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REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
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Alianza por Chile S.A.

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 22/10/2000

Antes de nada y si queremos que los hechos tengan una comunicación con la verdad histórica, debemos desandar lo andado por la Alianza por Chile. En efecto, este conglomerado político es heredera de los largos años de de totalitarismo, donde el Estado se transformó en una máquina todopoderosa del mal por administrar el terrorismo de Estado, y la crueldad de ese tiempo convirtió a Chile en un verdadero campo de exterminio, dejando un saldo inédito en la historia del país: la tortura y el asesinato político sistemáticos y masivos; campos de concentración y exilio multitudinarios; esto con relación a la violación de los derechos humanos, verdadero monumento criollo a la barbarie. En cuanto a la política económica, la implantación e imposición de un neoliberalismo salvaje, deja al país con cinco millones de personas al borde de la extrema pobreza y una clase media pauperizada.

Este pasado político de la Alianza por Chile, que al más insensible atenaza, no ha sido auscultado ni política ni judicialmente, lo que ha inhibido el desenmascaramiento de tanta mentira y tanto crimen político. Esta especie de inmunidad silenciosa y no verbalizada para los civiles que se comprometieron políticamente con la barbarie, es muy difícil de entender y menos aceptar en una sociedad democrática avanzada; porque las palabras verdad y justicia no pueden ser un a utopía en un Estado de Derecho pleno como al que aspira tener nuevamente Chile. La actitud arrogante y soberbia de la Alianza por Chile, especialmente por su partido eje, la Unión Democrática Independiente (UDI), por continuar justificando el régimen totalitario, o sea, el pasado histórico de esta alianza, no se concilia con su obsesiva fascinación por el futuro. Este desprecio por el pasado está esmaltado de paradojas: mientras defienden la época de la dictadura, quieren que pasemos de puntillas por ella y, al mismo tiempo, nos piden que nos ocupemos sólo y enteramente del futuro. Sabemos que algo tremendo chirría en la trastienda del pasado de esta alianza política, y tiene mucho que ver con el pánico a esas dos palabras: verdad y justicia; por eso esa fascinación por el futuro es absolutamente oportunista y manipuladora.

Por otra parte, y en una agresiva ofensiva para, más que ganarse, invadir el espacio de la Democracia Cristiana, especialmente con la candidatura del hoy único líder de la derecha más dura, Sebastián Piñera, esta alianza ha sufrido de un travestismo político digno de calificarlo como un fetichismo perverso. La tentativa de ser partido político clónico de la Democracia Cristiana, ha llevado al candidato de esta alianza a usar emblemas, nombres históricos y símbolos de ese partido, literalmente robándoles. Todo esto lo único que indica es que la Alianza por Chile sufre de un déficit de ideas crónico y endémico ya que el diseño para atraer a simpatizantes y/o militantes de la Democracia Cristiana, es invadiendo espacios políticos ajenos por la fuerza y el engaño. Porque la Alianza por Chile no puede ser un conglomerado de centro derecha como ellos se han autodenominados, ya que su partido eje es la UDI y, como todos sabemos, este partido está al borde de ser un partido de ultraderecha.

Por lo demás, hay que tener claro que la Alianza por Chile es devota del neoliberalismo más salvaje, que ha defendido hasta el frenesí, la obsesión y el fanatismo la desregulación ilimitada del mercado a través de su autorregulación; y ha realizado hasta el paroxismo una cruzada por la anorexia del Estado, otorgándole todo el poder al mercado y, por ende, a la todopoderosa clase empresarial, protagonista de lujo en esta alianza y hoy con un empresario multimillonario como candidato a la presidencia de la República.

Esta forma de administrar el capitalismo que propone la Alianza por Chile, sólo ha conseguido que, mientras los todopoderosos empresarios, en Chile y en el mundo donde se ha plasmado esta forma de gestionar el Estado, prosperan, la sociedad se degrada; que mientras crece el capital privado en forma exorbitante que llega a ser obsceno, los beneficios de ese crecimiento sólo excluyen a las grandes mayorías.

No es saludable para Chile, país aún con un superávit en desigualdades sociales, verdadera fuente de inestabilidad de todo tipo, que la Alianza por Chile, repleta de empresarios reconvertidos en políticos, y con uno de ellos como candidato a la presidencia, administren el Estado. Un país no es una empresa, como nos quiere hacer creer la Alianza por Chile. Y es muy poco posible que un partido empresarial y con un Presidente de sus filas, pueda otorgar el equilibrio que tanto se necesita entre, por una parte, Estado y mercado y, por otra, entre política y mercado. La asimetría actual a favor del mercado autorregulado en muchos países, como en EE UU, ha terminado poniendo en peligro la existencia misma del capitalismo y, como sabemos, éste carece de alternativas, lo que empeora el problema.

Si la Alianza por Chile llega al poder ejecutivo, entraría al Palacio de la Moneda la todopoderosa clase empresarial chilena, y con ellos, el fundamentalismo de un neoliberalismo salvaje y antropófago de las clases pobres y media y, con ello, cristalizaría la ocupación del último espacio político que aún no dominan plenamente en Chile.

Jaime Vieyra-Poseck

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