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Los retos de la literatura como género especulativo

por Jorge Collao
Artículo publicado el 06/04/2018

Aunque ya va a ser casi medio año desde que se dio por terminada la jornada denominada “Primer Encuentro Internacional de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción” realizada a fines del segundo semestre del año recién pasado, a instancias de la Corporación Letras de Chile, y a la cual fui gentilmente invitado a realizar una lectura de algunos fragmentos de mi obra, debo indicar además que aunque no fue admitida mi presentación de ponencia, se me hace interesante volver sobre la misma para ver si puedo ganar cierta atención y debatir estos temas.

Iniciaba yo con la frase de Ambrose Bierce (1842-1914): “No hay nada nuevo bajo el sol, pero cuántas cosas viejas hay que no conocemos”, para salirme del cliché manido de la frase de Shakespeare, y decía:

“Pienso en la distancia que va desde los presagios de Toffler hasta el manifiesto de Kaczynski. Desde la Teoría de la Relatividad hasta el Novel de Física a Peter Higgs, en que el presentimiento del futuro para la gran mayoría de la gente se ha diluido en la experiencia de un presente prácticamente imperceptible. Así, la literatura de especulación ha dado un gran giro parabólico sobre sí misma para ponernos en presencia de una realidad cada vez más ajena y sobre la cual hay que tomar cierta distancia para poder apreciar el bosque, y no obnubilarse con la maravilla incomprensible que es un simple árbol. Creo que el regreso de las grandes amenazas globales que inició subrepticiamente con el drama de Siria, y que se instala hoy sobre nuestras cabezas en esa especie de rombo del terror en cuyos vértices convergen Trump, Putin, Maduro, y Kim Jong-un, están cada vez más aportando a la construcción de una estética de la virtualidad. El gran desafío no planteado hasta el día de hoy es, precisamente, lo que podríamos llamar el paradigma de la realidad. Y en ese sentido –en que es también el gran tema de la literatura- nos convoca entonces desde lo que podríamos llamar ya no el impacto del futuro, sino el impacto de la disociación de la realidad”.

Por lo cual, bajo esta introducción un poco canalla, exponía seis temáticas que me parecían de proverbial importancia:

  • “La ciencia-ficción como laboratorio filosófico” (Ted Chiang).

No es –por lo demás- un camino nuevo. Autores y obras han explorado a través de la literatura reflexiones de profundo sentido filosófico que han quedado asentadas, no sin dificultad, como obras esenciales en el desarrollo de la filosofía contemporánea. El tema está, claro, si se considera a la Ciencia Ficción, o a la literatura de especulación científica, como “literatura” en realidad.

  • Literatura especulativa v/s literatura de ciencia ficción.

Tampoco intento discernir aquí una cuestión de definición pues me considero ajeno a esa latente polémica. Lo preocupante es que cierta cosificación del género tiende siempre a impedir que se abran campos nuevos –es decir, temáticas- a la exploración y búsqueda del gran público. Así, el lector no nos acompaña a especular, sino a ser mero espectador de un ejercicio acaso de “divulgación científica” y cuyo único subproducto, vendría a ser la entretención.

  • Nomenclatura y literatura, ¿Macguffin?

Quienes provenimos o tenemos una formación científica y no en literatura, estamos atravesados por este profundo prejuicio. ¿Hay en nuestro particular ámbito de exploración –la ciencia- materias nuevas para la literatura? Mi parecer es que sí. ¿Pues qué sabría un Doctor en Literatura respecto a cómo funciona y cuáles son los potenciales de un Colisionador de Hadrones? A primera vista podríamos argumentar que no importa, pero, la realidad de las cosas, es que sí importa. Por lo tanto la ciencia no es una excusa, un macguffin, una excusa para reacometer los eternos temas de la literatura, sino para explorar campos relativamente nuevos.

  • ¿Ciencia ficción o territorios estéticos?

Del mismo modo, pueden verse desde la literatura ciertos procesos de reinvención donde la estética funciona como nuevos pivotes de reconexión con el gran público. ¿No vendría por ahí una especie de Boom estrambótico y apabullante al ritmo de las orquestaciones de John Williams? Si, y no. La presión del best seller o de ganarse algún Ignotus o algún Hugo, tal vez, pero no para aquellos que pulsan escenarios nuevos que –al decir del viejo Hegel- nos vehicule forzando nuestras redes neuronales, en una evolución que aparentemente se encuentra detenida.

  • Bioética y futuro.

Saber de biotecnología hoy está –digamos- prohibido. Y no es que sea nuevo sino que el ser humano lo advirtió pronto en su propia evolución. Cuestión que resulta más barata, más accesible, más aprovechable, pero más repudiable por el status quo. La evolución dirigida, si podemos llamarla así, está con nosotros hace varios siglos pero no es hoy lo suficientemente rentable para imponerse a la “tecnología inanimada” de los automóviles de lujo o la cultura de la interfaz. ¿Qué clase de ética es esa entonces? ¿Una mediada por la posibilidad del negocio? ¿O por la búsqueda de un futuro utópico? El aparato biológico, la medicina, la genética, los transgénicos, las clonaciones, etc., son más explosivas y poderosas que cualquier artilugio: el Tricorder o Data quedan en bancarrota ante los posibles nuevos Prometeos.

  • Transposición tecno a bio.

Creo que ya se entendió la idea. Acá se me complejizan las definiciones porque se suele confundir. Nunca va a ser lo mismo un androide que un replicante y el ginoide de Ex Machina.

Hubiese sido interesante haber expuesto. Otra vez será.

 Jorge Collao
Artículo publicado el 06/04/201
La Serena, Chile

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2 comentarios

[…] un artículo titulado “Los retos de la literatura como género especulativo” en Crítica.cl (disponible también en Puerto de Escape y LDP Magazine). Como invitación a sus palabras, extendí […]

Por Literatura especulativa | Leonardo Espinoza Benavides el día 12/05/2018 a las 18:29. Responder #

Estimado Jorge:

¡A qué gran y tendida conversación invitan tus observaciones! No es este probablemente el espacio para extenderme en demasía, pero me resulta difícil evitarlo ante el anhelo de contribuir al diálogo sobre ciertos elementos que mencionas y elucubras.

En primer lugar, hago referencia a la cita: “La ciencia ficción como laboratorio filosófico”. Tal como lo veo, fueron los grandes griegos quienes vislumbraron la necesaria alianza entre filosofía y ciencia desde sus inicios. Cito a un gran filósofo chileno, Alejandro Serani Merlo, quien analizando la obra aristotélica dice: “Jamás el análisis en cuanto análisis podrá encontrar lo analizado porque, justamente, es de lo analizado que se ha hecho abstracción, para poder realizar el análisis”. Para que la ciencia dé frutos, debe primer existir lo que Aristóteles llamaba los “puntos de partida” a partir de la potencia intelectiva, lo que el mismo filósofo griego denominaba “Nous”. Para que la ciencia pueda ser herramienta de la especulación, necesita la pregunta filosófica inicial, de lo contrario será infértil el intento de acceder a lo desconocido, lo nuevo. Y cuando a esta alianza para la especulación se le agrega una intención artística (arte, en cuanto a la interpretación Tarkovskiana de toda aquella creación humana que busca enriquecer el “alma”), pues entonces se han sumado los ingredientes para generar ciencia ficción. Independiente del dinamismo semántico para definir el género en cuestión, esa hermandad de filosofía, ciencia y literatura, vienen a explicar lo que entendemos por este modo de arte escrito: sin limitarlo, sin estigmatizarlo, sin infantilizarlo, sin encadenarlo. Los ingredientes podrán pasar inadvertidos, pero siempre han estado ahí subyacentes. Así al menos comprendo los núcleos de esto.

En segundo lugar, me aterrizo a los confines de la literatura fantástica. Creo que nadie se ha referido mejor a la ciencia ficción que Philip K Dick en sus conocidas cartas, siendo increíblemente sencillo y preciso. Parafraseándolo, el autor estadounidense se refiere a la ciencia ficción como la desfiguración de la realidad a partir de una idea conceptual (no trivial ni meramente extravagante), plausible, que aún no sucede o ya no sucedió (en tanto que no solo trata del futuro, sino también de alternativas pretéritas). Y agrega que la buena ciencia ficción viene siendo la que estimula el intelecto del receptor hasta el punto de incitarlo a cocrear con el autor. Pero lo que más rescato, y citaré textual, es su capacidad de diferenciar fantasía y ciencia ficción (lo que a mi juicio desde entonces está zanjado con una claridad más diáfana imposible). Dice el escritor:

“Ahora tratemos de separar la fantasía de la ciencia ficción. Es imposible, y una rápida reflexión nos lo demostrará. Fijémonos en los personajes dotados de poderes paranormales; fijémonos en los mutantes que Ted Sturgeon plasma en su maravilloso «Más que humano». Si el lector cree que tales mutantes pueden existir, considerará la novela de Sturgeon como ciencia ficción. Si, al contrario, opina que los mutantes, como los brujos y los ladrones, son criaturas imaginarias, leerá una novela de fantasía. La fantasía trata de aquello que la opinión general considera imposible; la ciencia ficción trata de aquello que la opinión general considera posible bajo determinadas circunstancias. Esto es, en esencia, un juicio arriesgado, puesto que no es posible saber objetivamente lo que es posible y lo que no lo es, creencias subjetivas por parte del autor y del lector”.

Y ya está, y siempre ha sido así: una trata de lo plausible y la otra de lo implausible. Y no hay más misterio ni dificultad, tan solo que el juez final viene siendo, inevitablemente, el simbiótico escritor/lector en su tiempo y lugar determinado.

Esas son mis palabras hacia la ciencia ficción, que, al desmenuzarla, me atrevo a decir que siempre ha estado y siempre estará con la humanidad. Parece ser una expresión innata de nuestra naturaleza. Y cierro con una frase tuya que me ha fascinado y que apoyo: “(…) la realidad de las cosas es que sí importa. Por lo tanto, la ciencia no es una excusa, un Macguffin cinéfilo, una excusa para reacometer los eternos temas de la literatura, sino para explorar campos relativamente nuevos”.

Es, sin dudas, un tema a disfrutar por horas y horas, siempre acompañados de un buen café.

¡Un abrazo desde Santiago!

Leonardo Espinoza Benavides

Por Leonardo Espinoza Benavides el día 03/05/2018 a las 19:52. Responder #

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