EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Cuadrupedismo empresarial

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 28/05/2005

Publicado también en Primera Línea (La Nación)

 

Entre broma e ironía –y en éstas hay siempre mucho de verdad- un llamado urgente a la todopoderosa clase empresarial chilena: El ser humano ha dejado la época cuadrúpeda y ha pasado a la del bipedalismo hace ya algún tiempo. Y es que la clase empresarial chilena no se ha dado por enterada de que la eterna antinomia que ha corroído las relaciones entre trabajadores y empresarios ya está superada en el mundo posmodermo democrático; y que es posible que estos dos universos se entiendan, vivan en paz y con justicia social.

Pero antes de continuar, debe aclararse que generalizar es una de las tantas formas de no decir la verdad completa. Hubo y hay en Chile empresarios que nunca han tenido una praxis contra los trabajadores; lamentablemente, pareciera, por las injusticias estructurales existentes, que estos “buenos empresarios” no son la regla, sino la excepción.

El caso es que desde que los gobiernos concertacionistas, y especialmente el de Michelle Bachelet, recogen la necesidad, convertida ya en clamor popular, de legislar y ordenar las relaciones asimétricas entre trabajadores y empresarios, excesivamente a favor de los últimos, la discordia de la clase empresarial chilena con estas tentativas de implementar el diálogo y la justicia social, pareciera ser vitalicia; y ha degenerado, muchas veces, en una belicosidad ya como un fin en sí misma. Este verdadero poder de facto en Chile ha sufrido de continuos ataques histéricos de pánico por reformas tan esenciales en cualquier país civilizado, desarrollado y posmoderno, como un Estatuto de los Trabajadores o un seguro por desempleo. Todo esto muestra la notable evidencia de una hiperideologización de la clase empresarial chilena muy cercana al dogmatismo y al fundamentalismo reaccionarios más feroces; convirtiéndose así en la vanguardia de la estrategia política de la derecha más retrógrada y rancia en su tentativa para alcanzar el gobierno.

Pareciera que la clase empresarial chilena todavía cree en los viejos antagonismos apocalípticos en que trabajadores y empresarios se veían como irreconciliables, como lo opuesto, como el bien y el mal, como dios y el diablo, dependiendo del lado en que se estaba; y no ha podido ser capaz de darse cuenta que esta visión está absolutamente caduca y obsoleta. Esta posición totalitaria, imposibilitada para hacer concesiones a los matices, fue una fiesta de la desinteligencia a través de todo el siglo XX. Pero pareciera que la clase empresarial chilena continúa viendo las relaciones de poder bajo el mismo prisma del viejo orden esencial, lleno de dogmas y contradicciones que fue en mundo polarizado de las relaciones sociales entre comunismo versus capitalismo; y pareciera que no se ha enterado que ese viejo orden terminó con la caída del muro de Berlín; y que más bien ahora el nuevo orden es entre capitalismo contra capitalismo.

La clase empresarial chilena, una verdadera empresa ideológica ultra conservadora e históricamente demasiado cercana al pinochetismo, todavía, pareciera, cree que el mundo se rige en su totalidad por la lucha de clases y el antagonismo excluyente en el diálogo social. Y aún más, presenta una verdadera paradoja tragicómica: es tan dogmática, totalitaria y absolutista como lo fue el mundo del comunismo real durante gran parte del siglo pasado. Esta verdadera regresión ideológica de la clase empresarial chilena se dispara automáticamente cuando escucha las palabras “dialogo social”, “justicia social” o “distribución justa del ingreso”, y amenazan enseguida con que estas reformas son un “peligro para el crecimiento económico” y una “restricciones para el buen desarrollo de la producción”; o lanzan una mini campaña del terror con argumentos que resultan obscenos por ser ya exabruptos, como “vuelta a la Unidad Popular” o “caos social”, creando un escenario político no ya descabellado, sino esperpéntico. Y frente al apoyo del gobierno de Michelle Bachelet a los trabajadores que piden mejoras salariales, la acusan de “populista”; y cuando le exigieron “mano dura” al gobierno contra los trabajadores de Codelco en huelga que pedían justicia social y el gobierno contestó que habría mano dura “solo contra los que estaban en contra de la justicia social”, acusan a la Presidenta de “falta de liderazgo”.

Este ánimo aniquilador y de oposición sin tregua que ha mantenido la clase empresarial chilena contra la implementación de la justicia social, creando un clima político preocupante de animadversión con la clase trabajadora y el Ejecutivo, no se concilia con la realidad socioeconómica mundial ni menos con la posmodernidad democrática del siglo XXI. Porque si se hace un poco de historia, los gobiernos progresistas europeos en la última mitad del siglo pasado –y en los momentos de más polarización de la Guerra fría- fueron los que institucionalizaron el diálogo social entre trabajadores y empresarios, sin exclusiones recíprocas, y donde los derechos y obligaciones se reparten en forma equilibrada por ambas partes. Este consenso y armonización entre empresarios y trabajadores plasmados en grandes pactos sociales y como fundamento estratégico para el desarrollo, ha otorgado a los países donde se ha implementado un enriquecimiento económico, una paz y justicia sociales sin precedentes históricamente, digna de sana envidia; y ha permitido la creación de lo que se llama la Sociedad del Bienestar, que no es otra cosa que el programa de seguridad social que trata, contra viento y marea, de aplicar Michelle Bachelet bajo la coyuntura y las condiciones chilenas e internacionales actuales.

La conciliación de intereses entre trabajadores y empresarios y la implementación de la justicia social, es la condición sine qua non para que Chile supere el subdesarrollo. Sólo este entendimiento esencial y estratégico, que debe institucionalizarse, otorgará la justicia social y una sólida paz social, y hará que Chile se convierta en una potencia media regional en la periferia del capitalismo (“periferia” dicho no en forma peyorativa).

La clase empresarial chilena que queremos para Chile debe corregir, junto con la clase trabajadora, las asimetrías laborales inmorales en favor de la primera, propias, y no puede dejar de sonrojar, del siglo 18; bucear en las causas reales que impiden este entendimiento; y corregir los errores impropios de un organismo de su envergadura en un país que pretende establecer un régimen de justicia social, que, por lo demás, debe exhibir para que pueda ingresar al selecto grupo de países civilizados, desarrollados y del posmodernismo democrático; más aún ahora que Chile consolida y pone en marcha los Tratados de Libre Comercio con la Unión Europea, EE.UU. y otras potencias. El actual estado de las asimetrías en Chile en la distribución del ingreso, basadas casi exclusivamente en la injusticia social y la falta de actualización y modernización del Estatuto de los Trabajadores, son impresentables para participar y competir de igual a igual en y con el mundo desarrollado. La Presidenta ya lo ha expuesto muy elocuentemente al hacer un llamado a todas las fuerzas políticas para un nuevo Pacto Social: “Tenemos que avanzar mucho más, porque no es posible que tengamos un país moderno, del siglo XXI en lo que es el desarrollo económico, en la competitividad, pero a la vez tengamos, no estoy diciendo que todos, en algunos casos, condiciones laborales del siglo XIX”.

La clase empresarial chilena ( y de todo el mundo) debe contribuir a generar prosperidad y justicia social como fundamento de su ética empresarial, independientemente del partido político que gobierne, y establecer un desarrollo permanente y transparente de la democracia social en su entorno. Todo esto es inviable si la clase empresarial chilena continúa en su caverna ideológica obsoleta y reaccionaria, a pesar de que en los últimos meses se muestran tentativas para salir de ella. Enhorabuena.

Todo Chile espera ahora el mes de enero de 2008, que es cuando se presentarán las propuestas del Consejo Asesor Presidencial, Trabajo, Salario, Competitividad y Equidad convocado por la Presidenta Michelle Bachelet. Y todo Chile espera que estas propuestas sean apoyadas por la clase empresarial. Porque el apoyo de los empresarios a estás propuestas será un punto de inflexión, por ser una oportunidad de oro, para que el empresariado chileno comience a cultivar un nuevo territorio, donde su credibilidad y legitimidad empiece a enraizarse entre los trabajadores.

Y, por último, para que esta agobiante particularidad de tratamiento detestable a la ética y responsabilidad sociales no continúe, se propone a continuación un Manual de Instrucciones para que la clase empresarial chilena alcance la posmodernidad democrática.

Primero: “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.

Segundo: 1. “Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo”.
2. “Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por igual trabajo”.
3. “Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por otros medios de protección social”.
4. “Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses”.

Tercero: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”.

Cuarto: 1. “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de los medios de subsistencia por circunstancias independientes a su voluntad”.
2. “La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”.

El lector y la lectora se estarán preguntando por qué está todo entrecomillado. No, no es ningún manifiesto de la Concertación o de un peligroso partido político de izquierda, son los Artículos 22, 23, 24 y 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿También este documento le produce a la clase empresarial chilena un estado de incertidumbre despiadado?

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴