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Narradores poéticos en Elena Garro y Carmen Laforet

por Hilda Catalina Galindo García
Artículo publicado el 29/03/2023

Resumen: Se interpretó a los narradores de las novelas Los recuerdos del porvenir, de la autora Elena Garro, y Nada, de Carmen Laforet, como narradores poéticos. Se han elegido estas obras debido a que se han observado similitudes en cuanto al manejo de imágenes poéticas y las interpretaciones que se hacen del mundo a través del filtro de la sensibilidad y el mundo interior.

Abstract: The narrators of Elena Garro’s novel Los Recuerdos del Porvenir and Carmen Laforet’s novel Nada have been interpreted as poetic narrators. These works were chosen because they resembled each other in terms of the use of poetic images and the interpretations of the world through the lens of sensitivity and the inner world.

Palabras clave: interpretar, lenguaje poético, poesía.
Keywords: interpreter, poetic language, poetry.

 

La narrativa de Elena Garro es conocida por su estilo poético y sus temas de ensueño, demostrando que existe una manera especial de usar el lenguaje para expresar la vivencia interna.

El narrador edifica una identidad a través de los recuerdos, dicha identidad se va asumiendo como verdadera y se construye con el lenguaje poético, la distancia de los hechos ocurridos, a través del tiempo, permite que se idealicen los acontecimientos recordados y por ello interviene la poesía. igualmente, en su obra El tiempo y lo imaginario, comenta que la creación poética se da por la nostalgia y esta surge por el deseo de superar la finitud, igualmente la temporalidad para revivir las instancias felices de la existencia y así poder eternizarlas.

El lenguaje poético es inspiración de la nostalgia y esto detona más curiosidad por la situación, el ambiente y los personajes. Cuando el narrador de la novela aparece por primera vez se presenta como un individuo sin un aspecto concreto, todo al inicio se juzga indeterminado y se habla en metáfora, pero la razón es que no importa quién es el “yo ahora” sino quién fue ese “yo” antes de ese “ahora”, la descripción difusa de ese “yo” es reflejo de un presente ambiguo, se necesita recordar al pasado para esclarecerlo; además el narrador aborda un tono apesadumbrado y reflexivo, justo el que emplearía el sentimiento de la nostalgia:

Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me trasfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga (Garro, 1963: 11).

Cuando un personaje habla a través de un tipo de lenguaje muestra una forma de concebir al mundo. Un lenguaje poético revela una inclinación hacia la fantasía, no sólo a la de la utopía, sino a lo que en francés se define con mayor precisión, al fantasme. El término pertenece al orden de lo onírico, el fantasme busca el sentido manifiesto y latente de un sueño más allá de sus significaciones, rastrea la revelación de una verdad que sea la verdad de un deseo.

El lenguaje del narrador apunta que la historia se construirá para encontrar una verdad. ¿Qué verdad será? ¿Cuál es el propósito del lenguaje poético? Para acercarse al termino es importante definirlo. Aristóteles, en La Poética, dice que el lenguaje es la expresión del pensamiento por medio de las palabras y Ricoeur, en Teoría de la interpretación, añadiría que por él la existencia de lo íntimo se convierte en expresión, mostrando el mundo interior del hombre. En cuanto a lo poético o la poesía; Gaston Bachelard, es su obra, La intuición del instante, aclara que la poesía es una metafísica instantánea, ya que en un breve poema se brinda, al mismo tiempo, una visión del universo y el secreto de un alma. Es más que la vida inmovilizando la vida, es una dialéctica entre las dichas y las penas. La poesía es una simultaneidad esencial en donde lo disperso o lo desunido conquistan su unidad.

Podría decirse que el lenguaje poético es la expresión dada en palabras de un suceso simultáneo e instantáneo, fugaz, manifestado en el interior o en el pensamiento, cuya reflexión se origina a partir de la unión de los contrarios, emociones que se enfrentan se concilian. Cuando se habla de conciliación, se habla de acomodo y por tanto de tiempos.

Bachelard, en su misma obra, menciona que hay dos temporalidades. El primer tiempo consiste en ser vertical y está detenido; en él se muestra lo que permanece, se descubre el lenguaje poético y su instante adquiere un nivel metafísico. Asimismo, expresa que el tiempo vertical es el tiempo verdadero. El tiempo verdadero es el tiempo interno, es el que están las acciones simultáneas, las cuales se dan de manera ordenada. El autor francés añade que “el tiempo es un orden y no una cosa, y todo orden es un tiempo”. El tiempo vertical obedece tres órdenes de experiencia sucesivas: Es un tiempo personal, independiente de “los marcos sociales”. Es un tiempo que no se rige por “marcos vitales de la duración”. Es un tiempo que no se rige por los “marcos fenoménicos”. Es un tiempo puro, este no corre, brota. El lenguaje poético brota por instantes en la novela e invoca la memoria, la historia que se cuenta es en realidad un instante. El segundo tiempo es el horizontal y es un tiempo común y corriente, es el tiempo de la prosodia y la gramática. En la novela, el narrador trabaja con ambos lenguajes, creando estos mundos de contraste y oposición.

El narrador poético de Garro reúne pasión y razón al usar la antítesis sucesiva, esto lo conduce también al misterio, por ejemplo, durante la escena de los amantes de Ixtepec, Felipe Hurtado y Julia Andrade, ambos desaparecen del pueblo de manera extraña, justo cuando la catástrofe los alcanza, pues el general Francisco Rosas los ha descubierto y cobrará venganza por el engaño de su mujer. El narrador dice que se detiene el tiempo en el momento en que Rosas captura a Hurtado para matarlo. Posteriormente, hay un salto de escena y el narrador expresa desconocer lo que sucedió, así que relata otro momento, uno maravilloso y fantasmagórico que nace del rumor:

Un arriero entró al pueblo. Contó que en el campo ya estaba amaneciendo y al llegar a las trancas de Cocula se topó con la noche cerrada. Se asustó al ver que sólo en Ixtepec seguía la noche. Nos dijo que es más negra rodeada por la mañana. En un miedo no sabía si cruzar aquella frontera de luz y sombra. Estaba dudando cuando vio pasar a un jinete llevando en sus brazos a una mujer vestida de color rosa. Él iba de oscuro. Con un brazo detenía a la joven y con el otro llevaba las riendas del caballo. La mujer se iba riendo. El arriero les dio los buenos días.

– ¡Buenas noches! –gritó Julia.

Supimos que era ella por las señas del traje rosa, la risa y las cuentas de oro que llevaba enroscadas al cuello. Iban al galope

Al salir de la noche se perdieron por el camino de Cocula, en el resplandor de la luz rosada del amanecer. El arriero entró al pueblo y nos contó cómo Ixtepec dormía redondo y negro con las figuras inmóviles en las calles y en los balcones.

-Era un mar negro, rodeado por los albores del campo –dijo. Nunca más volvimos a oír de los amantes (Garro, 1963: 146).

Lo poético se manifiesta cuando el narrador coloca de manera equilibrada los opuestos en esta escena; “ya estaba amaneciendo” enfrentando esta imagen “con la noche cerrada”, aquí se manifiesta la conciliación de los contrarios y es sucesiva con las descripciones del vestido rosa de Julia y el traje negro de Felipe, el “¡Buenos días del arriero!” con el “¡Buenas noches de Julia”, cuando los amantes se dirigen en dirección al amanecer y el arriero en dirección a la oscuridad donde se hallaba el pueblo, asimismo, “el mar negro rodeado por los albores de del campo”. El instante poético se ha logrado porque dos imágenes contrarias se han unido para formar una sola, una que en tiempo sería un instante.

Sin embargo, el instante poético es un producto del lenguaje, la percepción, el deseo y el fantasme. Lo momentos poéticos en las novelas son diversos y todos están sugeridos por un “si…”, el propuesto para que los actores adopten la sustancia de sus personajes.

En la novela de Garro, los acontecimientos difusos adquieren una claridad de ensueño por la poesía. Nada de lo que relata el narrador de la novela es algo objetivo sino subjetivo. En la memoria, al carecerse de registros totales del pasado, es inevitable que la imaginación no intente cubrir los vacíos; Samuel Arriarán, en su obra Filosofía de la memoria y el olvido, revela que la creatividad y la imaginación ayudan a configurar al individuo, no para el pasado, sino para el futuro, para que trascienda su presente. Debe existir distancia para reencontrarse con lo más íntimo, lo más propio, el origen; pero llamar al pasado con la poesía no es para hacerlo vivir, sino para trascenderlo, el lenguaje poético tiene un propósito redentor, así la verdad indagada en la historia del narrador poético es aquella originada en el fantasme, es el de la libertad.

El lenguaje literario se usa para provocar efectos emocionales y de reflexión, uno de sus trucos es el correlato objetivo, el cual pertenece a la visión del narrador, ya que mira un recinto, perfil u objeto para buscar, principalmente, una sucesión de imágenes simbólicas que, en su conjunto, evoquen un sentimiento o una situación compleja.

La escritora Eugenia Rico, en el texto Saber narrar, explica que el correlato objetivo es una estrategia literaria que se da por acumulación y relación. En la novela Nada, de Carmen Laforet, es perceptible en la primera parte de la novela cuando se describe la casa abandonada:

Es más afectivo y práctico referirse a una casa abandonada para señalar el desánimo existencial, además es una manera artística de hablar sobre ciertos temas que requieren un discurso y un tiempo más amplios para ser explicados. Lo que le importa al narrador es afectar primero de manera emocional, luego de manera intelectual. El recuerdo requiere de las impresiones más sensoriales, ya que son las primeras en llegar y las que más perduran en la memoria.

Así como el correlato objetivo, está el uso de figuras retóricas como la comparación y la metáfora. La comparación y la metáfora permiten construir un mundo emocional que se mueve entre el ensueño y la creatividad, son figuras que también afectan a nivel conocimiento, ya que disfrazan la apariencia de un objeto, o suceso, y transforman la percepción de la realidad:

Empecé a seguir —una gota entre la corriente— el rumbo de la masa humana que, cargada de maletas, se volcaba en la salida. Mi equipaje era un maletón muy pesado —porque estaba casi lleno de libros— y lo llevaba yo misma con toda la fuerza de mi juventud y de mi ansiosa expectación. Un aire marino, pesado y fresco, entró en mis pulmones con la primera sensación confusa de la ciudad: una masa de casas dormidas; de establecimientos cerrados; de faroles como centinelas borrachos de soledad. Una respiración grande, dificultosa, venía con el cuchicheo de la madrugada. Muy cerca, a mi espalda, enfrente de las callejuelas misteriosas que conducen al Borne, sobre mi corazón excitado, estaba el mar (Laforet, 2023:111).

El lenguaje poético de Carmen Laforet usa elementos como la atmósfera y los espacios para que la poesía se desenvuelva. Laforet evoca ambientes con gran sensibilidad, como la casa en ruinas de la calle Aribau, en Barcelona. Esta refleja tanto la decadencia física como el desmoronamiento emocional de sus habitantes. Las descripciones del lugar, la ciudad y sus paisajes urbanos están impregnadas de simbolismo. Esto sugiere que el mundo se observa a través del estado mental y emocional de Andrea. La atmósfera es cargada y opresiva, asimismo, las descripciones tienen un tono lírico que acentúa la sensación de alienación y angustia. La comparación y la metáfora «dicen» más de lo que «enuncia», refieren a su deseo de vivir o, de manera más precisa, al recuerdo de aquel deseo por vivir y experimentar lo que suscitase.

Las imágenes sensoriales y metafóricas son utilizadas para conectar las emociones internas de Andrea con el mundo exterior. Los sonidos, olores y colores que se describen están cargados de significados emocionales. Estas imágenes no sólo describen la realidad física, sino que también reflejan el estado interno de los personajes, en especial, cuando ocurren los momentos de incertidumbre y conflicto. Al principio se puede identificar la expectación de Andrea cuando llega a Barcelona, incluso, su mirada detalla lo que observa, más no hay un conocimiento amplio de lo que ve, todo pasa a través de su subjetividad. Su foco indica que su mirada se dirigirá con la mayor apertura posible, precisamente, porque apenas está conociendo su entorno. Incluso, nos habla de una focalización interna. Es decir, el narrador desconoce toda la información de la historia y lo que sabe ha sido por medio de otros o por experiencia propia. El efecto que se presenta en el narrador es uno de limitación, esto habla de que la historia se experimentará, pero, habrá limitaciones:

Si en Nada la focalización era interna fija y la narración autodiegética, en La isla y los demonios la focalización es cero y la narración heterodiegética porque el narrador no participa en ningún momento en los hechos que está contando. Esto tiene como consecuencia que la voz narrativa tenga mayor libertad de perspectiva que en Nada: el narrador de La isla y los demonios se mueve constantemente en el tiempo adelanta sucesos, advierte pensamientos y confesiones íntimas que un narrador con focalización interna fija (como el de Nada) no tiene posibilidades de presentar. Si la voz narrativa de Nada intentara dar cuenta de los sucesos desde una perspectiva tan amplia, el contrato de veridicción se rompería, no sería coherente con la estructura de la novela (Quintana,2021:70-71).

En la novela también se presenta cierta sencillez y contención emocional en el narrador. Aunque el lenguaje poético de Laforet puede ser evocador, su estilo está muy contenido. No se excede en adornos o intenta ser elegante, su prosa es directa. Sin embargo, expresa con profundidad lo emocional, a través de los detalles y en las reflexiones interiores. La intensidad emocional se construye a partir de una acumulación de imágenes concretas, más que del uso del lenguaje poético, aunque, no deja de emplear metáforas interesantes, que ayudan a ambientar el lugar. Las descripciones a través de figuras poéticas les brindan a los espacios una identidad que termina siendo específica para que el lector entienda que está sucediendo en el mundo interior de Andrea y el por qué siente lo que ve, asimismo, como aquello que atestigua la está formando:

Corrí, de vuelta a casa, la calle de Aribau casi de extremo a extremo. Había estado tanto tiempo sentada en medio de mis pensamientos que el cielo se empalidecía. La calle irradiaba su alma en el crepúsculo, encendiendo sus escaparates como un ahilera de ojos amarillos o blancos que mirasen desde sus oscuras cuencas… (Laforet, 2023:304).

En la novela Nada se presenta la introspección y subjetividad debido a la intención de mostrar cómo el mundo externo afecta al interno y, a su vez, este también le atribuye carácter y sentido. Asimismo, el lenguaje poético se manifiesta mediante estos elementos de la narración. Andrea interpreta el mundo que la rodea a través de sus propias emociones y pensamientos. Esto le otorga a la narración un carácter introspectivo, casi meditativo. La mirada que contempla el mundo exterior, mientras la voz expresa lo que ocurre en el mundo interno, en sincronía con el anterior, refuerza la naturaleza poética de la obra. Incluso, las vivencias de Andrea llegan a acercarse a lo filosófico:

(…) la autora aprovecha a su narrador para expresar juicios sobre diversos temas (…) sobre todo porque se da un regreso en torno a la metafísica del tiempo, la vida y la muerte (…) La llegada de la muerte -la gran igualadora- constituye el momento final de la reflexión y del perdón (Quintana, 2021:32).

Los temas principales invitan a la reflexión, mas, no moralista, sino personal, ya que se expone la condición humana bajo las circunstancias del aislamiento y la soledad. Andrea se siente aislada tanto en su hogar como en su entorno, esto hace ver a la casa como un símbolo de encierro y frustración. Laforet emplea descripciones detalladas y simbólicas para representar la decadencia de la casa como un reflejo del mundo interior de la familia de Andrea. Igualmente, se explora cómo la pobreza y la desesperanza afectan las relaciones interpersonales, volviéndolas tóxicas y destructivas, lo que justifica el desgaste de las relaciones familiares.

Esto obliga a Andrea a buscar su identidad para llegar a ser libre. La protagonista desea escapar y encontrar un sentido de pertenencia fuera de las expectativas familiares y sociales. Conseguirá su objetivo gracias a su sensibilidad y a su capacidad de interpretar el mundo que siente que la aprisiona. Aquella dimensión, similar a una cárcel para la protagonista, está construida por más historias que ayudan a Andrea a entender su realidad. Para ofrecer al desarrollo esa posibilidad de cambio, se encuentra la metadiegesis. La figura es un recurso narrativo que se describe la creación de historias dentro de la historia principal. En Nada, la protagonista vive en un ambiente tenso y asfixiante en casa de su abuela, para soportar aquello, se abre a la posibilidad de escuchar anécdotas que la distraigan o le revelen algo importante para su situación.

La metadiegesis permite que más historias o relatos se involucre en el desarrollo de la novela. En la novela son recuerdos o conversaciones de otros personajes, que explican conflictos familiares, por ejemplo, las historias de su tío Román, las vivencias de su amiga Ena o de la madre de esta. Este recurso permite que la historia principal se entrelace con otras para que otorguen mayor profundidad al relato, formando así distintos niveles de significado. A través de la metadiegesis se exploran temas como el pasado de los personajes, los secretos familiares y las motivaciones ocultas que los motivan. Asimismo, otorgan una mayor riqueza a la trama principal y expresa la sensación de que el relato debe dar con algo:

(…) las intervenciones de la narradora-personaje responden a esa necesidad conductista en la narración que expresa siempre Laforet, tanto en el caso del focalizador interno fijo, como en el focalizador cero. Parecería expresarse así la necesidad del narrador de decir la última palabra (Quintana, 2021:68).

El estilo narrativo funciona para mostrar aquella situación de conflicto. Esto justifica el narrador en primera persona, ya que permite al lector adentrarse en la mente de Andrea y experimentar su sensación de claustrofobia, así como su deseo de emanciparse. El lenguaje de Laforet también posee una ambigüedad que da sitio a múltiples interpretaciones. Tal característica es un rasgo propio de la poesía. Las emociones y experiencias de Andrea no se dan a conocer de manera explícita, sino que se insinúan a través de metáforas y asociaciones sensoriales. Esta ambigüedad refuerza el tono poético de la narración.

Resultados
El narrador de la novela Los recuerdos del porvenir, mediante figuras retóricas, busca armonizar las oposiciones, para construir un universo amplío, sensible y vivo. Su mundo es real al mismo tiempo que es soñado, recordado y olvidado, dicha particularidad sólo puede lograrse por medio del lenguaje poético. Cuando la narrativa utiliza la poesía, es para reflejar el mundo interior del ser humano, sobre todo, cuando este se relaciona e intenta explicar el mundo exterior.

En la novela Nada, de Carmen Laforet, el lenguaje poético no es explícitamente lírico como el de Garro, pero, es capaz de usar las atmósferas, las imágenes sensoriales y la introspección de manera evocadora. La prosa de Nada contiene una profundidad emocional conmovedora, razón que justifica la identificación de varias generaciones de lectores con esta obra. Nada explora las contradicciones humanas, así como la ambigüedad de las relaciones y la búsqueda de sentido en un mundo marcado por la pérdida y la desilusión.

 Hilda Catalina Galindo García
Artículo publicado el 29/03/2023

Bibliografía
– Arriarán, Samuel (2010). Filosofía de la memoria y el olvido, México, Universidad Pedagógica Nacional.
-Bachelard, Gaston (1999). La intuición del instante, México, Fondo de Cultura Económica.
– Barthes, Roland; A.J. Greimas; Umberto Eco… (2004). Análisis estructural del relato, México, Ediciones Coyoacán.
– Garro, Elena (1993). Los recuerdos del porvenir (2da edición), México, Editorial Joaquín Mortín Laurel.
– Genette, Gérard. Figures III, Paris, Seuil, 1972.
-Laforet, Carmen (2023). Nada, Cátedra Cinco Décadas, España.
-Quintana Tejera, Luis María (2021). Nihilismo y demonios (Carmen Laforet: técnica narrativa y estilo literario en su obra), Colección: Lecturas críticas/30, UAEM, México.
-Rico, Eugenia; Juan Cruz Ruiz, Francisco Javier Rodríguez (2012). Saber narrar, México, Aguilar.
-Ricouer, Paul (2006). Teoría de la interpretación (6ª edición), México, Siglo XXI editores.
– Yañez, Adriana Vilalta (2011). El Tiempo y Lo Imaginario, Fondo De Cultura Económica, México,
– Zambrano, María (1996). Filosofía y poesía (4º edición), Fondo de cultura económica, México.

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