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por Jorge Collao
Artículo publicado el 11/04/2016

El último atrevimiento iconoclasta que impulsó a los jóvenes escritores chilenos en un ataque desenfrenado en busca de público, creo que fue aquella tensión Bayly-Fuguet con el desenfadado MacOndo (1996), aunque podrá discutirse si el atrevimiento superó a la literatura. O venia ya desde antes con los exitosos escarceos entre la literatura y el cine con importantes autores chilenos (La muerte y la Doncella, 1994. La Casa de los Espíritus, 1993. De Amor y de Sombra, 1994.) O Machuca, 2004 (Brodsky-Wood) y en fin, abriendo posibilidades a las exitosas rupturas del encasillamiento de géneros y escuelas, para ir en busca del público masivo. Aderezado también más tarde por el enorme éxito mundial de novelas llevadas al cine como El Señor de Los Anillos (estrenada en 2002 como Superproducción) o Harry Potter (estrenada 2001), sin duda contribuyeron a crear un clima de posibilidades en el siempre inconforme gueto de creadores locales, apiñados entre Santiago y Valparaíso. Y mientras la elite de literatos chilenos andaba a los codazos disputándose el Premio Nacional de Literatura –con polémicas aún no acabadas- Baradit obtenía el premio con “Ygdrasil” en 2005 (Premiado en España el 2006) y Marcelo Novoa lanzaba la antología en 2006 titulada “Años Luz”, y Francisco Ortega, que con “Logia” (2014), se convertía en superventas dividiendo en dos, este panorama mezquino y violento de la literatura chilena que Brodsky describiera en “Veneno”, pero demostrando también que un grupo de autores podían romper la norma y pasar directamente al público, sin la venia ni de las editoriales ni de grupos sacrosantos. Así y todo, avalados por el enorme empuje de las editoriales independientes, cada vez más profesionalizadas, y un grupo de autores novedosos, entretenidos y accesibles –al menos en cuanto al lenguaje de los nuevos medios se refiere, en las nuevas generaciones- comenzaron desde cero, a ganarse un lugar casi de golpe (Meier, Baradit, Ortega, Muñoz Valenzuela, Bisama, Amira, Zambra, etc.), demostrando que es una absoluta estupidez encasillarse en un género, temática o soporte, pasando desde el realismo psicológico, a la Ciencia ficción, la novela histórica, el steampunk, el cyberpunk, el space opera, la fantasía, o la novela gráfica, y sirviendo de inspiración a la eclosión de dos editoriales especializadas como son Puerto de Escape, liderada por Marcelo Novoa, y Austrobórea, bajo la dirección de Aldo Astete.Así, toda una nueva horneada de autores al alero de estas editoriales (Rosselot, Muñoz Kaiser, Hatanatsuki, Deb, Hanning, Dracon, Briceño, Flores Fica, Torres Salazar, Madariaga, Cortez, Bertelsen, Núñez Torres, Tejada Urbina, M.L. Sandoval, Bustos Ponce, Collao, J.P. Coudeu, Evans, Riedeman, Vargas Aguilera, Trabucco, Adam &SvenSchott, Salem Gesell, Páez, Espinoza Bardi, el mismo Astete, en fin, varios más que inexcusablemente se me pudieran escapar), han creado por lo menos, una densidad de textos que están produciendo un fenómeno a mi parecer nuevo y muy interesante, en un país que grava al libro con un impuesto que se empina cercano al 20%, logrando que por vías inesperadas, nuevas generaciones se acerquen al fenómeno del libro mediado por la gráfica, el comics, el cosplayer, las comi-con, la perfomance, de la mano de fanzines, blogs, facebuqueo, donde se cuelan por cualquier intersticio de la actual y compleja sociedad chilena, en la búsqueda de nuevas formas de dialogo con el público, pero si pudiese adolecer este fenómeno de madurez literaria –si se quiere- no se queda atrás en la manera de entender y generar industria, a contrapelo incluso de las instituciones que dicen apoyar estos esfuerzos.

No se ni tengo suficiente información de lo que ocurre en otras latitudes cercanas. Argentina parece ser un fenómeno bastante similar, y nos han llegado noticias también de Perú, Bolivia, Uruguay, Paragua, Ecuador….de esa busqueda de todos estos desprejuiciados autores ingeniándoselas creativamente para acercarse a un público cada vez más hastiado de los mass media, mas empoderados de sus posibilidades con las nuevas tecnologías, cada vez más dispuestos a probar y experimentar. A lo menos en Chile, el fenómeno que parecía circunscrito a los centros culturales tradicionales –léase La Capital y la Quinta Región- se va ampliando casi como una conspiración.

Así, a esto que llamo densidad de autores, se suma la profesionalización cada vez más patente de las pequeñas editoriales independientes, de los derechos y deberes de los autores –interesante es el proyecto Tinta Negra en este sentido- y tratando de resolver ahora lo que podría ser el tercer gran escollo de la triada autor-editorial-distribución, antes de llegar plenamente a enormes públicos no lectores, que es, precisamente, más y mejores canales de distribución, más allá de las cadenas de librerías tradicionales. Las ferias de fanzines, las ferias del libro de editoriales independientes, los lanzamientos imbuidos en cosplay y perfomances, etc., intentan resolver este último escollo, para que se pueda hablar propiamente tal, de industria, aunque sea primigenia, aunque sea básica, pero industria al fin.Y sabemos, finalmente, que será el público quien decidirá y en buena hora, a sus autores, y no la crítica elitizada ni las cofradías de poder, grandes y pequeñas, quienes decidirán el panorama literario en este futuro cercano, agobiado ya por la pobredumbre mezquina del poder, y la chatez mediocre de los grandes medios de comunicación.

La Serena, Chile, día deSan Rubén, 2016.

 

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