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La noche de los asesinos
de José Triana.

por Sara Sánchez Nistal
Artículo publicado el 02/06/2020

Resumen
Nos adentramos a analizar la obra del dramaturgo cubano José Triana, La noche de los asesinos. A través de esta representación nos disponemos a conocer las profundidades y los conflictos de una familia: tres hermanos juegan a simular el asesinato de sus padres. Sin embargo, esta historia nos plantea la cuestión entre el límite de la realidad y de la ficción: ¿queda esto en un simple juego?

Palabras clave: José Triana, La noche de los asesinos, realidad, ficción, juego, familia.

 

Esta obra es una de las más importantes y representativas del teatro cubano, siendo su autor, José Triana, uno de los más destacables. Se representó por primera vez en La Habana en 1964, aunque poco después emprendió una gira mundial llegando a tener un éxito internacional.

La noche de los asesinos abre ante los espectadores una brecha, un abismo entre la realidad y la ficción, muy sutil pero a su vez muy profundo: ¿dónde acaba el juego y dónde comienza la vida real? Beba, Lalo y Cuca son tres hermanos que juegan a simular el asesinato de sus padres que, parece, ya ha sido representado más veces. Entran en el juego, y por tanto en escena, personajes imaginarios, doblados por los propios protagonistas, que descubren el supuesto asesinato y llevan a Lalo a juicio. Una vez se resuelve el interrogatorio el juego comienza de nuevo:

BEBA: (Seria de nuevo.) Está bien ahora me toca a mí

Desde este punto reconocemos la profundidad simbólica y de significado de la obra, que va mucho más allá de lo puramente físico o visual: la muerte de los padres, que es en realidad la ruptura con la autoridad, concretamente la autoridad paterna, escondida en nuestro subconsciente y que es capaz de rescatar y mostrar nuestros traumas y conflictos más profundos, pero quizá también como única forma de alcanzar la verdadera libertad e independencia: “La “noche” del título de la obra, que sugiere la oscuridad del yo profundo; el cuarto con su contenido incoherente, la obsesionante insistencia en objetos aparentemente banales, los desdoblamientos de personalidad, el juego pueril que contrasta con la edad de los jóvenes, no dejan duda sobre el nivel subconsciente y alucinante del drama”.[1] Por ello, Triana pretende transmitir aquí un mensaje del subconsciente, de lo psicológico, aunque también se ha llegado a relacionar con un mensaje político o ideológico: la ruptura de Cuba con la imposición, la falta de libertad, la autoridad paternal e incluso la ruptura con su propio padre: Fidel Castro.

Es por ello que reconocemos que el peso principal recae sobre los personajes y sus luchas: entre ellos y consigo mismos. Son tres únicos protagonistas que representan al resto pero que a su vez luchan por no parecerse a ellos: la lucha individual por ser o no ser un personaje que es en realidad la representación física de sus miedos. Aparece así la importancia de la caracterización y el lenguaje propio de cada uno de ellos. Los personajes se diferencian más por sus actos que por su lenguaje y la violencia aparece como factor común entre ellos tres, esa violencia del habla, de las acotaciones, pero sobre todo de acciones que parecen de algún modo heredar de sus padres.

Si bien es cierto que podemos hablar de personajes tipo, sin un gran desarrollo psicológico que se mueven de forma bilateral entre ser la víctima o el verdugo: la víctima que quiere escapar de la escena, o el verdugo que explota su trauma donde más duele. De este modo en un principio podemos reconocer un conflicto principal entre un empoderado Lalo y una Cuca sumisa pero que, a medida que avanza la obra, parecen recobrar fuerza los personajes femeninos que someten a Lalo. De este modo la estructura circular que reconocemos en la obra no sólo afecta a su organización sino a sus personajes: un constante ir y venir que también forma parte del juego.

En base a esto resulta interesante analizar más profundamente la circularidad de la obra y su simbolismo. La estructura circular tiene un gran poder a nivel estructural pues, no sólo aporta un gran dinamismo y agilidad, sino que potencia la idea del juego, un juego condenado a repetirse por cada uno de los personajes, condenado a representarse una y otra vez hasta que la ficción supere a la realidad: “Los hermanos están envueltos en un espiral que no terminará nunca porque nunca llegarán a alcanzar los objetivos fundamentales que motivan su comportamiento”.[2] De algún modo, espacio, tiempo y personajes consiguen aunarse bajo un sentido cíclico, todo comienza donde acaba y viceversa: la realidad, la ficción, el juego, los dobles, los personajes…

Todo ello aparece potenciado por el lenguaje, un lenguaje simbólico y muy sugestivo: desde el comienzo se prepara la acción y el espacio para la muerte, incluso de forma obsesiva: la repetición de palabras, el uso de elementos como el cuchillo, la sangre, el sonido… un ambiente generado también sutilmente por las acciones de los personajes. Sin embargo, a través del mismo lenguaje se pretende destruir la realidad, lo conocido: a medida que nos acercamos al juego y a la fantasía, nos alejamos de lo conocido. La realidad se deconstruye a través del lenguaje también de forma repetitiva y obsesiva: «La sala no es la sala. La sala es la cocina. El cuarto no es el cuarto. El cuarto es el inodoro».

Por todo ello podemos reconocer que se trata de una obra cargada de significado y de acción, a través de los personajes, de lo visual y lo auditivo, pero también a través del simbolismo, de un espacio-tiempo que separa la acción en dos planos: lo real y lo representado, lo profundo y lo superficial, el juego y la verdad, pero que se une bajo una obra y una “metaobra” condenada a repetirse: “Ese espacio, que carece de principio y de fin, sumerge a los personajes en un mundo sin posibilidades, sin alternativas, pues implica un infinito retorno a aquello que incluso carece de punto de partida.”[3]

 

BIBLIOGRAFÍA
Colín Medina, H. (2019). ‘La noche de los asesinos’, de José Triana: una mirada desde el doble. Revista de estudios filológicos, nº 37.

Meléndez, P. (1983). El espacio dramático como signo: La noche de los asesinos de José Triana. Latin American Theatre Review, pp. 25-35.

Neglia, E. G. (1980). El asedio a la casa: un estudio del decorado en La noche de los asesinos. Revista Iberoamericana, 46(110), pp. 139-149.

NOTAS
[1] Neglia, E. G. (1980). El asedio a la casa: un estudio del decorado en La noche de los asesinos. Revista Iberoamericana, 46 (110), p. 143
[2] Colín Medina, H. (2019). ‘La noche de los asesinos’, de José Triana: una mirada desde el doble. Revista de estudios filológicos, nº 37, p. 21-22
[3] Meléndez, P. (1983). El espacio dramático como signo: La noche de los asesinos de José Triana. Latin American Theatre Review, p. 30.

 

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