EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Lecturas de la nación en novela argentina de fines de siglo XX

por Carmen Perilli
Artículo publicado el 22/06/2005

«¿No podés contar más que tragedias?»
(Fuegia,
Eduardo Belgrano Rawson)

A qué se refiere usted, amigo mío,
cuando dice soy argentino?

¿A una particular categoría de suicidas?»
(En esta dulce tierra, Andrés Rivera)

A mediados de los noventa escribí un libro sobre la narrativa de las últimas décadas del siglo XX. La extraña y rabiosa respiración de las novelas contaban una curiosa biografía de la nación. Una cartografía de la patria marcada por la tensión entre el pudor de las letras y los efectos siniestros de los cuerpos. Cuando edité El sueño argentino, me reconocí en las reflexiones de Tomás Eloy Martínez sobre constantes de nuestro imaginario nacional como necrofilias e impunidades. Durante este último tiempo siento que, de algún modo, la literatura me había entregado recuerdos del porvenir, leyendo el pasado. Las naciones, para poder subsistir se inventan una tradición, tejen su leyenda y se reconocen en un mapa. Se representan entre la memoria de lo que fueron pasado y el deseo de lo que buscan ser. Nuestra identidad nacional implica una doble y traumática gestación, basada en un proyecto de sociedad civilizada que excluye, de modo violento, sus otros: los indios, los gauchos, los negros, los inmigrantes… en resumen, aquello que se nombra como bárbaro, como exterior a la etnia neo-europea gobernante.

Negación y afirmación, vaciamiento y trasplante marcan las escenas de la fundación. La diferencia se elimina y se sanciona la inexistencia de aquello que excede el discurso estatal. Es la ciudad contra el desierto. La sociedad argentina se construye sobre una fisura ya que el Estado, que representa la Ley se sostiene sobre el delito. Los vencedores «civilizan» por medio de la «barbarie». Josefina Ludmer propone leer la cultura argentina a partir del delito del menor o del segundo (el Otro) que encubre el delito del mayor o del primero (El Estado, el Poder)

La última dictadura del siglo XX se erige sobre la derrota de un proyecto de país e instaura otro proyecto, enajenado y enajenante encubierto por una imagen autocomplaciente, que permite dar la espalda a nuestros propios ritmos. Surge el país neoliberal. De manera vertiginosa Argentina ingresa a lo que Toni Negri llama la era del Imperio.

El movimiento de violencia y exclusión se exacerba; el estado utópico y criminal prolonga relaciones que se creían superadas: entre el poder y el crimen, entre la política y la locura, entre la amenaza y el complot, entre el exilio y la muerte. La democracia, que continúa el proyecto, no hace sino prolongar ese gesto al intentar ignorar el delito y sepultar la memoria. La clase dirigente es cómplice, la sociedad civil es enceguecida por espejismos del mercado que la decretan parte del Primer Mundo.

Cada vez que el estado argentino reformula la nación decreta lo que Jean Franco llama la desterritorialización de los sujetos que obstaculizan este propósito. Hoy la gran mayoría de los argentinos estamos desterritorializados, hemos dejado de ser ciudadanos, para convertirnos en cifras de un país fantasmal con un gobierno de sombras. El pueblo argentino entero se ha convertido es el otro al que el Estado ignora, ocupado como está en administrar bajo los dictados del capital financiero. Si la modernización fue periférica y usó máscaras democráticas, la globalización es un trofeo que hay que pagar con la segregación, la corrupción, la entrega del patrimonio, la ignorancia, la desprotección social, la injusticia, la indignidad y la muerte.

La escritura trabaja las grietas sufridas por las identidades y se conforma como espacio donde se pone en escena la violencia. Los relatos tejen un vasto universo en el que acechan fantasmales ciudades que crecen en el desierto de arena de Zama o en las tolderías de La liebre; deambulan personajes condenados a la presencia/ ausencia _ los fantasmas indios de la isla en Fuegia, el entenado, extranjero de dos mundos de Saer, las sombras paródicas de las novelas de Soriano, «el hombre que llega al pueblo» de Tizón-; diferencias negadas en la invención de un linaje europeo como en los mundos de Bizzio o de Rivera-; barcos o aeropuertos convertidos en territorios – los náufragos de las estrellas de Belgrano Rawson o los historiadores de papel de Juan Martini.

La fábula histórica argentina dibuja, de modo fatal, las mismas figuras legitimando un estado que enmascara su autoritarismo con la construcción de un imaginario liberal en una tierra donde, como dice Yofré, el personaje de las novela En esta dulce tierrade Rivera, «el contrato social que filosofó un licencioso ginebrino, ha sido suscripto por asesinos. (Aquí), donde el gusto por el poder es un gusto por la muerte» (1984). El mapa literario nos ofrece desconcertantes itinerarios: cruentas e hilarantes empresas de conquista que imponen modernos sueños a la realidad americana, desatando aquellas fuerzas que Marx llama «potencias infernales». El país se representa como un»imperio babélico» invisible y, al mismo tiempo, un » imperio de ratas» (Martini, 1989).

Curioso destino de los documentos de la cultura, el de convertirse en documentos de barbarie, en la medida en que excluyen y niegan voces y cuerpos. Los textos muestran el cruento proceso de construcción de la nación y de la composición laboriosa de un código maestro, expresado en antinomias falsas.

Nuestras ficciones presentan una suerte de ontología negativa de la Patria, atacando no sólo el concepto de tiempo histórico lineal sino el de espacio propio y ajeno. Andrés Rivera imagina la historia de «esta dulce tierra» como relato de un crimen; Tomás Eloy Martínez asevera que en nuestro país «cada vez que hay un cadáver de por medio la historia se vuelve loca». Todas las voces apuntan contra las nociones tradicionales de territorio y frontera. La trilogía de Juan Martini transcurre siempre en no lugares (Augé,1993), espacios sin fundaciones; la irrealidad estructura obras comoCita en Marruecos de Rodolfo Rabanal en la que la Pampa es lugar de memoria en relación con el no lugar utópico.

Los escritores denuncian una identidad clausurada, sustraída a la historia, reflejo de espejos ultramarinos, producto del colonialismo. El «ser nacional» es el mito dorado de la nación moderna, impuesto a costa del silenciamiento de los subalternos cuyas culturas son condenadas al «olvido obligatorio» . Los textos muestran figuras constantes: el cautiverio de mujeres acompañado por la violación; la desaparición de niños, el hambre y la miseria; la corrupción de los poderosos; el destierro. Alrededor de ellas hay un largo tejido de ficciones. La extranjería es la representación misma de la diferencia. El verdugo en el umbral o El profundo sur inscriben la historia de la persecución política desde los inmigrantes anarquistas o El santo oficio de la memoriala saga de una familia inmigrante. En estado de memoria trabaja los vacíos de la ida desde los rincones de la memoria y la cotidianeidad, inscribiendo la historia como «letra de lo mínimo»; Héctor Tizón dice «Desde que me negué a dormir entre violentos y asesinos, los años pasan, mis palabras se convierten en piedras y soy como un borracho que hubiera asesinado a su memoria»(1984)

Nuestra novela se propone como crítica de una cultura, como contramemoria de una sociedad atrapada en el delirio. La escritura busca entregar una antropología del imaginario. Los novelistas ponen en tela de juicio representaciones de lo real, buscan romper la peligrosa transparencia de las palabras naturalizadas. La escritura reflexiona sobre otras escrituras; intenta desentrañar otros saberes y sus vinculaciones con el poder. Regresa una y otra vez sobre encuentros y desencuentros entre ficción e historia, transitando desde la crónica histórica a la teoría y crítica de los discursos culturales- «Lo primero que noté fue que en esos papeles había un relato. Es decir, el manantial de un mito: o más bien un accidente en le camino donde mito e historia se bifurcan y en el medio queda el reino indestructible y desafiante de la ficción Pero aquello no era ficción: era el principio de una historia verdadera que, sin embargo, parecía fábula» ( Tomás Eloy Martínez,1995) Aunque pesimistas, los creadores no apuestan al posmoderno «fin de la historia», buscan preguntas y respuestas en las estructuras profundas escriben » la historia de una carencia, no la carencia de una historia» (Rivera)

Desconfían de los grandes relatos engañosos, la idea tradicional de totalidad se ha fracturado. La vida ya no es «entera», ya sólo se pueden componer lugares, hay atmósferas en este «profundo sur». Se escuchan conversaciones, se preservan fragmentos, se lee en los márgenes.. Nadie tiene la verdad, o la tiene sin saberlo como la loca de Piglia – «Fíjese que ella va diciendo esas palabras, las subrayadas en rojo, las va diciendo entre los agujeros que se puede hacer en medio de lo que está obligada a repetir, la historia de Bairoletto, la virgen y todo el delirio. Si se fija en las diferentes versiones va a ver que las únicas palabras que cambian de lugar son esas con las que ella trata de contar lo que vio»( Piglia,1988)

Una trama enigmática y siniestra se extiende en los discursos que adquieren el gesto policial; la derrota se cierne como fatalidad. La historia argentina, tragedia de los vencidos, encubierta y negada en épica triunfalista de los vencedores puede tornarse en sátira mordaz y policial negro. La ficción novelesca juega a registrar lo real al mismo tiempo que consigna la imposibilidad del gesto.

Si los cuerpos se hablan desde la perversión, la literatura_cuerpo simbólico- se arma en la traducción perversa de otros discursos. El texto hegemónico de la cultura argentina está diseñado sobre una torcedura, la del modelo.. La irrisión de la escritura parece rechazar al otro exterior a ella, transformándose en espejo que desafía la homogeneidad de la imagen del sujeto.: «Un hombre cuando escribe para que lo lean otros hombres miente. Yo que escribo para mí, no oculto la verdad. Digo: no temo descubrir ante mí lo que oculto a los demás»(Rivera,1991). A la idea económica de la escritura que propugnó el discurso liberal y el discurso de la izquierda se opone una idea antieconómica, casi como desafiando el discurso estatal.

Detrás de una superficie insoportable, se agitan una serie reiterada de significantes que hacen añicos cualquier representación autocomplaciente, insistiendo en lo que se desecha, convirtiéndolo en valor. La literatura trae constantemente aquello de lo que no se habla porque no se soporta. La podredumbre inunda el espacio de enunciación que, como la lengua tumefacta de Castelli o el cadáver de Eva habla desde la muerte, sosteniéndose con violencia en el borde del arte. El lector se ve apremiado a penetrar en un mundo que puede ser insoportablemente real o insoportablemente irreal, un infierno albino como lo llama Sergio Bizzio un lugar sin límite. Lo siniestro se afirma en la repetición de personajes, acciones, lugares, situaciones.

Las identidades son móviles e intercambiables y los nombres se pierden en los sobrenombres que los enmascaran.. El delito, en sus múltiples formas, cruza todos los lenguajes de una narración que adquiere la envergadura de la tragedia por la ausencia de un afuera del crimen y de los vicios tanto privados como públicos, en este «ramal al infierno» . Quizá por eso uno de los personajes de Maggiori concluye «Hay que pensar menos porque la cosa así no funciona, es decir, la vida hay que tomarla como una película, no como a un libro. Hay que estar todo el tiempo en movimiento… te ponés a pensar y en vez de una película vivís como en un libro, o sea, todo lleno de páginas, lento, aburrido».

Los novelistas argentinos de fines de milenio como los cartógrafos describen, miden y representan las ficciones de nuestra cultura pintando un fascinante y aterrador mapa de nuestro imaginario social, quizá porque sienten también la necesidad de manejar su territorio o simplemente por la aventura de descubrirlo. Casi con horror nos contemplamos latinoamericanos. Volvemos a ese lugar del mundo al que siempre quisimos ignorar, el de los condenados de la tierra, el de los ciudadanos de segunda clase del avasallador tren del progreso. El delito se transforma en norma, las figuras se repiten.

Se trata de dejar de formar parte de la hojarasca que dejan falaces modernizaciones, acabaremos con los cien, doscientos años de soledad que nos han tocado. Algo importante está sucediendo: hemos quebrado el espejo, y, aunque ello nos desconcierte, hemos empezado a mirarnos. Poco a poco podemos recuperar la memoria y el deseo y dejar de actuar como si recién bajáramos de los barcos.

Bibliografía
Aira, César, La luz argentina, Buenos Aires : CEAL, 1983.
La liebre, Buenos Aires: Emecé, 1991.
Embalse, Buenos Aires: Emecé,1992.
Belgrano Rawson, Eduardo, Fuegia, Buenos Aires: Sudamericana, 1991.
Bizzio, Sergio, Infierno Albino, Buenos Aires:Sudamericana, 1993.
Marimón, Antonio, El antiguo alimento de los héroes, Bs.As.: Punto Sur, 1988.
Martínez, Tomás Eloy, Lugar común la muerte, Caracas,: Monte Avila, 1979.
La novela de Perón, Buenos Aires : Legasa, 1985.
La mano del amo, Buenos Aires: Planeta, 1991.
Maggiori, Germán, Entre hombres, Buenos Aires: Alfaguara: 2001.
Martini, Juan Carlos, La vida entera, Buenos Aires, Bruguera, 1982.
Composición de Lugar, Buenos Aires Bruguera, 1984.
El fantasma imperfecto, Buenos Aires : Legasa,1986.
La construcción del héroe, Buenos Aires: Legasa, 1989.
El enigma de la realidad, Buenos Aires, Alfaguara: 1991.
Mercado, Tununa, Canon de alcoba, Buenos Aires: Ada Korn, 1988
En estado de memoria, Buenos Aires: Ada Korn, 1990.
Piglia, Ricardo, Prisión Perpetua, Buenos Aires: Sudamericana, 1988.
Rivera, Andrés, Nada que perder, Buenos Aires, CEAL , 1982.
En esta dulce tierra, Buenos Aires : Folios, 1984.
La revolución es un sueño eterno, Bs.As.:GEAL, 1987
El amigo de Baudelaire, Buenos Aires : Alfaguara, 1991.
La sierva, Buenos Aires : Alfaguara, 1992.
El verdugo en el umbral, Buenos Aires: Alfaguara, 1995
El profundo sur, Buenos Aires:Alfaguara, 1999
Rabanal, Rodolfo, Cita en Marruecos, Buenos Aires: Seix Barral, Planeta,1997
Saer, Juan José, El entenado, Buenos Aires : Folios, 1983.
Soriano,Osvaldo, No habrá más penas ni olvido, Buenos Aires : Bruguera, 1982.
Cuarteles de invierno, Buenos Aires: Bruguera, 1982.
A sus plantas rendido un león, Bs.As.: Sudamericana, 1986.
Una sombra ya pronto serás, Buenos Aires: Sudamericana, 1990.
El ojo de la patria, Buenos Aires : Sudamericana: 1992.
Traba, Marta, Conversación al sur, México: Siglo XXI, 1984.
Anderson, Benedict, Comunidades imaginadas, México: Fondo de Cultura Económica, 1991
Augé,Marc, Los «no lugares». Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, España: Gedisa,1993
Ludmer, Josefina, Manual del delito, Buenos Aires: Perfil, 1999.
Negri, Toni/ Hartd, Michael, Imperio, Sudamericana: Buenos Aires, 2002.
Perilli, Carmen, Las ratas en la torre de Babel. La novela argentina entre 1982 y 1992, Buenos Aires: Letra Buena, 1994.
Perilli, Carmen, Historiografía y ficción en la narrativa hispanoamericana, Colección Humanitas, Tucumán: Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 1994.
Piglia, Ricardo, Crítica y Ficción, Buenos Aires, Siglo XXI, 1.991.

 

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴