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Materia dispuesta de Juan Villoro: Del alarde iniciático sexual al rito de sumisión

por Carolina Andrea Navarrete González
Artículo publicado el 16/06/2004

El presente trabajo tiene por objeto analizar el capítulo 4 titulado “Último safari” perteneciente a Materia dispuesta de Juan Villoro. El análisis pretende caracterizar en éste, el error predominante durante el proceso de inversión formativa del protagonista. En primera instancia se procederá a describir de manera breve y compendiosa el capítulo ya mencionado para proceder, luego, al análisis propiamente tal. La temática del “Último safari” gira en torno al ‘rito iniciático sexual’ del protagonista, ayudado por su tío Roberto y el amigo de éste llamado Tehui, quienes se encargan de llevarlo a un burdel tras cumplir sus quince años. El capítulo, entonces, abordará el proceso que va desde el momento previo a la salida hasta la culminación de ésta con sus respectivas consecuencias.

Al comienzo de este capítulo, el protagonista siente la ambivalencia de cumplir quince años, tomando conciencia de que el proceso que le tocará vivir en pos hacia una cierta madurez no dependerá exclusivamente de él, además, comienza a sentir fuertemente su escisión, habitando en él un tal Mauricio anhelante de una masculinidad bien definida como también la figura del niño que lo acompañó hasta los quince años, el cual, poco a poco, lo empieza a abandonar. Su búsqueda de identidad se presenta como una instancia conflictiva cargada de incertidumbre y extravío: “El futuro le parecía un sitio ajeno, como si ser “al fin él” fuese una suplantación, un disfraz para borrarme.”(130) Este cuestionamiento del protagonista guarda relación con lo que Ortega y Gasset entiende por los sustitutos de la auténtica vida, al respecto sostiene: “ Tal vez lo más trágico de la condición humana, es que puede el hombre intentar suplantarse a sí mismo, es decir, falsificar su vida”(Ortega y Gasset, 15). Cabe destacar, para Ortega, que esta suplantación cobra intensidad como parte de un conflicto vital principalmente en el periodo de la juventud ya que ésta significaría “no ser todavía”. Así, Mauricio, estaría, en el contexto del capítulo, dentro de la categoría de un púber en transición hacia la adultez. He aquí, en esta instancia intermedia, el conflicto de su identidad y de su escisión. Si tenemos en consideración los postulados de Piaget quien sostiene que a los 16 años, la manera de pensar de una persona está totalmente formada, permitiendo al adolescente manejar una gran variedad de problemas intelectuales lo que le proporciona un estado de equilibrio en su vida, entonces, tendríamos que inferir que nuestro protagonista de quince años adolece de este ansiado equilibrio por lo que sus estructuras mentales estarían en pleno proceso de formación. Y quien se va a encargar de entregarle esta supuesta formación será su tío Roberto, asumiendo el rol de un guía que se caracteriza por alardear sobre sus aventuras y ritos pasados proponiendo, ahora, otro tipo de excursión, esta vez de un orden iniciático sexual: “¿Todavía eres quinto?- preguntó el tío Roberto- Mauricio pensó en su virginidad- Te voy a llevar al Iris – sonrió Roberto.” (130) De esta manera el tío Roberto se comienza a configurar como un personaje que impulsa en Mauricio la salida de su estado púber. Ahora bien, en el lapso de tiempo previo a la visita del burdel, Mauricio se aproxima a elementos configuradotes de una cierta religiosidad como son los santos mártires y sus milagros; la iglesia construida por el padre símil a una “oficina para rezar” y su auto- comparación con un santo en relación con su hermano Carlos quien confesaba su atracción por una vida licenciosa. Podríamos decir que tras este preámbulo, con atisbos de culpa y pecado Mauricio se prepara para vivir el martirio que le producirá la excursión hacia la casa de prostíbulo porque- y aquí se empieza a dibujar el error que se producirá en su proceso de formación- el protagonista no está lo suficientemente preparado para esta inmersión en el campo prostibular siendo, en primera instancia su tío quien carezca de sentido común y de responsabilidad acometiendo una inversión en el proceso de formación de su sobrino. En este sentido la narración estaría alejada de una pretensión pedagógica que moraliza, primando lo caótico desde la mirada adolescente que narra. Es precisamente desde esta perspectiva interior y confusa como conocemos la experiencia traumática del protagonista cuando ingresa al burdel antes citado donde la marginalidad y el deterioro tanto personal como colectivo caracterizaban el lugar: “Mauricio sintió un latido en las sienes, activado por las pastillas y el nerviosismo[…] Aquel recinto era un buen testimonio de la descomposición”(155) Lo interesante de esta situación es que Mauricio, al verse presa del miedo y la angustia, busca una salida en la muerte, concibiéndola como escapatoria y al mismo tiempo, símil del lugar:

Sabía que la forma de salvarse, de salir mentalmente de allí, era asumir un temor más profundo, la certeza que lo perseguía en los últimos meses: el muerto que iba a ser. […] La muerte llenaba sus días […] Mauricio sólo pensaba en el momento final, el eclipse de las vidas. (155)

Así Mauricio trató de ensayar una estética de la descomposición, observando meticulosamente cada detalle de ese ambiente sórdido, mientras observaba el espectáculo colmado de mujeres desnudas acompañado del tío y del amigo de éste que se dedicaban a recitar todos los referentes posibles del órgano sexual femenino:

Las mujeres llegaban precedidas por un nombre de leyenda, bailaban sin gracia, se quitaban las breves lentejuelas y pasaban a la parte central del espectáculo, que consistía en abrirse numerosas veces, en no ser más que un sexo, un filo rojo precisado por los binoculares. Con espanto reverencial vi esa zona cruda, mientras Tehui, con parda monotonía, repetía los sinónimos de vagina que escuché en esa primera comunión. (162)

Este rito de iniciación concebido por Mauricio como una primera comunión demuestra una inversión del orden, un espacio ideológico definido por valores provenientes de la periferia, dónde comparten escenario, un joven adolescente, prostitutas y un tío, fabulador y monocorde. Ahora bien la frustración formativa más violenta la constituye el episodio donde sacan a Mauricio del burdel por ser, evidentemente, menor de edad, lo obligan a desnudarse siendo golpeado y humillado delante del supuesto mentor de su aprendizaje, el cual, llevando el nombre de un emperador azteca que reinó durante cinco años siendo finalmente envenenado en 1486, Tisoc, tras el lamentable episodio fuera del burdel, le reveló al sobrino su carácter farsante quedando todas las historias de aventuras exóticas relegadas a vil mentiras: “-Ni una cebra mierda –mi tío golpeó la mesa-. Nada. […] No maté nada. […]¡Me abrí carajo, me abrí como una mujercita!.” (166-167) Ante lo cual siente que ha fallado como guía abandonando el mando de la expedición, así, el último safari de Roberto desemboca en la repugnancia de su sobrino: “Vomité, mientras pensaba en las mujeres descoyuntadas en el teatro.”(168) Podemos señalar, pues, la acción desacertada del tío al tratar de convertirse en un guía avalado por una serie de excursiones imaginarias. Cabe destacar, al final del capítulo, la propuesta proteica de los acontecimientos, configurándose la posibilidad de enmienda de los sucesos pasados a cargo de Mauricio, el cual siente un llamado a revertir, en cierta forma, la equivocación y con ello el orden truncado de los acontecimientos:

Roberto miraba como esperando un comentario, como si yo fuera capaz de humillarlo a fondo por sus cebras perdidas y los insectos que mantenía vivos, y sobretodo, como si necesitara la ofensa de un canalla para demostrar que aún podía existir. En ese momento un insulto lo hubiera ayudado. […] Me vio con ojos de rencilla, que invitaban a compadecerlo, a descartarlo como el idiota conveniente que había sido para nosotros. (169)

En ese instante se revela la cobardía y la falta de madurez del protagonista, quien participó de una ‘expedición sexual’ desconociendo los peligros, la humillación, el pudor y el pasado oculto de su tío y más aún, sin saber emitir los juicios apropiados para una situación de esta envergadura: “Busqué algo que decir pero Mauricio se me calló. […] En ese momento ni yo ni Mauricio tuvimos boca, algo se separaba y el tío me pedía, nos pedía seguir ahí, ayudarlo, así fuera con un regaño, […] él aguardó, desafiante, pero no hubo voz.”(169) El fracaso de la formación de Mauricio emprendida por el tío desemboca en la ruptura del protagonista, quien confirma su escisión frente a sí mismo y a los demás:

Mi lengua pesaba como algo que se degolla, se forza, se torce. Un simple insulto bastara para que el tío sonriera. Quise que lo dijéramos. Algo. Lo que saldría. El tío aguardaba lo que fuera, la voz destemplada el arranque gutural. Yo quería quedarme. Pero la garganta de Mauricio tragaba silencio, rompida. Asquerosa. Definitivamente rompida. (169)

Sería pertinente señalar que la vida de Mauricio, después de estos acontecimientos, se vislumbraría como una ruina entre cuyos escombros él tendría que descubrir lo que debía haber hecho y así dibujar una identidad y un destino ideal o superior, que sería, por lo visto, el auténtico. Sin embargo, en el presente narrativo, el protagonista se deja llevar por las circunstancias, convirtiéndose en ‘Materia dispuesta’ en concordancia con lo que afirma Ortega y Gasset: “La vida es abandono del ser en disponibilidad. La mera disponibilidad es lo característico de la juventud frente a la madurez. El joven, porque no es aún nada determinado, irrevocable, es posibilidad de todo”(Ortega y Gasset, 41). En consecuencia, nuestro personaje, empleando un término de Ortega, se vegetaliza ya que no se observa en él una lucha con su contorno sino más bien una voluntad de ruptura en sus manifestaciones de su yo dividido.

BIBLIOGRAFÍA
– Conversación entre Javier Marías y Juan Villoro: de espías y otros fantasmas.   Letras Libres 4:48 (Dic. 2002)
– Entrevista con Juan Villoro. Cuadernos hispanoamericanos 561 ( Marzo 1997)
– Goic, Cedomil. “Las voces de El Juguete Rabioso(1996) de Roberto Arlt”.
– Kohut, Karl (ed.). Literatura mexicana hoy. Frankfurt am Main: Vervuert, 1991
– Ortega y Gasset, José. Pidiendo un Goethe desde dentro. Santiago de Chile:   Nueva Época Ediciones, 1932.
– Villoro, Juan. Materia dispuesta. México: Alfaguara, 1996.
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