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Convención Constituyente: convencer en vez de vencer

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 07/06/2021

Resumen
Este artículo sostiene que los llamados “independientes” ni fueron los vencedores ni son los “héroes” de la mega e histórica elección en que se eligió a las 155 personas que redactarán la nueva Constitución. Son otros los vencedores y héroes.

Palabras clave: derecha; izquierda, independientes, políticos, mujeres.

 

El concepto político, izquierda/derecha, nace en la Revolución Francesa por la posición geográfica que tenían en la Asamblea Nacional los que debatían el poder que tendría en la nueva Constitución la vencida monarquía absolutista: los a favor de mantener el statu quo monárquico con derecho a veto, estaban ubicados a la derecha del Presidente de la Asamblea Nacional; y los que habían hecho la Revolución y querían la abolición de todos los privilegios de la monarquía, estaban ubicados a su izquierda. El impacto universal que tuvieron esas dos posiciones geográficas nos acompaña hasta el día de hoy.

Se ha hablado mucho del “triunfo de los independientes”, pero como todo fenómeno nuevo, presenta interrogantes: ¿Cómo se definen políticamente? ¿No son militantes de partido político? ¿Son apolíticos? ¿Son anti stablishment?

Si ser independiente es no militar en un partido, este no impide que no sean de izquierda o de derecha. Si se clasifican como apolíticos, estamos frente a una contradicción tragicómica: no hay nada más político que escribir una Constitución por ser en sí misma la quintaesencia de lo político. Hasta ahora, no se conoce Carta Magna sin tendencias políticas, más bien, las mejores reúnen las dos tendencias en una simbiosis del mejor arte de hacer política de consensos.

Por otra parte, esta confluencia izquierda/derecha en una Constitución debe alcanzarse si se trata de una constitución plenamente democrática, y este pareciera ser el caso. Por lo tanto, debe tener la más alta representación de la ciudadanía a la que servirá, y en esa ciudadanía siempre habrá, después de la Revolución Francesa, derecha e izquierda, con matices (centro izquierda y centro derecha).

Para analizar el fenómeno chileno de los “independientes”, deberíamos comenzar preguntándonos cómo llegaron a tener tanta o más credibilidad que los políticos (mal) llamados tradicionales. Porque ningún fenómeno sociológico/político nace en un vacuo sociocultural. Durante toda la década de los 60 y hasta 1973, ser político de un partido político otorgaba prestigio social, y ser independiente o apolítico, era sinónimo de una mezcla perversa de ignorancia con estupidez. Hay que buscar las explicaciones de tamaña diferencia.

El enorme desprestigio de la política y de los políticos, no es un fenómeno exclusivo de Chile, y se debe al inédito, gigantesco e histórico poder del mercado privado autocrático neoliberal en detrimento, en términos absolutos, de la política. Si bien es cierto que el neoliberalismo ha creado, reconozcámoslo, mucha riqueza, y por eso estamos debatiendo en Chile su reparto, deja al Estado, que captura para sus intereses corporativistas, anoréxico de recursos económicos y, con ello despoja la capacidad de maniobra política a los políticos: sin recursos financieros los políticos no pueden responder a las exigencias de la ciudadanía. El mercado neoliberal, más poderoso económicamente que el Estado, transforma el sistema democrático, sus instituciones y sus administradores (los políticos), en perros de Pavlov. La descapitalización del Estado chileno lo mantiene con sólo un 22% del Producto Interior Bruto (PIB); para que el arte de hacer política sea viable se requiere de por lo menos un 30-35%.

En consecuencia, de lo que se debería debatir, es la razón económico-financiera neoliberal de la debacle de la política, de los políticos, incluyendo y en primera fila, a los devotos de esta escuela económica, la derecha chilena. Esta debacle con efecto dominó, ha terminado erosionando gravemente el sistema democrático, especialmente a partir de la crisis financiera de 2008. Es en este escenario económico-político donde entran los “independientes», los cuales se aprovechan de la crisis de representación, en forma oportunista, para declararse “independientes”; con ello tienen garantizado el triunfo.

Pero los valientes no son los “independientes”: son los que contra viento y marea continúan perteneciendo a un partido político porque saben que es la única forma de administrar la democracia y, en medio del rechazo total, continúan comprometidos responsablemente con un proyecto que es colectivo. Ser “independiente” en el escenario político actual, es lo más fácil, es lo que está “in” y lo que otorga prestigio social. Lo valiente es ir contra la corriente cuando todo el mundo te rechaza. La democracia no funciona sin partidos políticos; Chile tiene una vivencia traumática de lo que sucede cuando desaparecen. 17 años y medio con sólo apolíticos e “independientes” que practicaron la autocracia política afirmando que eran apolíticos e independientes.

Por lo demás, los que ganaron las elecciones no fueron los “independientes”, sino las mujeres. Por vez primera son elegidas más mujeres que hombres y, para cumplir con la paridad de género acordada, por primera vez en la historia de la humanidad, y este lenguaje no se excede, las mujeres tuvieron que ceder puestos a los hombres. Si esto no es un triunfo, qué lo será, entonces.

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