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Las redes del poder y el sabotaje a la democracia.

por Jaime Lizama
Artículo publicado el 23/01/2015

Lo que ha venido a establecer y sacar violentamente a la luz el caso Pentage, no sólo es la contingencia “electorera” de tráfico desvergonzado y promiscuo, y ya de carácter pornográfico, entre la política y el dinero, sino algo mucho más profundo y de larga data en la realidad social-política chilena.

Se trata de la permanente interdicción y el sabotaje extremo que llevan a cabo, desde sus más relucientes oficinas y buffetes, las redes más ilustres y hegemónicas del poder, sobre la democracia y sus supuestas instancias de legitimidad. En otras palabras, la real-politik del Poder, establece a raja tabla, que el espacio democrático no es sino el simulacro más perfecto de la llamada soberanía popular, ejecutado mediante una red de penetración sigilosa e instrumental sobre las más diversas “instituciones” del Estado.

El Pentagate, de este modo, viene a poner brutalmente de manifiesto que la “penetración” y la infiltración de las instituciones “democráticas” por parte de estos grupos cuasi-mafiosos es tan extendida e intensa, que es legítimamente posible hablar aquí, de una sabotaje inexcusable, pero ya igualmente “normativizado” a la democracia. En otras palabras, al mismo tiempo que el ideólogo más extremista de la derecha, Jaime Guzman, establecía premonitoriamente, para el período posdictadura, la llamada “Democracia protegida”, la real-politik de los poderes fácticos, establecía, para el conjunto de la sociedad chilena, una democracia derechamente interdicta, no escrita en ningún lado, y no formulada explícitamente por ningún ideólogo con alguna particular aureola seudo-cristiana. La interdicción a la democracia no era más que la fase superior, e inextricablemente hegemónica, fundada y materializada en las relaciones de poder, de la llamada “democracia protegida”. De esto modo, “disuelta en el aire” la democracia protegida, comenzaba operar, cual piloto automático, la “democracia interdicta”, en el interior del retorno a la democracia y de la transición ejemplar.

De alguna manera, esta interdicción, penetración e infiltración de las instituciones, no fue develada por el simple soplonaje o la delación a una defraudación o saqueo rutinario al Estado, producto del desprecio y la desafección ideológica a todo lo que éste representa, sino el producto de una investigación periodística llevaba a cabo por Maria Olivia Monckeberg, ya en en el año 2001. En efecto, el saqueo al Estado Chileno, pone de manifiesto, cual una novela de terror, las redes que “establece toda una nueva clase empresarial” que opera directamente y casi consanguíneamente sobre un partido político (udi), rompiendo una nueva arista de lo republicano, donde la derecha económica más tradicional y que, por tanto, al no ser producto directo del saqueo dictatorial, diferenciaba al menos las prerrogativas del Estado y de la política, frente a la facticidad limitada del poder económico.

La particularidad rapaz y carroñera de una nueva derecha económica, producto infesto del Saqueo, llevó al extremo la operatividad ilimitada del poder económico, es decir, supuso que éste guardaba para si todas las prerrogativas de su penetración, expansión y dominación, tanto de la sociedad civil como de las instituciones del Estado, “legitimando” su hegemonía y transformando a estas instancias de la sociedad chilena, en meros apéndices de una Red, de un dominio casi absoluto del poder económico ejercido, despóticamente, sobre el resto de una famélica sociedad. A esto es lo que llamamos una “democracia o sociedad interdicta” y sometida, no básicamente a la soberanía popular (por lo general simulada en procesos electorales donde circula a destajo el excedente del Capital carroñero), sino al poder ilimitado de los grupos económicos, a lo menos turbios, mafiosos y profundamente antidemocráticos.

En otras palabras, el caso Pentage dejó al descubierto o, al menos, abrió una pista, para entender el significado “conspirativo” de la “facticidad” extremista de un poder económico, turbiamente incubado, según María Olivia Monckeberg, en el Saqueo deleznable y pornográfico, no sólo al Estado, sino a la sociedad chilena en su conjunto. Esa “permeabilidad”, hizo posible la poca consistencia y rigurosidad de la democracia chilena.

 

Así como el trauma del golpe de Estado, sigue como una herida latente en muchas dominios éticos-juridicos inconclusos, el trauma del Saqueo, aparentemente más silencioso o inocuo, es el hilo de Ariadna más brutal de ese Capital mal habido y que, además de constituir el patrimonio de una elite pueril y desvergonzada, se constituye en el excedente de Capital privilegiado de penetración y manipulación electoral, en complicidad y colusión con un renovado “saqueo” al Estado, ahora mediante el expediente de las boletas truchas, sea de fulano, zutano y mengano. De una extraña manera, la investigación judicial, ha sacado a luz una investigación periodística-académica, que muy pocos tomaron en cuenta en su momento, donde el mundo político miro de soslayo, y el poder económico tiró, con su soberbia habitual, al tacho de la basura. Pues, casi todos (cual más cual menos), en la transversalidad de los que vivían y viven ufanamente en el modelo, el libro de Monckeberg era, sobre todo, una incómoda piedra en el zapato.

En simples palabras, cual una peste medieval, el excedente de Capital se ha transformado en el nuevo Soberano, capaz de infestar a quién se le atraviese por delante, si es que el “poder político” no es absolutamente obsecuente a sus designios, entendiendo que el poder político ya ha sido mayoritariamente coaptado y que es sucedáneo, y muchas veces oprobiosamente servil, al “poder económico” y sus mecanismos de influencia hegemónica. El Pentage así, al menos, lo deja con desvergonzada evidencia, iluminado desde la distancia por aquel gran Saqueo original, y matriz mafiosa de nuestro apreciado Modelo.

JAIME LIZAMA
Enero 2014

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