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Pensamiento Mágico En Nuestro Tiempo.

por Felipe Seguel Yáñez
Artículo publicado el 16/10/2015

Las manifestaciones chamánicas, la tradición de espíritus aún viven en nuestros tiempos, la época de dioses y pensamiento mágico habitan espacios concretos del día a día, pese al grado de información y tecnificación que han alcanzado nuestras sociedades.
El chamanismo se refiere a una clase de creencias y prácticas que aseguran la capacidad de diagnosticar, curar o provocar el sufrimiento del ser humano. Los chamanes son en ese campo una especie de “intermediarios” entre el mundo de los “espíritus” y el mundo “real” del que asumen capacidad de controlar, profetizar o interferir a través de visiones y rituales.
En la antesala de partido de fútbol entre las selecciones de Chile y Perú fuimos testigos de un hecho curioso, salido de las páginas de otro tiempo: “chamanes” o “hechiceros” peruanos pidieron por el triunfo de la selección de su país y de paso, por el mal desempeño del seleccionado chileno, en especial de Alexis Sánchez, a quien se involucró de manera simbólica con una tortuga en el curioso ritual, con objeto de disminuir su velocidad y mermar su aspecto físico en el campo. Pese a lo gracioso que pueda resultar este hecho, no es aislado, desde los albores de la humanidad han existido ceremonias que invocan poderes mágicos a favor o en contra de una persona, como por ejemplo rituales de África Occidental y de la religión vudú que más tarde sería adoptada en América, especialmente zonas del Caribe con sus propias modificaciones. De esta cultura proviene la famosa imagen de un muñeco que representa a una persona sobre la que se puede ejercer “el bien o el mal”, bajo las acciones que realice “un brujo” sobre dicho muñeco.
Estas tradiciones ancestrales son una relación entre el hombre y la magia, un diálogo continuo entre el hombre y el destino, al controlar variables azarosas a través de una ceremonia.
¿El chamán peruano pudo interferir en el resultado del partido?
Las preguntas que nos podemos formular frente a estos fenómenos son innumerables:
¿Cuál es la conexión entre los rituales observados por televisión, la tortuga y el detrimento futbolístico del jugador?
¿De qué modo lo que deseo para un tercero puede afectarlo sin tener contacto directo con él?
Estas preguntas no se responden desde la lógica, sino desde las creencias que explican causas y efectos fundamentados en relaciones no demostrables.
Si lo pensamos bien, nuestros primeros dioses fueron el Sol, la Lluvia, la Luna, los Planetas y un sinnúmero de sucesos meteorológicos, configurando así argumentos religioso-explicativo de los fenómenos naturales. En ese contexto, la religión jugó un papel crucial sistematizando estas relaciones de manera jerárquica, dando paso a dioses, mitos, ritos, elaborando intrincadas historias, explicando por primera vez a través de sus artistas, clases dirigentes y sacerdotes los fenómenos de un mundo que se presenta incomprensible.
Precisamente las grandes observaciones y admirables aciertos de la antigüedad tienen relación con el estudio de los fenómenos celestes, el ciclo solar y lunar alcanzaron sorprendente exactitud, la elaboración de calendarios estuvo presente en diversas culturas y en todos los continentes. Su importancia no solo fue religiosa, sino también económica, la predicción de la crecida de los ríos y las estaciones fue fundamental para el desarrollo agrícola, y por ende de las civilizaciones.
Pero la relación entre el hombre y la naturaleza no terminó allí, no solo entabló una relación con el hecho objetivo “lluvia”, sino que personificó e imploró a la fuerza superior “Lluvia” para permitir una buena la cosecha. Chaac para los mayas, Zeus o Urano en relación a este fenómeno en la cultura griega y romana, como Tláloc para los aztecas, existe una divinidad que asume o controla un fenómeno observable, existe un “Señor”, una explicación divina detrás de los hechos. A través de ese vínculo, el hombre es capaz de comunicarse con sus dioses y entablar diálogo directo con ellos, a través de peticiones, ofrendas, oraciones, deseos, augurios intermediados por rituales, de algún modo, el hombre generó cierto poder sobre los hechos independientes a él en esa relación.
Y en cierto sentido, todas las religiones establecen ese nexo con la divinidad que se adora, compartiendo con las tradiciones mágicas y chamánicas predecesoras una característica común: comunicarse por algún medio con Dios y dar cierta tranquilidad psíquica a quienes las practican, generando cierto grado de control sobre algo que naturalmente no se tiene.
En Mesoamérica, la concepción de que el Dios Sol durante la noche viajaba al inframundo para enfrentare a los señores de la muerte, o que el alimento necesario para esta divinidad era sangre humana, según las variaciones que podamos encontrar de este relato en las culturas mayas, toltecas o aztecas, motivó un sinnúmero de sacrificios y torturas, el resultado de la concepción del ciclo del día y la noche fue atroz. Se estima que los aztecas sacrificaron entre 14.000 y 20.000 víctimas durante 4 días. Como apreciamos a través de la historias, las consecuencias de no establecer una relación correcta entre lo que que se observa y lo que se concluye no siempre es inocente.
Pero alejémonos de la cultura chamánica y de las primeras religiones, durante la inquisición católica se persiguió, hostigó a miles de “herejes” y se realizaron toda clase de juicios ilógicos contra los acusados, incluso se llegó a condenar animales en los “Tribunales de la Santa Iglesia”. La concepción mágica tiene sus riesgos.
Hoy en día existen formas muchos más sutiles y menos impactantes de pensamiento y relación mágica. Nos reiríamos de los aztecas, sabemos que la sangre no es necesaria para que el sol vuelva a salir, pero si abrimos un periódico o una revista encontramos aseveraciones de como las siguientes:
“Qué regalar a una Mujer Libra”,
“Características del Hombre Tauro”,
“Sepa cómo atraer las buenas energías”,
“Conozca que le depara el futuro”, formas más sutiles, camufladas de magia, en un espacio tecnológico que no escapa de lo chamánico.
La irrupción de corrientes de pensamiento no demostradas, “alternativas”, donde el vínculo entre lo observado y lo concluido no se sustenta de manera científica abundan bajo el concepto de “espiritualidad”. El tarot, las “artes adivinatorias”, son pruebas de cierto control sobre el azar, la idea destino, la parsimonia con la que se eligen las cartas y su significado mágico nos vuelven a conectar con ideas de tiempos remotos.
Y aunque las consecuencias de estas creencias sean “inocentes”, lo chamánico persiste, reclamando aún hoy el control de un futuro que no tenemos.
¿Cuántas de nuestras creencias arraigadas, ni si quiera cuestionadas, tienen sustrato mágico?
¿Será una necesidad psíquica poder controlar, predecir de cierto modo el futuro?
¿Será una necesidad psíquica entablar comunicación con un ente superior?
En cierta medida, quizás en ello radique el éxito de los “iluminados”, de las religiones, de los chamanes, en dar cierto control sobre lo que nos depara el futuro, protegiéndonos de la incertidumbre, invocando fuerzas superiores; la misericordia divina. Nuestra psiquis finalmente es la que se mueve entre los hechos, entre lo observable y lo que esperamos que sea. Los goles de Alexis Sánchez, fueron la prueba empírica de ese error.

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