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El “cambio” no cambia

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 02/12/2009

Publicado también en Primera Línea
(La Nación)

 

La poderosa derecha chilena, con su monopolio de los medios de comunicación y del aparato económico, ha logrado instalar una de las operaciones de marketingpolítico más exitosas de los últimos 20 años: hacer creer que es portadora del “cambio”. Esta operación de magnífico marketing político, financiada por una cascada permanente de dólares, ha presentado la Coalición por el cambio, que propone un futuro esplendor, lleno de alegría y bienestar y donde se dejará atrás un pasado decepcionante y repleto de corrupción. En pocas palabras: la efervescencia crepitante que incita a los sentidos con refrescantes y rejuvenecedoras ilusiones irreflexivas y llena de chispeantes burbujas. Un cóctel de  subjetividad y abstracción e inconsistencia que, con casi plena seguridad se avanecerá cuando crucen la puerta de La Moneda. Si ganan el balotaje.

Esta misma estrategia de propaganda política la usó La Concertación en el plebiscito que derrotó, que no derrocó, a la dictadura en 1989. Con una rotunda diferencia, eso sí: su contenido era real y no invención del mejor marketing político: el  cambio era entre dictadura y democracia. ¡Y qué dictadura!

En esta nueva versión del cambio administrado esta vez por la derecha (pinochetista), si se logra abandonar el potentísimo foco que pretende, con tan buenos resultados, encandilar los ojos y la mente, se descubre ¡oh sorpresa! que entre bambalinas están los mismos cimientos y los mismos rostros de hace más de 30 años, sólo que ahora con ropajes nuevos y estelares.

Pero los paradigmas de este cambio que no cambia son los mismos: un nuevo golpe de Estado neoliberal salvaje contra la democracia cuya finalidad es la de siempre: privatizar todo el aparato público y, lo más destacado, minar hasta excluir la justicia social. O sea, el mismo axioma que provocó una crisis financiera sin precedentes, de la cual aún no se sale, pero que los apologistas de este nuevo cambio parece que aún no se han enterado.

Y si nos damos el trabajo de ver que pasa más allá del escenario y la puesta en escena del marketing de este cambio derechista, vemos que en los camarines se agolpan agazapados y ansiosos por salir a escena si la operación del cambio triunfa (llegar a La Moneda), son los mismos rostros de la anquilosada promoción de políticos que se formaron o fueron partícipes en la administración y gestión del terrorismo de Estado que, por acción u omisión, son responsables directos de los más horribles crímenes contra los Derechos Humanos y de la mayor corrupción institucionalizada que ha padecido la historia de este país.

El cambio que en verdad  propone la derecha está constituida por los mismos rostros y los mismos planteamientos de siempre, sólo que ahora usa una estrategia demarketing ya utilizada por la derecha europea con mucho éxito: ser lo más parecida que se pueda a su contrincante político, y terminar siendo a los ojos y mentes del electorado, un clon de su oponente político. Esta estrategia es (casi) incombatible, ya que le va quitando permanentemente margen de maniobra a su contrincante político dejándolo, literalmente, huérfano de propuestas: las dos fuerzas antagónicas terminan siendo tan iguales que el electorado, confundido por la desinformación, decide votar por  la imitación, el clon, y no por el original. Es el triunfo de la manipulación sistemática el marketing político que, más que informar de las diversas propuestas políticas, apunta a confundir al electorado.

Y, en efecto, por ello la Coalición por el cambio “padece” permanentemente un lifting, ya que debe ir pareciéndose cada vez más a su contrincante político. Ya hemos visto que la ultraconservadora derecha chilena de pronto comenzó a ser entusiasta de la protección social y de la defensa de los intereses de los trabajadores; en lo temas valóricos y de derechos civiles, han puesto una pareja de homosexuales en una franja televisiva, pero  han votado en contra del divorcio, de la ley de parejas de hecho, etc. en el Parlamento. El último lifting fue declararse “progresistas”. Creo que aquí se les pasó la mano a los que están dirigiendo el marketing delcambio derechista en esta etapa del balotaje: resulta algo tan caricaturesco que la derecha chilena, ultra en todo, se declare progresista, a última hora, que roza la autoparodia.

La derecha europea que ha ganado con este marketing político, en especial en Suecia y Alemania, lo primero que ha hecho, es bajar los impuestos a los más ricos y subírselo a los más vulnerables; y, cómo no, comenzar a desmontar la protección social. En fin, el mismo talento genuino de toda derecha de verdad y no demarketing: golpear a los más vulnerables; un talento que, de paso confieso, no he podido nunca ni comprender ni menos admirar. La derecha chilena no es la europea, están a un siglo por debajo de ésta en todo. Y lo peor: está lastrada por haber administrado y gestionado la dictadura de Augusto Pinochet y una corrupción sin precedentes en el país.

Por sólo una razón ética, y si queremos continuar ejerciéndola —hay muchas más razones, pero la ética a mi me basta— esta derecha está inhabilitada para gobernar Chile.

Jaime Vieyra-Poseck

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