inglaterra en el siglo XII las primeras colecciones de milagros atribuidos a la Virgen María (The Golden Legend y The South English Legendary), María se convirtió en una figura literaria muy cotizada. Adquirió protagonismo en la obras teatrales denominadas N-Town plays y en los mystery cycles. El mismo autor del texto Cleanness atribuye a María la virtud de la pureza; en el texto de Pearl son claras las alusiones a la Virgen; en Sir Gawain, el caballero es un devoto incondicional de María, a la que muestra obediencia y sumisión. Su presencia es constante en romances, poemas laicos, canciones, villancicos, y oraciones que han pervivido hasta nuestros días. Las características de los poemas marianos medievales varían en forma y calidad estética. Algunos de ellos se han recogido en libros, manuscritos litúrgicos, himnos, libros de sermones, devocionarios, “libros de horas”, etc. Algunos investigadores atribuyen los primeros poemas marianos a los franciscanos que llegaron a Inglaterra en el siglo XIII, y otros, en el caso de Robbins, a los Dominicos. Los franciscanos escribieron para dos clases de público: los letrados y los iletrados. Algunos poemas se escribieron como material religioso para los propios miembros de la orden, otros para el catecismo y como fuente de inspiración entre los laicos. Otros aparecieron en libros de sermones como el Fasciculus morum, devocionarios, y en el libro del fraile John Grimestone. Muchos de ellos se utilizaron para ilustrar sermones religiosos. Los poemas podían ser originales o traducciones de otras lenguas, como el latín, el italiano, o el normando. Podían incorporar temas y materiales procedentes de la Biblia, de escritos patrísticos, de la liturgia, de canciones, de oraciones, de poesía, y de meditaciones. Hasta el siglo XV los poemas religiosos fueron compuestos con un sentido eminentemente funcional, no estético. Su sentido era homilético, es decir, que indujeran a la meditación, reflexión, devoción, instrucción e inspiración. Desde el punto de vista formal, sus versos presentaban una estructura sencilla y estaban despojados de adornos estéticos y de una imaginería alambicada y ambigua. Algunos investigadores no dudaron en considerar los textos más físicos que metafísicos, más inmediatos que reflexivos, y más llanos que sujetos a una cuidadosa elaboración (tanto estética como formal)”. La mayoría de sus autores son anónimos y parecen estar más interesados en los poemas como vehículos para la devoción, que como objetos que hayan de ser admirados por su valor literario y sus cualidades estéticas o formales. Los franciscanos pretendían, a través de sus poemas, fomentar los actos de contrición y dirigir el corazón de los hombres hacia el bien y alejarlos de las malas acciones. La idea era lograr un cambio radical en la voluntad de los hombres y mujeres; motivarlos a experimentar una experiencia religiosa a través del mismo texto; hacer énfasis en el acto emocional causando la identificación del oyente o lector con la temática del texto. Y era necesario de entrada un componente efectista, casi teatral, por lo que el poeta comenzaba con frecuencia aludiendo a un ambiente familiar, o haciendo referencia al tiempo, a la estación del año o a la hora del día. De esta manera podía lograrse un estado de ánimo adecuado para el acto de la contemplación, la espiritualidad o la meditación. La figura central era María, lógicamente, pues a través de ella, reflexionando sobre el nacimiento de su hijo Jesús, y de su muerte en la cruz, era posible que el lector encontrase una vía de acceso humano hacia los acontecimientos divinos, pasando de una realidad inmediata y concreta a una realidad más abstracta y trascendental. Obviamente, a través de la realidad inmediata de la Virgen era más viable que el lector pudiera identificarse con ella. Se hacía necesario siempre no perder ese foco que asociara a la Virgen como una madre humana, nacida en la tierra, que tuvo un Hijo y padeció a través de El los rigores propios de una madre, sobre todo, durante el momento de su crucifixión. Es importante destacar, asimismo, que el uso del “yo” de los poetas no respondía a un deseo persona, particular, de compartir o de vivir una experiencia personal, sino de hacer guiar a la humanidad hacia una espiritualidad universal que tuviera como punto de partida la virgen María y como finalidad, la identificación del lector con ella a través de todos sus actos en la tierra. En los poemas marianos medievales, la Virgen María suele por su humanidad, sus virtudes, y como punto de unión entre lo humano y divino. Más concretamente, en la literatura del siglo XIII María actúa como intercesora entre Dios y los hombres; y en la literatura del siglo XIV, María es vista como un modelo a imitar en la vida de los cristianos. Los primeros poemas marianos en inglés corresponden a traducciones del latín. Suelen ser enseñanzas elementales cristianas o himnos. El estilo de estos poemas se acerca más al estilo popular que a lo marcadamente afectado, aunque algunos no están exentos de ciertos juegos de palabras, ornatos formales, metáforas o imágenes religiosas al uso. No obstante, esa llaneza literaria que los caracterizaba no significaba en modo alguno que los no cuidaran sus texto ni tuvieran en cuenta la audiencia a la que estaban dirigidos. Muy por el contrario, la consecución de esa llaneza, de esa “simplicidad aparente” conllevaba enormes dosis de esfuerzo, dedicación e ingenio. Santo Tomás de Aquino siempre abogó porque los predicadores conociesen e hicieran uso de todas las técnicas poéticas posibles y San Buenaventura llegó a afirmar que el arte podría permitir mayor entendimiento de la armonía de la creación. Otros investigadores han afirmado que a través del arte podría acercarse a la imagen de Dios y en el caso de los poemas marianos, reconocer mucho mejor la perfección del potencial humano como reflejo de la imagen del creador. La imaginería literaria de estos primeros poemas marianos es, además, eminentemente viva y dinámica, y se prestaban más a su recitado y memorización. Es decir, calaban mejor en los corazones de las gentes más humildes. En contraposición, los poemas marianos del siglo XIV y XV resultaban más sofisticados y estilizados que los anteriores, tratando, al mismo tiempo, de evitar un exceso de sentimentalismo exagerado que pudiera desvirtuar el verdadero carácter funcional de los mismos, carácter que algunos autores han calificado de íntimo y directo. La audiencia a la que iban dirigidos los poemas era fundamentalmente la nobleza y aristocracia cultivada, teniendo en cuenta las características intrínsecas de los mismos, aunque también pudieran haber estado dirigidos a un público más humilde que supiera leer. Muchos de ellos, como hemos comprobados, variaban en estilos, formas y actitudes. El estilo de los poemas del siglo XV se estiliza, su dicción y discurso se hace más retórico con el fin de señalar la importancia del tema tratado y de sus figuras religiosas. Carleton Brown afirma que los poemas del siglo XV ganan en formalidad y pierden en fervor religioso, aunque algunos estudiosos los encuentra artificiales, áridos, y sumamente forzados. Mientras que los poemas del siglo XIV se centran más en los gozos terrenales, los poemas del siglo XV se centran en los gozos celestiales y en una imaginería ambiental construida a base de querubines y de coros celestiales que sirven menos para la experiencia religiosa y el compromiso emocional. John Lydgate es el representante de esta poesía religiosa y mariana del siglo XV. Lydgate fue un profundo admirador de Geoffrey Chaucer y amigo de su hijo Tomás. Para poder escribir sus obras buscó el favor de Enrique IV, Enrique V y Enrique VI. Los concejales de Londres, Richard de Beauchamp, Conde de Warwick, y Humphrey, Duque de Glouscester le granjearon también sus favores en calidad de mecenas literarios. Escribió poemas, alegorías, fábulas y romances. Sus obras más destacadas son Troy Book, Siege of Thebes and The Fall of Princes. El Troy Book era una traducción de la narrativa en prosa escrita en latín de Guido delle Colonne, Historia destructionis Troiae. La poesía de este autor se caracteriza por un estilo marcadamente latino y muy inclinado al cultivo de vocablos cultos y referencias religiosas. Un tipo de composición popular del siglo XV era el villancico, escrito mayoritariamente por monjes franciscanos. Su estructura constaba de un estribillo antes de la primera estrofa y repetido después de cada estrofa. Los villancicos giraban en torno a María y al nacimiento de Cristo. Su estructura era sencilla y popular y estaban destinados a fomentar la devoción por María. En el canon de la poesía mariana es posible hallar la mayoría de los estilos y formas de la poesía lírica medieval así como trazos de la tradición laica. La tradición representada por la poesía mariana sugiere que lo que resultaba más importante sobre María era su papel como vínculo trascendental entre lo divino y lo humano, es decir, el punto de contacto entre la carne y el espíritu. A través de ella, los fieles podían entender los misterios de la encarnación de Dios en un hombre; experimentar la trascendencia emocional de la vida, muerte y resurrección de Cristo; y hallar el más grande modelo de fe y esperanza como camino último de alcanzar la santidad en el cielo. Los poemas marianos versaban sobre la Anunciación de María, la Natividad, su sufrimiento al contemplar a su hijo crucificado en la cruz, su huida a Egipto y su Ascensión final a los cielos. Al tratar el tema de la Anunciación, los poetas recurren al mismo planteamiento temático. El ángel Gabriel saluda e interpela a María por su nombre y anuncia la concepción del Hijo de Dios. El papel de María en estos poemas es el de formar parte del plan de Dios para la redención de la humanidad y salvarla de sus pecados. La historia de la Anunciación no aparece en los relatos más incipientes sobre la vida de Jesús, sino que fue incorporada más adelante. Los cristianos de la Edad Media conocían el relato de la Anunciación gracias al evangelista Lucas (escrito hacia el año 85 después de Cristo) y al Protoevangelio apócrifo de Santiago (escrito hacia el año 150 d.C.). La importancia de la Anunciación también queda reflejada en los romances de caballería de los siglos XIV y XV respectivamente. Otro tema crucial de los poemas marianos gira en la Natividad de Jesús, o de la encarnación de Dios en forma humana. A través de la concepción de María, ésta se convierte en madre, hija y hermana de Dios. Para tratar del tema de la Natividad, los poetas recurren al Protoevangelio apócrifo de Santiago y al Evangelio del Pseudo Mateo en busca de información más detallada. La mayoría de los poemas que tratan la Natividad son villancicos. John Grimestone recoge en su libro de 1372 siete de los poemas sobre la Natividad más tempranos. Hay que tener en cuenta que la Natividad se desarrolló relativamente tarde durante la Edad Media. La canción de nana es la forma más característica de poema que versa sobre la Natividad. Otro tercer tema característico de los poemas marianos es la presencia de María al pie de la Cruz. El tema provendría del Liber de Passione Christi et Doloribus et Planctibus Matris Eius, atribuido a Bernardo de Claraval. En este tipo de poemas, el poeta reflexiona sobre el padecimiento de Cristo en la cruz debido a la magnitud de los pecados cometidos por el hombre y acerca de cómo este conocimiento puede inclinar el corazón de los hombres hacia Dios. Otra fuente que utilizan los poetas para escribir y meditar sobre la crucifixión es Beatae Mariae et Anselmo de pasione Domini de Anselmo. En el texto el propio autor pide a María que relate los acontecimientos propios de la Pasión. Los poemas, que pueden aparecer en nanas y en sermones, están destinados a provocar la reflexión y la emoción. De una gran belleza estética y literaria son los poemas marianos que versan sobre la Asunción de María y su papel como Reina Celestial, un papel que está presente en el libro de Juan el Evangelista y en Libro de los Nombres de Dios de Dionisio, y que trata de resolver el misterio de los últimos día de María. La idea al respecto más generalizada y extendida en la Edad Media era que ya que no existía ningún relato sobre su muerte ni conocida la existencia de su sepultura, lo más lógico era pensar que no había muerto, porque la muerte estaba sólo reservada a los que habían pecado. Autores como Jacobus de Vorágine, San Agustín y San Jerónimo tratan esta misma cuestión sobre el destino final de María como Reina Celestial y como un ser más cerca de la divinidad que de la carne, y por lo tanto, libre, por intercesión de su hijo Jesús, de la muerte y de la putrefacción. La festividad de la Asunción comenzó a celebrarse el 15 de Agosto en el siglo VII. A pesar de todo la Asunción de María no se convirtió en dogma de fe hasta 1950. En otros poemas que constituyen de por sí oraciones para la Virgen, aparece María en su papel de Mediatrix o Mediadora. Algo natural para la mentalidad medieval de la época que pensaba que si María fue la mediadora entre Dios y la humanidad cuando tuvo a Jesús en su seno, lo lógico que continuase intercediendo entre Dios y los hombres. Se trata de poemas de tipo penitencial que tienen como función especifica solicitar la ayuda y mediación de María. Otros poemas o textos marianos están destinados a meditar sobre los sucesos o “gozos” de la vida de María en términos de su significación espiritual; sus experiencias como símbolo de la historia de la redención de toda la humanidad, y su virtud en la tierra hasta alcanzar su lugar en el cielo. E.K. Chambers utilizó el término chansons d´aventure para referirse a una clase de poemas que trataban de emular un amplio repertorio de canciones de gesta francesas no-religiosas conocidas en Inglaterra hacia el año 1300. Estos poemas alcanzaron su cenit a finales del siglo XIV y comienzos del siglo XV. En los poemas laicos se contaba la historia de un soñador/hablante triste y abatido que se dirige al campo y allí se encuentra con una mujer. En la adaptación religiosa, la mujer es María (en algunos poemas, el soñador se encuentra con un hombre que resulta ser Cristo). Y a través del trato que se establece entre el hombre y María, se llega a una comprensión plena de si mismo y de su propia circunstancia personal. En los poemas, el narrador reflexiona sobre sus pecados o desatinos hasta que toma a María como modelo de virtudes y se dirige a ella para implorar misericordia. Una canción de gesta muy popular era Quia amore langueo, en el que el soñador contempla una visión de María que se lamenta por los pecados de la humanidad y solicita del soñador que tenga en cuenta el amor de ella por él y por toda la humanidad. El poema posee todas las convenciones y fórmulas de un poema de amor. Finalmente, existían, como ya mencionamos, poemas del siglo XV alejados de las sencillas estructuras utilizadas por los franciscanos y que conllevaban un estilo más complejo. En ellos María no aparece en su papel de madre, sino de reina celestial. También anticipamos que los autores de la mayoría de los poemas marianos (recogidos en sermones, canciones breves, villancicos, oraciones, poemas sueltos, nanas o canciones de cuna, liturgias, homilías, himnos, canciones de gesta que combinan lo laico con lo religioso, escrituras, etc), originales o traducidos del francés o del latín, son anónimos y atribuidos a monjes franciscanos o dominicos. Otros sabemos que fueron compuestos por autores conocidos como John Lydgate (c.1370-c. 1451); William Dunbar (c.1456-c. 1513): John Audelay (siglo XV); Thomas Hoccleve (c. 1369-1426); William Huchen (siglo XV); John Hawghton (siglo XV); Geoffrey Chaucer (c.1343-c. 1400); y los frailes William Herebert; James Ryman; y John Grimestone. Algunos de los manuscritos donde pueden hallarse buena parte de los textos marianos son: el MS BL Addit 46919; el MS Advocates 18.7.21 (fechado hacia 1372); y el MS Harley 2253. El poema que ofrezco como ejemplo y que paso a comentar sucintamente es un ejemplo claro de texto estilizado; un texto que fue compuesto en el siglo XV y que considero una auténtica joya literaria. He querido incluir el poema íntegro tal y como fue escrito, en inglés medieval o “Middle English”.

“O hie emperice and quene celestiall”.
O hie emperice and quene celestiall,
Princes eterne and flour immaculate,
Oure soverane help quhen we unto thee call,
Haile, ros intact, virgyne inviolate,
That with the Fader was predestinate
To bere the floure and makar of us all,
And with no spue of crime coinquinate,
Bot virgyne pure, clerare than cristall.

O blissit ros, o gemme of chastitee,
O well of beautee, rute of all gudenace,
O way of bliss, flour of virginitee,
O hede of treuth, o sterr without dirknace,
Graunt me, synfull, lyving in unclennace,
To sew the path of parfyte cheritee
And to forsake my synnis more and less,
Ay serving him that sched his blud for me.

O blissit lady, fillit of all gudenace,
Sen all my hope and traist is in your grace,
Beseke your sone for your hie gentilnace
To grant me laisar or I dee, and space,
All vicious lyf out of my saule to race,
And ever to lyve in vertew and clenace.
Out of the fendis bandis and his brace
Now, glorious lady, help of your gudenace.

For rycht as Phebus with his bemys brycht
Illuminate all this erd in longitude,
Rycht so your grace, your beautee, and your mycht
Anournyt all this warld in latitude.
Tharfore to me now schaw your gratitude
Of your magnificence, that day and nycht
Your benigne grace be to me lyvis fud,
And me to save from every maligne wicht.

For though Leviathan, the ald serpent,
Dissavit had oure parenes prothoplaust,
That in this warld doune has indigent,
Maid him to be put till the last
Eternale deth, quhilk ever suld have last.
Knawing your pure and incorrupt entent
Incomparable, the Holy Gast als fast
Into your innocence doune has sent,

And you illumynit with that blisful lycht;
I mene the Sone of the hie Deitee,
That on a croce suspendit was on hicht
For the redemption of humanité.
Quharfor throu yow, my soverane lady free,
Mankynde redempt was; tharefore day and nycht
In every place blissit mote ye be
Eternaly, abufe all erdly wicht.

(“Oh, noble emperatriz y reina celestial, princesa eternal y flor inmaculada, soberana nuestra cuando solicitamos vuestra ayuda, Ave, rosa sin marchitar, Virgen sin macula, predestinada a llevar en su seno a la flor, al Creador de todos nosotros, sin ofensa ni mancilla, Virgen casta, más límpida incluso que el propio cristal. Oh, rosa bendita, Oh, gema de castidad, Oh, pozo de hermosura, raíz de toda bondad, Oh, camino hacia la gloria, flor de virginidad, Oh, señora de lealtad, estrella luminosa, permitid que este pecador que vive en la vergüenza, busque el camino de la perfecta caridad y abandone sus pecados, grandes y pequeños, y pueda servir siempre a Aquel que derramó su sangre por mí. Oh, bendita Señora, llena de bondad, ya que toda mi esperanza y confianza reside en vuestra gracia, sed tan gentil de rogad a vuestro Hijo para que me conceda una oportunidad, para que pueda borrar de mi alma toda vida licenciosa, y pueda vivir siempre de manera honesta y virtuosa, apartado de las cadenas del demonio, o sino moriré. Ayudadme, Bendita Señora, por vuestra infinita bondad. Pues así como Febo con sus rayos de luz refulgentes ilumina todo el orbe en longitud, así vuestra gracia, hermosura y poder adornan todo el mundo en latitud. Mostradme, así pues, la gracia de vuestro inmenso poder, para que noche y día vuestra bondad sea el sustento de mi vida y me salve de todas las criaturas malignas. Y aunque Leviatán, la vieja serpiente, engañó a nuestros primeros padres que en este mundo pobres vivieron y fueron condenados a sufrir una muerte eterna, conociendo vuestras acciones puras e inmaculadas, el Espíritu Santos envió a la tierra al Hijo de Dios, que fue colgado en la cruz, y que vuestra gracia iluminó con luz gloriosa, para salvar a la humanidad entera. Por lo tanto, por vuestra intercesión, mi noble Señora, la humanidad fue redimida. Así pues, que en todos los rincones del mundo seáis bendecida eternamente noche y día por encima de todas las criaturas terrenales”.)

El poema comienza con una invocación indirecta a María en los términos más elevados y estilizados posibles; hace uso de constantes exclamaciones con una clara funcionalidad poética y de reforzamiento de María como figura central; y contiene algunas estructuras sintácticas complejas a la manera de la sintaxis latina. A partir del tercer verso en adelante aporta pistas claves sobre María sin mencionar su nombre en ningún momento. El poema, además, posee todas las características de un poema lírico amoroso o cortés (el poeta ensalza y alaba las cualidades de María, como si de una dama de la corte se tratara: bondad, belleza, caridad, castidad, y cortesía). Su estructura, cimentada a base de numerosos epítetos, están destinados a reforzar y consolidar la imagen de María como protagonista indiscutible del poema que presenta al poeta como un caballero o cortesano que se somete libremente a María en los términos de la poesía amorosa cortés. El texto pretende fundir lo divino con lo humano, lo espiritual con lo terreno, causando, según se lea e interprete, cierta ambigüedad. Asimismo, el poema contiene elementos religiosos muy claros que tienen como fuente fundamental algunos pasajes de la Biblia. Las reiteraciones, paralelismos, o estructuras análogas son constantes, fundamentalmente las del tipo: nombre + partícula preposicional + (cuantificador) + nombre (su uso, una vez más, hace énfasis en el poder de María). El texto no está exento de verbos utilizados en forma imperativa que permiten el reparto bipolar de dos “roles” dentro del poema: A= el poeta ruega e implora; B= María concede su gracia y se presta como mediadora ante su hijo Jesús. Algunos de sus versos permiten apreciar que el poder de María es superior al del resto de los hombres y mujeres, que está libre de toda mancha y de sufrir la muerte eterna propiciada por Adán y Eva, a los que el poeta en el texto se refiere como “parenes prothoplaust”. Otros versos del texto contrastan de alguna manera el poder y magnificencia de María con el propio sol, con Febo. En añadidura, el poema utiliza abundantes términos normandos como forma de embellecimiento textual: “emperice”; “soverane”; “chastitee”; “gudenace”; “beautee”; “virginitee”; “cheritee”; “gentilnace”; se aferra a fórmulas convencionales de otros poemas marianos: el poeta acude a María para rogar su intercesión frente a su Hijo Jesús, al mismo tiempo que la toma como modelo para llevar una vida alejada del pecado; presenta al poeta como pecador (en los poemas amorosos se presentaría como “sirviente” de la dama); contiene antítesis muy adecuadas a la temática: “pure-incorrupt”; utiliza cultismos del tipo: “predestinate”; “coinquinate”; “prothoplaust”; emplea comparaciones que podían interpretarse como profanas y religiosas; conlleva ciertas nociones personalistas y al mismo tiempo, universales; pretende que el propio lector/oyente se identifique con el poeta y haga suyas sus mismas pretensiones; hace uso de nombres que repite más de una vez por parecerle al poeta que mejor se identifica con la personalidad y función de la Virgen María; hace énfasis en la noción de luminosidad y brillo que materializa a través de adjetivos y sustantivos de gran belleza estética y no está exento de una sintaxis estructurada a base de oraciones compuestas. La poesía mariana, por lo tanto, no sólo se erige como resultado de un fenómeno religioso, sino como un enorme fenómeno cultural que derivó en la producción de un más que considerable corpus de textos en torno a la figura de María. Decimos religioso por el influjo significativo de un cristianismo que iba arraigando cada vez más con mayor fuerza en la Inglaterra medieval; y cultural porque la presencia de la Virgen María en la vida cotidiana de los hombres y mujeres en sus diferentes estratos sociales llegó a ocupar una parte importante. María aparecía en todas partes: en los iconos religiosos, en las oraciones populares, en las homilías, sermones, escrituras, misas, liturgias, en los altares y fuera de ellos, en los rezos guiados por el sacerdote, en manuscritos, pergaminos, en el campo, dentro de las casas y fuera de ellas, en las conversaciones populares, en la intimidad, en los ruegos y súplicas, en las invocaciones, etc. Difícilmente una figura tan popular podía quedar relegada a un segundo plano en la vida de las gentes del Medioevo, ¿Cómo podía entonces quedar al margen de la producción literaria? Por otro lado, los textos marianos llegaron a ser tan populares en la época como las propias canciones de gesta, los romances, la poesía moral y sacra, o las propias sátiras anticlericales o de carácter político que circularon por todas partes de Inglaterra y que contribuyeron a gestar levantamientos populares.

Bibliografía______________
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Davies, R. T., ed. Medieval English Lyrics: A Critical Anthology. London: Faber and Faber, 1963.
Gray, Douglas, ed. Themes and Images in the Medieval English Religious Lyric. London and Boston: Routledge and Kegan Paul, 1972.
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