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Toreando la masculinidad.

por Leonardo Escobar Boehmwald
Artículo publicado el 09/10/2004

«Los hombres más espirituales, siempre que sean
los más valientes, también viven las tragedias
más dolorosas; mas por eso mismo exaltan
la vida, oponiéndoles su más grave adversidad.»
Friedrich Nietzsche
«El dispositivo de sexualidad no tiene como razón
de ser el hecho de reproducir, sino el de proliferar,
innovar, anexar, inventar, penetrar los cuerpos
de manera cada vez más detallada.»
Michel Foucault

 

Pedro Lemebel presenta una atípica historia de amor en su novela Tengo miedo torero donde lo político y lo homosexual se funden y se confunden con una finalidad definida: pisotear la figura de los hombres, o por lo menos, la del rol hegemónico del macho dominante dentro de la sociedad. Los hombres que se presentan aquí son dominados por los relatos de una loca y de una mujer que parece gallina clueca. Esto hace que la Historia, trágica y crítica de aquellos años, por momentos se pierda (o por lo menos se juegue con esa idea) para dar paso a relaciones disfuncionales donde la figura de los «maricones» adquiere un rol fundamental. Una de estas figuras es la Loca, «pareja» de Carlos, uno de los cabecillas detrás del atentado al dictador; la otra es la del estilista de Lucía que la maneja como a un títere ya que ella cree en todo lo que Gonzalo dice, y que se enfrenta, (no físicamente, pero sí afectivamente) a la figura del homofóbico general que no soporta oír el nombre de «ese maricón».

Con todo esto Lemebel está invalidando el relato de la historia oficial y está validando al gay como actor privilegiado de un período de la historia chilena extremadamente conflictivo. Se le está dando al dispositivo de la sexualidad la fuerza para vencer al silencio y al poder. Se está subvirtiendo un discurso que siempre se acalló a golpes, abusos y muerte, otorgándole voz, fuerza e importancia. Así la Loca del frente de la universidad pasa a ser la Loca del Frente Patriótico y el discurso hegemónico, tanto político como masculino, se desmorona ante su figura y la de Gonzalo que es como un dios para la mujer del General que no lo deja hablar ni tomar decisiones porque todas serían erradas. Llega a tal punto está docilidad del dictador que cuando toma una decisión por sí mismo le sale tan mal que está al borde de la muerte, demostrando ser un mamasán que sólo sabe tirarse al suelo y cagarse en los pantalones.

Así entonces la sexualidad logra vencer al dispositivo de alianza que veía en el matrimonio la única manera de vivir la vida en pareja y que entregaba las reglas a seguir para ser un buen marido y una buena esposa, definía lo permitido y lo prohibido y donde lo pertinente era el lazo entre dos personas de un estatuto definido y que se apegaran a todas estas reglas conocidas. Pero el dispositivo de la sexualidad irrumpe ante la decadencia de las reglas que fijaban el actuar emocional y empieza a funcionar presentando técnicas móviles, polimorfas y coyunturales de poder, sin más reglas a seguir que el hecho de dejarse llevar y en donde lo pertinente, más que las uniones, eran las sensaciones del cuerpo, la calidad de los placeres, la naturaleza de la impresiones, por tenues o imperceptibles que fueran (1).

De este modo toda la locura de la Loca se transforma en LA manera de ver y vivir el mundo porque ya ella es quien domina, ella es la que controla las armas y la que rompe el cordón del poder. Ella es la que emborracha al «todopoderoso» Carlos y hace con él lo que desea. Es la movilidad de su ser la que le da vida a un relato inmóvil como el de esos años, un relato que se construía sólo bajo los lentes oscuros utilizados aun en la oscuridad.

En definitiva, la figura de los hombres se diluye bajo la óptica del homosexual que relativiza al caudillo, al guerrillero y al dictador, que terminan quedando a la sombra del gay o de la mujer. Así este hombre realmente valiente (la Loca) se construye en base a la pérdida y a lo inalcanzable de su amor, lo que al final lo torna más grande y capaz de soportar el dolor y el miedo, por eso pareciera ser quien mejor sabe enfrentar las adversidades que le presenta la vida, sin huir y sin buscar que otros hagan el trabajo sucio.

De este modo Lemebel torea al género masculino dejando la figura del homosexual como realmente importante y como aquella que está en la base de una Historia que se ha ido construyendo erróneamente desde la mirada masculina siendo está la única que no le hace frente a los verdaderos miedos, dolores y amores que son las emociones que construyen a los seres nobles.

1. Todo esto tratado por Michel Foucault en Historia de la sexualidad.

 

Bibliografía___________________
Foucault, Michel. Historia de la sexualidad. Siglo Veintiuno editores, 1998. Ciudad de México: México.
Lemebel, Pedro. Tengo miedo torero. Planeta Chilena, 2001. Santiago: Chile.
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