EN EL MUNDO DE LAS LETRAS, LA PALABRA, LAS IDEAS Y LOS IDEALES
REVISTA LATINOAMERICANA DE ENSAYO FUNDADA EN SANTIAGO DE CHILE EN 1997 | AÑO XXVIII
PORTADA | PUBLICAR EN ESTE SITIO | AUTOR@S | ARCHIVO GENERAL | CONTACTO | ACERCA DE | ESTADISTICAS | HACER UN APORTE

— VER EXTRACTOS DE TODOS LOS ARTICULOS PUBLICADOS A LA FECHA —Artículo destacado


Tres candidatos a la Presidencia: retratos no autorizados

por Jaime Vieyra-Poseck
Artículo publicado el 28/10/2009

Publicado también en, Primera Línea
(La Nación)

 

Marco Enríquez-Ominami: el yo-yo incontenible
De la candidatura a la Presidencia de la República, a contracorriente, del diputado Marco Enríquez-Ominami, se desprenden tres aspectos notables. El primero este candidato es la respuesta contra un profundo inmovilismo sistémico y de recambio generacional más que concertacionista que, por cierto, también lo sufre; segundo, que su candidatura es un fenómeno político, pero también mediático, orquestado por los medios de comunicación de la derecha para erosionar al candidato de la Concertación, Eduardo Frei; y tercero, confirma una vez más que la política es también, y quizás más que nada, ceremonia y espectáculo con dosis desbordantes de megalomanía.

Pero el nacimiento de este engendro político y mediático lo parió más que nada la deteriorada cohesión  interna de la Concertación, fragmentada por rencillas de poca monta entre dirigentes de su élite, sin ningún contenido político; una sórdida vendettaque ha convertido en campo de batalla a esta coalición, especialmente entre el padre adoptivo de Marco Enríquez, el senador Carlos Ominami y el secretario general del PS, Camilo Escalona. Desde esta vendetta salió la candidatura de su hijo.

Una candidatura en que se ve, aunque no quiera, la marca personal de Carlos Ominami. Este verdadero animal político pareciera emplear a su hijo para alcanzar lo que él no consiguió, manejándolo, muchas veces, casi como un muñeco ventrílocuo, y transformando su candidatura en una suerte de empresa familiar.

Este candidato, salido de las entrañas mismas del stablishment y del clientelismo, obtuvo su pieza política -diputado- por ser hijo de papá, incluyendo el apellido de éste, Ominami, para este fin. Así es elegido diputado en el mismo distrito en el que su padre adoptivo es senador. Entonces, su discurso anti partido y contra elstablishment, es sólo parte de su marketing electoral.

El uso de este candidato de un discurso muchas veces radical, como muy bien dice Saúl Bellow, es el último lujo de los privilegiados. Debe ser magnífico disfrutar del confort de ser un radical protegido por su statu quo de cuna. No deja de ser enternecedor imaginar (no lo puedo evitar) a este hijo de papáescribiendo su discurso radical diario en su casa en la opulenta zona residencial de los multimillonarios, La Dehesa; zona elegida por los nuevos ricos que creo la dictadura y donde el propio dictador, otro radical, Augusto Pinochet,  of course, fue uno de los primeros en comprar su mansión. Todo hay que decirlo.

¿Sintió la vocación de papá para aventurarse en la política después de incursionar como director de cine (sin notoriedad alguna) y dirigir programas faranduleros (con barniz social) en la caja boba? Quizás. Pero lo concreto y en rigor, es que está donde está por ser un Enríquez-Ominami, (como también lo están ¡ay! Frei y Piñera); o sea, por derecho adquirido per sé de filiación familiar oligárquica, esta vez de izquierda -sí, también las hay.

Así pues, pasa atléticamente desde el set de la farándula repleto de beautiful peoplemade in Chile, al olimpo del Congreso de la República como diputado por el PS; partido del cual a los tres años renuncia, con gran estridencia mediática, y con ello se automargina de la coalición, y de sus votantes, que lo habían instalado en el sillón de diputado.

Lo inquietante de esta travesía política, es que después de un cursus honorum a una velocidad de vértigo por los estamentos del poder con un total de tres años como diputado, y de unas formas y estilos tan rudos como toscos y tan poco afables para desprenderse de las responsabilidades con el proyecto por el cual fue elegido, a este político-cineasta ni siquiera se le puede considerar un novato en política, es más bien un nonato: tres años como profesional de la política, ejercidos con más sombras que luces, se me ocurren que son muy pocos para recibirse como candidato nada menos que a la Presidencia de la República. Y, además ¡querer serlo!

¿Pero qué lo impulsa a autoproclamarse?  Según su perfil político, propenso a toda desmesura, un intento de cambiar las reglas del juego político dominado durante las dos últimas décadas por un implacable bipartidismo, sería la causa más mediática y la que cultiva con más exaltación. Pero la respuesta quizás más acertada, es por la influencia de su padre adoptivo y la interminable vendetta de éste con la dirección de su ex partido, el PS, del cual también renunció; y, cómo no, a la incontrolable megalomanía que padece este candidato, con niveles de autoestima estratosféricos, donde su yo-yo se multiplica infinitamente, un yo-yo más de artista excéntrico que de político profesional.

La vanidad en política es una bestia que hay que saber controlar sino termina comiéndose al vanidoso y, al final, queda sólo la vanidad. Porque si no se tiene muy domado, atado y controlado su yo-yo de divo, la vanidad no sólo puede devorar al egocéntrico patológico, sino puede terminar devorando al país entero y llevarlo al caos de la ingobernabilidad más absoluto. Por eso y en el mejor de los casos, en política es aconsejable apoyar vanidades de políticos que proponen gestionar proyectos gubernativos colectivos más que personalistas.

La propuesta de esta candidatura, legítima sin duda, es de difícil operatividad estratégica ya que hasta ahora su figura no hace viable la puesta en marcha de las reformas radicales impostergables que precisa Chile, y que están en su Programa de Gobierno, por no contar con un aparato político que garantice la gobernabilidad de su proyecto.

Por otra parte, un candidato independiente siempre es la ilustración del fracaso de la política y del deterioro del prestigio social de ésta; y aquí entra todo el arco político chileno. El inmovilismo político y generacional que sufre Chile, provocado en gran medida por el perverso sistema binominal de elecciones heredado de la dictadura y que la derecha se ha negado sistemáticamente durante 20 años a cambiarlo (se requiere de un quórum del 75% para ello) ha secuestrado la movilidad, el recambio generacional y el desarrollo democrático del país.

Así pues, los mismos rostros que ya tienen cuarenta años de estar en primera línea, y la exclusión de gran parte de la ciudadanía y de las nuevas generaciones en la vida política, está provocando el colapso del prestigio social de los partidos políticos y una crisis de credibilidad en la calidad de la política y de la democracia. Este es el escenario ideal y perfecto para la entrada de candidatos caudillistas mesiánicos “independientes”. De este escenario político, qué duda cabe, ha echado mano Marco Enríquez (y su padre adoptivo, Carlos Ominami).

Sin embargo, ser “independiente” también representa la incapacidad para pertenecer a un proyecto colectivo y de trabajar en equipos para cambiar estamentos anquilosados o combatir podredumbres dentro de los partidos políticos que son, querámoslo o no, las únicas entidades capaces de organizar y estructurar sólidamente proyectos colectivos democráticos, de tal forma que se asegure la viabilidad de éstos y, tan importante como lo anterior, la gobernabilidad. De esto ha sido incapaz Marco Enríquez-Ominami (y su padre adoptivo): cambiar en forma democrática lo que tanto han criticado de la Concertación; cambio, por cierto, que requiere de un pincel refinadísimo y no de la brocha gorda que ha sido la usada por la familia Enríquez-Ominami.

Sin embargo, hay que reconocer que la enorme masa silenciosa de desencantados, no sólo con la Concertación sino más que todo con el sistema, claman, más que por un cambio de rumbo político, por un recambio generacional: el histórico apoyo al proyecto político que lidera Michelle Bachelet y a su Administración así lo indica y, ¡ojo!, también es la Concertación.

Marco Enríquez-Ominami representa ese nuevo rostro que ha otorgado oxígeno a la asfixiante atmósfera inmovilista sistémica que impregna (casi) toda  la vida política chilena.

Por eso y a pesar del histrionismo desmesurado, de las asperezas y opacidades que la figura política de Marco Enríquez-Ominami proyecta, hay que admitir que ha removido con su carisma lleno de juveniles chispas y con su ligereza fogosa y casi lasciva, la vida política chilena; y su candidatura ha conectado muy bien con los temas políticos nuevos de la juventud, ansiosa de ver rostros nuevos y jóvenes, y que hubiese reaccionado exactamente igual con otra figura política joven. En cualquier caso, después de esta aspiración presidencial será imposible que dos generaciones de políticos no se vayan para su casa, jubilados. Y eso se agradece sobremanera a esta candidatura. Enhorabuena.

Sólo queda saber si su carisma alcanza para llegar a la segunda vuelta. Si llega, un terremoto sistémico grado 10 sacudirá el país. Y se abrirá un espacio de enorme incertidumbre política por la casi nula capacidad de esta candidatura para asegurarnos gobernabilidad. Las fuerzas progresistas tendrán, en este caso muy hipotético pero no imposible, que hacer un gran esfuerzo de pragmatismo y realismo político para alcanzar un pacto estratégico. Sin ningún género de dudas, un acuerdo entre la Concertación y la candidatura de Marco Enríquez, debería estar diseñada a priori como un plan B, por el escaso tiempo para ordenar las fuerzas progresistas después de un terremoto orgánico de esas dimensiones.

Sebastián Piñera: un financista temerario
El líder de lo que se ha denominado Coalición por el cambio, es el representante chileno más genuino de la ortodoxia económica que acaba de estallar en mil pedazos en una crisis financiera sin precedentes y de formato apocalíptico y planetario. Hasta ahora nadie sabe qué piensa de esta crisis, y pareciera que no se ha enterado del derrumbe global de su planteamiento económico estrella.

La caída vertical del mito del mercado perfecto que lo regula todo y fuente inacabable de bondades, no se concilia con la defensa sin fisuras de este candidato financista a la libertad más absoluta del mercado desregulado del neoliberalismo más fundamentalista y salvaje, que ha provocada la crisis, paradigma de su proyecto económico.

Así pues, su visión de la relación mercado y Estado y sus funciones en la sociedad, ha sido la máxima, hecha suya, de otro líder del neoliberalismo dogmático, Ronald Reagan: “El Estado es el problema, no el mercado”. Y él mismo es la representación viva, en versión chilensis, de  este diseño económico: se hizo multimillonario en la ruleta especulativa financiera durante la apoteosis del neoconservadurismo salvaje en la era pinochetista.

No deja de ser inquietante que este candidato financista venga de los circuitos de derecha en que el Estado pasó a ser un jugador de Bolsa con el dinero del contribuyente, usándolo en la ruleta financiera como un trofeo de juego, y donde el ver si gano o si pierdo, y cuánto, era su única estrategia, sin tener ningún programa social de envergadura. No deja de  ser turbador el origen de este candidato financista, donde el despilfarro, los desequilibrios obscenos en la equidad social que provocó el axioma del mercado desregulado con un Estado anoréxico y, lo más vergonzante: la corrupción a gran escala en que terminó este modelo económico.

El Caso  Bernard Madoff, el financista norteamericano que pasó de ser considerado el más “amable” y “prestigioso” del mundo durante tres décadas, al más villano por el mayor fraude de la historia, más de 50.000 millones de dólares, ilustra muy bien la dimensión de esta debacle y la dimensión demencial de la corrupción que engendró este sistema. Y no deja de ser alarmante el cinismo con que han gestionado la crisis los que la provocaron, los financistas como este candidato: pasaron de ser los fanáticos asesinos del Estado a acudir a él, sin arrugárseles el entrecejo, para que éste le arreglara el desaguisado, privatizando así las ganancias y socializando las pérdidas con el dinero de todos los contribuyentes. Absolutamente cerril, obsceno y provocativo.

Además, este candidato financista es apoyado por dos partidos herederos del pinochetismo, guardianes de la “obra” del dictador y llenos de políticos con un historial esperpéntico de más de 30 años. Actores privilegiados y de primera línea durante la dictadura, continúan proclamando a los cuatro puntos cardinales las “bondades” del largo periodo dictatorial, y justificando lo injustificable: una dictadura que fue la quintaesencia de la barbarie y la corrupción, con la violación sistemática a los más elementales derechos humanos, substancialmente inconciliable con la civilización. Este fresco político ajado,  mohoso y manchado de descrédito que acompaña a este candidato financista, hace muy difícil digerir y confiar en suCoalición por el cambio.

El cambio verdadero que Chile necesita, es un viraje de 180 grados de su derecha política. Empezar por jubilar a todos los políticos que estuvieron comprometidos con la dictadura, y crear una nueva derecha que deje de estar enquistada y obsesionada por mantener el statu quo pinochetista. Chile necesita una derecha más social y mucho menos ideologizada. Ese es el verdadero cambio que desean los chilenos y chilenas, y es, más que nada en su derecha política.

Además, la larga trayectoria de este candidato como financista permite un aluvión de interrogantes, motivadas por una gestión de sus ejercicios financieros de dudosa transparencia que lo ha tenido casi siempre jugando al escondite con la justicia; hasta que ésta lo ha pillado: 1) Caso Banco de Talca; año 1982. Fue encargado reo en fuga durante 28 días por la quiebra del banco. La Corte Suprema lo absolvió después de intervenir la entonces Ministra de Justicia del gobierno de Pinochet, Mónica Madariaga, según declaración de ella misma este año. Lo inquietante en este caso, es que el recurso que se interpuso en La Corte Suprema a su favor, fue el único que se acogió en 17 años y medio de dictadura, cuando miles de recursos por desaparecidos políticos, asesinados y torturados fueron  rechazados en su totalidad. 2) Información privilegiada; año 2006.Fue multado por violar el deber de abstención de uso de información privilegiada en la compra de acciones de línea aérea Lan de la que es socio mayoritario. La Superintendencia de Valores y Seguros (SVS) estableció que no había delito. Sin embargo, lo multó con 390 millones de pesos por no abstenerse en la compra de esas acciones si operaba con información privilegiada (¿?). 3) Colusión Lan Cargo; año 2009. El candidato financista era presidente de la línea aérea Lan Cargo cuando debió pagar una millonaria multa por cargos de colusión con empresas del rubro en EE.UU.: 88 millones de dólares tras admitir la colusión. 4) Colusión de farmacias; año 2009. Instalado ya en la carrera hacia la Presidencia, estalla el escándalo de la colusión entre poderosas cadenas de farmacias; rápidamente vende las acciones que tenía en el consorcio farmacéutico en un intento de neutralizar el impacto negativo a su figura política.

Por último, uno no puede dejar de preguntarse ¿qué concepción del ser humano tiene un financista de fuste como es Sebastián Piñera, teniendo en cuenta que su (casi único) objetivo vital es la conversión del dinero en valor dominante de todo cuanto ha hecho?

El magnífico escritor libanés, Amin Maalouf al reflexionar sobre el excesivo poder que se le otorga al dinero dice, “Convertir el dinero en el criterio para cualquier respetabilidad, en el fundamento de cualquier poder, de cualquier jerarquía, hace trizas, a la postre, el tejido social”. Nada más cierto. La crisis financiera se produce por la contaminación de esta concepción del sentido de la vida y del ser humana, una crisis que se expandió como un virus produciendo efectos devastadores en todo el planeta. El hombre financista que es por antonomasia Sebastián Piñera, y que es el signo identitario más relevante de su personalidad, después de esta reflexión produce, por decir lo menos, un fuerte desasosiego si alcanza la presidencia del país.

Frei: el anticandidato
En un mundo en que arrasa la baratija mediática, pero muy efectiva para hipnotizar mentes; en un mundo en que los héroes son de cartón, pero brillan como si fueran de oro; en un mundo en que la imagen devoró a las ideas; y en mundo en que el universo político no ha podido o no ha querido escapar a estas vanidades siendo absorbido casi en su totalidad, el carisma del político es determinante para alcanzar objetivos arduos, facilitados con la ayuda del marketing electoralista publicitario, verdadero quinto poder del sistema.

Eduardo Frei en este escenario repleto de máscaras, maquillajes, artificios e ilusionismos, muy bien diseñados por las empresas publicitarias del marketingelectoral, es el patito feo en medio del glamour y del carisma de los otros candidatos: él es un candidato sin carisma. En este sentido, es el anticandidato en la hora actual del escenario político.

Así pues, su capacidad carismática aunque muy apoyado por la maquinaria publicitaria, para ilusionar, seducir, enamorar al elector, es igual (casi) a cero. No seduce porque simplemente carece de carisma, de ese glamour que tan bien hace la corte al electorado contemporáneo. Su rostro duro como una piedra mal tallada y su casi eterna expresión de disgusto, de estar a punto de dar un puñetazo en la mesa y salir dando un portazo, lo han convertido en el perfecto anticandidato. Y cuando sonríe, no se nota, parece que ese rostro no le pertenece a esa sonrisa, o viceversa.

Es curiosa la elección por parte de la élite concertacionista de este anticandidato. Porque resulta enigmático, insidioso y hasta travieso, elegir a un ex presidente de hace quince años, sin carisma alguno y cuando medio Chile pide ya a gritos un recambio generacional y no más “repetirse el plato”.

Otra historia fue su candidatura anterior. Chile salía de la noche dictatorial casi paralizado de temores y con pie de plomo por estar el dictador militar en plena forma y en la primera línea política (¡nada menos que de Comandante en Jefe de las FF.AA!), y con todo su aparato político (RN y UDI) intacto  -y continúan allí mismo, por cierto-. La Concertación entonces tenía la fuerza de la juventud, cohesionada y férreamente  unida por estar el enemigo allí en la calle del frente, produciendo un efecto concéntrico en la coalición. La figura política de Frei, o mejor dicho, su apellido, todo hay que decirlo y aquí no lo hago en forma peyorativa, todo lo contrario, era lo que Chile más necesitaba en ese momento histórico y político: fue elegido con la más alta votación en la historia democrática del país, 57,9%.

Pero ahora, ya superados los miedos, el dictador bajo tierra -a pesar que el aparato político que lo apoyó, RN / UDI, continúa en la primera línea política vestida aún con el mismo arqueológico uniforme, y con La Concertación con 20 años ininterrumpidos en el poder y ya muy fragmentada, su figura política entra al escenario de la contienda electoral por la presidencia como una más, con todos sus defectos y todas sus virtudes; y su apellido ahora más que congregar, dispersa. El elector lo ve tal cual es y como uno más en la jungla de políticos que, por cierto –por una u otra razón, verdadera o falsa- se han ganado (poco más o menos) todos todo el desprestigio social.

Pero, ¿no será que el glamour de este anticandidato, la carencia de carisma, la incapacidad de seducir, de enamorar al electorado y su estilo rudo y malhumorado, sea en realidad su carisma?

En efecto, en su perfil político no cabe la artificialidad ni el cartón piedra, y me atrevería a decir que si carece de las máscaras del político de hoy, carecería también de trampas. Frei se muestra tal cual es: y es un patito feo que no embrolla ni pretende hipnotizar con su carisma, (¡porque simplemente no lo posee!), y que nos obliga a hacer un ejercicio formidable de autenticidad y de simpleza, dos cualidades que no están para nada de moda, más bien están muy out. Su figura política nos precisa a fijarnos en él por lo que hace y sus resultados. Y nada más.

Frei es, en realidad, la vacuna contra todo tipo de populismo y de ofertones; promete lo que sólo podrá cumplir, y espera que se le juzgue  por sus acciones y no por el carisma o glamour en que se mueven los otros homo sapiens políticos que combaten por el sillón de La Moneda. Y nada más.

Frei, el anticandidato, ostenta lo que ningún otro candidato posee en esta contienda: la vanidad que tiene la usa en su justa medida y nunca sobrepasa las proporciones aceptables; su ego no lo enceguece como a los otros tres candidatos; no sabe de vanidades ni pretensiones que se salgan del proyecto colectivo; jamás atenta contra el sentido común; su apuesta no es motivada por un personalismo ególatra y megalómano, sino que pertenece a una visión de país que es colectiva; en una palabra: está en esto porque cree verdaderamente en su proyecto, y cree en él más que nada porque es un proyecto colectivo.

Este patito feo de la política de la baratija mediática del glamour y el marketingelectoral actuales, a su manera, es la continuidad del liderazgo bacheletista: simple y directo, con un discurso de “al pan, pan y al vino, vino”, muy contenido en el uso de su vanidad y su veleidad, e imposibilitado de abusar de su carisma, ¡porque no lo tiene! (Michelle Bachelet sí lo posee y a raudales, pero nunca abusa de él). Esta suerte de autenticidad de patito feo sin carisma alguno, lo hace creíble y único en la jungla devoradora y antropófaga de políticos llenos de egos engordados hasta el vértigo y la náusea.

Por eso es un corredor de fondo, como su proyecto político. Este patito feo, con una carencia de carisma innata, posee para llegar a la meta en su carrera de fondo, dos elementos que lo definen: primero, una mente pragmática, que no es igual a no tener ideas, como muchos afirman, sino es reflexión, prudencia, sensatez y viabilidad de su proyecto; y, segundo, una gran capacidad para escuchar al otro, a la diversidad para articular consensos, como también de trabajar en coaliciones y crear equipos horizontales y simétricos. Con estos elementos está casi, nunca se sabe certeramente en política, asegurada la gobernabilidad, imprescindible para acometer las reformas de gran calado que Chile demanda urgentemente y que están en su Programa de Gobierno. El patito feo, el anticandidato sin carisma, nos la puede asegurar.

Y, quizás, ese sea parte importante de un tipo de carisma que hoy por hoy, con tanto foco y artificios y tanto glamour y marketing electoralista en vitrina, es muy difícil de percibir a primera vista.

Jaime Vieyra-Poseck

Print Friendly, PDF & Email


Tweet



Comentar

Requerido.

Requerido.




 


Critica.cl / subir ▴