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Michelle Bachelet y el talón de Aquiles de Chile

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 05/04/2007

Publicado también en Primera Línea (La Nación
y en elquintopoder.cl

El Programa de Gobierno de Michelle Bachelet sienta las bases de una protección social que se extiende desde la infancia (educación preescolar pública masiva) hasta la vejez (la salud y pensión solidaria universales). Esta preocupación de cubrir las necesidades de las grandes mayorías más vulnerables tiene, sin duda, dimensiones históricas para Chile, porque comienza a eliminar el talón de Aquiles no sólo de la Concertación, sino de todo el arco político que es, en rigor, el de Chile: vencer la desigualdad en el reparto de la riqueza y del ingreso. Lo otro significativo, es que por primera vez en su historia Chile cuenta con los recursos para distribuir riqueza.

Por lo tanto, lo que la Concertación debería ponerse a debatir a toda marcha, después de plasmar sin fisuras el Programa de Gobierno de Michelle Bachelet, es en el proceso para elaborar las estrategias que logren la creación de una Sociedad de bienestar, proyecto político, qué duda cabe, de largo y ancho aliento, y no continuar desgastándose en discusiones bizantinas. A este panorama lleno de turbulencias dentro de la Concertación y en medio de un proceso de transición recargado de grandes problemáticas, se agrega una oposición, desgraciadamente, carente de propuestas constructivas; obsesiva en su sólo afán de obstrucción total a la gestión del gobierno; una oposición del “todo vale” para alentar la crispación política sin más objetivos que desgastar al gobierno y, así, ganar votos.

Importa llamar la atención sobre la oposición de la derecha por su incapacidad de aportar nada rescatable para acabar con las desigualdades sociales. Porque este talón de Aquiles no lo tiene sólo la Concertación, sino también la derecha que, hasta ahora, está atrincherada para impedir cualquier cambio que apunte a la distribución del poder en forma más simétrica. La desigualdad socioeconómica es un problema de todo el país y concierne a toda la llamada clase política que debe proponer los cambios estructurales para minimizarla. Los problemas deben reconocerse bien para enfrentarlos mejor; pero pareciera que gran parte de la clase política no tiene la capacidad de reconocerlos.

Los países se conocen no sólo por sus crisis, sino más bien por cómo las solucionan. Lo más importante en Chile en este momento, para ya ir centrando el análisis, es crear los mecanismos que separen los conflictos al interior de la Concertación y de todo el abanico político y la praxis de la gobernabilidad. Nada justifica hasta ahora la modificación de la agenda de prioridades de este gobierno (obligaciones, más bien, que tienen con el electorado que les votó) de llevar a buen puerto el Programa de Gobierno de Michelle Bachelet. El catálogo de prioridades es clarísimo. El debate coyuntural aunque levante ampollas en la Concertación, no debería funcionar en detrimento de la praxis del gobierno, más bien debería inhibir todo obstáculo que impida que el gobierno lleve a cabo su Programa. El debate dentro de la Concertación debería más bien servir de estímulo recíproco entre el gobierno y la Concertación que como un impedimento insalvable. La materialización y éxito del Programa de Gobierno de Michelle Bachelet pone las primeras bases de un Estado con responsabilidad social enmarcado en una institucionalización de la protección social, primer paso para alcanzar el desarrollo, entendiendo este concepto como una sociedad con justicia social, inclusivo y con igualdad de oportunidades para toda la ciudadanía. Esta finalidad no debería ser partidista, sino un derecho inalienable a defender por todo el arco político. En Chile, todas y todos son imprescindibles.

La Concertación, nos guste o no, ha logrado la gobernabilidad y ha sacado al país, sin grandes traumas sociales, de la dictadura a la democracia. No hay en la actualidad ninguna otra fuerza política capaz de llevar a cabo la segunda gran tarea que reclama el país: sacarlo del subdesarrollo sentando las bases de la justicia social. El actual proyecto político en ciernes de la Concertación, queremos creer, es la creación de un Estado de bienestar con el diseño europeo, de tal manera que las relaciones del Estado con la sociedad sean de solidaridad y de derechos y obligaciones recíprocos garantizados y plasmados en salud, educación, pensiones y vivienda de calidad y universales.

El otro conglomerado, la derechista Alianza por Chile, demagógicamente propone el “cambio”, pero en realidad representa la involución. Fueron gobierno de facto durante diecisiete años y medio, y son los responsables políticos de la barbarie de las violaciones de los derechos humanos. Actualmente, reconvertidos en demócratas, no proponen otra alternativa nueva que el mismo neoliberalismo hipersalvaje de siempre sin ningún programa social de envergadura; un clon de lo mismo que bajo la dictadura dejó a Chile sumido en la miseria social, económica y moral. ¡Ya quisiéramos una derecha social modelo europeo!

Como conclusión global, entonces, para que no se desquicie este momento histórico, es necesario la máxima alerta política para que el debate se ajuste a la realidad y, lo más determinante, apelar solemnemente a la responsabilidad y a la disciplina políticas que la historia ha puesto en sus manos a los/as parlamentarios/as y políticos/as de la Concertación y, por cierto, eso quisiéramos, de toda la clase política. Si esta responsabilidad no se entiende y se pierde esta oportunidad histórica en que estamos todos inmersos, la clase política y, en especial la Concertación, demostrará que terminó arando en el mar. Y que acabó viciando el debate al tener la dialéctica del círculo vicioso sobre si el “vaso está medio lleno o medio vacío”.

El futuro ya está aquí. Es hoy. Y depende, en gran medida, de la disciplina y responsabilidad política y de la unidad concertacionista. La historia escribirá si el talón de Aquiles de la Concertación, la desigualdad social ―que es el de Chile y también de la derecha―, se superó o produjo un estallido social.

Otra oportunidad de esta envergadura, muy posiblemente, no se repetirá.

Jaime Vieyra-Poseck

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