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Notas críticas sobre el libro Los legados de Poe de Margarita Rigal.

por Ana Figueroa
Artículo publicado el 05/07/2012

Margarita Rigal (editora), Los legados de Poe,
Madrid, Editorial Síntesis, 2011.

 

La apreciación y asimilación de la obra de Poe en Hispanoamérica, por parte de sus escritores más eminentes, es fenómeno casi inigualado en el decurso de tal literatura. El nicaraguense Rubén Darío (1867-1916), figura cumbre de fines del XIX e inicios del XX, además de asimilar en la suya aspectos significativos de la escritura poeniana, escribió un ensayo de enorme impacto en los escritores hispanohablantes de su tiempo. Incluido en su libro titulado Los raros (1896) –en que Poe es el único autor de lengua inglesa considerado entre los 19 que se seleccionan (entre éstos figura el cubano José Martí)– fue, tanto por su perspicacia crítica en la apreciación de la obra del escritor bostoniano como por el hecho de igualarlo a los considerados en ese entonces figuras mayores de la literatura occidental, objeto de recepción que tendría repercuciones profundas en las literaturas de lengua española. A pocos años, en una dirección que asimila las propuestas modernistas de Darío, pero a las que signa con sello propio, el uruguayo Horacio Quiroga (1878-1937), por influencia de Poe, perfecciona el cuento fantástico en Hispanoamérica: especulando sobre el tema de la crueldad y el terror, crea personajes de psicología enfermiza que actúan en un clima de misterio. La atmósfera de sus relatos lleva la innegable impronta de una de las dimensiones de Poe: alucinante, demencial y de estados delirantes. Tiempo después, Jorge Luis Borges (1899-1986), el maestro indiscutible de la literatura contemporánea de Hispanoamérica –de quien suele citarse,con respecto a lo que aquí nos preocupa, su agudo ensayo de 1935  titulado “La génesis de El Cuervo de Poe”, además de su esencial “Edgar Allan Poe”, publicado en La Nación, Bs.As., 2 oct. 1949—, formularía una sentencia que puso en alerta obligada a los escritores del continente: “la literatura actual es inconcebible sin Whitman y sin Poe”. Uno de sus “discípulos” más eminentes, Julio Cortázar (1914-1984), el autor de Rayuela, se convertiría en el insuperable traductor al español de la obra en prosa de Poe. Su trabajo al respecto sigue siendo hasta hoy un efectivo modelo del difícil arte y la compleja técnica de la traducción literaria. Debe recordarse también que Cortázar fue autor de muy importantes ensayos teóricos y críticos sobre el cuento y que todos sus escritos al respecto no sólo consideran las propuestas de Poe sino que para el escritor argentino constituyeron el principal punto de partida de sus propias disquisiciones.

Lo acontecido en el ámbito de la recepción y asimilación de la obra de Poe en Hispanoamérica por parte de sus escritores más destacados, lamentablemente no tiene un equivalente en el estudio sistemático y de rigor académico de tal obra. Claro está que existen intentos al respecto, pero ninguno de ellos es equiparable a lo acontecido en España, hecho que encuentra su corroboración más actualizada precisamente en el volumen que ahora intentaremos reseñar.

Obra valiosísima, digámoslo desde el comienzo, el  volumen colectivo Los legados de Poe, perfectamente editado por la especialista Margarita Rigal, constituye no sólo un aporte sustancial a la bibliografía crítica ya existente en español sobre el autor norteamericano, sino que, con gran rigurosidad y actualidad en las perspectivas de análisis y en los criterios de enjuiciamiento de la obra poeniana, entra en eficaz diálogo con la amplísima gama de estudios realizados en muchas otras lenguas, incluido por descontado el inglés. Citemos los títulos de cada capítulo para vislumbrar lo que el libro pretende abarcar; apreciaremos así tanto la amplitud de lo que cubre como la importancia de lo que trata: “Lo gótico y lo cómico”, “La ciencia del raciocinio”, “Poe y la ciencia ficción”, “Poe en la cultura popular”, “Historia gráfica de Poe: un siglo de ediciones ilustradas”. “Un persistente recuerdo: la recepción de Poe en España”, “Poe visto por Baudelaire”, “Luces y sombras en las traducciones de Narraciones extraordinarias y Poesía completa”, “Reto al futuro: fuentes de rivalidad y venganza”. A estos nueve capítulos, todos ellos escritos por estudiosos de reconocida trayectoria, catedráticos no sólo de la Universidad de Castilla- La Mancha, sino de otras importantes instituciones españolas de estudios superiors −según se comprueba en la “Relación de autores” que abre el volume− se suman cuatro anexos, todos ellos proveedores de muy útil información y elaborados de modo tal que satisfacerán inquietudes tanto de quienes recién se inician en el estudio de Poe, como de especialistas en el mismo. Los enumero: I) “Mapa biográfico”, II) “Estudio de las obras del autor”, III) “Estudio bibliográfico”, y IV) “Referencias bibliográficas en I, II y III”. A modo de ilustración de que estos “Anexos” contribuyen a una mejor y más actualizada lectura e interpretación y análisis de la obra de Poe, cito un párrafo introductorio del titulado “Estudios de las obras del autor”, debido a la editora del libro, Margarita Rigal:

El objetivo de esta sección es proporcionar una serie de datos objetivos sobre lo más destacado de su obra, con el fin de facilitar al lector la comprensión de los diferentes capítulos que conforman este volumen. En relación a cada pieza se facilita: el título en español y en inglés, la fecha de primera publicación, las posteriores reimpresiones en vida del autor de las que se tiene noticia y las posibles influencias e intencionalidad (cuando éstas se conocen) (227).

Podemos apreciar, entonces: rigor, exhaustividad, impecable criterio al ordenar el corpus considerado. Así en éste y en los otros “Anexos”. Así también lo cumplido de forma dominante en cada capítulo del libro.

Una apreciación detenida, morosa –diría responsible− de las traducciones más destacadas de las narraciones y de los poemas de Poe al español es la emprendida por Silvia Molina Plaza, reconocida especialista en la traducción literaria. Nadie mejor que ella para evaluar esta compleja arista de la recepción de la obra poeniana. Permite que el estudioso en lengua española de Poe se oriente con propiedad en el manejo efectivamente informado de las traducciones circulantes. Sobre todo si se tiene en cuenta –según pareciera ser imperativo− lo postulado por exégetas del nivel de un Theodore Savory de que la adecuada traducción de un texto literario “es algo realmente imposible”, básicamente por el desafío que implica atender al simbolismo fonético (recordemos los postulados de la Fonoestilística de Trubetzkoy); en definitiva, por aquello que afirmaría el propio Poe: “poetry is the rhythmical creation of beauty”. Es a partir de muy exigentes premisas y atendiendo cuidadosamente hasta los más mínimos detalles que Molina Plaza reseña la traducción de J. Farrán y Mayoral de las Narraciones extraordinarias (1ra. de 1942, reeditada en 1989) y de María Cóndor y Gustavo Falaquera de Poesía completa (1ra del 2000, y 3ra en 2007). Y a este propósito es importante señalar el gran acierto de la editora del libro que comentamos de haber hecho utilizar, a todos sus colaboradores, tanto para la obra narrativa como la ensayística de Poe, las notables traducciones que el ya mencionado Julio Cortázar publicara desde 1953 −vale decir entre la 1a. y 2a. edición de la traducción de Farrán y Mayoral− en varias editoriales del mundo hispanohablante (siendo la más importante, nos parece, la de Galaxia Gutenberg, del 2004).

Otro aporte de gran significación del libro que reseñamos lo constituye el estudio exhaustivo de la recepción de Poe en España, cumplido por Santiago Rodríguez. Inmediato precedente suyo son varios de los ensayos recopilados bajo el título “Poe´s legacies in Spain” en el Volume X, Number 2, Fall 2009, de The Edgar Allan Poe Review , compuesto por ensayos reunidos, en su calidad de editoras invitadas, por Margarita Rigal y Beatriz González. Uno de esos estudios es precisamente del mismo Santiago Rodríguez, pero circunscrito a lo que su título claramente estipula: “Edgar A. Poe’s Poetry in Spain in the 19th Century: An Issue for Connoisseurs”. En ambos casos −el de la revista de Penn State University y el libro que ahora estamos reseñando−, según los títulos se encargan de indicarlo, se trata de constatar y valorar la presencia del autor norteamericano en la literatura peninsular (quedando así todavía pendiente, como lo hemos recordado, estudiar con la misma detención lo acaecido en la hispanoamericana). Todos ellos resultan de interés no sólo para los investigadores comparatistas, sino también para los especialistas en Poe de lengua inglesa, que ahora cuentan con un actualizado ámbito de estudio de valor indudable, lo que les permitirá ampliar y profundizar sus propios logros críticos. En efecto: no cabe duda de que la proyección que un autor encuentre en literaturas ajenas ayuda grandemente a apreciar lo que es uno de los componentes de lo efectivamente cumplido por tal autor: un trascender el acotado espacio de su presencia y realización inmediatas. El objetivo central de Santiago Rodríguez es demostrar, basándose en un documentado recuento de autores y obras, el mantenido interés de los españoles por Poe en el largo plazo que va desde mediados del siglo XIX al presente. Con buen tino, pone el acento donde corresponde: en aquellos escritores que atendieron con detención a la vida y obra del autor norteamericano. Esto implica un nombrar exhaustivo de todos aquellos que, de una u otra manera, hicieron explícito su interés por Poe, pero apostillando con minuciosidad tan sólo los textos que significaron un real aporte al mayor y  mejor conocimiento de tal obra.

Este estudio de Santiago Rodríguez se centra “en la recepción [de Poe] tal y cómo quedó escrita en cada momento en los libros, prólogos, artículos de periódicos y otros escritos divulgativos que sobre [él] se publicaron en España”(146). Como se puede apreciar, el trato es con un material, por su amplitud, grandemente desafiante pero que, sin embargo, no constituye el total existente de tal escritura. Aclaro: resulta imperativo atender con cuidado a lo que recién hemos citado: la recepción se atiene estrictamente aquí a escrítos que de forma explícita se refieren a la vida y obra de Poe y no pretende revisar el impacto del autor norteamericano en específicos escritores españoles, vale decir, su probable o indiscutible influencia en ellos. Se explica y justifica así, por ejemplo, que no se considere a Gustavo Adolfo Bécquer [1836-1870], el gran escritor del romanticismo español, considerado por muchos el más efectivo precursor del modernismo hispano y justamente estimado como un importantísimo asimilador de la obra poeiniana, pero que no dejó ninguna apreciación sobre la misma. Vale señalar que un año antes se había publicado −en el citado número de The Edgar Allan Poe Review− un breve pero enjundioso ensayo en que se revisa, con gran agudeza por parte de su autor, Ricardo Marín Ruiz, “The Treatment of Sight in Edgar Allan Poe and Gustavo Adolfo Bécquer”. El mismo ensayista es también autor del estudio “Two Romanticism but the Same Feeling: The Presence of Poe in Gustavo Adolfo Bécquer’s Leyendas” en el volumen de Beatriz González y Margarita Rigal publicado por Peter Lang, al que nos referiremos más adelante. Es que, como sostienen las editoras de este libro recién citado: “Maybe Bécquer’s Leyendas constitute the instance which best reflects the influence of the writer from Boston in the belated Spanish Romanticism”(43). Según se puede constatar, el tema está muy lejos aún de haberse agotado, pero sobre él se están publicando en años recientes trabajos muy valiosos.

Lo primero que se concluye de la revisión exhaustiva que Rodríguez cumple del material por él acotado es que la atención predominante se centró, por muy largo tiempo, en la obra narrativa de Poe, en especial de sus cuentos: el estudio riguroso de la poesía se iniciaría sólo avanzado ya el siglo XX. Y, como el mismo ensayista lo hace notar, muy escasos han sido los escritos en España sobre la producción crítica y de poética del autor de “Filosofía de la Composición”, a pesar del sitial innegable que los trabajos de tal índole −de los que en definitiva es iniciador− ocupan en el desarrollo de la teoría sobre el cuento. (Con respecto a Hispanoamérica ya destacamos la mucha importancia de lo realizado en tal terreno por Julio Cortázar).

De la muy erudita y exhaustiva revisión emprendida por Rodríguez subrayaremos tan sólo uno de sus hitos más relevantes: el subrayar, con gran perspicacia crítica, el papel cumplido por el novelista Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891) −célebre por su nouvelle El sombrero de tres picos (1874)− tanto en la presentación y difusión masiva de la obra de Poe en España, algo de lo que fue efectivamente el iniciador , como por adelantar atisbos críticos que sólo tardíamente serían tenidos en cuenta. Esto lo cumplió en su importantísimo ensayo “Edgar Poe. Carta a un amigo”(1858). Como seguiría sucediendo por largo plazo en la crítica española, fue a partir de la edición del escrito de Baudelaire Edgar Allan Poe. Sa vie et ses ouvrages, que Alarcón realiza sus aproximaciones. Sin embargo −así lo hace notar Rodríguez− Alarcón se siente muy alejado de “la figura sacrificial [de Poe] que Baudelaire inventa” y, a diferencia del poeta galo, “deja entrever un juicio negativo del hombre [de Poe]”. A distancia de esto, los análisis de la obra misma muestran a Alarcón como un crítico de extraordinaria perspicacia, que “percibe lo nuevo en Poe”. Vale decir, reconoce en él un “cismático literario”, con una estética propia. Poeta de mundos fantásticos, pero no servicial a los modelos anteriores al XIX, aquellos que siendo efectivamente cuentos fantásticos, no abandonarían su carácter folklórico o religioso. Por el contrario –sostendría acertadamente Alarcón–, los de Poe son propios de una sensibilidad e imaginación “modernas”. Al respecto concluye Rodríguez: “Alarcón se percata de algo que en la 2a. mitad del XX subrayarán algunos críticos principales”. Cuentos, los de Poe, “regidos por la inteligencia, por el razonamiento casi matemático”, en que, “el elemento común es la lógica interna que rige y conduce al cuento a su desenlace”. Para el lector de hoy esto resulta un lugar establecido de la crítica; no lo era, claro está, cuando Alarcón formuló sus apreciaciones.

Sobre uno de los temas apuntados en el estudio que recién reseñáramos, el profesor de Filología Francesa y Literatura Comparada de la Universidad Castilla-La Mancha, Juan Bravo Castillo, escribe un muy rigurosamente documentado ensayo −Cap. 7 del libro−, titulado “Poe visto por Baudelaire”. A todo no especialista interesado en iniciarse en el tema que da título a este capítulo del libro, su lectura se le ofrecerá de una utilidad indiscutible. Viene avalado por el hecho de que su autor ha publicado una admirable cantidad de estudios, traducciones y ediciones comentadas de numerosoa autores galos: Stendhal, Flaubert, Moliére, Maupassant y un largo etc., lo que constituye garantía de erudición y amplitud de perspectivas.

A aspecto tan indiscutiblemente interesante como lo es el de las ediciones ilustradas de las obras de Poe, dedica un cuidadoso estudio el profesor de Historia del Arte de la Universidad Castilla/La Mancha (Albacete), Fernando González Moreno. Su artículo parte proponiendo que tales obras quizás ya de por sí habían sido concebidas “como pinturas mentales que pueden llegar a ser materializadas por el lápiz y el pincel”(108). Hecho que además encuentra respaldo en varios factores diversos enlazados entre sí: a) “el peso de una época que ya es una época de imágenes”; b) que se pueda hablar de un Poe “no sólo critico literario, sino también artístico”, como lo comprueban “sus reseñas (que) se interesan de manera preeminente por el aparato ilustrado de las ediciones que comenta”. A todo esto se agrega –sigue proponiendo el crítico—que la compleja riqueza de las obras de Poe “recorre una diversa planopia de categorías estéticas: lo bello, lo sublime, lo natural, lo artificial, lo pintoresco, lo grotesco, lo macabro”, complejidad que ha debido ser siempre “uno de los principales atractivos para los diferentes pintores e ilustradores que se acercan a los cuentos y poemas del genial bostoniano” (íd). Por tales razones y otras, todas perfectamente sustentadas, González Moreno concluye que Poe “se convertiría de manera inmediata en una fuente inagotable de inspiración que daría lugar a algunas de las series de ilustraciones de mayor originalidad hasta la actualidad”. Lo medular del estudio se encamina, como lo indica su título, a trazar la “Historia gráfica de Poe: un siglo de ediciones ilustradas”. Lo abarcador del intento, fruto de una apasionada erudición, y la profundidad crítica con que se evalúan tales ediciones, constituye el gran mérito de este ingente trabajo. Significativo aporte suyo también es la amplísima nómina de ediciones ilustradas de la obra de Poe que se indica en la bibliografía y que efectivamente cubre todo un siglo: de 1843 a 1943.

La profesora Margarita Rigal, catedrática de la Universidad Castilla-La Mancha, es la editora según hemos puntualizado, y lo es tanto en el sentido más acotado como abarcador del término, del libro que estamos comentando. Pero no sólo es responsable de la selección de los colaboradores y sus estudios y de las normas estrictas que impuso para su elaboración, sino que también es autora ella misma de dos trabajos críticos de mucha sustancia que enriquecen el volumen. Con anterioridad había dado ya muestras de su conocimiento amplio y profundo de la obra de Poe. En el 2009 −según lo hemos recordado− a propósito del bicentenario del autor bostoniano, elaboró, junto a su colega Beatriz González, el número de Otoño de la publicación The Edgar Allan Poe Review −la muy valiosa revista de la Universidad Estatal de Pennsylvania, que dirige la Profesora Barbara Cantalupo−. Y, con la misma Beatriz González, editaría en 2010 A descent into Edgar Allan Poe and his works: the bicentennial, bajo el prestigioso sello editorial suizo Peter Lang AG International Academic Publishers. Podemos estar seguros, entonces, de que quien se encarga del libro que ahora reseñamos es una auténtica y profunda conocedora de la vida y obra de Poe, con una trayectoria ya establecida en el campo en el cual entrega sus nuevas contribuciones.

Su primer artículo del reciente libro −y que constituye el capítulo inaugural del mismo− se titula “Lo gótico y lo cómico (o lo arabesco y lo grotesco)”, título que en sí confirma que el libro recoge estudios no exclusivamente dedicados al sin duda importantísimo tema de la presencia de Poe en España −traducciones, recepción crítica de su obra−, sino que atiende a los legados –en un sentido amplio y abierto del término—de Poe en los amplios espacios  de la literatura universal, o, más acotadamente, occidental.

En efecto, el estudio que ahora apostillaremos brevemente toca un aspecto esencialísimo de la producción de Edgar Allan Poe. No el único importante, como es obvio, pero sí en extremo decisivo. Se ha afirmado –entre otros lo hace detenidamente Harry Levin, p.ej, en su obra The Power of Blakness, de 1953—que Poe probablemente vio los términos (los estudiados en el artículo que revisamos) en el ensayo de Walter Scott On the Supernatural in Fictition Composition [1827]. En él el escritor escocés, a través de una revisión crítica de las obras fantásticas del novelista alemán E.T.A. Hoffman, provee una guía para comprender la producción del efecto de lo sublime a través de un juicioso empleo de lo fantástico. Scott requiere que la apariencia de lo fantástico sea breve e indistinta, de modo que la mente pueda ser puesta en movimiento para imaginar más de lo que podemos conocer por vía meramente intelectual. Su preocupación por las modalidades en que lo supernatural se hace efectivo en la ficción, responde al problema que es central en lo fantástico, sobre todo a partir, precisamente, de Poe: cómo poder producir, en el escéptico lector moderno, lo que Coleridge llamara “the willing suspension of disbelief” (tema éste de preocupación trascendente, dentro de la literatura hispánica, tanto para Borges como para Cortázar).

Sea efectivo o no que Poe se nutrió de las ideas de Scott, las categorías que maneja se refieren a un tipo de arte islámico, de naturaleza compleja, utilizado para decorar paredes, p.ej. las de las mezquitas. Diccionarios, como el famoso del lexicógrafo francés Antoine Furetiére, Diccionario Universal (1690) —competidor del Diccionario de la Academia Francesa, al que se adelantara varios años– recalcan que “en ellos no hay figura humana”. (Afirmación ésta que no se debería dejar caer en el vacío cuando se pretende estudiar con exhaustividad y por vías muy complejas la obra de Poe: ignoro si ha sido atendida por algún estudioso suyo).  Ya antes él había utilizado la voz “arabesco” en su ensayo narrativo “La filosofía del mobiliario”, en que construye una verdadera poética del espacio gótico (vid. nuevamente Harry Levin). También se ha propuesto que Poe pudo haber empleado tales términos como subdivisiones del arte y/o la arquitectura góticos, queriendo establecer así distinciones parecidas en la “novela gótica”. Según esto, historias “grotescas” serían aquellas en las que personajes se volverían una caricatura o sátira (como sucede en “The Man That Was Used Up”), mientras las “arabescas” tendrían por centro el aspecto “psicológico” del personaje (p.ej. “The Fall at the Home of Husher”). Margarita Rigal en este trabajo suyo se detiene a discutir con acuciosidad precisamente si la narrativa breve de Poe “debe ser estudiada al amparo de esta doble vertiente: la de lo gótico (o arabesco) y lo humorístico (o grotesco), la de lo serio y lo cómico” (18) No resumiré el cuidadoso estudio cumplido por la ensayista española, atenido con estrictez a los textos, cuidadosamente re-leídos y apoyado en muy bien escogida bibliografía crítica– en que de los 15 títulos citados por ella, 4 llevan la firma de investigadores españoles–: me limitaré a señalar tan sólo sus principales conclusiones. La primera y quizás la más importante, es ésta:

Cuando Poe contaba en su haber con sólo un puñado de cuentos, la mayor parte de ellos no trataban temas de los que, de manera generalizada, se consideran góticos sino que se centraban en la sátira y la burla, otra faceta de lo gótico, lo grotesco y lo arabesco que ha quedado ampliamente marginada cuando se estudia la producción poeniana (25)

De varias maneras –basadas todas, reitero, en análisis detenidos de textos– Margarita Rigal va argumentando lo “forzadas” y “poco acertadas” que resultan las tipificaciones de arabescos y grotescos de los relatos de Poe e insiste en hacer ver que él mismo consideraba su producción narrativa “como un todo”, de modo tal que al concebir sus cuentos lo hacía “pensando en cada uno como en una pieza que formaba parte de un todo”(29). Más aún: analizando los relatos considerados “grotescos” la estudiosa sostiene que no sólo puede concluirse “que éstos no son piezas menores dentro de la producción de Poe”, sino que quien “desee comprender la profundidad (de su obra) no puede por menos que acercarse a estos relatos como lo haría a los conocidos como arabescos”. A lo que agrega: “constituyen, además, excelentes ejemplos de obras góticas, pese a haber quedado sistemáticamente excluídos de tal denominación“(31). Y recalca: “lo grotesco salpica sus páginas por doquier” (incluídas las de cuentos reconocidos como “arabescos”). A modo de muestra indiscutible de que lo grotesco y lo arabesco eran parte de un todo para Poe remite al cuento “La máscara de la Muerte Roja”. La conclusión final a la que llega con su estudio la enuncia así:

De haber logrado Poe su intento de publicación de Los cuentos del Folio Club [varias veces anunciada, nunca realizada], aquellos que se hubiesen acercado a su legado literario le habrían leído o interpretado más como a un Dickens [y, así] habrían tenido que entenderlo como un escritor entroncado con la más profunda tradición romántica, como el iniciador de un nuevo tipo de género gótico, en el que lo serio y lo cómico quedaban aunados y plenamente justificados al amparo de su obra completa, no de sólo unos cuantos de sus relatos (35)

De tanto interés como el trabajo recién comentado de Margarita Rigal es otro suyo,  el titulado “La ciencia del raciocinio”. Un año antes la estudiosa había colaborado con el artículo “La narración policíaca: el nacimiento de un género” en el muy valioso libro de J.Bravo Castillo Grandes hitos de la historia de la novela euroamericana (Madrid, Cátedra, 2010). El de ahora constituye ampliación y profundización en aspectos concretos de lo revisado por ella en ese trabajo. Para el nuevo parte de la siguiente afirmación:

Apoyándose en sus lecturas de novelas góticas, en su concepto de lo grotesco y lo arabesco, en su mente analítica y en su propia intuición, Poe logra que en  algunas de sus piezas cristalicen los elementos que habían ido apareciendo de forma aislada en épocas y producciones previas. Él, como nadie hasta entonces, vio en el crimen una forma de misterio que podia resolverse relacionando de manera lógica los sucesos, es decir, mediante la ciencia del raciocinio, que tenía como base el positivismo científico, la certidumbre filosófica de que los actos humanos obedecen a leyes previsibles y que suponía, en última instancia, el triunfo de la razón sobre el caos (37).

Para sustentar esta premisa emprende un detenido análisis de relatos claves de Poe: “Los crímenes de la calle Morgue” (inevitablemente, por tratarse del modelo indiscutible del género) (1) , y los dos que junto a ése conforman lo que denomina “la trilogía Dupin”: “El misterio de Marie Rogêt” y “La carta robada”. A estos análisis suma los de muchos otros cuentos, como aquellos que denomina de “pseudo-razonamiento” y varios más, entre otros, el que según recuerda la misma estudiosa, J. Auerbach consideraba que merecía ser clasificado “como el primer cuento de raciocinio de Poe”: “El hombre de la multitud”. Así también atiende críticamente a los relatos cómicos: “El cuento mil y dos de Scheherazade”, “El sistema del  doctor Tarry y el professor Fether”, “Conversación con una momia”. De tal modo la investigadora analiza, con detención y cuidado, la forma en la que Poe contribuyó al nacimiento del género policíaco, estudiando no sólo los relatos más famosos, según puntalizábamos, sino todos los que han dejado su huella en tan género.

Por su parte Francisco Javier Castillo Martín, Profesor titular del Departamento de Filología Inglesa y Alemana y Director de la Cátedra Cultural “Alexander von Humboldt”, ambas instituciones de la Universidad de La Laguna, colabora con el estudio “Poe y la ciencia ficción”. Lo inicia con una apretada y al mismo tiempo comprehensiva síntesis de los hechos científicos más notables de la época del autor norteamericano. Subrayo: de la época y no tan solo de los años de vida de Poe. Ello le permite trazar un efectivo cuadro de trasfondo en el cual situar apropiadamente esa importante faceta de la producción literaria del autor de “La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall” que son sus relatos de ciencia ficción. De éstos lo primero que acertadamente subraya es que ellos “no se encuentran ajenos al carácter híbrido que posee una buena parte de la producción de Poe” (63) e ilustra su aserto indicando que en tal serie hay cuentos de viajes, narraciones sobre las aplicaciones del hipnotismo, relatos de experiencias extraordinarias, textos en que aflora la sátira política o la vena cómica, etc. También nos hace ver lo que demostrará con detenidos análisis de numerosos ejemplos concretos:

Poe frecuentemente con ironía, va a escribir en numerosas ocasiones sobre los avances que emboban al hombre de su tiempo y sobre la acelerada dinámica que gobierna la realidad de entonces, en la que el futuro está cada vez más cerca y donde la palabra clave es progreso. Y lo hace porque es consciente del hecho de que todos estos avances producen un considerable impacto social (62).

Debo reiterar que lo más notable de este estudio del profesor de Tenerife son sus cuidadosos análisis de textos. A una aproximación de riguroso carácter crítico suma, con mucha perspicacia, el empleo de opiniones del mismo escritor, emitidas, p.ej., en su numerosa correspondencia (el estudioso cita de la recopilada por J.W.Ostrom, revisada y ampliada por Burton R. Pollia y Jeffrey A. Saboye, New York: Gordian Press, 2008)). Todo este detenido trabajo le permite llegar a concluir convincentemente:

el conjunto de relatos poenianos de ciencia ficción constituyen una respuesta creativa que contiene la posición de este escritor con respecto al progreso y a la mecanización de la vida del hombre (…) En opinión de Poe el progreso no ha traído felicidad al hombre de su tiempo y, así (puede llegar a escribir) que el hombre era entonces más activo, pero no más feliz, ni más sabio de lo que era hace 6.000 años. (…) Piensa que el hombre añora los días felices cuando el demonio de la máquina no profanaba los campos; lamenta la torpe mano del utilitarismo y la incapacidad del hombre para mantener una relación respetuosa con su entorno (79).

Otra faceta de importancia innegable de los legados de Poe la constituye su impresionante proyección en la llamada cultura de masas. A este tema dedica un extenso estudio—el más largo del libro– Ricardo Marín Ruiz, profesor de Lengua Inglesa en la Universidad de Castilla-La Mancha. A partir del hecho indiscutible de que Poe es un verdadero ícono de la cultura popular de nuestro tiempo, realiza un recorrido por los principales medios artísticos y de comunicación “que han contribuído a forjar la imagen popular de Poe” para, desde allí, “indagar las posibles causas que expliquen su profunda y sólida incardinación en tal cultura”. A partir de la afirmación del Dr. Thomas Inge –de quien cita su difundido estudio “Poe in the Comics”—de que Poe es de los pocos escritores que han logrado reducir las distancias entre la cultura académica y la cultura popular, reitera que se ha convertido así en un punto de encuentro entre ambas esferas. Es lo que ha llevado a que los estudiosos aborden temas como las adaptaciones cinematográficas de obras del escritor estadounidense o su vinculación con las artes visuales. Y es con gran erudición que el crítico emprende su recorrido por esta riquísima y bastante compleja dimensión de la trascendencia y proyección de Poe. Y lo hace no con lo que constituirían imposibles pretensiones de exhaustividad, sino atendiendo a las principales  manifestaciones literarias, visuales, auditivas, etc., que han convertido a Poe en ese ícono de la cultura popular que, según reconocíamos, él ha llegado a ser. Vuelvo a subrayar que proposición suya reiterada es que “A través de Poe, lo intelectual y popular han dejado de ser compartimentos estancos para entablar un interesante y fructífero diálogo que no pasa desapercibido para el estudioso literario” (83). Basándose principalmente en los minuciosos trabajos de S. Peeples, en especial su enjundioso libro The Afterlife of Edgar Allan Poe (New York: Camden House, 2007), el critico español se refiere a la atención prestada al denominado “efecto Poe”, sugestivo término con el cual hacer notar la creación y conservación de la imagen del escritor norteamericano y a su interacción con la cultura popular.

Si los trabajos que hasta aquí he someramente revisado pueden considerarse, en sentido estricto, estudios monográficos, el que sirve de cierre a los nueve capítulos de interpretación y análisis de la obra de Poe, titulado ”Reto al futuro: frentes de rivalidad y venganza” , debido al catedrático  de Filología Inglesa de la Universidad Complutense, Félix Martín Gutiérrez, acepta a cabalidad la denominación de ensayo. Efectivamente, en él predominan lo que son sellos constitutivos del género: carácter sugeridor e interpretativo, con lo que se insinúan –más que afirman– interpretaciones novedosas, postulando una reevaluación de las ya en boga y formulada en modalidad tal que carece de una rígida estructura pre-fijada para superponer, a un orden lógico y sistemático, otro más bien interno y coherente. En su ensayo el autor madrileño propone un examen exhaustivo de lo que denomina “la poética de confabulación revanchista” del escritor norteamericano. Con tales términos se refiere a “el resentimiento de Poe”, enlazado a “la visión apocalíptica” que él mismo ofreciera en Eureka (de 1848), aquel complejo tratado suyo de religión y ciencia (cosmología, universo físico, metafísico, matemático, material y espiritual), cuya premisa máxima fuera “Todo retornará a la Nada al retornar a la Unidad”. Poe critica allí las filosofías aristotélicas y baconianas; se cuestiona sobre la materia: su estado y origen; sintetiza y discute propuestas sobre la constitución del Universo y examina la naturaleza de éste y la unión de la materia y el espíritu. Aceptando la validez de un intento tan ampliamente comprensivo por abarcar “la realidad”, el estudioso concluye que las obras de Poe “continúan desbordando los cauces racionales de la interpretación y su figura vuelve a sentarse en el sillón de los acusados” (204).

Audaz propuesta intelectual, como puede apreciarse, que se presta para debates auténticamente interesantes. Nos movemos así, como ya lo subrayara, en el terreno propio del ensayo: el de la flecha en el aire, con planteamientos que apuntan a un fin preciso pero que en tal intento no pretenden ningún acceso definitivo. De allí que Martín Gutiérrez pueda sostener:

el sino de Poe parece [destaco yo] estar inexorablemente sometido a repetidos exorcismos que nunca purificarán su corazón delator, pero que le dejan fuera del curso natural [sic] de la ideología dominante americana, desplazado de su ambiente local, literario o moral (204)

A partir y a pesar de tal apreciación, acepta que su obra “sigue provocando reacciones encontradas y fertilizando el terreno de la interpretación”. Idea que reitera, aunque formulada de otra manera: “si algo ha inmortalizado a Poe (…) ha sido el hechizo que su obra continúa produciendo en los lectores y que a veces perturba su tranquilidad mental” (íd).

Para su recorrido por múltiples vías en la obra de Poe, el estudioso madrileño echa mano a los atisbos –no necesariamente sólo a las conclusiones—de una gran variedad de los innumerable intérpretes que lo preceden en intentos como el suyo. Esta utilización inteligente de la bibliografía crítica constituye una contribución muy valiosa a la lectura en profundidad de una obra que, como la de Poe, se resiste a los enunciados unívocos. Los logros así conseguidos, por ejemplo en la recontextualización de la ficción de Poe, sitúan las exigencias de una(s) lectura(s) analítica(s) en sus máximas posibilidades. No corresponde aquí resumir cada uno de esos alcances; nos basta con despertar la inquietud por revisarlos con minuciosidad en el escrito mismo que los contiene. En consecuencia, tan sólo como un incitante más, me limito a citar los títulos de algunos de los apartados del ensayo: “Fisonomía inscrutable de la criminalidad”. “Escenarios de impostura y manipulación”, “El plagio, lógica omnipotente del vengador”. ¿No constituyen ellos suficiente desafío para emprender una lectura detenida de los componentes y propuestas de este muy provocador ensayo critico?

Cierro afirmando que me daría por plenamente satisfecha si las escuetas notas de presentación que he propuesto de los escritos críticos sobre Poe reunidos en este volumen condujeran a una lectura morosa de todos y cada uno de tales trabajos. Por lo mismo, la traducción de tan importante libro al inglés me parece no sólo necesaria sino urgente. No me cabe duda de que efectivamente contribuiría a enriquecer los diálogos que los críticos de esa lengua, especializados en la obra del escritor norteamericano, mantienen a tan buen nivel a través de sus infatigables –y, por lo tanto, nunca definitivas—investigaciones.

Nota
1 Para el lector no hispanoahablante puede resultar de interés esta cita de Borges, extractada de una entrevista de la que lamentablemente carezco de su referencia precisa:  “a diferencia de la historia de otros géneros literarios, la del género policial no ofrece ningún misterio. Un astrólogo podría establecer el horóscopo, ya que sabemos exactamente el día en que ese género fue inventado. Se trata de uno de los días del año 1841 y su inventor fue aquel prodigioso escritor que se llamó Edgar Allan Poe. Poe, en 1841 escribe ‘The Murders of the Rue Morgue’ “.En su prólogo a La piedra lunar de Wilkie Collins  Borges afirmaría lo mismo: “es el primer cuento policial que registra la historia”, OO.CC, Bs As., Emecé, 1999, t. IV, p. 195. Se adelantaba asi Borges, sin haber sido necesariamente el primero en puntualizarlo, a algo que especialistas reconocidos en la obra de  Poe, como T.O. Mabbot –citado ciertamente por la Prof. Rigal—sostendrían con fuerza argumental: que ese  cuento poeniano  fue el primer relato policíaco concebido como tal:  “Poe nos proporcionó los modelos, descubrió la genesis y creó las especies importantes[…]Ninguna historia de detectives desde entonces está libre de su influencia”.  Un muy buen estudio sobre Borges y el género  en cuestión es el del profesor de Georgetown University,  Barnard Castany Prado, “Reformulación escéptica del género policial en la obra de Jorge Luis Borges”, Revista Electrónica de Estudios Filológicos, núm. 11, julio 2006.
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8 comentarios

Muy acertada reseña de un muy buen libro de estudios poenianos.

Por José Manuel Correoso Rodenas el día 05/05/2014 a las 13:34. Responder #

Acertada crítica de un libro indispensable para cualquier amante de Poe en particular y de la literatura en general

Por María Isabel Jiménez el día 05/05/2014 a las 06:51. Responder #

Monografía muy recomendable tanto para los estudiosos de la vida y obra de Poe como para el lector que desee aproximarse a la figura del escritor norteamericano.

Por Ricardo Marín Ruiz el día 05/05/2014 a las 03:37. Responder #

No puedo estar más de acuerdo. Es un libro fantástico. Aprovecho para recomendar igualmente su «A Descent into Edgar Allan Poe and His Works: The Bicentennial!».

Por BEATRIZ GONZÁLEZ el día 03/05/2014 a las 13:46. Responder #

Muchas gracias por los amables comentarios.

Por Fernando el día 02/05/2014 a las 04:18. Responder #

La reseña acierta al ver la minuciosidad con la que se desarrollan las explicaciones en este volumen.

Por Iosif el día 02/05/2014 a las 03:55. Responder #

Magnifico análisis.

Por MARGARITA RIGAL ARAGON el día 01/05/2014 a las 14:10. Responder #

Excelente análisis.

Por MARGARITA RIGAL ARAGON el día 01/05/2014 a las 14:10. Responder #

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Requerido.

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