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Neoliberalismo y minimización del humanismo

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 06/10/2016

Publicado también en elquintopoder.cl
y elmostrador.cl

 

El mercado bajo el capitalismo neoliberal ha sufrido de una patología fóbica endémica a la función socioeconómica de la política y del estado democrático. Esta aversión del mercado ha terminado con el mundo entero al borde de un ataque de nervios y camino al diván del psicólogo. La no regulación política del mercado privado ha acabado convirtiéndose en una fuente globalizada de corrupción y criminalidad económicas y financieras sin precedentes. Esta suerte de autocracia mundial del mercado desregulado políticamente coloniza la política y el estado democrático; en realidad, es un estado dentro de un estado, con un PIB superior a varios estados juntos.

El mercado desregulado políticamente ha alcanzado un inconmensurable poder de facto navegando demasiadas veces sin viento de probidad y honradez en sus velas y perdiendo el fuelle de su responsabilidad social hundida en el lodo de una corrupción sistémica, como nos lo ha demostrado la mega crisis financiera que se inicia en 2008. En el afán de los apóstoles del capitalismo neoliberal más ortodoxo de rechazar exigencias de responsabilidad social y jurídica, probidad y regulación política del mercado, lo único que están consiguiendo es llevarse por delante la dignidad de la honradez en el mundo de la economía y las finanzas, teniendo consecuencias nefastas para las grandes mayorías, como la macro crisis económica y financiera que está padeciendo el mundo, los que la están padeciendo en forma mucho más severa son las capas sociales más vulnerables.

Al no contar con una regulación política fiscalizadora efectiva, los actores del mercado privado neoliberal han desatado sus excesos especulativos y sus ambiciones descontroladas con cero ética y responsabilidad empresarial y financiera y han terminado globalizando la corrupción y la especulación criminal de la economía y las finanzas, colapsando todo el sistema en un gigantesco revoltijo de inmoralidades y putrefacciones corruptas. Es patético ver al hombre más poderoso de la tierra, el Presidente de EE UU, George W. Bush, devoto representante máximo del paradigma de una derecha intransigente y fundamentalista de las bondades sempiternas y sagradas del mercado desreglado del capitalismo neoliberal, pedir 700 mil billones de dólares del dinero de todos los contribuyentes para poner parches en las heridas de las empresas sistémicas en quiebra por corrupción, las que han provocado el tsunami del mercado, después de demonizar al Estado durante las tres décadas de existencia del neoliberalismo.

La Administración Bush, representante de las derechas reduccionistas del poder de su Estado, que alienta una cascada de privatizaciones salvajes de empresas estatales; que se complace de cortar hasta el hueso los prestaciones sociales; que implementa reformas tributarias regresivas con el sólo afán de maximizar el mercado privado dejando al Estado con un cuadro de anorexia económica crónica, saltó por los aires al quedar al descubierto un volumen abrumador y monstruoso de corrupción sistémica, que la gestionó… el Estado con el dinero público.

Por eso se agradeció que el gobierno socialdemócrata de Gran Bretaña, que ya tuvo que poner todo el poder de su Estado para intentar salvar la economía de su país, como sucedió en todo el mundo, anunciara castigo para los especuladores neoliberales corruptos, defensores integrista del neoliberalismo más ortodoxo que han provocado la maga crisis histórica.

Por otra parte, es necesario destacar las huellas profundas que el reduccionismo existencial del sistema neoliberal está dejando en el ser humano. La vida bajo el capitalismo neoliberal se ha reducido prácticamente sólo a conocer y aprender el precio de todos y cada uno de los muchas veces inútiles artefactos en un ejercicio de consumismo rayano con lo psicótico. Como artefacto mercantil entra todo: la salud, la educación, las pensiones, la vivienda, la cultura y, en fin, el sentido mismo de la vida ha terminado sometida por el excesivo protagonismo y poder de facto del mercado desmedidamente mercantilista, sin casi control político fiscalizador. En el capitalismo neoliberal el sentido de la vida puede caber en el mall Alto Las Condes, convertido en una catedral más de muchas que llenan el mundo.

El filósofo francés, Jean Paul Sartre, postuló que los seres humanos estamos “condenados a ser libres”. ¿Qué quiso decirnos con esto? Que la finalidad principal y suprema del ser humano es buscar la libertad; y que esa búsqueda permanente por una mayor y mejor libertad es innata en el ser humano y nos lleva a evolucionar, optimizándonos al optimizarla.
Por primera vez en la historia ese planteamiento está amenazado de muerte.

El neoliberalismo híper salvaje del mercado privado desregulado del capitalismo neoliberal, ha estado convirtiendo la totalidad de la existencia humana en una sola razón de ser esclavizante: en sólo una transacción mercantilista que funciona en total detrimento de todas las otras condiciones humanas relevantes, como la solidaridad, la fraternidad, la cooperación o la propuesta de mejor distribución de la riqueza y del ingreso como una promesa humanista.
La finalidad vital del ser humano bajo el capitalismo neoliberal, es consumir consumiéndose hasta morir.

La economía debe volver a ser una rama de las ciencias sociales y no una (supuesta) ciencia exacta como predican los apóstoles del neoliberalismo. La economía que no funciona para beneficio del ser humano y del bien común, es inhumana, y únicamente es una disciplina atrofiada e imperfecta, fallida. Sólo una nueva reorientación, redefinición y finalidad de esta disciplina social impedirá el desastre humano. Mercado, política y estado no deben colonizarse ni funcionar en detrimento de unos contra otros, sino sus únicas e ineluctables finalidades deben ser la armonización y conciliación con la justicia social, la solidaridad y la protección social de las grandes mayorías.

Además, a esta catástrofe económica debe agregarse la agresión humana al medio ambiente por el proceso económica neoliberal que ha producido el calentamiento global con consecuencias, según los científicos, apocalípticos. Una disciplina económica que funciona en detrimento del ser humano y de su medio ambiente, nos degrada. Por mucha riqueza que pueda crear, que la crea, de eso no hay duda, pero que instaura la desigualdad social y, por lo tanto, la inseguridad social y el fin del orden público y, además, propicia la destrucción ecológica, no tiene más que tener un final desastroso.

Una política económica que funciona contra el ser humano, es inhumana, aunque sea organizada por algoritmos, o por eso: habría que humanizar los algoritmos; y si destruye el medio ambiente, no es ni viable ni beneficiosa para nadie. Tampoco, obvio, para sus propios apologistas.

Jaime Vieyra-Poseck

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