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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Muy personal, condimento: cuatro boleros.

por Luis García de la Torre
Artículo publicado el 01/06/2017

Doble inconsciencia, fastidiado, sin dinero y sin goce
Doble inconsciencia (Bolero, 1900)
Letra: Manuel Corona
Música: Manuel Corona

Cuán falso fue tu amor, me has engañado,
el sentimiento aquel era fingido
y sólo siento, mujer, haber creído
que eras tú el ángel que yo había soñado.

Sólo siento el haberte prodigado
mi amante corazón triste y herido,
y lo has herido tú y hasta has vendido
por vil metal tu corazón ajado.

Con que te vendes ¿eh? noticia grata,
no creas que te odio y te desprecio,
y aunque tengo poco oro y poca plata
y en materia de compras soy un necio,
espero que te pongas más barata,
sé que algún día bajarás de precio.

Del centro de la isla, villaclareño, caibarienense, de padre mambí, Manuel Corona nació el 17 de junio de 1880 en esa costa norte de Cuba. Siendo aún “pollo” busca su suerte en La Habana tabacalera de fines del siglo XIX. Y tan es así, ya que en esta vida cada cual nace con el polvo contado a cuestas, que con ese primer dinero compra esa guitarra con la que gana el saber de su propio resultado musical. Partícipe de fundaciones, forma parte de uno de los iniciales sextetos del país, el cual daría río al mar de ese tipo de agrupaciones posteriores; rival número uno en contestaciones musicales, tan de moda aún en la cubanía de hoy; e innovador guitarrístico, para técnicas propias adueñadas del cariño de todo melómano y gozador instrumento en mano que replica sus canciones.

El maestro Vicente González-Rubiera (Guyún) en su obra Manuel Corona Raimundo Testimonio, 1986, lo caracterizó: “Pulsaba todas las cuerdas con el dedo índice de la mano derecha, violando así lo pre escrito para la disciplina de esta mano. No obstante haber violado la técnica de la mano derecha, pulsaba con precisión y seguridad sus arpegios y acordes. Asimismo, resultaba sorprendente la limpieza y volumen de sonido que brotaba de su guitarra. Concluyendo, su técnica guitarrística era exclusivamente personal”.

Con Doble inconsciencia principia su musicalidad en el alejado 1900. Y no se comprende si por esta sinécdoque de vida, de ser el signo por la cosa representada o viceversa, de hacer esta música desengañada y vivaz por ser bohemio o a la inversa, Manuel Corona ya se fuma todo y toma lo demás, hasta fundar su propia genialidad siendo para siempre él, teniendo inseparable su guitarra a rastras y un rimero de textos líricos que convivían por las serenatas, los bares, las descargas y fiestas hasta que lo llevaron a morir, y la genética mambisa creo lo acunó de más por estas maneras, a sus 70 años, en 1950, y le eternizaron para la cubanía dichosa en juerga, en mi casa, en la tuya, en la otra, en la otra…

La desilusión, las señoras o señoritas, el arrebato, la templanza de conocidos y lo político y social fueron sus temas compuestos en la bohemia, en las madrugadas, en la rebeldía, y en la zafadura de cualquier cosa que le enmarcara su forma de vida. Por lo dicho no era un común ejemplo de savia, y se le veía mirada desgastada, ropa ajada y desgobernada su propia vida, pero sí en cosecha para toda la nueva, novísima, pos y demás trovas que sembró, en cuerpo y alma.

En holganza hacía gala de sus dones de compositor y músico, y en una de estas correrías dona al mundo el bolero, el cual me trae a la divagación desde el título, luego de haberlo escuchado por más de 30 años, por cualquier parte. En La Patagonia, en el medio de esa nada maravillosa, o ese todo indescriptible, en un sucucho de bar y queso, se escuchaba Doble inconsciencia por uno que ahí se servía algo, y nadie más, nada más. Y no era doble la insensatez que aquella mujer había hecho para con él ¡y ella!, era infinita, y su malestar e interpretación se eternizó. Sería la dupla ¿él reventado por la nada de cariño de ella? ¿él molesto por no ser ni mirado por ella? ¿él a medio cocer porque lo dejó sexualmente en eso? ¿él avergonzado por ver a quien quiere tan puta? ¿él tan pobre, y desesperado, que debe esperar que esté echa mierda para poder gozarla? ¿ella tan pobre que no valora el amor de él? ¿ella tan cagada que no se deja sacar de esa putería? o ¿ella antes tan esposa, y después de tanta miseria tan vendida, y él en la rabia? Da lo mismo, cuanta amabilidad de Manuel Corona que puso el postre para que a cualquiera que le sirva el sayo que se lo ponga.

La vio por ahí, no era calmada, la vio y esa mujer abierta con su piel encendió, aunque afuera el día le era cuartel, todo lo acogido y dicho en los cantares que puso en los paraísos cubanos, desde ese 1900. Ella caminaba, le contó cien sonrisas y no pudo consentir, pero miró buscando sus labios mojados en ese burdel de no pasar de largo. Se mofó de todas las épocas por vivir y se quitó la decencia para que le gritaran otra vez ¡fuera! y así ponerle unos acordes y entonar. La noche siempre jodiéndole, y aquella cintura se reía, como acostumbrada a que el dinero nunca fue verso. Y el fin del mundo se le vino sin esta mujer abierta, que de lejos, y cerca, le era todo. En esa piel y sus fuentes, se inmortalizaría. Y se volvió adicto, y desde ya le rugía que lo único que le tocaba era tocarse. Manuel Corona brindaba por verla desnuda y fulminada por su guitarra en mano, y marchito, esta mujer abierta, lo mantiene hasta hoy así, entonado y cazado.

Y como aquel patagón, sumido en el bolero y el vino, el tema de compás dos por cuatro y de decir melancólico, en su primer cuarteto asonante de arte mayor abba, Manuel Corona ducha la acústica de la lírica y coloca en la estrofa ocho palabras que apuntalan pero en contraposición le derrumba la realidad. Los términos encuadrados, para la influencia del estado anímico, están perfectamente escogidos, como solo un bolerista eterno sabe conectar intuitivo, y si los barajeamos de cualquier manera encajan unos con los otros sin perder para nada la potencia de este esqueleto derruido falso-engañado sentimiento-fingido siento-creído ángel-soñado y dándole “agua” falso-fingido sentimiento-engañado siento-soñado ángel-creído y en la otra “mano” falso-creído siento-engañado sentimiento-soñado ángel-fingido.

No saldría de ese tropezón Manuel sino despedido, rodando para abajo hacia cada verso siguiente, cuando menos vomitado de negación, pero trovador intacto, y ella desgastada de hervir el pubis, sin nombre y look ajado de venderse, seriada por lo común del paso y con la mala mirada colmada de guiños. Su cama sin la mujer caprichosa, entrampado por esos labios sin saborear, con dientes que hicieron nada, con olfato sin oliente al barato ron azucarero, en un sucio espacio y solo con la mueca enrostrada succionándose las salivas en la borrachera por no poder tener el pecado vaginal. Brindando a su salud, de andar y andar porque la naturaleza no le sea tanta cadera, de esa ricura de la prostitución, del semen que le continúa la apuesta, al acoso, y tira las cartas a favor de no terminar sin cama, que hace falta, pero Cuba ya no le es solo carnaval. Y Manuel errando ladeado hacia el final del bolero, de tanto alcohol y llanto, descubriéndosenos longevo con 20 años, por lo dispuesto el mes aquel, de las pisadas y la prisa por desnudarla, y no pasaba. Guardando todas las fidelidades de tal vez un corazón intacto, pero roto en las trampas de los gemidos animales, cuando pasaba ella no respetada y humeante acolchonada. Y cada viernes confiar, que se tiene la oportunidad, si el canturrear le da más pesos porque estuvo bueno el descanso y todos salieron a escuchar y propinar; o el lunes se ilusiona, que no hay muchos para los días venideros y el costo cae porque no hay pincha mami, y ahí Manuel sabiendo que entre esos días le bajará el precio. Posible tal vez.

Y así, una chorrera de cantares y no vida.

Murió Manuel Corona empezado el ya mencionado 1950, después de ir celebrando el fin de año y sus venideros setenta, quizás sí quizás no, yo apuesto que sí, un 9 de enero. Borracho y solo, quiero pensar que, echando un pasillo a lo cortico, en un cuartucho detrás del bar Jaruquito en Marianao, municipio habanero. Los choferes de la ruta 32, de la capital, hicieron una colecta y con los pesos recaudados lo velaron. Pasó también su cadáver por la Sociedad de Trovadores. Al otro día fue una comitiva insigne y envidiable a su sepelio: Sindo Garay [1], Rosendo Ruiz [2], Pancho Majagua [3], Tata Villegas [4] y Gonzalo Roig [5], que fue quien hizo la despedida. Lo enterraron ahí mismo en Marianao.

El trovador no solo había legado a los amantes de su música, y su cultura, todo el encanto compositivo que le salió, sino además se dejó heredar la energía. Un modo de vivir el cual, gracias a su ser, todo público supone que posee cada leyenda elegida, a favor de la individualidad. Las personas comúnmente creen que sus paradigmas están siempre activos en la bohemia y la rompedura social de esquemas, como si así se liberaran de la cobardía de la cual formamos parte, y que nos imponen los horarios, las leyes y las políticas históricas, y les es realizado pensar que todo artífice posee liberación. Manuel Corona fue el cubano que hizo urdir esta divisa con su sustantividad.

Retorna, un bolero ron en mano y parrandero
Retorna (Bolero nuevo estilo, principios del siglo XX)
Letra: Sindo Garay
Música: Sindo Garay

Retorna vida mía que te espero
con una irresistible sed de amar
vuelve pronto a calmarme que me muero
si presto no mitigas mi dolor.

A conmover tu corazón no alcanzo
cómo puedo vivir lejos de ti
tan sólo me sostiene la esperanza
porque ella vive eternamente en mí.

Sindo Garay nació, para el bien de todos los cubanos, un 12 de abril de 1867 en Santiago de Cuba. La guitarra, la composición de más de 600 obras mayoritariamente clásicas, el arte circense, el humo, el ron, conocer a José Martí y alcanzar los 101 años fueron sus grandes virtudes. En sus plantas está la tierra que muchos trovadores después pisaron y sin él, quizás, la música e historia cultural y social cubana habría sido completamente distinta y endeudada, y no se sabría el por qué. Desde mi gusto personal, e ignorancia, doy por sentado que es el mayor bardo que ha dado la cubanía. Llano indígena, instruido autodidacta, original compositor visceral, guitarrista errante, político en cuba, humeante desde el día hasta la noche y para suma centenario.

Sus temas musicales fueron futuristas. Su manera de tocar la guitarra innovó para los que después prosiguieron, y sus letras ¡ay! sus letras estaban 50 ó 60 años por delante en revoltijo con esas armonías, Cuba lo supo. Con solamente 10 años compuso un bolero destinado a una cubana trigueña de 16 y en No me olvides, mujer, ni un momento, / que tu amante por siempre seré. / Quiéreme, trigueña, quiéreme, / porque yo jamás te olvidaré va la clase de tipo que venía consumando Santiago para el progreso trovador de la nación. Con 10 años anhelando ser inolvidable para una trigueña, siendo capaz de posibilitar con esa edad la experiencia y sus clasificaciones, magistral. Y para hacerlo aún más soberbio no sabía leer ni escribir, ni su lengua ni su música, y con 19 años le impulsa la oportunidad, la cual toma solitario y cultiva, por motivo epistolar caldeado, ya que debía responderle a Magdalenita, una blanconaza que le carteaba.

En San Isidro, barrio del sureste de la parte vieja, entre cafés y bares por los muelles, trae a la capital el bolero, y comienza su cantar en La Habana por 12 pesos, y putas norteamericanas, españolas, puertorriqueñas, mexicanas, francesas, austriacas, venezolanas, dominicanas, belgas y cubanas de por ahí, desandaban entonando. De todas partes eran estas mujeres de mil portes, las cuales llegaron con sus novedades sexuales al barrio, y el sexo oral y a cobrar; y Yarini, el más célebre chulo cubano de siempre por todos lados, San Isidro abajo y San Isidro arriba, y Sindo.

Y entonces el buen circense como cantautor no paró más, del Caribe a Sudamérica a Europa, a grabar a cantar a caminar 101 años, a Cuba a ahora a siempre a retornar constante.

Retorna vida mía que te espero / con una irresistible sed de amar / vuelve pronto a calmarme que me muero / si presto no mitigas mi dolor. En estos cuatro versos, y apuesto por ellos, el autor utiliza en cada uno una palabra que desde la acepción da la idea del “restituir”, para a la situación darle un revuelco retorna que es caer en la otra retorcedura de la supuesta decisión; irresistible le nula la voluntad de poder llevar la acción a la responsabilidad de saciarse; calmarme aplica a que no pueda tender al auto sosiego, infligirse la energía, demasiado dar doblete al ejercicio; y mitigas mi dolor, dicho esto, lo que le aplacaría el dolor, que ya de por sí es etéreo cuando viene del amor, es la manera en que esa vaporosidad mitigas le lime lo rugosamente áspero que le aniquila, imposible. Porque A conmover tu corazón no alcanzo / cómo puedo vivir lejos de ti / tan sólo me sostiene la esperanza / porque ella vive eternamente en mí le define lo constante, o el término de lo no constante, con vocablos guías de su “yo inmaterial”, pero negativamente concurrente: conmover que no logra perturbarla con eficacia y allanarla abierta hacia su ternura, siendo tan nada asible aunque tan físico ya que como bicho se revuelca sórdido, positivo o negativo, pero inquieta la caja torácica y fastidia; vivir distante de alguien y vivir es lo que sí o sí se logra, titubee quien titubee, definitivo es, pero es lo ulterior cuesta arriba y para mí, lujurioso, en ese nivel ser pegajoso; esperanza media como probabilidad, pero apuesto que en donde por líquido hay nada, esperar sin lo pretendido, convencido; y eternamente por donde solo el autor, y el resto de la humanidad hoy procreada, sabe el imposible, pero debe tener a qué asirse trovadoresco y, en definitiva más, romántico esperador. Y pago jugada igual por este cuarteto.

Bello Sindo, sociólogo popular. Esta canción es, sin duda alguna, la que, probable, más forma parte de la banda sonora orgánica de cada semejante que por ahí desanda y “conozco”. “Conozco” que muchos la cantan sin compañía, pero con sus lazarillos “ron” y “cerveza”, y me basta.

La cocainómana, un bolero anestésico con un son sabrosón
La cocainómana (Bolero-son, 1932)
Letra: Miguel Matamoros
Música: Trío Matamoros

Era una cocainómana consuetudinaria
que le entregó su alma a la voluptuosidad
para vivir gozando una vida imaginaria
y no sufrir viviendo una vida de verdad.

La conocí una noche de lúbricos placeres
en una burda infecta de un trágico arrabal,
ella era la elegida entre todas las mujeres
sensuales y lascivas del dios del bacanal.

No quiero más cocaína,
no me quiero envenenar.
Yo quiero vivir, Celina,
sufriendo la vida real.

No quiero coca que me sofoco
a mí la coca, mamá, me pone loco.

Que es gozar un sufrimiento
el sufrimiento es el goce,
cuando más grande es el goce
mayor será el sufrimiento.

El Trío Matamoros nace en Santiago de Cuba un 8 de mayo de 1925. Esta terna alcanzó fama mundial por dominar de manera inigualable la escena cubana, dentro de la cual creó variadas composiciones presentes hasta hoy en la música popular, sones y boleros sobre todo, que atraparon adeptos de diversos universos sociales.

Miguel Matamoros funge como director, guitarra prima y voz. Da al Trío el ritmo popular bien cubano, ideas novedosas y tradicionalidad.

Siro hacía las segundas voces y tocaba las maracas. Le yuxtaponía la voz a la de Miguel concibiendo una armonía fluida, picaresca, y le sumaba el semilleo musical con sus maracas.

Cueto acompañaba con su guitarra poniendo la novedad distintiva de una melodía-armónica con las cuerdas graves, movimiento de tumbao perfectamente acoplado con Miguel, y su guitarra prima, además le ponía percusión en la caja sonajera. Cueto imponía sello con un estilo para la época.

Sabiendo que Miguel Matamoros fue en general un cronista de su tiempo La cocainómana no es que podría darnos pistas de la Cuba que se gozaba por aquella época, sino que nos da un profundo tour. Diseccionemos sus versos, lo primero que me llama a atender, y a dos amigos, uno músico y otro químico, a la sorpresa máxima, es que haya sido compuesta en 1932 cuando, investigando superficialmente, la cocaína, la cual es el motivo del tema junto con la susodicha, en la década del 1930 podría decirse nuevita en Cuba, pero vemos que evidentemente presente e irradiada. La Cosa Nostra, culposa organización criminal de la composición y la mencionada ramera incluida, comienza a transportar heroína, cocaína y marihuana, desde el este de Asia y América del Sur a Cuba y de ahí, además de disfrutarse por la base hotelera, de casinos y demás, se transportaría a Canadá y los Estados Unidos. Entonces, la cocaína ya está presente, y además Celina, para Miguel. Ella, como objeto lírico en la primera estrofa, y como motivo de todo el texto, es la mujer terrible-objeto y no viene de casualidad al autor: primero le vive en su bolero-son, que como subgénero musical es producto de la mixtura del bolero de los años 20, sentimental, romántico con la presencia eterna de la fémina fatal, desangrante de amores y del son cubano, mezcla de influencia española y africana; y este mestizaje de armónico y Celina, le suma la droga y nace un revolico eterno, atemporal, en el cual el Trío evoluciona lírico y musicalmente, más allá de sus fronteras en la centuria que fue compuesto. Solo los grandes son destinados a creaciones de este tipo. Sigamos entonces sumando. Ella, la dama, el Trío nos la presenta desde el inicio como cocaninómana sin tapujos consuetudinaria, pero los versos de rima consonante me llevan un poco a su idolatría consuetudinaria-imaginaria y voluptuosidad-verdad lo cual me hace perdonar a la fulana, no me importa lo socialmente aceptado, y además con el juego consonántico, en particular refuerzo, que voy más bien a sin peros aceptar que todos, sin ser hipócritas preferiríamos gozar la vida vivir gozando una vida imaginaria, y no esta comprobada, que vivir sufriendo una realidad y no sufrir viviendo una vida de verdad. Decía Fernando Fernán Gómez, el gran actor, escritor, guionista, director de cine y teatro español, parafraseo “en la vida real los imbéciles no sufren ¿a usted no le gustaría ser imbécil? pues claro qué duda cabe”. Es una gran estrofa. Y además superpongo, no importa el origen, cubana, años 30, puerto, vestir provocativo de la época, e híper estimulada. Y si me preguntan afirmo entonces: culpable soy. Los aplaudo, la decencia no hace canciones.

En la segunda estrofa se confirma como el autor, con su cronismo lírico, va dejando atrás lo moderno, como tendencia de décadas pasadas, y va introduciendo con su decir la vanguardia, que luego se establece como forma literaria, y que tuvo como rasgo lo realista y la propensión de los temas sociales, políticos y de procedencia étnica urbana, en una de sus bifurcaciones. La conocí una noche de lúbricos placeres, la primera persona, presente en la obra, evidencia la libertad del poeta en la época, que es como debe ser, opino desde mi puesto, y no le da la diversión a “amigos”, “conocidos” o lanza la ficción para quien la quiera autorear. No, la libertar en la obra es admirable, envidiable, y Miguel libidinoso e impúdico, de noche, se presenta y se lanza a la Cuba de los 30 en su canto, hoy no haría el cuento. Lo sexual en esos lúbricos placeres también va engalanado poéticamente, pero derechamente dicho, leer como plantea la penetración diciendo que fue esa noche a gozar de los resbaladizos gustos en su sexo que esa mujer le proveerá, es a lo menos mágico. Y con toda la facultad de obrar natural, estuve en una burda infecta de un trágico arrabal, que replanteo me llama a la comparación con el hoy en día de que casi un siglo después no se desarrollaría una idea tal, ni en Cuba ni en otras geografías, por la instaurada hipocresía y la imagen tan imprescindible socialmente. Estuve en la parte anexa de la ciudad formal, no en la políticamente para bien paseada, donde convive la decencia y las buenas nuevas ¡no! estuve ahí en la prefería, en el barrio afuera, en un sitio al borde, al extremo donde se topan las mujeres, unas con otras, para buscarse unos pesos masculinos, o de más femeninos también, en dúo en trío en montón, compitiendo a sudor y perfume vil por ello, ella era la elegida entre todas las mujeres. Y la buscona fue optada entre tantas hembras sensuales y lascivas, incontinentes y cachondas, llenas de alcohol del dios del bacanal y aquí me detengo ya que el autor en este verso maravilloso además del mensaje ya dicho (llenas de alcohol del dios del bacanal) suma el de la orgía tipo festín en que se estaba (del dios del bacanal). La frase portentosa de solamente cuatro palabras se nos da en duplicidad de alcance por el lenguaje lírico pensado. Y repite en la estrofa la estrategia de la consonántica que me seduce placeres-mujeres, arrabal-bacanal para de manera subjetiva repasar, y asentir en el historiar, que toda hora que se me ha dado en este tiempo de mis años, por decir lo menos, siempre invariable, ha estado festiva por los placeres de una mujer; y que como todo cubano que ha tenido que emigrar, está en mi andar un lugar anexo-arrabal, y para bien, en mi caso sí, y ojalá constantes para todos también, con un ron jacarandoso- bacanal.

En las tres últimas estrofas se le da el paso a la sustancia abiertamente, se toma el protagonismo del tema.

Llega al hastío que produce el consumo, va al estado y al problema social. La cocaína, en su efecto, tiene un lapsus de duración bien corto por lo que el Trío al sentenciar No quiero más cocaína coloca el adverbio de cantidad en la mitad del octosílabo que induce a un más como un basta, explicitando con esta palabra el inhalar regular o quizás de una noche, lo cual no creo por el simple hecho de cómo hala una vida tal, pero le pone un alto a la frecuencia, del grado o cantidad, a la duración e intensidad en sí, con el verso. El más es el choque real, porque convencido se está que la vida es resistencia ante la incitación. Y presenta por fin a Celina, de nombre cósmico, renunciando a la euforia y la energía que intelectualmente te proyecta la sustancia, anhelando la paz y la estabilidad. Si vamos a un estado pos-sexual, con Celina, paz-estabilidad por lo menos en la inminencia, ídem es el no-cocaína, paz-estabilidad del espíritu por la contienda decidida, igual por lo menos en la inmediatez, después otro pájaro cantará. Entonces el Trío nuevamente nos da un dos por uno, de composición e interpretación. En Yo quiero vivir / sufriendo la vida real, a pesar del recreo de estas líneas, y sin derrotarme, no voy por la abstinencia cien por ciento, más bien implica, para mí, un cambio en el abanico amplio de la consumición.

La penúltima estrofa pone más cubano aún el tema metiendo el vocativo mamá, el cual en Cuba da la confianza y el cariño, inmediato o perdurable, que se tiene por una mujer, está relacionado por supuesto con el término madre, pero no necesariamente no tiene implícito lo sexual, puede que sí y mucho, en este caso es evidente. Se suman en estos dos versos soneros la aliteración, reforzado por los pronombres, el personal y los posesivos reiterados, además de la rima consonante sofoco-loco la cual intensifica la combinación carnal-mental que presenta toda la lírica, sexo-cocaína.

Culminando, en la estrofa, se alude cien por ciento al su consumo-término. A cómo se finiquita un goce, y cómo parar se te revierte en goce-sufrimiento. La cocaína está en los dos extremos del renglón, demasiado bienestar-ego-energía-socialidad-fuerza y en su decline malestar-ensimismamiento-flaqueza-individualidad-blandura.

Miguel Matamoros y su Trío, como monumentales de la música, tienen acá un impecable tema de 85 años atemporal, social, y disonante cognitivo para la mayoría.

Convergencia, un bolerón octogenario
Convergencia (Bolero, 1938)
Letra: Bienvenido Julián Gutiérrez
Música: Marcelino Rapindey Guerra

Aurora de rosa en amanecer,
nota melosa que gimió el violín,
novelesco insomnio do vivió el amor,
así eres tú, mujer,
principio y fin de la ilusión,
así eres tú en mi corazón,
así vas tú, de inspiración.

Madero de nave que naufragó,
piedra rodando sobre sí misma,
alma doliente, vagando a solas,
de playas olas, así soy yo,
la línea recta que convergió
porque la tuya al final vivió.

Nacido en La Habana el 22 de marzo, del no tan lejano siglo pasado, aunque ya parezca, justo en el 1900, Bienvenido Julián Gutiérrez escribió la letra bolerística más sublimes de la historia de la música, y me reconozco culpable de ser bien subjetivo, pago la pena vamos. Y como tal en ella dejó, y en muchísimas otras, pero en esta, la cual es la que me acota, porque no puede ser de ninguna otra manera, según describen como característica, todo el raciocinio y la emoción que a un ser humano le es dado en esta vida, y punto. Dícese que su protagonismo era errante y libre en el vestir, orar solitario y deambular por las calles de La Habana; y que no poseía conocimientos musicales ni disciplina, si una sensiblería siempre avivada para la inspiración, que aquí en estas dos estrofas de más constata.

Convergencia, a casi 80 años de su aliento, tiene su decir en una alegoría que el autor extiende a su emoción, a su mano, y vuelca en la letra, en una sucesión continua de metáforas que ayudan durante todo su transcurso a reforzar, no solo la idea, sino el placer y la percepción de un tema impecable, perfecto y perenne durante su tiempo íntegro, de lectura o escucha.

Esa línea recta que convergió de siempre, me ha llamado a la pregunta ¿qué carajo fue eso? ¿de dónde sale tal verso que se repite en un disfrute íntimo, o en un viaje físico, independientemente del rango etario? He constatado por años, que en un trasladando cualquiera, en la mente, en silbido, o en susurro, siempre distraído voy entonando el tema aleatoria y popularmente presente en mí, y cuando creo que ya pasó el vicio de su interpretación, ahí igual resurge, de la nulidad. Y es que ¿cómo es posible crear verso igual? y acá pongo más aún las manos al fuego, aunque casi al final, seguro estoy que fue la semilla de lo demás, cual base de ese descomunal idilio ahí bolerado. En una línea en la cual, ¿cuál línea, dios?, aparente según el verso, coinciden ellos en un punto del amor, sentimiento perpetuo tan controvertido, tan al límite como sentir magnánimo en el que, cuando se encaja, tan dichoso e inmenso se está. Pero justo ahí, el hablante confirma mis sospechas de que donde vivió ese amor fue en su pura idea, en su invención, ahí nació y se acrecentó; y para rematar al final de las dos estrofas, en la consumación porque la tuya al final vivió, es decir su línea, su convergió no llegó con vitalidad ya que la de ella fue la que al final, de la quimera del hablante, sí vivió, por lo que se induce que la de él no, que sucumbió en este dar por rechazo, o porque la contraparte nunca supo del imposible de la intención. Y acá afianzo, siempre subjetivando la impresión, por lo que infiero, que tal cosa si no sucede por lo que pongamos oídos, y ojos, aunque el converger confunde, o más bien imagina el hablante lírico, ya que lo que le antecede novelesco insomnio do vivió el amor trae el análisis de que la novela como subgénero de ficción dentro de la narrativa se completa llena de acción con personajes, e historia de principio a fin, pero con la premisa de que no existe en la vida real por lo que el vocablo novelesco ya coloca el punto sobre la i de que no fue amor mutuo. Cuando además se utiliza el vocablo insomnio se me agudiza la idea del desamor, ese idealizado que no le deja desconectarse, y le envuelve en intranquilidad, que no le hace concertar la modorra, ni logra a través de algo sacar de su mente a esa mujer, que le habita su amor utópico, o no correspondido.

Pero no me dejaré llevar por el entusiasmo, que me desborda lo sé, y le daré un orden según se repasa. La imagen pictórica de los dos primeros versos es inmejorable para introducir el temple de ánimo Aurora de rosa en amanecer, / nota melosa que gimió el violín, acá es evidente que se enmarca el hablante en un estado de pureza de horario.
Para todo holgazán cortejador, y prendado vago, no existe mejor intervalo que la hermosura de la luz y el aire, del amanecer, de ese minuto en el cual la inmediatez de la claridad va asomando al día, y el cuerpo, deshecho de la noche, recobra alguna que otra neurona lúcida e inhala reconfortado. Estado bien finito, pero quien lee y sabe, entiende. Y ahí justo al hablante, además, del latín mellosus, le refuerza la derrota la actitud cálida y dulce del sonido musical, espeso, del dolor; y del latín gemere, le “romantiquea”, tal vez ajumado, el significado del violín, el instrumento más pequeño de los de cuerda y arco, pero que “aguda” como ningún otro, llora, y es fundamental en todo universo musical, por lo que le es vital para su trance. Es el desconsuelo en plena actitud carmínica.

Le continúa novelesco insomnio do vivió el amor (bis) y prosigue encarando, conduciendo al vocativo mujer que le propicia el anhelo, junto con consolidarme la idea, anterior, de que es solamente ilusión, nada de materialidad ni en el principio ni en el fin de todo, la fe simbolizada fuera de la verdadera realidad, aunque nos lleve el texto, o la escucha, por el engaño de los sentidos, bolero; y el “su” corazón, como concepto humano, simbología de contenido, colmado de matices que en este caso, de fijo, es el querer que durante todo el texto se refuerza y no da espacio para el razonar. Y se engrosa la utopía con el así reiterado de deseo no concebido novelesco insomnio (…) así eres tú / principio y fin de la ilusión, así eres tú (…) así vas tú (…) inspiración. Con esa inspiración la musa se le aleja, se le sublima y no hay remedio, el objeto lírico en este punto le evoluciona más como persona romántica, pero más lejana irónicamente.

Y la Cuba, por supuesto, presente eterna como piso, como suelo de estar. Y en el andar por el barrio de la Villa de San Cristóbal, se sacudía coetáneo el mar, con su gran puerto ahí y por el cual Bienvenido erraba en su ficción como Madero de nave que naufragó, como salvación en ruinas. Como perdido inmerso en el desastre de quien ama y cuya situación le convierte solo en peligro el ser. En una ciudad por la cual, en los 30 y 40, se caminaba en opulencia suprema, llena de hoteles con casinos y clubes nocturnos, de sello habanero, y contiguos los barrios periféricos, pero de igual ritmo vividor, y Bienvenido inmerso cual piedra rodando sobre sí misma. Cuanta perfección, desolada y magnánima, en el decir interior, en el caminar por diversos espacios desbordados de vecinos, emigrantes españoles, chinos, árabes y migrantes internos del oriente, todos cubanos vividores, cultos y dispuestos ante los estilos barrocos de la vieja parte, y en la cual se divisaban lo moro, lo español, los patios franceses, lo romano. Y el olor perenne a café, azúcar, ron, sudor y Bienvenido rodando entre estilos Art Nouveau, Ecléctico, Deco, con su pesar, y su bolerazo bajo el brazo y en murmullo, en medio de aquella fiesta de sal y sol por todos lados, y él en él mismo, como alma doliente, vagando a solas. Y esta dupla de alma doliente, procesa la espiritualidad acongojada colosal ya, rodando y vagando completamente, sin dudas, sola sola sola. Entonces en el decir después de playas olas, así soy yo se autoafirma poca cosa, o rompiente, o desasido por ser olas ante el descomunal elemento litoral, así era él. Por lo tanto se regresa a la base, al nacimiento, cual pirámide inversa, y se coloca el verso élite rector la línea recta que convergió habiendo ahí la primera pizca de entusiasmo ya que al fin confluyen en posición las divisiones que anteriormente se me evidenciaban, pero no, y al término porque la tuya al final vivió lo antes ya dicho, la hosquedad, la derrota, el nulo final, expirar del enamorado; no así el de ella, que bien tuvo para rematarle, la vida.

La subjetividad culminante, desasida, y aún raso me insisto ¿qué coño es eso de la línea recta que convergió?

 

Notas
[1] (1867-1968) músico cubano, ocupa un lugar privilegiado dentro de la trova tradicional. Creador de más de 600 obras, la mayoría clásicas dentro del género.
[2] (1885-1983) compositor y guitarrista, principal figura de la trova tradicional cubana.
[3] (1876-1958) trovador cubano, también intérprete de música afrocubana. Hizo por más de 50 años dúo con Tata Villegas.
[4] (1886-1989) compositor, trovador y guitarrista cubano. Hizo por más de 50 años dúo con Pancho Majagua.
[5] (1890-1970) compositor y director de orquesta. Su obra potenció la música cubana.
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Requerido.

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