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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Reflexiones desde el sollado.

por Carlos Ortúzar
Artículo publicado el 02/06/2007

1

“La literatura es una lucha contra el hechizo de nuestra inteligencia por el lenguaje”.

Cáchense esa. Dejémoslo ahí no más por el momento. No se me ocurre nada que decir al respecto, pero parece muy interesante. Quizás haya que descomponerlo como en esos ejercicios gramaticales del colegio.

Anoche estuve leyendo a un par de argentinos que se las traen. Se trata de Fogwill, si así como se lee, quien tiene una página web por lo demás, y además este chico Rodrigo Fresán, que pertenecen al panteón de Bolaño, ese escritor mexicano, persona mezquina y arrogante según Isabel Allende. Bueno el caso es que estos argentinos escriben lo que verdaderamente quieren decir, en cambio a mi me sucede tener la sensación de que alguien me dicta lo que escribo, como que se me escapa la moto. No es que el resultado no me guste, no podría decirlo de otra manera, sino que me queda la sensación de no poder detenerme a pensar lo que sigue y mi mano vuela sola sin que pueda impedirlo. No sé qué es mejor. El arcángel Flaubert era capaz de pasarse una jornada entera mirando el paisaje de Combray a través de vidrios de colores para descubrir algún efecto. Fogwill-Fresán no, ellos cuentan su historia tout naturelement como diría un franchute: Fogwill de cómo se folló a una chica punk en Londres y Fresán, también en Londres, cómo sobrevivió a un stage en un famoso restaurant lavando hornos. Ambos utilizan ese humor de los tangos: irónico y amargo como el mate ¿viste? Fresán tiene 44 años, ni modo. Fogwill 66, un carcamal como el que habla y varios de sus amigos. Comienza su relato así:

“En diciembre de 1978 hice el amor con una muchacha punk”, o sea que lo hizo a los 39 años y según él: “se puso a declamar la letanía bien conocida por cualquier residente o asiduo visitante a Londres: Aim camin, aim camin, aim camin, aim camin. Así gritaba sustituyendo los conocidos: Ai voy, ai voi, ai voi ,ai voi, de las pebetas de mi pago, que sumen al varón en el más turbador pajar de dudas sobre la naturaleza de ese sitio sagrado hacia el que dicen ir las muchachas del hemisferio sur y del que creen venir sus contrapartes británicas, pero uno hace todo esto para vivir y se amolda. ¡Vaya si se amolda!

¿Qué tal? Y yo mis amigos escribiendo sobre las vicisitudes de un piloto mayor italiano en un barco corsario inglés del siglo XVI. Pero así me viene. Total haré como el loro que se le enrredó la pata en la línea del tren y cuando vino el expreso puso el hombro y dijo: El que caga caga.

2

“Es noble ser tímido, distinguido no saber actuar, superior no tener habilidad para vivir.”

Se trata de hacer ficción y no estudios sociológicos, que son muy válidos en su campo, pero no son ficción, porque los escritores a que me refiero no describen la realidad sino que la viven en sus escritos. Para escribir ficción hay que practicar eldetachément.

Pero no es tanto el carácter sociológico de la literatura chilena lo que me molesta, sino que su expresión condicionada. Me refiero a la carga que tiene la sociedad sobre el individuo, esto por múltiples razones que tienen que ver fundamentalmente con el control social que ejerce la clase dominante a través de las instituciones -de las cuales se nos hace sentir orgullosos- y sobre todo de las instituciones de la justicia, que ha sido siempre obsecuente.

A partir de la instauración de la dictadura, estos controles se hicieron explícitos, con lo que nos acostumbramos a hacer todo “dentro de lo posible”, frase del presidente Alwin que constituye un acierto lingüístico que la historia debería consignar como una de las más geniales muestras de adaptabilidad a las circunstancias.

Como consecuencia de lo anterior, es impensable que los escritores chilenos produzcan novelas como “El Desbanrrancadero” o “La virgen de los sicarios”.

En Chile como en Colombia hay suficientes horrores como para inspirar novelas de ese tipo, pero no se las escribe porque para ello se requiere desmesura, un rasgo sin el cual no se puede hacer buena ficción. Desde Cervantes hasta García Márquez, han escrito libremente sin dejarse influir por “el peso de la noche”. No veo a Contreras o Collier en esa. Ya lo decía Lope de Vega:

y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron;
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.

Me refiero que los estimados escritores mencionados, que por lo demás lo hacen muy bien, especialmente en sus novelas “La ciudad anterior” y “El infiltrado” respectivamente, no podrían escribir como el colombiano Fernando Vallejo, porque son chilenos. También pienso en Fogwill, de quien acabo de leer “Help a él”.  Hay ahí una descripción de un coito realmente desmesurada que incluye la ingestión de deposiciones de la dama y aunque me asqueó el detalle por un asunto de gustos personales,  no puedo sino admirar la intensidad lingüística de la descripción y lo de lingüístico vale en más de un sentido.

Por mi parte estoy escribiendo sobre algo que no tiene nada que ver con nuestra realidad, ni por tema, ni por época y de esa manera espero separarme de los condicionamientos locales, a los que aludía Bolaño y que no nos permiten tocar temas fuertes porque caeríamos en desmesura.

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Requerido.

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