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Aprobar el aborto temprano es una cuestión de responsabilidad social y libertad de conciencia, promoverlo es algo muy distinto.

por Felipe Mujica
Artículo publicado el 21/04/2020

Resumen
En el marco del legítimo debate sobre la despenalización del aborto que se está dando en América Latina, comparto una opinión que a simple vista puede resultar paradójica. En concreto, la de una persona que aprueba la despenalización del aborto temprano y, a su vez, considera que es una mala decisión porque contradice su moral cristiana. Podríamos decir que es una opinión religiosa y liberal, compleja como la realidad.

Palabras claves
legalización del aborto, derechos de la mujer, cristianismo, democracia liberal.

 

En diferentes naciones de América Latina, y en Chile, el aborto es un tema, más o menos, tabú, debido al gran manto cultural que ha sido influenciado por diferentes tradiciones religiosas cristianas conservadoras que se oponen a su despenalización. Sin embargo, la lucha social que ha emprendido en este último tiempo parte importante de la población en Argentina para su legalización, ha impulsado el debate sobre el tema. Al respecto, luego de reflexionar ampliamente sobre el tema, quiero hacer referencia a una posición que considero adecuada para enfrentar este complejo asunto y podría iluminar el juicio de otras personas frente a esta temática. Postura que, por cierto, no está exenta de una ideología ético-moral frente al tema y, a su vez, de una cosmovisión natural de la existencia humana. Es preciso destacar que el debate en torno a la despenalización temprana del aborto no necesariamente alude a una valoración de dicho acto. No obstante, considero oportuno exponer una opinión sobre ambas cuestiones, la cual, como he contrastado, coincide con la de otras personas que han logrado ser empáticas con las mujeres que voluntariamente deciden abortar.

Sobre el primer asunto, independiente de mi posición ética frente al tema, sé que muchas mujeres optarán por la decisión de abortar, con o sin destacados argumentos, y por diferentes motivos. A su vez, sé que los argumentos más potentes para defender la vida humana desde el proceso de la fecundación son de índole metafísicos y, por ende, sería incorrecto imponerlos a las demás personas por medio de una autoridad externa, como se hizo en la época medieval (Dewey, 2004), desconociendo que es la propia conciencia la que debe juzgar ese tipo de postulados (Nussbaum, 2010). En este sentido, es legítimo que las mujeres se revelen a cualquier autoridad moral externa de índole religiosa o moral que no respete su libertad de conciencia frente a temas trascendentales. Así es como ha sucedido y muchas mujeres han muerto en actos de clandestinidad y, sobre todo, las que pertenecen a los estratos socioeconómicos más bajos que no pueden optar a clínicas privadas. Por lo tanto, despenalizar el aborto es un acto de responsabilidad social, es un acto pro-vida que protege a las mujeres que han tomado la drástica decisión de abortar. De hecho, basándonos en la concepción del amor cristiano (Mujica, 2019; Scheler, 2010), es un acto de amor hacia esas mujeres por parte de la sociedad, la cual les tiende la mano y les permite retomar su valiosa vida. Sin duda, esta forma progresista de practicar la moral cristiana será la que sobrevivirá en quienes no han perdido su fe y se encuentran abocados a la superación del egoísmo humano.

Mi posición sobre el segundo asunto creo que ya la he desvelado. Considero, en función de mi fe razonada en Dios y mi concepción moral inspirada en el cristianismo, que es fundamental defender el derecho natural a la vida humana y, por ende, desearía que nadie tomase la decisión de abortar, de modo que estoy en contra de la promoción de dicho acto. Al mismo tiempo, anhelo una sociedad más empática, justa y solidaria, o sea, menos opresora e insensible con quienes sufren a diario la pobreza o los diferentes tipos de violencia. Seguramente, en este escenario varias mujeres se sentirían más seguras para enfrentar la dura etapa del embarazo y la maternidad. Puede ser que otras no tanto, porque los motivos para abortar pueden ser muy diversos y algunos pueden ser de índole más inmaterial que material. No obstante, aunque suene redundante, mi posición espiritual, filosófica y teológica es personal, y considero incorrecto intentar negar la diversidad de perspectivas que existen en la sociedad. De lo contrario, ¿cómo puedo pedir respeto por mis legítimas ideas metafísicas si no respeto las de los demás, o, incluso, la ausencia de ellas? Justamente, Nussbaum (2010) bien explica que “a los seres humanos les resulta difícil sostener la igualdad y el respeto por la igualdad. Especialmente en el tema de la religión (…)” (p. 12). Definitivamente, aprobar la despenalización del aborto es una cuestión social muy necesaria y promoverlo es otro asunto muy diferente.

Referencias bibliográficas
Dewey, J. (2004). Educación y Democracia (6ª ed.). Madrid: Morata.

Mujica, F. (2019). Formación emocional con un sentido moral humanista-cristiano: análisis en función del amor. Paulo Freire. Revista de Pedagogía Crítica, 17(21), 126-141.

Nussbaum, M. (2010). Libertad de conciencia: el ataque a la igualdad de respeto. Madrid: Katz.

Scheler, M. (2010). Amor y conocimiento. Y otros escritos. Madrid: Palabra.

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