EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Marco Enríquez-Ominami y su descenso a los infiernos (de la derecha)

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 18/12/2009

La impecable puesta en escena en el intercambio del portafolio con los programas, nada menos que económicos, de la candidatura de Enríquez-Ominami y de Sebastián Piñera entre sus asesores económicos, en un solemne acto con emocionados apretones de mano, ha prendido todas las luces rojas en los electores que votaron por el “verdadero progresista”, como él suele denominarse, Marco Enríquez-Ominami.

Y  no podía ser de otra manera. A sólo horas de la primera vuelta este acto ha tenido que ser esperpéntico y rabiosamente indigno para la gran mayoría de sus electores y, cómo no, una puñalada certera en sus idealistas espaldas. Las interrogantes son múltiples; las más espontáneas son: ¿Quién autorizó a este asesor regalar el programa económico a la derecha? ¿Que dice el líder de este acto?

Sin embargo, este  verdadero “beso de Judas” a sus electores es de fácil explicación. La vertiginosa ascendencia de su candidatura, en exceso virulenta contra al Concertación y muy benevolente con la derecha,  no puede explicarse sin la gigantesca cobertura mediática que le otorgó la derecha con su monopolio de los medios de comunicación, que abarca el 90% nacional. Este acuerdo no escrito con la derecha fue un atrevido y temerario “jugar con fuego” o un “viaje a los infiernos” de su candidatura para ganarse así la enorme e incalculable cobertura mediática de la derecha.  Y gratis. Sin este cobijo mediático difícilmente su candidatura  hubiese podido consolidarse, en tan poco tiempo, como una verdadera amenaza a la candidatura concertacionista, que era y es la finalidad estratégica más sólida de la derecha para dividir a las fuerzas progresistas y democráticas, y ganar así la presidencia.

La seguidilla de sus asesores más inmediatos que a las pocas horas de la primera vuelta han corrido a inscribirse en el comando del candidato derechista, sólo indica que han regresado a su domicilio ideológico natural; la misión estaba cumplida: habían ganado la primera vuelta por la fragmentación concertacionista personificada en la figura del ex socialista, Marco Enríquez-Ominami.

Pero también indica, que este candidato carece de conciencia social e histórica, que es lo mínimo que uno le puede pedir a un líder. La derecha, a la cual sus asesores han corrido a apoyar, es la misma que administró el terrorismo de Estado que, por cierto, tan dramáticamente ha violentado a su propia familia. El pragmatismo político en Chile ha sido un vía eficaz y necesario en los últimos 20 años para poder hacer operativa la gobernabilidad;  se ha tenido que convivir con todo el aparato político de la dictadura: los mismos partidos y los mismos políticos de la dictadura aún continúan en primera línea y es la misma derecha que sus asesores están apoyando. Pero el pragmatismo tiene también sus límites cuando cruza la frontera de lo mínimamente ético y sobrepasa la dosis mínima de higiene mental. Enríquez-Ominami, en mi opinión, cruzó esas fronteras inviolables para un político medianamente digno y con un registro aceptable de credibilidad.

No obstante, independientemente de esta visión crítica y bastante ácida de su candidatura, sería demencial desconocer que su figura política es, en gran medida, el rostro de los desencantados con la Concertación que estaban (y están) impacientes por castigarla. Ignorar el claro mensaje que envía la grandísima mayoría de ese 20% sería un suicidio político. La Concertación requiere sí o sí de una completa reformulación de pies a cabeza, y de un recambio generacional ¡ya!, si quiere tener algún futuro. Tampoco es operativo dividir las fuerzas progresistas y democráticas como lo ha consolidado Enríquez-Ominami. La única que gana con esta fragmentación, como ya sabemos pero parece que hay que explicitarlo una y otra vez, es la derecha; y en Chile la derecha es pinochetista, y está lastrada, por acción u omisión, con las horribles violaciones a los derechos humanos durante la dictadura.

Así pues, de las flamantes desolaciones que ha dejado una Concertación segmentada, lo más rescatable, según mi modesta opinión, son sus electores y, más exactamente, los que con verdadera fe votaron por Enríquez-Ominami. Ese +/- 20% tendrá que hacer un ejercicio de enorme carga autorreflexiva antes de depositar su voto en este ya histórico balotaje –porque se juega el futuro de Chile-; algo así como, en forma viceversa, pensar con los sentidos y sentir con la mente.

En la hora actual del balotaje y a pesar que las fuerzan progresistas y democráticas muestran formalizaciones políticas distintas, son absolutamente coincidentes en sus tendencias propositivas. Se requiere, entonces, que los electores de Enríquez-Ominami, junto a las demás fuerzas progresistas y democráticas, concilien un programa viable de gobierno que pueda llevar a cabo las reformas de calado profundo que Chile tanto requiere: plena democratización política e institucionalización de la justicia social. Esta enorme tarea sólo la pueden realizar las fuerzas progresistas y democráticas. Unidas.

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴