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¿Qué papel juega el misticismo en la religión?

por Raul Quintana Selleras
Artículo publicado el 10/08/2017

El misticismo puede definirse como una “experiencia directa de la realidad última” [1], a través de la cual los creyentes buscan alcanzar un espacio trascendente. Además, el misticismo se divide en esencialismo (define que todas las religiones comparten ideas comunes) y empirismo (valora aportaciones lingüísticas, históricas y culturales) [1]. De hecho, un gran número de creyentes clasifican diferentes experiencias que consideran sobrenaturales como evidencias místicas y éstas terminan conformando toda la evidencia que los devotos necesitan para justificar sus creencias. Por lo tanto, el misticismo vive en el centro de las experiencias religiosas y, se relaciona enérgicamente con las expresiones de fe.

A pesar de que el misticismo es un fenómeno único, indefinible, misterioso y complejo que depende de testimonios subjetivos, el misticismo nutre a las religiones y vigoriza los mensajes de éstas [1]. Sin ninguna duda, el judaísmo no sería tan popular sin las visiones de Ezequiel; ni el cristianismo, sin la transfiguración de Jesús. Además, los indígenas norteamericanos, como los shoshones, confían ciegamente en viajes astrales y experiencias místicas durante sus rituales religiosos y ritos de paso o iniciación. Los hindúes intentan escapar de maya (representación del mundo como una ilusión) y samsara (ciclo repetitivo de nacimiento, vida, muerte y encarnación) para llegar hasta el estado de moksha (liberación espiritual), a través de la meditación mística (yoga), el silencio (yāna) o el ruido (bhakti). Los movimientos pentecostales afirman que pueden relacionarse con el Espíritu Santo. Las prácticas de santería, como el Yoruba afrocubano y el Vudú haitiano, se valen de posesiones espirituales y estados de trance que aumentan la credibilidad de los oficiantes a los ojos de los creyentes.

En síntesis, las religiones, en su gran mayoría, comparten aspectos comunes en tanto se alían a la fe y al misticismo para lograr un vínculo de comunicación desde lo terrenal hacia lo divino. En primer lugar, la fe les facilita a los creyentes aceptar la existencia de un plano sobrenatural, ya que la mayoría de los devotos no perciben experiencias místicas individuales [1]. En segundo lugar, el misticismo interactúa con las prácticas religiosas tradicionales, permitiéndoles a los creyentes relacionarse con una verdad superior y una realidad trascendente. Aunque los procesos mencionados anteriormente no se manifiestan necesariamente de una forma predecible, ambos resultan vitales para mantener en pie los principios y las creencias fundamentales de la religión –sea cual fuese su denominación–.

De manera similar, la experiencia mística es tan poderosa, efectiva y eficiente que algunas culturas, como las sociedades aborígenes australianas, ni siquiera poseen una palabra para definir el concepto de “religión” [1]. Tales culturas mezclan la religión, el misticismo y la realidad, siendo todos estos procesos parte del mismo contexto. De hecho, la experiencia mística no está basada en el pensamiento ni en la racionalidad, sino en una sencillez plena y abarcadora: Al-Ghazali, Tomás de Aquino y Lao-Tse consideraban que el misticismo precedía al conocimiento [1]. El misticismo es el núcleo de las experiencias religiosas y generalmente contribuye a fortalecer las prácticas, los rituales y las creencias espirituales, alimentando a los fieles con bocados de lo divino.

 

Trabajos Citados
[1] Carmody, D. y Carmody, J. “Mysticism: Holiness East and West.” New York: Oxford University Press, 1996. Print.
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