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La marca ME-O y el Balotaje

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 11/01/2010

La forma en que se llevaron a cabo las “primarias” concertacionistas para elegir a su candidato presidencial –entrecomillado porque sonroja llamarlas así- fue sin duda de una chapucería vergonzante. Decidida en el círculo copular de los presidentes de los partidos de la Concertación, esta seudo primaria convirtió a la coalición tanto en un aparato disfuncional como en un bloque bifurcado, donde, o una de las dos partes enfrentadas sucumbía o acababa devorada por la otra.

A mi entender, sucumbieron las dos partes, ya que la única que ganó en la primera vuelta fue la derecha (pinochetista), a pesar de obtener el 44% de los votos y Enríquez/Frei juntos, el 49%. (Hay que subrayar y dejar claro que Eduardo Frei jamás se opuso a las primarias).

Así, pues, la candidatura de Marco Enríquez, surge por las cruzadas incomprensiones políticas, hostilidades y antipatías personales múltiples entre dirigentes de La Concertación, antes, durante y después del diseño para la elección del candidato a la presidencia del conglomerado. Este cuadro lleno de rencillas de una mezquindad paralizante, creó un escenario de enemistades tal que cristalizó en lo que, según mi opinión, es un desenlace burdo: la candidatura de Marco Enríquez-Ominami se incuba y se concibe por una vulgar vendetta de la familia Enríquez-Ominami, padre e hijo, contra el presidente del PS, Camilo Escalona.

Esta vendetta queda palmariamente demostrada en la única y exclusivísima exigencia que el candidato independiente ha puesto sobre la mesa para un eventual apoyo al candidato triunfante en esta primera vuelta, en realidad, según mi modesta opinión, convertida en una verdadera primaria nacional concertacionista, Eduardo Frei: Hacer rodar las cabezas de los cuatro presidentes de los partidos de la coalición. Dos se la cortaron voluntariamente. Pero no fue suficiente para que lavendettaconcluyera con un ganador; es una sola la que en realidad quiere la marca ME-O ver rodar, y ya todo Chile sabe de cual cabeza se trata.

No deja de ser paradójico y hasta, cómo no, tragicómico, que un candidato que se presenta como el paladín anti partido y anti stablishment, lo único extra prioritario que pone sobre la mesa de negociación, es la cabeza del presidente de su ex partido,  muy adelante de cualquier otra exigencia que tenga que ver con una visón país y de interés general. Es lamentable la visión de este líder tan rabiosamente cortoplacista, y el desprecio al mundo progresista y democrático del cual dice ser el “verdadero” y “único” representante y al cual dividió. Porque la figura política de presidente de su ex partido, Camilo Escalona, como todo político, posee zonas claras y zonas oscuras -mucho más claras, en mi opinión- no representa un factor determinante en el futuro de Chile; y aún más, tampoco es un factor categórico, concluyente e imprescindible en el proyecto de futuro que representa la nueva propuesta progresista y democrática para el balotaje. Primero que nada, por una sencilla razón: nadie lo es. Nadie es imprescindible. Tampoco la marca ME-O. Es más; Escalona, será, con casi toda seguridad, relevado de su cargo como presidente del PS en los próximos días, y con seguridad se jubile voluntaria y anticipadamente como político de primera línea, como tantos deben hacerlo en la Concertación si se quiere materializar el añorado recambio generacional, que ahora sí parece va en serio y que, por cierto, es el mejor (y casi único) efecto positivo de la marca ME-O: impulsar y acelerar este proceso de recambio. Lo único imprescindible, es llevar a buen puerto la nueva propuesta país de las fuerzas progresistas y democráticas con el triunfo de Eduardo Frei, ganador en la primaria nacional en que se convirtió la primera vuelta electoral con dos candidatos del mundo concertacionista.

La postura del candidato independiente ex socialista de cara al balotaje, sólo demuestra que su figura política contiene una ambición excesiva y desmesurada, y un yoísmo tan abrumador como pantanoso que produce tanto sonrojo ajeno como desasosiegos múltiples. El más mínimo sentido común, tan necesario en un político con sentido de la realidad y de los tiempos políticos y con visión de país, en él se convierte en algo revolucionario.

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