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Razones del auge de la neoultraderecha: un jaque mate a la democracia

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 08/01/2025

El resurgimiento de la neoultraderecha no es un fenómeno aislado ni casual; es una señal inequívoca de que los engranajes de la democracia rechinan; es más, que no funcionan. La neoultraderecha ha permanecido al acecho aguardando crisis sistémicas que siembran descontento social que el sistema político tradicional no ha sabido gestionar y, manipulando el descontento con la polarización política, ha ascendido al poder.

Su resurgimiento se remonta a la crisis financiera de 2008. Ya instalado el legítimo malestar ciudadano por la desigualdad intrínseca del neoliberalismo, la crisis lo incrementó, perpetuándolo.

Los factores de este auge se retroalimentan y tienen un efecto dominó:

  1. La crisis de 2008 deja a las clases medias y baja sin recuperar el poder adquisitivo que tuvieron y, con precariedad laboral y bajos sueldos, la desigualdad se consolida;
  2. La implementación de políticas fiscales regresivas no permite financiar servicios sociales reproduciendo el modelo neoliberal que prioriza el lucro privado sobre el bienestar colectivo, lo que solidifica el sistema democrático como inoperante;
  3. Sin recursos financieros el sistema democrático queda sin margen de maniobra política para administrar el bien común, su fin fundacional e inalienable, desacreditándolo irreversiblemente;
  4. Este escenario permite a la neoultraderecha presentarse como anti establishment, contra la “casta” política instrumentalizando el descontento ciudadano para instaurar el neoliberalismo ultraderechista autoritario;
  5. Ya en el poder, inicia la deconstrucción democrática con la instalación de facto del mercado privado ultraneoliberal para coaptar la representación democrática; despliega su política iliberal antiderechos, y politiza las instituciones democráticas autónomas.

Si la desigualdad intrínseca del neoliberalismo provoca el descontento social, el cual impulsa el auge neoultraderechista, entonces, es el sistema económico ultraneoliberal el creador de la neoultraderecha.

Para alcanzar el poder coloniza las redes sociales con una sola estrategia: la amenaza permanente a la democracia con la desinformación política sistemática del odio y el miedo ‒la más productiva electoralmente es entre nacionales versus extranjeros‒, fracturando y fraccionando la sociedad e intoxicando la convivencia democrática. Su narrativa anti derecho laboral, racista, misógina y homófoba se normaliza dejando sin relevancia los valores democráticos hasta instalar un estado político pre-autoritario. El odio y el miedo generalizado llena el debate público eclipsando el verdadero problema: las desigualdades sociales.

Históricamente, el odio y el miedo han sido sobreutilizados por la ultraderecha porque es un instinto mucho más fácil de provocar y manipular que la empatía y la solidaridad, que requieren de una elaboración más racional. La historia enseña que el odio nunca construye nada; y que la ultraderecha comienza distribuyendo el odio para imponer la violencia generalizada.

Entre sus nuevos odios ideológicos, tiene a las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ como enemigos principales, que representan el 56% de la ciudadanía. Sus derechos conquistados han otorgado más calidad y legitimidad a la democracia que, si es verdadera, es inclusiva. Las amenazas regresivas antiderechos contra el 56% de la ciudadanía, indican que la neoultraderecha atenta contra la democracia.

En rigor, la neoultraderecha no termina con la causa del descontento ciudadano ‒las desigualdades‒ sino las cristaliza al imponer la marcadocracia autoritaria: la toma de facto del poder total por el mercado privado autocrático incrustado en el democrático, hasta destruirlo. La mercadocracia se gestiona con un estado solo administrador de intereses económico-financieros privados. Su operatividad política solo puede ejecutarse bajo el autoritarismo neoultraderechista por el tsunami social permanente por las desigualdades intrínsecas increscendo del ultraneoliberalismo.

Por otra parte, su dogmático negacionismo climático y/o obstruccionismo debería deslegitimarla. Pero, más de dos generaciones de neoliberalismo ha consolidado un individualismo reduccionista: la condición humana se restringe solo a transacciones comerciales en detrimento de lo que ha hecho al homo sapiens evolucionar progresivamente: la cooperación solidaria, que la neoultraderecha niega.

Por último, en el nuevo escenario geopolítico iniciado con la invasión de Rusia a Ucrania, la neoultraderecha es el caballo de Troya del totalitarismo ruso en el sistema democrático. De su éxito, vale decir, del fin de la democracia, depende el triunfo global del totalitarismo.

Tenemos dos alternativas: minimizar la desigualdad neoliberal, causa del descontento social, que impulsa el auge neoultraderechista, o permitir el jaque mate a la democracia produciendo, entre otras, la catástrofe ecológica.

En esta encrucijada histórica, si queremos un orden basado en los derechos humanos, hay que elegir el sistema que lo creó: la siempre amenazada democracia liberal.
Elegirla es uno voto de esperanza.

Razones del auge de la neoultraderechista: un jaque mate a la democracia
El resurgimiento de la neoultraderecha no es un fenómeno casual; es una señal inequívoca de que los engranajes de la democracia rechinan; es más, que no funcionan. La neoultraderecha permanece siempre al acecho aguardando crisis sistémicas que siembran descontento social que el sistema político tradicional no soluciona.

Pero, ¿por qué el descontento social?
El pistoletazo de salida de la neoultraderecha se remonta a la crisis financiera de 2008, que agravó las desigualdades intrínsecas del neoliberalismo. En este escenario, múltiples factores se entrelazan provocando un efecto dominó:

  1. Precarización estructural: La crisis económica despojó a las clases medias y bajas de su poder adquisitivo, consolidando la precariedad laboral y salarial que cristalizó la desigualdad.
  2. Prioridad al lucro privado: Se rechazan reformas fiscales destinadas a financiar servicios sociales privilegiando el bienestar de una élite milmillonaria por sobre el bienestar colectivo.
  3. Inoperancia democrática: La falta de recursos financieros limita la capacidad del sistema democrático para cumplir su propósito fundacional: garantizar el bien común, desacreditándolo hasta percibirlo como ineficaz.
  4. La narrativa anti-establishment: En este vacío institucional, la neoultraderecha se presenta como salvadora, apelando al desencanto ciudadano mediante la polarización política que le permite ascender al poder.
  5. Deconstrucción democrática: Ya en el poder, inicia la instalación de facto del mercado privado ultraneoliberal para coaptar la representación democrática; despliega su política iliberal antiderechos, e elimina las instituciones democráticas que preservan la cohesión social.
  6. Conclusión: Si la desigualdad intrínseca del neoliberalismo provoca el descontento social, el cual impulsa el auge neoultraderechista, entonces, es el sistema económico ultraneoliberal el creador de la neoultraderecha.

La estrategia del odio como herramienta de poder
La neoultraderecha ha colonizado las redes sociales convirtiéndolas en el epicentro de su discurso de odio y miedo mediante desinformación sistemática, que es la destrucción permanente de la democracia. Su narrativa explota divisiones sociales, especialmente entre nacionales y extranjeros, fracturando comunidades hasta intoxicar la convivencia democrática. Al normalizar posturas racistas, misóginas, homófobas y antiderechos laborales, desplaza los valores democráticos y establece un estado político pre-autoritario. El odio y el miedo generalizado eclipsan el verdadero problema: las desigualdades sociales.

El odio, por su naturaleza visceral, es una herramienta eficaz mucho más fácil de movilizar que la empatía solidaria, que requiere una reflexión más elaborada. Sin embargo, la historia enseña que el odio jamás construye; y cuando se convierte en el eje de la política, inevitablemente deriva en violencia generalizada.

El ataque a los derechos humanos
La neoultraderecha ha identificado nuevos enemigos: las mujeres y la comunidad LGBTIQ+, quienes juntos representan más de la mitad de la población. Estos movimientos, fundamentales para la legitimidad de la democracia, son blanco de ataques porque sus derechos conquistados simbolizan una amenaza al autoritarismo que la neoultraderecha pretende instaurar.

En rigor, esta corriente no busca resolver el malestar ciudadano ni combatir las desigualdades; más bien, aspira a consagrar una mercadocracia autocrática: el  poder absoluto de conglomerados privados administrados por el autoritarismo neoultraderechista, necesaria para reprimir cualquier oposición social nacida de las injusticias estructurales del ultraneoliberalismo.

Un legado tóxico: individualismo y negacionismo
El negacionismo y/o obstruccionismo climático es otro pilar ideológico de la neoultraderecha. A pesar de que esto debería deslegitimarla por completo, décadas de neoliberalismo han atizado un individualismo extremo, reduciendo la condición humana a meras transacciones económicas. Esto contrasta radicalmente con los valores que han permitido al ser humano progresar: la cooperación solidaria, que la neoultraderecha niega.

Un caballo de Troya del autoritarismo global
En el contexto geopolítico actual, marcado por la invasión de Rusia a Ucrania, la neoultraderecha no solo erosiona la democracia desde dentro, sino que actúa como el caballo de Troya de regímenes totalitarios como el de Rusia. Su éxito representaría no solo el colapso de las democracias liberales, sino también el triunfo global del totalitarismo.

La encrucijada histórica
Ante este dilema crucial, o enfrentamos las desigualdades estructurales del neoliberalismo, origen del descontento social que crea a la neoultraderecha, o aceptamos el jaque mate a la democracia, con todas las catástrofes que ello conllevaría, incluida la ecológica.

Si deseamos preservar un sistema basado en los derechos humanos, debemos apostar por el sistema que lo creó; aunque imperfecto, ha permitido grandes avances en derechos e inclusión: la siempre amenazada democracia liberal.
Elegirla es un voto de esperanza.

Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 08/01/2025

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