Devota del neoliberalismo más salvaje, la Unión Demócrata Independiente (UDI) ha defendido hasta el frenesí y la obsesión la desregulación ilimitada del mercado privado y su autorregulación; ha realizado hasta el paroxismo una cruzada por la anorexia del Estado, otorgándole todo el poder al mercado privado y, por ende, a la todopoderosa clase empresarial y financiera, protagonistas de lujo en la UDI por ser su caja fondo.
Este postulado se ha derrumbado estrepitosamente debido a una crisis generalizada de confianza al sistema neoliberal por la corrupción en EE. UU. de las más importantes empresas de la nueva economía (la digital), traducido en fraudes contables, burbujas especulativas, falta de transparencia y capitalismo de amiguetes. Esta crisis ha lanzado a la economía mundial a un crash bursátil sólo comparable, por su poder de destrucción económica y financiera, a la de los años 20, haciendo perder dinero a medio planeta.
El mercado privado autorregulado como la panacea de toda la existencia humana, ha terminado por convertirse en un fraude, no el mercado privado, sino su autorregulación, por un ejercicio de contabilidad creativa, libertinaje y corrupciones sistémicas de todo tipo que ha terminado provocando la enfermedad moral del capitalismo: una crisis de credibilidad y, por tanto, de legitimidad del sistema de consecuencias aún impredecibles.
Esta forma de administrar el capitalismo que propone la UDI, sólo ha conseguido que mientras los todopoderosos empresarios, en Chile y en el mundo, prosperan, la sociedad se degrada; que mientras crece el capital privado en forma exorbitante, los beneficios de ese crecimiento sólo excluyen a las grandes mayorías.
No es saludable para Chile, país todavía con un superávit en desigualdades sociales, verdadera bomba de tiempo, que un partido político repleto de empresarios y financistas reconvertidos en políticos, administren el Estado. Un país no es una empresa, como nos quiere hacer creer la UDI. Es muy poco probable que un partido empresarial pueda otorgar el equilibrio que tanto se necesita entre, por una parte, Estado y mercado y, por la otra, entre política y mercado.
La asimetría actual a favor del mercado privado autorregulado ha terminado poniendo en peligro la existencia misma del capitalismo y, como sabemos, éste carece de alternativas, lo que agudiza el problema. Por esta crisis ya se ha encendido la luz roja en EEUU que, de país campeón en la desregulación ilimitada del mercado privado, está pasando vertiginosamente a ser paladín de su regulación, materializada en nuevas leyes fiscalizadoras para combatir su descomposición, como también detenciones y posibles encarcelamientos de los empresarios corruptos. Es decir, el Estado fiscalizando al mercado como la única solución a la crisis moral-económica del capitalismo. La corrupción en que ha caído el capitalismo neoliberal salvaje por la autorregulación del mercado privado y la minimización de poder económico y político del Estado tiene a la UDI como su principal apologista. Este partido y sus todopoderosos empresarios, todos fundamentalistas del ultraneoliberalismo antropófago y depredador del bien común de las grandes mayorías, deberían aprender la lección de este crash del capitalismo neoliberal y de la reacción en EE.UU.
Y exhortar, urgentemente, a un reciclaje de su política económica ortodoxa si quieren tener un mejor futuro.
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