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Economía: ¿ciencia exacta o social? La encrucijada de la democracia

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 28/08/2011

Publicado también en elquintopoder.cl

 

En momentos en que lo político ha sido “devorado”  —nunca mejor usado este verbo excesivo— por lo económico, y más específicamente, por el neoliberalismo de mercado libre desregulado políticamente, y que ya no puede garantizar la protección pública, ni la ecológica, ni menos la económica a los ciudadanos, se hace imprescindible una revisión o reformulación de los desequilibrios que ha generado la actual teoría económica.

Primero que nada, hay que partir por reconocer que el neoliberalismo se ha transformado en la receta única a nivel mundial en los últimos treinta años, y que gobiernos de centroizquierda o socialdemócratas —el sector político de izquierda con reales posibilidades de ejercer el poder— se han visto superados por el tsunami conservador a nivel global del neoliberalismo económico.

Hay que subrayar también, que la izquierda carece en la actualidad de un aparato teórico en política económica; y han tenido que administrar el neoliberalismo desde el poder en un ejercicio de equilibrio en la cuerda floja, sin red, usando como principio político el mantra “crecimiento con equidad”, intentando gestionar un arsenal de políticas públicas con las tasas de crecimiento que produce, qué duda cabe, y enhorabuena, el neoliberalismo, como una forma de exorcizar y sanear sus principios políticos. Sin embargo, la experiencia para la izquierda (socialdemócrata), ha sido devastadora, porque ha tenido que vender su “alma” y el electorado (casi) ya no reconoce las diferencias entre izquierda y derecha.

A partir de esta primera reflexión, hay que concluir, para entender la supremacía del neoliberalismo económico, que la izquierda carece, insisto, de una teoría económica propia, y que está secuestrada en la red neoliberal.

En este escenario, hay que preguntarse ¿hacia adónde mover el foco analítico para contrapesar el totalitarismo del mercado desregulado políticamente, matriz del postulado económico neoliberal?

Como aproximación a una respuesta a esta indomada pregunta, creo, esencialmente, que sería necesario dotar a la teoría económica de un alma humana en detrimento de lo puramente técnico.

El sistema neoliberal de mercado desregulado políticamente, maximaliza unos supuestos elementos de exactitud científico de lo económico, como si este sistema fuese una ciencia exacta, creando así una gigantesca inexactitud en lo social, que es, en definitiva, según muchos especialistas, donde vive y se desarrolla lo económico.

La crisis económica global que ha creado esta teoría (neoliberalismo=mercado desregulado políticamente) ha abierto sus gigantescos agujeros negros y ha vaciado de credibilidad a las instituciones centrales, léase Banco Mundial y Fondo Monetario Mundial, incapaces de prevenir la megacrisis. La segunda pregunta entonces es, ¿por qué estas instituciones sagradas fueron incapaces de prevenir la crisis?

Este hecho empírico, la súpercrisis, ha venido demostrando que la teoría económica del neoliberalismo procesa muy bien los aspectos matematizados de los fenómenos económicos con fuertes pretensiones de asegurar el comportamiento económico como si fuese una ciencia exacta, discriminando así los aspectos sociales y políticos de lo económico.

Entonces, la respuesta a esta segunda pregunta es: lo económico debiera volver a los postulados -por supuesto, modernizándolos en el contexto histórico actual- que autores clásicos en la materia, como Smith, Keynes o el propio Marx señalaron: lo económico como  una ciencia social y no exacta como lo ha pretendido el neoliberalismo (y también lo experimentó el comunismo real), capaz de entender el quehacer humano en su contexto social y dentro de su problemática in situ; que tenga  en consideración  el ímpetu humano y sus repercusiones sociales. En dos palabras: una teoría económica que la sitúe en un contexto antropológico.

Si podemos aprender algo de la mega crisis del neoliberalismo en los tres últimos años, o sea, un aprendizaje reforzado con la perspectiva acreditada por esta crisis, es que lo económico no puede existir sin instituciones, sin regulaciones, sin Estados, sin lenguas y sin culturas específicas; que lo económico es una ciencia social asentada en la historia, y que posee una relación intrínseca entre filosofía social y política, y que la utilización matemático-científica debe usarse sólo como una herramienta  instrumental, no como el eje central de unos mercados relacionados como entes abstractos que operan en un limbo social bajo supuestas coordenadas científicas autónomas del poder político.

La racionalización matematizada con pretensiones científicas de lo económico que ha predominado en los últimos treinta años globalmente, ha discriminado brutal y perversamente el aspecto socialantropológico en la teoría económica. Esta discriminación ha producido que lo económico no tenga en cuenta lo esencial en su planteamiento teórico: el bienestar social y la calidad de vida de los seres humanos en la que se desarrollan, sino que es un fin en sí misma.

La economía de mercado desregulado políticamente del neoliberalismo como un sistema científico autónomo que se regula a sí mismo –vaya que paradoja- ha terminado regulándolo todo, menos a sí mismo; y se ha transformado en un monstruo de mil cabezas incontrolable políticamente, creando una crisis sin precedentes.

Los economistas que han continuado –en medio de la vorágine conservadora en la política económica global neoliberal- planteando lo económico como una ciencia social y no exacta, fueron capaces de predecir esta ya larga crisis (crisis con diferentes perfiles dependiendo si son economías de países emergentes o desarrollados); y lo han hecho por situar lo económico dentro de un contexto social,  político e histórico; en forma antropológica.

Sí; si la izquierda quiere sintonizar con los ciudadanos de la segunda década del siglo XXI y tener futuro, debe hacerse con una nueva teoría económica o, por lo menos, rejuvenecer y/o reformular la actual. Sería la forma más transformadora, en este momento histórico, para mejorar el mundo en el que vivimos.

Jaime Vieyra-Poseck

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