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Periodismo y literatura en el pensar de Tomás Eloy Martínez.

por Marcelo Coddou
Artículo publicado el 31/12/2014

Una lectura inapropiada, por insuficiente, de la obra de Tomás Eloy Martínez sería la que intentase ceñirse exclusivamente a sus indudables méritos literarios. Su caso requiere una perspectiva crítica amplia que, sin descuidar la dimensión estética —primordial tratándose de creaciones del arte de la palabra— atienda también a un significado que trasciende lo apreciable exclusivamente como bello para abrirse a consideraciones extra-textuales, tanto aquellas que explican su génesis y propósitos, como su impacto en la conciencia histórico-social que tal obra viene, en medida decisiva, a configurar. Siendo éste un principio orientador de nuestro trabajo, procuraremos, sin embargo, centrarnos, fundamentalmente, en  consideraciones sobre un aspecto que tan discutible se ofrece a la teoría literaria: el de la narratividad de los textos, vale decir, aquello que hace de estos narraciones, ficción, por sobre documento histórico, o ensayo de comprensión política de instancias decisivas de la Argentina contemporánea.

Eloy Martínez, además de ser el conocido autor de novelas que se consideran entre las más decisivas de las últimas décadas, fue —como García Márquez, como Isabel Allende— un periodista. Lo suyo, en términos cuantitativos, está constituido fundamentalmente por admirables reportajes, ensayos culturales, visiones anecdóticas, estupendas críticas de cine y reflexiones sobre el acontecer inmediato. Pero, en todo ello, se ha dado siempre un elemento añadido: la apertura a lo imaginativo, la capacidad de desentrañar en el dato concreto lo que mejor lo explica y en donde se encuentra su más honda significación. Y, fundamentalmente, por las cualidades de relato que sus mejores escritos periodísticos siempre ofrecen.

En un discurso muy importante, pronunciado con ocasión de la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa celebrada en octubre de l997 en Guadalajara, TEM enunció ciertos[1] principios que podríamos considerar como la poética que sustenta toda su obra escrita, la de índole estrictamente periodística y la más cabalmente literaria (El deslinde, así como las proximidades y semejanzas entre ellas, con todo lo difícil de establecer que resulta en su caso —sobre todo por la índole de su proyecto autoral y, especialmente por la ruptura de géneros que él realiza̶[2] conviene visualizarlos con cierta nitidez). TEM sostiene en ese “Discurso” que “las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber”. Pide investigar “cuál es el personaje paradigmático que podría reflejar, como un prisma, las cambiantes luces de la realidad”. No hay palabras que definan mejor lo que él mismo ha hecho no tan sólo en sus grandes reportajes sino también, y sobre todo, en sus novelas.

Citando a Hayden White —a quien considera uno de los más agudos ensayistas norteamericano— TEM postula que “lo único que el hombre realmente entiende, lo único que de veras conserva en su memoria, son los relatos”. A lo que agrega:

la lección de Boccacio y la de Dickens, como la de Daniel Defoe, Balzac y Proust, pretende algo muy simple: demostrar que la realidad no nos pasa delante de los ojos como una naturaleza muerta sino como un relato, en el que hay diálogos, enfermedades, amores, además de estadísticas y de discursos.

Esta convicción del escritor argentino fue decisiva para el proyecto y realización de su obra, tanto la periodística como la narrativa. Llegó un instante en el proceso de su trabajo escritural en que ambas se le ofrecieron en relación simbiótica. Los trabajos, precisamente entre artículos periodísticos y relatos literarios, que conforman su libro Lugar común la muerte[3], fueron los primeros en que TEM dice haber descubierto que:

ciertas formas de ficción podían ser narradas como verdades, puesto que forman parte del periodista que percibe en primera persona (…) Fueron escritos en los cuales periodismo y literatura se confundían.

Este cruce de periodismo y literatura que es el libro del 79, es la línea que después aparecería, en cada uno con sus propios rasgos, en La novela de Perón y Santa Evita.. TEM pensó detenidamente, y escribió mucho, sobre este tema central en su concepción de los espacios escriturales en que se moviera: periodismo y literatura narrativa. De allí la importancia de que procuremos esclarecer lo que estimamos su poética.

Los diferentes tipos de periodismo —impreso, radiofónico, televisivo— comparten un mismo y peculiar mensaje (la noticia), basado en el relato de hechos que se pueden documentar y explicar (periodismo de información y de interpretación) y de unas opiniones y comentarios sobre los mismos (periodismo de opinión) realizados con honestidad profesional[4]. Las ventajas que a la radio y a la televisión le significan la mayor rapidez con que pueden recibir y transmitir las noticias, encuentran su contrapartida en el periodismo escrito (capaz de utilizarla con extensión y profundidad en la redacción de la noticia) que utiliza el modo de escritura que es la narración y/o descripción de los hechos. La noticia ha sido definida como:

Género periodístico por excelencia, que da cuenta, de un modo sucinto, por completo, de un hecho actual o actualizado, digno de ser conocido y divulgado, y de innegable repercusión humana[5]

Desde la aparición de la radiofonía, hacia 1900, y de la televisión, 1929, pero sobre todo desde que estos medios comunicativos se hicieron masivos, se ha logrado que el público receptor experimente con la vista y el oído todas las complejidades de un hecho real convertido en noticia: proporciona la sensación de un contacto directo con lo que se le está presentando, eso que se llama la inmediatez. Las limitaciones, vale decir el problema que al periodismo escrito le significa esta verdadera competencia con los otros tipos del periodismo, es algo sobre lo que TEM  reflexionara con inteligencia y sus ideas al respecto las  movió en seminarios, mesas redondas, encuentros de gente de la prensa, etc. Para él el problema se ha resuelto a través de la narración. Y ejemplifica con artículos del New York Times y otros diarios que se encuentran entre los mejores del mundo que, cuando dan una noticia, la cuentan “a través de la experiencia de un individuo en particular, un personaje paradigmático que reflejaba, por sí solo, todas las facetas de esa noticias” (“Discurso de Guadalajara”).

Idea que completa con la reiteración de algo que es fundamental en su pensamiento al respecto:

la gran respuesta del periodismo escrito contemporáneo al desafío de los medios audiovisuales es descubrir, donde antes había solamente un hecho, al ser humano que está detrás de ese hecho, a la persona de carne y hueso afectada por los vientos de la realidad. La noticia ha dejado de ser objetiva para volverse individual. O mejor dicho: las noticias mejor contadas son aquellas que revelan, a través de la experiencia de una sola persona, todo lo que hace falta saber (id.)

Lo medular para nosotros es lo que TEM pensara sobre lo que aproximan al periodismo y la narración literaria. Sostiene, en ese “Discurso” en que le estamos siguiendo:

El periodismo nació para contar historias [6] (…) Dar una noticia y contar una historia no son sentencias tan ajenas como podría parecer a primera vista. Por lo contrario: en la mayoría de los casos, son dos movimientos de una misma sinfonía. Los primeros grandes narradores fueron, también, grandes periodistas [7].

Para TEM los modernistas —Martí, Gutiérrez Nájera, Darío— fueron los que, en Latinoamérica:

por primera vez fundieron a la perfección la fuerza verbal del lenguaje literario con la necesidad matemática de ofrecer investigaciones acuciosas, puestas al servicio de todo lo que sus lectores querían saber (…) Tal como Pulitzer lo pedía, Martí y Darío, pero sobre todo Martí, usaron todos los recursos narrativos para llamar la atención y hacer más viva la noticia. No importaba cuán larga fuera la información. Si el hombre de la calle estaba interesado en ella, la leería completa (id.)

En La invención de la Crónica [8]. Susana Rotker, al estudiar las escritas por Martí cuando era corresponsal en Nueva York, como artífices de la renovación de la prosa en Hispanoamérica, se pregunta también sobre la institución literaria y la cultura, precisamente a partir de las características de la crónica como género mixto y lugar de encuentro del discurso literario y periodístico. Eje básico de la reflexión de la estudiosa venezolana es el replanteamiento de los géneros literarios:

esto permite —a través de la crónica como punto de inflexión entre el periodismo y la literatura— considerar elementos como arte y noción de funcionalidad (interés por un hecho); la referencialidad propia del periodismo despegada del aislamiento ‘elevado’ que pretendió imponerse con el ‘artepurismo’; la formación de una literatura que es también la sociedad en el texto, lo que en verdad está sucediendo y la historia que se está haciendo; los criterios de temporalidad y del lugar del sujeto de la enunciación (p.21).

Asuntos, todos éstos, que son capitales en la consideración de la obra de TEM. Sobre todo porque resultaría abusivo establecer rupturas absolutas entre sus obras “puras” (“literarias”: novelas como Santa Evita, La mano del amo, El vuelo de la reina, El cantor de tango) y las “mixtas” (sus escritos periodísticos, como los que conforman el volumen Lugar común la muerte). El proceso de escritura de su obra es una operación, en palabras de Derridá, “cuyo movimiento inacabado no se asigna ningún comienzo absoluto” [9]. Lo que dice Susana Rotker: “la operación textual no se diferencia drásticamente por el hecho de que un mismo autor mezcle la soledad imaginada para su creación poética con el ruido y las presiones de las redacciones periodísticas” (p.22)

Hemos dicho ya que lo más decisivo de las afirmaciones que TEM hace sobre el periodismo escrito se imbrican con sus seguridades acerca de lo que es una narración literaria lograda. En la frase siguiente que cito, cuando dice periodista, podría leerse, también, escritor (de ficciones):

el lenguaje del periodismo futuro no es una simple cuestión de oficio o un desafío estético. Es ante todo, una solución ética. Según esa ética, el periodista no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica; no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el por qué y el para qué y el cómo de las cosas con el descubrimiento de quien las está viendo por primera vez [10]

Pero el autor de Santa Evita tenía también muy claro que un periodista no es un novelista y lo afirma así, textual, a lo que agrega, “aunque debería tener el mismo talento y la misma gracia para contar de los novelistas mejores”. La distinción la establece, lo que es grandemente sugestivo, no a nivel de discurso, sino de lo que llama lealtades. Las del periodista son tres, según él: al lector, a quien siempre debe tener presente; a lo que entiende de buena fe que es la verdad, o sea la realidad y la tercera a su conciencia, a su escritura, y sobre todo a su nombre propio, “porque como el único patrimonio real que tiene un periodista es su nombre propio, la defensa de su nombre está condicionada a lo que hace” [11]. TEM no consideraba tampoco al buen reportaje como una rama de la literatura, “aunque debería tener —advertía— la misma intensidad de lenguaje y la misma capacidad de seducción de los grandes textos literarios”.

Lo que él hiciera con sus novelas —así lo ha apreciado el público lector y la crítica más exigente—, es lo que le pedía al periodismo:

indagar, investigar, preguntar e informar son los grandes desafíos de siempre. El nuevo desafío es cómo hacerlo a través de relatos memorables, en los que el destino de un solo hombre o de unos pocos hombres permita reflejar el destino de muchos o de todos.

Para quien pudiera interesarse en los modelos que tuvo en cuenta al escribir La novela de Perón y Santa Evita, resultará de interés saber que su autor, a partir de la concepción que la novela es un género impuro por naturaleza, pensó que:

podía invertir la técnica de la non-fiction de los años sesenta, de Capote, Mailer, o Gabo en Historia de un náufrago, y narrar una historia ficticia con las técnicas del periodismo [12].

Nótese que aquí, en contrapartida a lo que propone en su “Discurso” de Guadalajara, está pensando en la utilización de elementos del periodismo en la narración literaria (vale decir, fictiva). Según él la última obra de García Márquez, Vivir para contarla, reivindica una cosa muy importante: “la sustancia periodística de todas las grandes ficciones latinoamericanas”(id.).

Por razones perfectamente explicables no hay casi entrevista, de las muchas que le hicieran a TEM a lo largo de su carrera literaria, en que no surgiera la pregunta de lo que significaba para él ser periodista y narrador [13]. Recogeré a continuación algunas de sus respuestas, sin conceder a la exigencia de indicar la procedencia de cada una de ellas ya que esto, para nuestros propósitos, no es relevante. De interés resulta enterarse, por ejemplo, que en los últimos años se limitó a escribir una columna cada 15 días para el sindicato del New York Times y para La Nación de Buenos Aires, a las que califica de “reflexiones sobre la actualidad”. Voy a citar in extenso nuevamente del “Discurso” de Guadalajara, ya que en estos párrafos se sintetiza a cabalidad lo dicho por TEM en múltiples reportajes que le han hecho, pues me parece más apropiado utilizar un texto en que no quepa duda sobre cómo el escritor quiere enunciar lo que pensaba:

Para los escritores verdaderos el periodismo nunca es mero modo de ganarse la vida sino un recurso providencial para ganar la vida. En cada una de sus crónicas, aún en aquellas que nacieron bajo el apremio de las horas de cierre, los maestros de la literatura latinoamericana comprometieron el propio ser tan a fondo como en sus libros decisivos. Sabían que, si traicionaban a la palabra hasta en las más anónimas gacetillas de prensa, estaban traicionando lo mejor de sí mismos. Un hombre no puede dividirse entre el poeta que busca la expresión justa de 9 a 12 de la noche y el reportero indolente que deja caer las palabras sobre las mesas de redacción como si fueran granos de maíz. El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa (…) El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos.

Barthes, al distinguir dos modalidades del uso del lenguaje para referirse a las acepciones del término escritor, separa a quien lo hace con fines prácticos (“écrivant”, p. ej. un periodista) y otro con fines artísticos (“écrivain”, p.ej. un poeta). Según esta última acepción podría definirse al escritor como un artista del lenguaje o un “creador literario”. Lázaro Carreter, por su parte, al contraponer también las características y funciones del autor de obras literarias con las del periodista —cuyas responsabilidades son “la información, su utilidad inmediata y su verificabilidad”—, concluye que los rasgos peculiares del escritor son los siguientes [14]:

– No le mueven necesidades prácticas inmediatas.

– Se dirige a un receptor universal.

– Su mensaje literario actúa sin límites de espacio y tiempo [15].

– Su contexto no se corresponde con el de sus lectores, los cuales, a su vez, se puede encontrar en situaciones de lecturas diferentes, unos de otros.

– En la creación de su obra no le preocupan (al contrario del periodista) los posibles “ruidos” (ambigüedad, polisemia, elementos connotativos) que pudieran perturbar esa lectura y el desciframiento del texto, ya que esas “perturbaciones” son un componente de la comunicación literaria.

– El escritor es un hombre solitario, lo cual favorece la autonomía y libertad en su tarea, aspectos mermados en el periodista, comprometidos en su labor con otros compañeros que trabajan solidariamente en la confección del diario.

En relación con su obra la figura del escritor es generalmente considerada en su función de “creador” de una obra de arte del lenguaje. Lo relativo a sus relaciones con el receptor puede pensarse en dos formas: una personal que atañe a las razones íntimas por las que se decide a entablar, mediante la escritura, una comunicación con tales receptores posibles (autor de un mensaje textual); y otra relativa a la situación social o profesional en que se encuentra al hacer de la escritura un modo de vivir. En cuanto a las razones por las que alguien se decide a escribir, son varios los autores que hablan de una íntima necesidad de comunicación consigo mismos y sus posibles lectores. TEM reconoció que él escribía, en definitiva:

para [sí] mismo, no para el lector, para encontrar[se] consigo mismo, como un modo de reconocer[se] en lo que desconoce. La escritura es un juego en el que [uno] apuesta por el descubrimiento de lo que hay en ti y no sabes que está ahí [16].

La escritura literaria, entonces, para TEM se dio como un acto de afirmación de sí mismo, como placer creador, como sentida necesidad de comunicación, como liberación de una realidad no deseada. Estas conclusiones no debieran pensarse como contradictorias de lo que, efectivamente constituye el resultado de la actividad escritural de TEM en sus ficciones: moviliza al lector a reflexionar sobre su estar en el mundo, a re-pensar lo que significa el poder ostentado o deseado. Eso que logra a partir de los principios fundamentales de su poética, la que aquí, a partir de las consideraciones del autor sobre lo que aproxima al periodista y el narrador, hemos procurado atender.

NOTAS
[1] El texto completo puede leerse en http://www.fnpi.org/biblioteca/textos/biblioteca/tomas.htm.

[2] Ruptura de límites notable en sus novelas mayores: de Santa Evita se ha podido sostener que es un texto fagocitador, puesto que “establece en su interior múltiples puentes de contacto y de cruce entre los discursos de la ficción, la historia, la política, la biografía, la sociología, el diario íntimo y la novela testimonial, el análisis cultural, la crónica periodística, el ensayo académico, el melodrama, el género fantástico, el policial, entre muchos otros”. Cfr. el excelente estudio de Alicia Ortega Caicedo, “Los hechizos de Eva Perón: del cuerpo embalsamado al cuerpo nómada. Santa Evita de TEM”, en Mabel Moraña y María Rosa Olivera (edts.), El salto de Minerva. Intelectuales, género y Estado en América Latina, Vervuert, Iberoamericana, 2005: 173-187. Cit. p. 173.

[3] La primera edición es de Caracas, 1979. La segunda, aumentada y revisada, es de México, Editorial Planeta Argentina, 1998. La recopilación constituye parte de una serie de trabajos que tienen como común el tema de la muerte. Su autor ha dicho de ellos que “son investigaciones de vidas, de ciudades, de maneras de escribir o de grupos étnicos que están en el límite mismo de la muerte. Eso, por un lado, y por el otro el trabajo fronterizo entre la literatura y el periodismo. Es lo que yo llamaría escritura en el borde de la realidad”. Entrevista: “TEM. Formas de la ficción pueden ser narradas como verdades”, La Jornada, Guadalajara, 29 de noviembre de 1998.

[4] J.L.Martínez Alberto ofrece una definición sociológica del periodismo que nos parece interesante para complementar las reflexiones de TEM: “aquella modalidad de la comunicación de masas que tiene como fin específico la difusión no-intencional de hechos documentables y la propuesta de comentarios limpiamente subjetivos, u opiniones acerca de acontecimientos socialmente relevantes”. A.Benito (dir) Diccionario de Ciencias y Técnicas de la Comunicación, Madrid, Edcs. Paulinas, 1991, s.v. “Periodismo”, pp. 1003-1023.

[5] Vid. G. Martín Vivaldi, Géneros periodísticos, Madrid, Paraninfo, 1977.

[6] Algunos estudiosos se remontan hasta la época greco-romana para determinar el surgimiento de la actividad periodística y su soporte impreso: se ha hablado de las Actas Diurnas de Roma como antecedente del moderno “diario oficial”. Otros piensan en los avisi italianos y los zeitungen alemanes de la Edad Media: hojas manuscritas que en el siglo XIII circulaban como medio de intercambio de noticias de interés financiero para mercaderes, gente de la banca, etc. Cfr. F. Terrou La información, Barcelona, Oikos-Tau, 1970.

[7] Menciona a Boccaccio, Dickens, Defoe, Balzac, Proust y recuerda que grandes escritores latinoamericanos contemporáneos fueron alguna vez periodistas: Borges, García Márquez, Fuentes, Onetti, Vargas Llosa, Asturias, Neruda, Paz, Cortázar.

[8] Susana Rotker, La invención de la crónica, Buenos Aires, Ediciones Letra Buena, 1992, por la que citamos. Existe también la edición de Casa de las Américas, La Habana, 1992, bajo el título Fundación de una escritura. Las crónicas de Jasé Martí. Primer Premio Casa de las Américas 1991. Susana Rotker, La invención de la crónica, Buenos Aires, Ediciones Letra Buena, 1992, por la que citamos. Existe también la edición de Casa de las Américas, La Habana, 1992, bajo el título Fundación de una escritura. Las crónicas de Jasé Martí. Primer Premio Casa de las Américas 1991.

[9] Cfr. J.Derridá, “Implicaciones. Entrevista con Henri Rose”, Posiciones, Valencia, Pre-Textos, 1977: 9.

[10] Cuando se estudian los que parecen ser los propósitos que más entrañablemente llevaran a TEM a escribir sus novelas, es imperativo tener muy presente esto que acabamos de citar de él.

[11] Cfr. Juan Pablo Neiret, “Novela significa licencia para mentir. Entrevista con TEM”, Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid, 2002. Puede verse en http://www.ucm.es/info/especulo/numero22.

[12] Cfr. Miguel Mora “La literatura es sólo un juego entre la verdad y la mentira. Entrevista a TEM”, El País, sección Cultura, 11 de agosto del 2002

[13] Recordemos su carrera de periodista: crítico de cine de La Nación de Buenos Aires (1957-1961); Jefe de Redacción del semanario Primera Plana (1962-1969); director del semanario Panorama (1970-1972); director del suplemento cultural del diario La Opinión (1972-1975); editor del “Papel Literario” del diario El Nacional de Caracas (1975-1977), del que fue también asesor de la Dirección (1977-1978); fundador y director de El Diario de Caracas (1979); participante en la creación del diario Siglo 21, de Guadalajara (1991); creador del suplemento «Primer Plano» del diario Página/12 de Buenos Aires, que dirigió hasta agosto de 1995; columnista permanente de La Nación de Buenos Aires (desde mayo de 1996); columnista del The New York Times Syndicate (que publica sus artículos en cerca de 200 diarios de Europa y las Américas).

[14] Cfr. Fernando Lázaro Carreter, “El lenguaje periodístico, entre el literario, el administrativo y el vulgar”, en Lenguaje en periodismo escrito, Madrid, Fundación Juan March, 1977.

[15] En un estudio en preparación reflexiono sobre el tema y el mensaje de La novela de Perón.

[16] Cfr. Miguel Mora “La literatura es sólo un juego entre la verdad y la mentira” El País, Madrid, 8 de noviembre del 2002.

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