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Neoliberalismo, biopolítica y proyecciones en la educación

por Juan Alegría Licuime
Artículo publicado el 13/06/2022

Juan Alegría Licuime
Docente Departamento de Humanidades
y Arte Universidad de los Lagos
Miembro de la Red Iberoamericana Foucault

 

RESUMEN
La serie de movilizaciones estudiantiles en liceos y escuelas emblemáticas de los últimos meses, dan cuenta de la precariedad en la cual se encuentra la educación pública. El regreso a las clases presenciales después de la pandemia es un factor que ha intensificado esta crisis.  Respecto a las demandas esgrimidas por los estudiantes, se pueden resumir en mejoras en la infraestructura de los establecimientos, contratación de docentes, cuestionamientos a la JUNAEB por la calidad de las colaciones y protocolos para tratar temas de acoso y abuso. Tales demandas son bastante coherentes al momento de pensar la relación entre la infraestructura de las escuelas, el clima educativo y los aprendizajes de los estudiantes. Sin embargo, debemos considerar que la educación es uno de los espacios que más ha sufrido la precarización de las políticas neoliberales de los últimos 40 años. Claramente la crisis que se expresa en tomas, manifestaciones callejeras, etc.; es el resultado de una red pública de educación que ha sido abandonada por el Estado, transformándose la escuela en un dispositivo biopolítico.

Palabras claves: Biopolítica, Escuela, Neoliberalismo, Precarización

 

REPENSAR EL NEOLIBERALISMO
En “Neoliberalismo en América Latina” (2015) Puello ejemplifica dos hitos fundamentales para comprender la procedencia de lo neoliberal; el primero es la fundación de la Sociedad de Mont- Pèlerin en 1947, conclave intelectual y espacio discursivo desde donde se difunden las ideas pro- neoliberales. En segundo lugar, el golpe de estado en Chile en 1973, que coincide a su vez con el shock petrolero mundial de aquel año, y que permite poner en práctica las ideas de la Escuela de Chicago, bastión intelectual de las ideas neoliberales (Puello, p, 21).

En términos precisos, el neoliberalismo pretende otorgarle al individuo un papel central en la sociedad, pero tal protagonismo es solamente a través del mercado. Se alaba la competencia como modelo a seguir y el Estado renuncia a cumplir un rol social, y se limita a ser un actor garante de las reglas del juego, de la libertad y de la competencia (Buschiazzo, 2003, p.82). Asimismo, la idea de Estado mínimo se complementa con la emergencia de otras instituciones supranacionales, como las grandes corporaciones multinacionales. Al respecto, Buschiazzo, citando datos del diario mexicano la Jornada, detalla cómo a principios del 2000, del centenar de entidades económicas más poderosas del mundo, más del 50% eran corporaciones privadas. Esta preeminencia de las grandes corporaciones se apoya en toda una red de instituciones globales como el FMI, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, etc. La aplicación de las políticas neoliberales ha traído una precarización generalizada del trabajo y las propias condiciones de las clases medias y sectores populares. En un contexto más amplio la complejidad del neoliberalismo implica, como sostiene Sassen (2003), repensar las contra geografías de la globalización y sus circuitos periféricos.   Así, los fenómenos como la feminización de la mano de obra, el crecimiento de los circuitos ilegales e informales de la economía (comercio ambulante, pequeño comercio, etc.), la migración, y la informatización de las transacciones comerciales, deben ser considerados como parte fundamentales de la economía global.

También encontramos que el neoliberalismo es concomitante a otros fenómenos que se están produciendo a nivel global, como son la personalización (Lipovestsky), el resentimiento (Sennett) y la gubernamentalidad (Foucault) entre otros. En una mirada acotada a estos fenómenos, el personalismo se puede definir como la radicalización del individualismo moderno, que trae como consecuencia un individualismo total (Lipovetsky, 2018); y el surgimiento de una cultura descentrada, heteróclita, materialista, hedonista, retro, consumista, espectacular, y espontánea. Respecto al resentimiento, Sennett lo define como la experiencia de amplios sectores medios y populares de sentir que han sido excluidos de los beneficios del sistema económico, tal inseguridad material conlleva cambios a posiciones de extrema derecha o la traducción de aquella frustración en símbolos culturales ligados al consumo (2007, p. 115). En el ámbito de la gubernamentalidad, Foucault la define como el conjunto de procedimientos, instituciones, análisis, cálculos, que tienen como objetivo el gobierno de la población, gobernanza que no reside en el antiguo poder soberano, ni en el aparato jurídico represivo, sino en la participación de formas descentradas y fragmentadas de la sociedad civil, donde el ciudadano mismo se hace gobernable (2008, p. 310).

A los fenómenos anteriormente citados, podemos agregar como elemento relevante la categoría de “presentismo” elaborada por Hartog (2007), que se configura como un régimen de historicidad de un presente que no pasa y que coincide con el tiempo de la globalización, el hiperconsumo, la instantaneidad de los mercados y la búsqueda del beneficio inmediato. Complementan este análisis crítico, las figuras nuevas de la subjetividad que Hardt y Negri describen en el libro “Declaración” (2012); tales figuras son: el endeudado, el mediatizado, el seguritizado y el representado. Por tanto, vemos aquí formas nuevas de subjetividad que se desprenden del neoliberalismo, y que lo hacen un entramado difícilmente abordable desde un enfoque solamente económico.

Ahora bien, parafraseando a Puello, podemos describir el neoliberalismo como un proyecto económico político trasnacional, que se define por la implementación de una estrategia de acumulación, donde adquieren relevancia los términos ligados al “desarrollo” y sus derivaciones semánticas; replegadas en dos pilares: el libre juego de las fuerzas del mercado y la concomitancia respectiva del poder.

Luces sobre un acercamiento o caracterización del neoliberalismo en nuestro país, lo proporciona Larroulet, economista, asesor presidencial y uno de los fundadores del Instituto Libertad y Desarrollo. Este último en el libro “La Escuela de Chicago” (2007), describe en forma muy detallada la influencia que tuvieron las políticas de este movimiento en la economía y en nuestro país:

(…) su influencia es producto de la contribución que sus graduados chilenos tuvieron y han tenido en la transformación de la economía nacional. Es así como un modelo de desarrollo basado en una economía cerrada, con alto grado de nivel de intervención del Estado y con permanentes desequilibrios macroeconómicos, el país paso a un modelo de desarrollo, cuyos fundamentos son una economía abierta, con una alta valoración del equilibrio macroeconómico, con mercados libres y competitivos y un rol subsidiario para el Estado. Es decir, una economía de mercado libre, con un fuerte acento en las políticas sociales focalizadas hacia los más pobres (Larroulet, 2007, p.203).

Para el economista, el aporte de los denominados “Chicago Boys” ha sido fundamental para la generación de un cambio sustancial respecto a la calificación y aplicación de las políticas económicas de los últimos cuarenta años. Sus principales contribuciones fueron la reducción de la tasa de inflación, políticas de fortalecimiento del capital humano, desarrollo del comercio internacional, libre competencia y la desregulación de los mercados. Así, el aporte sustantivo de la Escuela de Chicago es la legitimación del mercado como mecanismo o esfera donde los individuos toman decisiones y se asignan recursos (Larroulet, p. 211). La opinión y defensa que realiza Larroulet de lo neoliberal como modelo de desarrollo ha sido puesto en cuestión a partir del movimiento anti – neoliberal en Latinoamérica, destacándose el Caracazo de 1989, la insurrección zapatista en México, Las guerras del gas y el agua en Bolivia y una serie de rebeliones populares que han asolado la región, entre las cuales se destaca la rebelión de octubre del 2019 en nuestro país.

Demostrativo de las consecuencias negativas que han implicado tales políticas, es el célebre ensayo de Naomi Klein “La doctrina Shock- El auge del capitalismo del desastre” (2007), donde analiza en diversas partes del planeta la aplicación de las políticas neoliberales y su correlato de destrucción y precariedad. Para la periodista y activista norteamericana, Chile fue el epicentro del experimento de la Escuela de Chicago, de esta manera el 11 de septiembre de 1973 fue mucho más que el final del gobierno de Allende, literalmente Klein citando a The Economist calificaría tal proceso como la victoria concreta en la campaña de la escuela de Chicago por recuperar las ganancias que se habían conseguido con el desarrollismo y el keynesianismo (Klein, 2008, p.112). La periodista nos relata como en 1975 llegaron a Chile invitados por la dictadura de Pinochet Milton Friedman y Arnold Harberger, quienes le recomendaron a la Junta Militar la aplicación de un “tratamiento de choque”, acción que consistía en un paquete de medidas económicas muy extremas para mejorar metafóricamente la salud de la economía. Dentro de tales acciones se cuentan la privatización de los servicios públicos, interrupción de los planes sociales, y el provocar una recesión y contracción de la economía con tasas de alrededor de un 20 % de desempleo (Klein, p. 118). Según Willy Thayer (2006) el golpe de estado de 1973 es el acontecimiento que implica la real modernización del país; y a diferencia de las narrativas tradicionales que lo han tematizado, para Thayer éste no significa un paréntesis en la historia democrática del país, sino que más bien habría que pensar tal acontecimiento como un paréntesis  invertido, que ejemplifica al golpe como un proceso de perfectibilidad de la propia institucionalidad burguesa, donde el estado de excepción prolongado durante 17 años señala la condición propia de aquella.

Como señala Briones et al (1980) las reformas neoliberales en el ámbito educativo se instalaron en nuestro país en 1979, con el objetivo de modificar las formas de propiedad y administración del aparato educacional y respectivamente la reasignación en el monto de gasto público en la enseñanza. Tales reformas en su planteamiento inicial se constituyeron como parte de una estrategia global que buscaba modificar las relaciones históricas entre política, economía, y cultura. Asimismo, el nuevo modelo de organización educativa significará una puesta en cuestión al modelo desarrollista anterior, y que se materializaba en el denominado “Estado docente”, que le asignaba al Estado el papel de regulador, fiscalizador sostenedor y ejecutor de las tareas educativas.

NEOLIBERALISMO, BIOPOLÍTICA Y ESCUELA
Dimensionar el contexto de aplicación de lo neoliberal en el ámbito educativo, implica revisar el concepto de descentralización, que surge como respuesta a la función totalizadora que ven los neoliberales en el Estado. La acción de descentralizar se condice como la idea de entregar al sector privado los medios de producción, bienes y servicios; entre los cuales se encuentran la salud y la educación (Briones et al, 1980).  Los momentos más significativos en el proceso de descentralización pueden señalarse las siguientes etapas: diagnóstico (1973- 1975), transición y privatización (1976- 1978) y definición (1979- 1983). Una lectura crítica de tal periodo y sus proyecciones en el Chile contemporáneo nos la proporcionan los trabajos de Stephen J. Ball (2001) y Silvia Mariela Grinberg (2010), titulados respectivamente “La gestión como tecnología moral” y “Pedagogía y políticas sobre la vida en la sociedad empresa: entre gerenciamiento y lo abyecto”.

En el caso de Ball, analiza como los cambios políticos y económicos a causa de las políticas de privatización y desregulación financiera de la década de los 80, afectaron a las escuelas de Inglaterra y Gales y que culminaron respectivamente con las normas de la Education Reform Act de 1988. Si bien, tal dinámica de cambios acontece en Europa, es posible homologar varias de sus características a lo que ha sido la implementación de lo neoliberal a las escuelas de nuestro país, como también a otros lugares de Latinoamérica. El cambio significativo que describe Ball es el paso de un modelo de estilo profesional, a otro de gestión burocrática; donde se controlará a los docentes mediante técnicas de gestión sometidas a la lógica de la producción industrial y la competencia de mercado (Ball, 2001, p.155). En tal gestión los docentes se encuentran sujetados a un sistema de racionalidad administrativa que los priva de voz en el proceso educativo y en la toma de decisiones. Las discusiones políticas o ideológicas quedan desplazadas por gestiones burocráticas y administrativas. Una ejemplificación de tal proceso es el condicionamiento del salario del docente al resultado de su evaluación profesional. Aquí la gestión, apunta a la obtención de un docente como sujeto-dirigido; además que esta misma gestión actúa como un sistema individualizador (Ball, p. 180):

La ficha de cada sujeto y el jefe de personal son mecanismos clave en la tecnología moral de la gestión. Y las técnicas y los descubrimientos de investigación de la psicología proporcionan modelos, normas y procedimientos mediante los cuales los individuos pueden ser comparados y supervisados. La observación jerárquica, los juicios normalizadores y las formas de examen son parte de la red completa de control de gestión. En concreto, se funden y concentran en el desarrollo de técnicas de evaluación de los profesores. (Ball, p.160-161).

Para Ball este tipo de gestión se ha convertido en una de las características principales para la construcción normativa del profesorado durante la década de los ochenta. Tal proceso ha tenido su correlato normativo hasta la actualidad. Gestión moralizante que conlleva un ethos y disposición de ser docente, donde se naturalizan formas de control, traducibles en operaciones de calculabilidad, descripción y comparación (Ball, p. 161).  Complementa esta visión de la gestión neoliberal, la mirada crítica de Silvia Grinberg, quien centra su interés en el concepto de “gerenciamiento” y lo “abyecto”. El primer término lo desprende del “Nacimiento de la biopolítica” (Foucault, 2008), donde se plantean las interrogantes de una sociedad de gerenciamiento, donde se trata de multiplicar el sustrato del modelo económico a todos los ámbitos de la vida (Foucault, p.278). Aquí, Grinberg realiza un cruce entre gubernamentalidad, biopolítica y pedagogía; dando cuenta de la necesidad de pensar en plural la noción de gubernamentalidad, incluyendo los modos específicos que presenta la idea de gobierno, sino también las vidas de la población, es decir las formas y modos de cómo la gente vive, hace y genera la vida (Grinberg, p. 202).

El gerenciamiento implicará una concepción de la vida a partir de “relatos fragmentados”; es decir, la población adquiere conciencia de sus propias capacidades para gestionar su vida, proceso donde adquiere preponderancia la ética de la responsabilidad individual. La pregunta respecto al cómo entronca la escuela y la educación en este problema, será la principal línea argumentativa de Silvia Grinberg, replicando que la propia educación es biopolítica en sí, ya que es una práctica de epistemes y tecnologías de producción de subjetividad (p.202). Relevante en el estudio es la ligazón entre las prácticas de la racionalidad de gobierno y las formas de subjetivación que se desprenden de los procesos de escolarización en contextos de pobreza extrema. Así, para la autora la escolaridad en los territorios hiperdegradados es el lugar ya no para los cuerpos dóciles del capitalismo industrial, sino que es el espacio donde lo que se intenta gobernar es una población liminar o abyecta. Aquí, lo abyecto lo podemos caracterizar como modos de existencia invisibles, vidas precarias que se ubican en el ámbito de la excepcionalidad, es decir una forma extrema de relación que sólo incluye algo a través de su correspondiente exclusión (Bazzicalupo,2010).

En resumen, la biopolítica centrada en la dialéctica de hacer vivir y dejar morir, que Foucault anunció en sus últimos trabajos, expresa el ideal de una escuela que modela y construye cuerpos dóciles para su potencialidad productiva. Tal proceso es diferente si lo pensamos desde el espacio de Latinoamérica, donde la autora se encuentra con los casos de estudiantes con padres desocupados, o con empleos informales, que sobreviven en la periferia de las ciudades. Aquí, la escuela ya no tiene la función disciplinante que se desprende de “Vigilar y Castigar” (1975). Más bien la vida escolar discurre en un constante vaivén, ella misma como institución se muestra incapacitada para ocuparse de la vida, así los estudiantes quedan liberados a su propia suerte, y el docente intervendrá cuando se presente una crisis o un incidente crítico que ponga en cuestión esta normalidad. De alguna manera, esta situación reproduce en miniatura la relación del Estado con las zonas periféricas (Grinberg, p.211). La escuela entonces depende de la voluntad individual de los/as que la habitan, arrogados a su propia suerte, los estudiantes aprenden estrategias de sobrevivencia, autocuidado, auto salvación y resistencia; condiciones altamente esperables para la gobernanza neoliberal, donde el Estado se ha retirado en favor de las prerrogativas del mercado.  Ahora bien, no obstante, esta función difusa de la escuela, los procesos de la escolarización siguen su curso normal, y nos encontramos que hasta en las zonas más lejanas y extremas, la escuela está presente como el espacio de visibilización del Estado. Como señala Ángel Pérez en “La cultura escolar en la sociedad neoliberal” (2000), en la actualidad la escuela está cumpliendo una función de socialización primaria, es decir, esta última ha reemplazado a la familia respecto a la primera socialización de los individuos. Esta secundarización de la socialización primaria se expresa fundamentalmente a través del ingreso cada vez más temprano de los individuos en instituciones escolares. Tal proceso se puede comprender a partir de la propia fragmentación y empobrecimiento de las familias de clases medias y sectores populares, donde el acceso a la alimentación de niños y jóvenes se da preferentemente en el espacio escolar.

Aquí, la función biopolítica de la escuela se trasunta en actuar como espacio de agenciamiento que determina el cruce entre dispositivos disciplinarios y de seguridad, que al mismo tiempo reproducen una estructura de campo. Es decir, la escuela como el lugar donde se produce una indistinción entre vida y política. Tal proceso da cuenta según Agamben de la pareja categorial fundamental de la política occidental, traducible en relación nuda vida -existencia política; zoé -bíos; exclusión-inclusión. Como indicábamos anteriormente, la escuela expresa la forma en que el Estado se hace presente en los barrios empobrecidos y en los lugares más apartados de un territorio. La escuela pública se transforma en un laboratorio social donde se arroja a los pobres de la ciudad, incluyéndolos al mismo tiempo bajo la normatividad de la escolaridad.

Juan Alegría Licuime

Bibliografía
Ball, S.J. (2001). Foucault y la educación. Disciplinas y saber. Editorial Morata.
Bazzicalupo, L. (2016). Biopolítica: un mapa conceptual. Melusina.
Briones, G, Egaña, L, Jara, A & Magendzo, A. (1980). Desigualdad Educativa en Chile. Piie, Programa interdisciplinar de investigaciones en educación.
Buschiazzo, L. (2003). El Estado precario. Longseller.
Foucault, M. (2008). Nacimiento de la Biopolítica. Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Siglo veintiuno editores.
Grinberg, S. (2010). Pedagogía y políticas sobre la vida en la sociedad de empresa: el gerenciamiento y lo abyecto en Isabel Cassigoli & Mario Sobarzo (Eds). Biopoliticas del sur (págs.201-212). Editorial Arcis.
Hardt, M & Negri, A.  (2012). Declaración. Ediciones Akal.
Hartog, F. (2003). Regímenes de historicidad. Universidad Iberoamericana, A. C.
Klein, N. (2008). La doctrina Shock: el auge del capitalismo del desastre. Paidós.
Larroulet, C. (2007). Chicago y el Rol del Estado en la Microeconomía en Francisco Rosende (Ed). La Escuela de Chicago (págs. 2001-2013). Ediciones Universidad Católica de Chile.
Lipovestsky, G. (2018). La era del vacío. Anagrama.
Pérez, A. (1998). La cultura escolar en la sociedad neoliberal. Editorial Morata.
Puello, J. (2015). Neoliberalismo, antineoliberalismo, nuevo neoliberalismo. Episodios y trayectorias económicas -políticas suramericanas (1973- 2025) en Luis Rojas (Ed). Neoliberalismo en América Latina (págs.19-42).  CLACSO.
Sassen, S. (2003). Contrageografías de la Globalización. Traficantes de sueños.
Sennett, R. (2006). La cultura del nuevo capitalismo. Editorial Anagrama.
Thayer, W. (2006). El fragmento repetido. Ediciones Metales Pesados.

 

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