INTRODUCCIÓN
En esta investigación se pretende llevar a cabo, tan sólo una breve aproximación a responder la pregunta: ¿El Príncipe de Nicolás Maquiavelo es un libro ético desde la perspectiva de Aristóteles? En sí, se tiene por caso exponer los argumentos necesarios para obtener una contestación tanto positiva o negativa del cuestionamiento. De este modo, esbozaré los principios de Aristóteles en su obra célebre: Ética a Nicómaco (escrito en el siglo IV a.n.e.)(1), y presentaré los fundamentos de Nicolás Maquiavelo en su publicación más gloriosa: El Príncipe (escrito en año 1513 d.n.e.). (2)
Sin embargo, para contestar tal interrogante es necesario mencionar los capítulos de esta investigación: En el primero, se expondrán los postulados éticos de cada autor (3). En el segundo, se argumentará si existe relación alguna entre los principios éticos. Y en el tercero, se finalizará con una conclusión que responde a la pregunta de título, de forma categórica y absoluta.
También, cabe destacar, que la secuencia y el desarrollo del primer capítulo, partirá con Aristóteles y consecutivamente con Maquiavelo; mientras que los otros dos capítulos serán redactados de manera entrelazada. De esta forma, ya explicitado el procedimiento de la investigación, el lector no debe olvidar que la luz comprensiva que orienta la trayectoria de este escrito, es la necesidad de examinar, previamente, lo que entendemos por ética, y de evidenciar en la práctica los principios que los autores han circunscrito en el desarrollo de la humanidad occidental.
CAPÍTULO I
POSTULADOS ÉTICOS
1.1 De Aristóteles:
El libro Ética a Nicómaco(4) constituye una de las bases fundamentales del pensamiento ético griego, las cuales mantiene una visión crítica. Se puede apreciar la distinción que se refiere a la ética como el gobierno de uno mismo, frente a la política, que es el gobierno de los demás. Desde este punto, la ética, en la plenitud del hombre tomado en sí mismo, se ejecuta estrictamente a lo privado, y la política en oposición a ella, concierna a lo que se puede llamar la ética pública. Empero, no se trata de una oposición, sino de una continuidad.
Aristóteles, no propone un bien trascendental, integrador y universal, sino que se demora en el análisis de la diversidad del carácter humano y lo recoge, quizás como una visión psicológica que se invierte en el procedimiento platónico al alcance una señal del bien supremo. En el texto se investiga la inmanencia de las acciones humanas y trata de esclarecer la relación del sujeto con el bien supremo, pero no de los principios mismos de la acción, y no, con las reparaciones a un fin vital. De modo, que la ética vuelve su lectura algo difícil de comprender en algunos capítulos.
A partir de lo anterior, Aristóteles matiza la directriz hacia el fin y el sentido de ordenar las acciones humanas, por lo tanto, es posible observar en tendencia al sentido, y a la significación, es decir, que la acción humana no la mueve sólo un propósito, sino también un sentido. Por ende, la razón capital reside en el esclarecimiento, y de la naturaleza del bien que anhela la acción. Ya que ese bien, no es universal, sino el bien de cada uno, o el bien propio; cuya satisfacción personal puede implicar conflicto con el orden del otro. Sin embargo, la ética, como el gobierno de uno mismo, acude a los principios de la recta razón para armonizar y concordar el bien individual, y por supuesto con el bien colectivo.
La identidad del bien privado y del bien público es lo que caracteriza al hombre virtuoso, y al mismo tiempo, es el producto de la razón y el deseo; y que éste a su vez, es la satisfacción de un bien. Aunque de éste, es el bien superior a todos los bienes, a medida que se originen todas las acciones, y de ésta es la felicidad. Si bien es cierto, la creación de la felicidad requiere de ciertas condiciones que no suelen hallarse a disposición cualquiera porque su búsqueda implica por un lado la virtud, y por el otro, el entendimiento. Y la relación de ambas, se establece los aspectos racionales e irracionales.
De los aspectos racionales e irracionales suelen discrepar o dividirse, gracias al predominio de las pasiones o los deseos por sobre las facultades de la razón. Por ejemplo, la pasión o las riquezas, puede separar lo racional y lo irracional, y su búsqueda se vuelve un fin mismo cuando la razón y la pasión se corrompen. Aunque, el placer o las riquezas, siendo un añadido a las entidades nobles, actúa como una herramienta a un medio que permite asegurar la felicidad que suele separarse, y de encontrarse a sí misma. Entonces, la recta hacia la felicidad puede ser muy diversa, pero todo instrumento o herramienta, el hombre lo puede escoger por sí mismo.
La ética, tal como expone el griego, no consiste en una ciencia sistemática, y el conocimiento teórico del bien y de la virtud, no asegura la actividad para lograr el acceso. De esta forma, la realización de la virtud es el resultado de esta actividad, el de la acción; y de ahí que las dos nociones de virtud: la ética y la dianoética, es decir, la virtud moral y la virtud intelectual, no se relacionan, ya que una no determina la otra. Así, la ética permite elaborar un sujeto del deseo, pero no en el sentido de la perversión. Por lo tanto, el individuo del deseo propuesto por Aristóteles es un sujeto que retrocede frente al imperativo deseante y constituye así un individuo ético, un sujeto que se gobierna a sí mismo.
Ahora bien, cuando Aristóteles explica la felicidad como la concordancia del hombre del deseo con el sujeto ético, cuyo marco de una coherencia se orienta en la proporción entre: la ética individual y el de la ética pública. Las diferencias entre los dos sujetos es lo que permite elaborar todos los niveles y las formas de la desviación ética, entre ellas: la incontinencia, las pasiones, el desenfreno, etc. Empero, el concepto de justo medio, es el lugar ético por excelencia donde se asienta el pensamiento aristotélico, ya que se encuentra en la proporción justa respecto de los extremos, sean estos por exceso o por defecto. Por ejemplo: la mezquindad es el defecto de la generosidad; y el despilfarro, es su exceso.
De lo anterior, la ética se sitúa en la descripción de los comportamientos y en las consecuencias morales que pueden deducirse de ellos. Y al no existir una ciencia de la ética, no puede existir una ley escrita sobre sus preceptos. Entones, el conocimiento no asegura la virtud. En efecto, la virtud no se debe a un “por qué”, sino que le basta “ser” virtud, ya que no puede ser objeto de una solicitud de principios, y su requisito es la señal de la imposibilidad de acceder a ella. Es por esto, que la virtud moral es ejercicio constante y no de un conocimiento teórico, es decir, que el conocimiento concurre a la virtud para facilitar su consolidación, pero no puede reproducirla como resultado de su aplicación.
1.2 De Maquiavelo:
Maquiavelo es un hombre que estudia racionalmente la política, pero sin pretensiones de cientificidad. Si bien es cierto, quiere identificar las reglas que rigen el quehacer político; y éstas, según Maquiavelo, nunca o casi nunca fallan. Son reglas probabilísticas, por consiguiente, persiste en un margen de incertidumbre. No son leyes científicas, en el sentido positivista de la expresión.
Maquiavelo se pregunta qué es, en última instancia, lo real: la virtud o la fortuna. Establece entre ambas una ecuación que está casi perfectamente balanceada; porque hay algo que es aproximadamente la mitad que escapa a la virtud, es decir, al control y la previsión racional. Y esa mitad sólo se puede dominar parcialmente. Por esto, Maquiavelo confía en las posibilidades de la razón, pero tampoco es radicalmente optimista respecto de sus posibilidades. Por eso, sus afirmaciones, pese a que son categóricas en la forma, siempre hay que remitirlas a ciertos supuestos que cambian de acuerdo a las circunstancias. En sí, para el florentino el mundo político no es algo absoluto, sino más bien relativo, por tal motivo, es incompatible con la rigidez.
En consecuencia, los hombres éticos para Maquiavelo, deben de saber adaptarse a los tiempos, si quieren sobrevivir exitosamente o, por lo menos, hacer llevaderas sus existencias en un tiempo que está en constante transformación. La célebre frase “El fin justifica los medios”(5) se le atribuye al florentino, pero él jamás la escribió, pero si la hubiese enunciado, estaría incurriendo en contradicciones, porque para él hay medios que siempre están prohibidos. Además, tal frase supone una claridad de fines que no se aviene con el relativismo y el carácter ético y político de su pensamiento. Tal vez, es el conjunto de frases que mejor retrata las interpretaciones de El Príncipe. (6)
Desde esta perspectiva, para el florentino, la política es originariamente un producto de nuestros vicios, no de nuestras virtudes. Si todos los seres humanos fuéramos buenos, virtuosos, sensatos, razonables, prudentes y angelicales, no sería necesaria la política, ni el Estado, ni los tribunales de justicia, ni los sacerdotes confesores, ni los psiquiatras, ni los abogados penalistas. De modo que, la política es necesaria y los políticos también.
En definitiva, el pensamiento ético de Maquiavelo, reconoce los fueros de la razón, pero que es contrario al racionalismo, al determinismo y a los mecanicismos sistemáticos del “qué hacer” y del “deber ser”, resultado a que los gobernantes, o tanto, como el pueblo han de estar por sobre la ética, la moral y de las leyes vigentes para conseguir sus objetivos o llevar a cabo sus planes. Aunque con todo, él no es el primer relativista, ni el primero en poner de relieve la ética frente a los excesos del poder, ni la índole ordenadora del mismo. En lo que a este punto concierne, Maquiavelo sería un diseñador de la posmodernidad ética y política, con todas las ambigüedades morales que ella posee, incluido el escepticismo, su cinismo y sus reversos, es decir, la necesidad de creer en algo con la ayuda de la hipocresía.
CAPÍTULO II
ENTRE LOS PRINCIPIOS ÉTICOS
Maquiavelo comienza con una de dedicatoria a Lorenzo de Medici: “…deseando, pues, presentarme ante Vuestra Magnificencia con algún testimonio de mi sometimiento, no he encontrado entre lo poco que poseo nada que me sea más caro o que tanto estime como el conocimiento de las acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y a una incesante de las antiguas.”(7) El florentino, expresa que su conocimiento se acentúa en las acciones de los hombres frente a una serie de comportamientos o virtudes que un príncipe(8) debe conocer para controlar, ordenar y manejar un determinado territorio con sus habitantes más próximos a él.
De lo anterior, se interpreta que existen métodos a utilizar el en ámbito político, ya que estos, son la esencia “de llevar a cabo todo acto” de una forma justificable para mantener la paz y la felicidad de una comunidad. Es este sentido, es en donde la virtud de Maquiavelo difiere de las definiciones clásicas, principalmente de la visión Aristotélica, comprendidas como un punto medio entre el vicio por exceso y por defecto.(9) Es más el florentino define la palabra virtud como “…una manera tal, que puede ser contradictorio decir que un príncipe fuerte o exitoso puede no ser un hombre virtuoso.”(10) Lo que puede inferirse, es que concurren en dos dimensiones: por un lado, la significación moral de la virtud,(11) y las aptitudes propias que hacen que el príncipe logre su propio fin.
En relación a la primera, Aristóteles expone que no existe un método para estos fines, sino distintos modos de proceder a diversos problemas del hombre, que se explicita en la siguiente cita: De modo que, “si hay algún fin de todos los actos, éste será el bien realizable, y éstos si hay varios… Llamamos más perfecto al que se persigue por sí mismo que al que se busca por otra cosa, y al que nunca se elige por otra cosa, más que a los que se eligen a la vez por sí mismos y por otro fin, y en general consideramos perfecto lo que se elige siempre por sí mismo y nunca por otra.”(12) De lo que se puede interpretar que, si hay un fin de nuestros actos querido por sí mismo, y los demás por él, y si no elegimos todo en razón de otra cosa, está claro que ese fin sería el bien y lo óptimo. Por lo que, también se deduce que, la existencia de un fin confirmado por las acciones a realizar, visualizando el bien público, o de lo contrario nuestros deseos, es decir, el bien privado; es el propio acto del deseo el que sería en vano, porque sin razón alguna del hecho en sí, yacerían en las aptitudes propias del príncipe (13) que puede dar a conocer rotundamente su propio desenlace.
Por otra parte, las acciones para Maquiavelo son relativas. Porque según él, lo importante es de conservar el poder, y para ello, es necesario mantener una estrecha relación moral con el pueblo. Ya que los hombres que gobiernan “éticamente”, pueden perder sus principados. Según el florentino, por dos causas: ya sea porque no cuentan con un ejército capaz de defender su territorio; o bien porque el pueblo no le es leal al príncipe, por lo que confabula en su contra.(14) Argumentada en la siguiente cita: “…aun cuando en el exterior estén las cosas tranquilas, queda el temor de que los súbditos tramen una conjuración en secreto; y de eso el príncipe se puede defender bastante bien evitando que le odien y le desprecien, y haciendo que el pueblo esté satisfecho con él…”(15)
Por lo tanto, se logra el objetivo de analizar, que la relación del gobernante debe ser óptima con el pueblo, siendo la virtud del príncipe el enlace entre ellos. El concepto de virtud de Maquiavelo, así entendida, se nos presenta como un instrumento perfecto de dominación. Y lo importante, es cómo el pueblo percibe a quien lo gobierna. A la vez, no es necesario que el príncipe sea, en efecto, un hombre totalmente virtuoso.(16) Sino que el príncipe se muestre al público tal cual es, al momento de dirigirse a su pueblo, y por ende, ostenta los rasgos de virtuosidad, ya que el pueblo observa en él una figura a seguir, es decir, un modelo correcto de felicidad.
Por otra parte, desde la perspectiva clásica, la evaluación procede a partir de esquemas lógicamente independientes de la especificación del “érgon.”(17) El juicio de que ciertos usos de la razón son buenos no está fundado sobre una consideración teórica de las formas de hacer, sino que las virtudes son principios prácticos de “intentar ser” un excelente hombre, a través de que éstas se constituyan en una pluralidad.(18)
Aristóteles escribe: “…si hay varias excelencias, (el bien humano es actividad)…” conforme a la mejor (teleiotaten). (19) Palabra griega, que suele traducirse como las “la más perfecta”, es decir, consiste en actuar conforme a una sola virtud, de esta es la “felicidad”, explicándose que: “si la felicidad es actividad conforme a la virtud, es razonable que sea (actividad) conforme a la más alta; y que ésta será la de lo mejor(…) Que esto sea el intelecto (nous) u otra cosa que se piense que por naturaleza nos rige y nos guía y tiene noticia de las cosas nobles y divinas(…) la actividad conforme a su peculiar virtud será la felicidad completa (téleia). Que (esta actividad) es contemplativa (…)”(20) Sin embargo, la felicidad perfecta incluye el ejercicio de las virtudes morales, lo correcto sería parte del bien que es propia de los hombres, y es que a su vez, también es la contemplación de toda acción particular por el bien óptimo de todos.
Es por esto, que el florentino difiere de Aristóteles, haciendo hincapié en dos cosas: la primera, que en esta sección en particular, fuertemente se conciba al príncipe como una persona totalmente distinta a la del pueblo; y la segunda, que el pueblo sea considerado como una entidad veleidosa, de la cual el gobernante no se puede fiar. Ambas cosas, se pueden constatar en la siguiente cita: “porque, en general, se puede afirmar que los hombres son ingratos, inconstantes, falsos y fingidores, cobardes ante el peligro y ávidos de riqueza; y mientras les beneficias, son todos tuyos (…), cuando la necesidad está lejos; pero cuando la necesidad se acerca te dan la espalda, así que el príncipe que haya confiado por completo en sus palabras y no disponga de otras defensas, se hundirá.”(21) Por ende, para explicar la relación entre: príncipe-virtudes y pueblo, podríamos esbozar que la gran educación en contrapartida a los que, al no estar instruidos, están más cerca de las ignorancias, por lo tanto, más cerca de las emociones y más lejos de la razón. Por lo tanto, las virtudes del príncipe están más bien dirigidas a un “hacer sentir la felicidad,” a un pueblo que obra correctamente en función específica de un sólo hombre.(22)
En consistencia, la visión ética de Maquiavelo es completamente pesimista lo que resulta evidente para el bien público. De esto, podría interpretarse que la bondad, la moral es algo irrelevante al momento de conservar el poder, lo que en distinción a los postulados de Aristóteles, es una acción inmoral y, con justa causa apuntarían a su esencia. En vista de este juicio parecería ser acertado; sin embargo, si se leen detenidamente las enseñanzas del florentino.
En un comienzo, siguiendo la tradición clásica, tanto lo moral como lo útil van tomados de la mano. Pero en caso contrario, lo moral debe ceder ante lo útil. De esto, se puede inferir que las nociones de Maquiavelo se fundamentan en que los ideales de moral y de política son independientes, cuyo conflicto entre ellos, suele determinarse que el primero debe ser mutilado. En cambio, la ética y la política en los argumentos del florentino tienen un fin más claro, que es conservar el poder dentro de un Principado para la protección de sus habitantes; aunque frente a un caso particular, el príncipe debe ser capaz de distinguir con su prudencia, si la ejecución de un acto compromete el fin superior del Estado. Si no lo compromete, su obrar debe ser recto; en tal caso, lo útil y lo moral siguen la misma dirección. Por el contrario, si dicho proceder compromete la conservación del poder, inmediatamente, lo moral y lo útil se dividen. Dicha separación no se da asimismo, sino que en virtud de ciertas necesidades. No obstante, lo útil supone la capacidad de conservar y asegurar el Estado, pero esto no es un fin en sí mismo, sino que es la única forma de mantener un Estado libre y menos expuesto a invasiones extranjeras; consiguiendo así el bienestar de sus súbditos. Por lo que, si el príncipe incurre en acciones no éticas en pos de la conservación del Principado, él no se libra de ser tildado de inmoral, ya que, como hemos mencionado, las ideas de moral y de política manifiestan una existencia independiente. Es por esto, que Maquiavelo no cree que un príncipe fuerte y exitoso se sitúe a sí mismo más allá del alcance de la desaprobación moral.(23)
De lo anterior, si contrastamos el concepto de virtud del florentino en su esencia, con aquel dado por Aristóteles (“Sólo hay una manera de ser bueno, y muchas de ser malo.”).(24) Confrontaríamos con un hábito selectivo que consiste en un término medio relativo a nosotros, determinado por la razón, y por la cual decidiría el hombre prudente. De esta forma, las diferencias son bastante pronunciadas. Por ejemplo, si la experiencia de Maquiavelo le sugiere que el acto moral bueno esté en concordancia con la naturaleza, establecería ciertas reglas para que existan buenas intenciones, y de estar obligada a actuar en contra de la ley natural de los hombres.
En síntesis, es indiscutible que el concepto de virtud en ambos autores se desarrolla en distintos contextos, y por lo demás atendiendo a fines disonantes. Por un lado, Maquiavelo dirige su obra a la conservación del poder del Estado y, por el otro, Aristóteles define las racionalidades y acciones del hombre. Sin embargo, la conservación del poder perfectamente podría ser un actuar racional conforme a la virtud, en el sentido en que Aristóteles lo presenta. Por ejemplo, el ser justo aun cuando eso traiga consecuencias negativas en uno mismo, es una forma en que los fines coinciden correlativamente. Cuya incoherencia se demuestra al obrar correctamente, no siempre implica que el Estado o la persona están en una reflexión dirigida. Ya que conforme al concepto de virtud, por lo general, es el de guía. Es decir, ella muestra lo que es bueno. En esta línea, lo que es más bueno y mejor para el florentino no es lo más bueno y mejor para Aristóteles. A pesar de que en teoría ambos fines no son contradictorios entre sí, por lo que en la práctica sí lo son, a medida de cómo ambos visualizan el bien común, sea por el Estado o el bien supremo.
CAPÍTULO III
A MODO DE CONCLUSIÓN
La respuesta que se concluye de la pregunta de título, es absolutamente no. No tiene relación alguna. Principalmente, porque para el astuto Maquiavelo la virtud es un instrumento necesario para conservar el poder en un Estado. No obstante, para el buen Aristóteles, la virtud es considerada como la perfección de la voluntad o el hábito selectivo que consiste en un término medio (entre el exceso y el defecto) relativo a nosotros, establecido por la razón, y por la cual decidiría el hombre prudente. En cambio para el florentino, enfatiza que sólo el príncipe debe ser un hombre prudente, ya que él es el modelo de hombre para un pueblo abatido por la tradición y la costumbre. Además, de comprenderlo como un gobernador que evitará el oprobio de los vicios que le puedan derrumbar el Estado. En este sentido, la prudencia se equipara a la astucia.
En atención a lo anterior, resulta evidente que Maquiavelo atiende únicamente a un fin práctico. Y por lo mismo, no advierte que si un bien se adquiere por medios ilícitos, dicha ilicitud contamina de igual forma al bien superior y al que se dirige sus acciones. De esta forma, El Príncipe no corresponde a la ética de Aristóteles, ya que el concepto de virtud que se explica en el desarrollo cambia materialmente en orden a los postulados del griego. Es decir, para el consejero de los Medici, la ética es también un hábito, pero es relativa a la que se practica en un acto fijado. En sí, el príncipe debe regirse por los consejos o reglas dadas a los tiempos y a las circunstancias. Por lo tanto, es de orientar una doble dimensión de las virtudes y, por sobre todo, tanto de la prudencia y de lo que considera como el arte de la guerra.
Ahora bien, si entendemos ambas virtudes como artes, el príncipe las puede tener como parte de su propia naturaleza, o bien, adquirirlas posteriormente. De modo, que se obtendrá en una determinada perfección constante del poder, por medio de la práctica. Cabe destacar, que el príncipe debe saber cuáles son sus debilidades, pudiendo así trabajar sobre ellas. Por ende, para el autor florentino la clave es de conseguir un gran propósito, contar con un príncipe prudente. Al igual que en la tradición clásica, ya que se puede interpretar que la prudencia es la guía de las demás virtudes, y de éstas se estructura la ética.
Por otra parte, si existiese una semejanza entre las características de ambos autores, se obtendrían diversos caminos frente a una meta, es decir, una ética sustancialmente practicada; aunque su radical diferencia está en que se dirigen a distintos fines, ya que en determinados contextos, entran en conflicto. Por lo tanto, la ética se concibe de un u otro modo en la atención del fin que se destina. Pero, si existiese un ápice de vinculación entre Maquiavelo y Aristóteles en el marco teórico de la ética, se fundamentaría primordialmente como un hábito, y como una tendencia relativa a las acciones de cada hombre.
Para finalizar, reflexionaríamos que tanto para el griego y para el florentino, el hombre se muestra asimismo como un ente productor de pensamientos, en que la sumatoria de los vicios o los males parciales, no produce el mal absoluto, sino que más bien, paradójicamente, es una virtud relativa o un bien relativo de acuerdo a las prácticas constantes del sujeto, pero que éste siempre debe orientarse y dirigirse hacia el bien supremo.
Francisco Díaz C.
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