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El acto de ver en Carlos Perciavalle (Actor argentino).

por Andrés Ugueruaga
Artículo publicado el 02/08/2016

En la lista de reproducción de Youtube.com, veo una ristra de documentales que tratan sobre la hipotética muerte del führer en la Patagonia. Por otra parte, la loca vivencia del actor uruguayo le aporta vigor a este (entre signos de pregunta) nuevo género, cuyos límites son tan borrosos: la historia/ficción, esta suerte de non-fiction picante y jocoso en la cual la acción de ver, es el motor mismo del argumento.

Mares de tinta, regimientos de editores ansiosos a la caza de libros que lo develen e ilustren: todo lo que tuviera que ver con el Tercer Reich, el cual significó un verdadero carnaval de sangre y del cual sobreviven aún hoy anécdotas, imágenes y sonido que nos lo confirman.

Nos valen las numerosas fotos de Hugo Jaeger, las fotos anónimas de víctimas y victimarios de la guerra, los documentales blanco y negro de Leni Riefenstahl. Estas reliquias nos dan la certeza de que Hitler –la misma personificación del Mal– existió.

Pero esa constelación de luces y sombras orquestadas a su alrededor fue efectiva y oportuna. A pesar de haber sido una figura tan tristemente célebre en la Europa de la primera mitad del siglo 20 con sus holocaustos y guerras, logró mantener un verdadero misterio tras su supuesta muerte.

Hasta el día de hoy muchos se preguntan dónde y cómo murió. El supuesto suicidio en su bunker en el centro de Berlín es desmentido hoy por opiniones más que autorizadas y todas estas apuntan a Bariloche –a la ciudad turística de los chocolates en rama y discotecas destinadas a estudiantes de fin de curso– como escenario de sus últimos años.

A partir de esta teoría, siempre vigente aunque nunca constatada fehacientemente, salen al cruce vivencias cuasi absurdas que hoy vale considerar a hombres y mujeres que declaran haberlo visto.

En Youtube.com aparece un fragmento de una entrevista con el actor uruguayo Carlos Perciavalle, en donde lo vemos con su pelo teñido de fucsia vistiendo un buzo anaranjado y un pañuelo al cuello. Allí él se remite a 1969: el año en que los ojos de Hitler se encontraron con los suyos.

En aquellas heladas noches a la vera del lago Nahuel Huapi – cuenta él – que junto a una actriz visitaron el hotel “El Casco”, respondiendo a la invitación de su dueño. Con gestos ampulosos describe el frente del hotel, el gran paredón de piedra de 25 metros que lo circundaba, el vistoso portón de madera en la entrada, un puñado de perros doberman que merodeaban en el patio, el mayordomo que los escoltó hasta un gran salón en donde vieron sentados junto a una larga mesa a Eva Braun y a Hitler, al mismo que escribió “Mein Kampf” en la cárcel de Landsberg tras intentar un golpe de Estado, al mismo führer, la luz conductora de la voluntad aria.

Lo que este actor relata con lujos de detalles y durante tantos años en distintos programas, me hace recordar a ese encuentro que leí en Respiración Artificial. La célebre novela de Ricardo Piglia en la que se da el encuentro de Franz Kafka con Adolf Hitler en una fonda austriaca y expresar de alguna manera esa delgada línea que existe entre lo absurdo y lo cierto.

Pero lo que Perciavalle revela habla más de lo que dice. Más allá de lo que dice de Jess (el perrito que Jesica Cirio le regaló) o de los bailarines de Tinelli. Evidencia no el disparate producto de sus propias características mentales, sino una porción desconocida e incluso –para quien quiera – ficticia o increíble de la historia con mayúsculas. Al mismo tiempo, sostiene Perciavalle, que aquella era una gran verdad que todos los alemanes instalados en las inmediaciones de Bariloche y del lago Nahuel Huapi conocieron.

Sin ser el autor de El Proceso ni tampoco Ricardo Piglia, con su historia Perciavalle produce un efecto extraño para los oyentes. Fue su encuentro con fantasmas y rostros del pasado, con fantasmas en pena de un tiempo pasado que merodeaban en secreto, en los rincones más paradisíacos de la Patagonia. Perciavalle trasplanta la época de las autobahns, de las interminables barricadas, de la Berlín bombardeada y sitiada por el Ejército Rojo que Stalin digitaba desde su helado despacho en Moscú, remite con su relato a la bella Paris atosigada por los Nazis… toda una época que fue reubicada como un árbol tenebroso a los tiempos de Onganía, Pescado Rabioso y Tanguito, a una tranquila villa turística al pie de los Andes.

Si los ojos fueran la ventana del alma, me pregunto qué habrá sentido Perciavalle con su amiga actriz en medio de aquella multitud, si de verdad lo reconoció sin su bigote característico –el que según sus biógrafos aseguraron que era para que la máscara antigas no le molestase.

Mientras tanto, las versiones de la estadía de Hitler en la Patagonia argentina son un mito que gana fuerza día a día al punto de hacernos creer que tal cosa ocurrió. Ya muchos especialistas aseguran de que en fechas futuras y cercanas se abrirán los archivos secretos del Estado argentino en el que seguro se hallarán todas las pruebas. Echarán así por tierra todo este misterio con evidencias, documentos, fechas y puntos del territorio nacional seguramente ventosos y desiertos, elementos y testigos de su paso por el entonces granero del Mundo.

Pero después de todo, creo que la palabra tendrá lo suyo, pero en la cultura de la imagen – la que acaba de nacer hace apenas un par de décadas – se cotiza más la acción descomedida e inmejorable de ver, la de ver para creer.

https://www.youtube.com/watch?v=jTO37tKqq9Q
(Título del video: Carlos Perciavalle vio a Hitler y Eva Braun en Bariloche.)
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