Ojos bonitos, cuadros feos (1996), fue estrenada en Lima el 4 de julio de 1996, en San Isidro, en el teatro del Centro Cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú. La dirección estuvo a cargo de Luis Peirano, quien ya había dirigido exitosamente en 1986, La Chunga; tercera obra dramática del Nobel peruano. Ojos bonitos, cuadros feos, obra desarrollada en un sólo ambiente y también de un sólo acto; pero dividido en diez escenas, consta de tres personajes: Rubén Zevallos, Eduardo Zanelli, y Alicia Zúniga. Ojos bonitos, cuadros feos (1996) fue representada por el grupo Ensayo y Mariana de Althaus actuó en el rol de Alicia Zúniga, Salvador del Solar en el de Rubén Zevallos, y el famoso primer actor Hernán Romero protagonizó el papel del crítico de arte: Eduardo Zanelli. La puesta en escena fue dedicada a la memoria de Lorenzo de Szyszlo (1960-1996); hijo del pintor Fernando de Szyszlo (1925), quien había colaborado con la escenografía de la obra hasta que un infausto accidente de aviación cegara su vida.
Ojos bonitos, cuadros feos (1996) es una obra dramática que inicialmente fue pensada para ser un guión radiofónico en la BBC de Londres. De hecho, Vargas Llosa fue contratado por la European Broadcasting Union para este proyecto cultural. El título del drama fue inspirado por una crítica de pintura firmada por Luis Lama, y publicada en la revista limeña Caretas en 1981. Es relevante señalar que en Ojos bonitos, cuadros feos, hay dos referentes culturales muy importantes. La música de Mahler que funciona como signo acústico primordial, y las pinturas de Mondrian que son el signo visual preponderante en la obra.
A lo largo de la pieza teatral oímos la música de fondo que es la última sinfonía del compositor austríaco Gustav Mahler (1860-1911), titulada: “Das lied von der Erde” o “El canto de la tierra.” Copiamos aquí el nexo en youtube disponible en Internet correspondiente a esta famosa e imponente sinfonía: https://www.youtube.com/watch?v=kQZ51udFtrg
Hemos dicho pues, que la pintura además de la música, actúa como un segundo elemento de este diálogo cultural en Ojos bonitos, cuadros feos. En efecto, las pinturas del fundador del neoplasticismo: el artista holandés Piet Mondrian (1872-1944), forman parte fundamental del drama de Vargas Llosa, incluso la carátula de la obra publicada por la editorial Peisa y diseñada por Gredna Landolt, fue inspirada en el lienzo de Mondrian llamado: “Composición en rojo, amarillo, azul y negro”, creado en 1921. Mondrian se dedicó a la abstracción geométrica buscando encontrar lo que él llamaba “la retícula cósmica” o la estructura básica del universo. Es interesante recalcar que Vargas Llosa suele intentar en sus obras representar la realidad total, y precisamente escoge como colega de esta múltiple experiencia cultural en Ojos bonitos, cuadros feos, a un pintor que apostó por hallar en el arte pictórico una suerte de indagación de lo absoluto; un arte puro y totalizante.
Hemos dicho que hay tres personajes en Ojos bonitos, cuadros feos, sin embargo, su autor le precisó a Luis Peirano en una carta que éste tuvo a bien reproducir en el programa de la presentación teatral, que: “[…] desde que escribí Ojos bonitos, cuadros feos, he tenido la indemostrable certeza de que los principales personajes de la historia no son Eduardo Zanelli, Rubén Zevallos, ni Alicia Zúñiga, sino esa sinfonía de Mahler y los cuadros abstractos de Mondrian[…]”
En Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Vargas Llosa emplea el flash-back, -técnica narrativa prestada del cine- para evocar el pasado de manera eficiente y presentar en el escenario, casi simultáneamente, diversas instancias temporales que nos colocan así en un contexto cultural e histórico significativo. Vargas Llosa ya nos había acostumbrado al uso de ésta técnica en sus novelas así como en sus obras dramáticas. Bien cabe destacar incluso que en sus memorias: El pez en el agua (1993), Vargas Llosa recurre a los saltos temporales para combinar intercalando los capítulos de su entonces reciente actividad política como candidato a la presidencia peruana con los de su infancia, adolescencia, y juventud. De esta manera MVLl nos brinda un lienzo más ágil y dinámico de su vida y quehacer político.
Las obras dramáticas de MVLl ocurren, en su mayor parte, en el recuerdo; en el fascinante ámbito de la nostalgia. El estudioso italiano Domenico Cusato, entre otros, afirma que el teatro de Vargas Llos es básicamente narrativo donde existe un narrador-generador o varios, los cuales mediante el diálogo, la fantasía, y el recuerdo cuentan una historia o evocan un recuerdo. Es esta evocación recobrada mediante la narración la que Vargas Llosa desea escenificar en las tablas. ¿Acaso Vargas Llosa dramaturgo, en su intento por buscar un teatro totalizante busca a la manera de Marcel Proust aprehender las instancias temporales que conforman una vida, en suma “el tiempo perdido”?
El teatro de Vargas Llosa comparte con su obra narrativa sus técnicas más importantes: los saltos temporales, las cajas chinas, los vasos comunicantes, el dato escondido, los famosos saltos de nivel espacio-temporal y de nivel de realidad, la polifonía, así como los diálogos muy eficientes a nivel sociolingüístico porque Vargas Llosa –nunca está demás recalcarlo- es un verdadero maestro del diálogo. El teatro de Vargas Llosa, al igual que su obra narrativa cuestiona incluso el mismo hecho de la ficción.
Vargas Llosa privilegia el signo visual de la iluminación para expresar el paso del tiempo en sus obras dramáticas. Estos cambios temporales ocurridos en las tablas al usar la técnica del “flashback” son señalados precisamente con el empleo acertado de la iluminación en las puestas en escena de sus obras. En Ojos bonitos, cuadros feos, el juego de luces sirvió para expresar de manera fundamental el paso del tiempo en momentos cruciales, tales como por ejemplo, cuando Rubén evoca desde la muerte a Alicia: su novia suicida. La música de Mahler coopera asimismo para crear un entorno cultural y existencial en el cual prima una atmósfera tenebrosa de misterio y zozobra que socava el único espacio dramático donde se desarrolla la obra: el departamento del crítico de pintura. Esta obra de teatro es parca en didascalias y no lleva prólogo; pero los títulos de las diez escenas en las que se divide el único acto de la obra, son muy elocuentes. En Ojos bonitos, cuadros feos hay múltiples signos acústicos -que podrían considerarse didascalias auditivas-, y como ya señalamos, Ojos bonitos, cuadros feos fue creada para ser un guión radiofónico y eso explica la relevancia y la gran cantidad de signos acústicos. Estas didascalias son muy elocuentes para guiar a lectores y espectadores en la comprensión cabal de la historia. No hay muchos signos visuales en esta obra; exceptuando el afiche de la exposición del pintor Mondrian, los libros de arte, y los escasos cuadros colgados en el departamento de Zanelli. Los títulos de las escenas son muy descriptivos también; por ejemplo: “II.- Rosquete decente con imbéciles,” IV.- “Frustrado y resentido”, V.- Ojos y cuadros,” VI. “Triste y amargada,” VII. “Ruptura de novios” y etc. Nos dice el académico italiano Antonio Cusato con respecto a los elocuentes títulos empleados por Vargas Llosa en sus obras de teatro que: “[…] Esto demuestra una vez más que, como en las piezas anteriores, Vargas Llosa sigue dirigiéndose más al lector que al espectador (teatral o radiofónico)” (145).
El argumento de la obra es muy interesante y creativo como suelen ser todas las historias del gran autor Vargas Llosa. Ojos bonitos, cuadros feos, nos lleva al escenario a un reconocido crítico mordaz de arte y pintor frustrado: Eduardo Zanelli. Este crítico de arte tiene 60 años y es homosexual pero a puerta cerrada; no ha “salido del closet”, y no lo ha hecho probablemente para poder sobrevivir sin problemas de discriminación ni aislamiento en una sociedad tan machista como la peruana. En un <<vernissage>> en el barrio exclusivo de Miraflores, Zanelli sucumbe a los encantos e insinuaciones sexuales de un joven apuesto de 30 años; el marino Rubén Zevallos. Ambos hombres se retiran discretamente del evento donde sus deseos pasionales se han cruzado por vez primera en el espacio público, para dar rienda suelta a esa ardiente pasión que las miradas seductoras de Zevallos anticipan y acaso garantizan. Se van entonces, al departamento de Zanelli donde el crítico de arte se transforma en el más amable de los anfitriones y por tanto halaga a su joven conquista con whisky escosés en las rocas, y frases seductoras comparando su gallardía con la de los dioses del olimpo griego, mientras la sinfonía de Mahler inunda el espacio augurando tal vez desgracias o por lo menos desconciertos. El clímax de la historia sucede cuando Zanelli descubre que Rubén Zevallos, revólver en mano, no está en su departamento para la seducción, ni el erotismo, ni menos el amor, sino más bien impelido por la fuerza bruta que le otorga su urgencia primitiva de venganza. Su novia Alicia Zúñiga, amada profundamente por él, se había suicidado al convencerse de que no tenía talento alguno como pintora. Eduardo Zanelli había sido profesor de pintura de Alicia y además el responsable de una crítica feroz y cruel a la primera y única exposición de arte que Alicia, quien buscaba desesperadamente su espacio en el mundo, había organizado. La reseña de Zanelli fue publicada en el diario principal del Perú: El Comercio, bajo el título zumbón que da nombre a la obra de teatro.
El referente temporal de esta obra es la época actual, y el espacio geográfico es toda la ciudad de Lima cuya vista panorámica es posible desde el décimo piso donde está ubicado el departamento de clase media del crítico de arte. Los dos hombres en la obra dialogan en un mismo plano espacio-temporal en el departamento de Zanelli. El tercer personaje; Alicia, la frustrada pintora suicida, se materializa desde los recuerdos nostálgicos de su novio marino. Ella se presenta en el escenario para los espectadores cuando Rubén Zevallos la revive en sus recuerdos. Eduardo Zanelli no la verá pero sabrá de sus palabras de manera indirecta; a través de los parlamentos de Zevallos porque Alicia está muerta. Cusato (152) anota muy bien que cuando Rubén Zevallos le presenta la carta de Alicia a Eduardo Zanelli, los espectadores ven a Alicia leyéndole la carta de ruptura a Rubén; pero el comentario cruel de Zanelli señala que Alicia no ha estado en el escenario para él: “Es una carta melodramática e histérica, en la que, una vez más, se nota la espantosa influencia de las telenovelas. (550).
Alicia no desea casarse con su novio Rubén ni tampoco con nadie:
Sigmund Freud (1856-1939) nos habló de las pulsiones contrarias pero intrínsecamente unidas de vida y muerte, en su teoría psicoanalítica expresada concretamente en su obra llamada: Más allá del principio de placer (1920) cuyo título original fue: Jenseits des Lustprinzips.
Los vocablos griegos; Eros y Tánatos representan estas pulsiones: Eros agrupa todo lo que significa el impulso de vida y Tánatos el de la destrucción y muerte. Encontramos en Ojos bonitos, cuadros feos, estas dos energías opuestas que sin embargo se complementan como dice Freud en sus estudios psicoanalíticos, y como afirma Octavio Paz en su ensayo La Llama Doble: Amor y Erotismo (1994).
Las caraterísticas del amor y el erotismo en Octavio Paz, de acuerdo a su ensayo: La Llama Doble: Amor y Erotismo (1994) son:
En Ojos bonitos, cuadros feos (1996), Rubén ama a Alicia y su amor es auténtico y profundo. Se sacrifica por ella controlando su machismo y sus celos por el interés desmesurado de su novia por la pintura y sobre todo por haber puesto en un pedestal a su profesor de pintura: Eduardo Zanelli. Rubén tolera las supuestas excentricidades de su novia porque la ama y quiere verla realizada artísticamente. Él la deja ser ella misma, la deja ser libre y de hecho el amor que Rubén siente por Alicia fue una elección hecha en libertad.
Rubén le explica a Alicia que él no puede ser su amigo porque la ama:
Al parecer, Alicia ama también a Rubén; pero no de la misma manera. Es un amor sincero pero no suficiente como para hacerla feliz:
El amor es exclusivo y fiel.- Para Octavio Paz, el amor es un sentimiento muy intenso y por ende es exclusivo y fiel. No puede dividirse.
Si bien es cierto, Paz es uno de los herederos de la teoría platónica del amor, hallamos también ciertas diferencias importantes de mencionar, tales como, la relación entre amor y fidelidad que es fundamental en Paz; pero no así en Platón. Obviamente habría que tomar en cuenta el contexto histórico-social en la Grecia de Platón y recordar también que en el mundo helénico el amor homosexual entre un hombre maduro y un joven hermoso era el «sumum» de la experiencia amorosa. Consideremos que el amor en Platón nos impele a buscar la belleza, y ésta no es exclusiva al hallarse en diferentes cuerpos hermosos. Pero no solamente para Paz, sino también para Ortega y Gasset, Rougemont y Stendhal, el amor es por definición fiel, en tanto que es una fuerza que concentra toda nuestra energía amorosa hacia una sola dirección.
Destaca la afirmación de Ortega y Gasset relativa al amor y la fidelidad; de hecho nos dice el filósofo español que el amor romántico es: «un estar ontológicamente con el amado, fiel al destino de éste, sea lo que sea». (Paz, ob. cit. p. 31).
Rubén le confía al crítico de arte:
El amor es erotismo; pero hay ciertas diferencias entre ambos.- Nos dice Paz que el amor supera al erotismo pero que éste es necesario para que el amor florezca:
De acuerdo a Denis de Rougemont, el erotismo es un deseo inacabable y dialéctico:
Es interesante recordar que el concepto de Denis de Rougemont sobre el erotismo en tanto un deseo inacabable coincide con lo que Platón nos dice en “El Banquete” sobre el amor como hijo de la riqueza y de la pobreza. Paz parafrasea a Platón así:
Paz dice que el erotismo es fiel a sí mismo, pues solamente es fiel en cada encuentro erótico. El amor, que tiende a la exclusividad por ser una elección en libertad, según Paz no es un sendero de perfección a la manera que sí lo es para Platón y para Ortega y Gasset. Para Octavio Paz, el amor “principia y acaba en sí mismo” (Paz, ob, cit. p. 210).
Veamos aquí que Octavio Paz encuentra también una relación intrínsica muy relevante entre el erotismo y la poesía:
De acuerdo a Paz, la imaginación es un elemento central tanto en la poesía como en el erotismo, es el puente que los une.
Paz establece una triple analogía muy gráfica entre amor, sexo y erotismo:
Para Paz la sexualidad, el erotismo y el amor serían tres aspectos de una misma realidad en la cual el sexo vendría a ser lo fundamental: “el centro y el pivote de esta geometría pasional» (ob. cit. p. 13). De acuerdo al poeta Paz, el erotismo es asimismo un fenómeno dialéctico que nos trae tanto vida como muerte; Eros y Tánatos en tanto simboliza creación y destrucción. “[…] El erotismo defiende a la sociedad de los asaltos de la sexualidad […] Es el caprichoso servidor de la vida y de la muerte”. (Paz, ob. cit. p. 17).
En Ojos bonitos, cuadros feos, tenemos un ejemplo claro de erotismo en la atracción inmediata que siente Eduardo Zanelli por Rubén Zevallos cuando está bajo la falsa impresión de que Rubén intenta seducirlo:
La soledad del ser humano es superada gracias a la comunión que posibilita el encuentro con el ser humano, y esta comunión sólo ocurre verdaderamente cuando somos ónticamente en el otro.
No podemos decir que hubiera una comunión entre Rubén y Alicia, al contrario. Si bien es cierto, él la amaba profundamente y quería vivir el resto de su vida con ella, Alicia no sentía el mismo tipo de amor telúrico. Lo amaba de una manera tranquila; pero su amor no era suficiente para unir su vida a la de su novio.
A diferencia de Platón, Paz afirma que el amor es un fin en sí mismo- y también señala que es una respuesta a la soledad y en este sentido un medio, que el amor no busca nada. Por otro lado, Platón afirma que el amor siempre está buscando la belleza.
Ortega y Gasset establece una analogía entre el amor y la experiencia mística.
Para Rubén, Alicia era suficiente para su felicidad, pero para ella no; el amor que sentía por Rubén no era tan grande como para arriesgarse a planear un futuro con él.
El amor existe en el tiempo que es finito y lineal. Al amar vivimos una experiencia intensa y sentimos que el tiempo se detiene y por tanto percibimos ese instante de maravilla al que Paz se refire en muchos de sus poemas.
Amar es por tanto arriesgarse en el tiempo; lanzarse a experimentar el instante o “nuestra ración de paraíso”. El amor: «es una apuesta contra el tiempo y sus accidents.» (Paz, ob. cit. p. 220). El tiempo del amor no se experimenta como sucesivo porque el amor es tan intenso que nos posibilita construir un paréntesis en la temporalidad que vendría a ser “el instante.” Y Paz nos dice también sobre el amor en tanto la encarnación del instante en el que se instala la maravilla:
Además de ser libre, el amor es trasgresión o «hamartía» al desafiar nuestra condición finita de seres humanos, al intentar aprehender e incluso afincarse en «el instante» de maravilla, en ese preámbulo de la eternidad.
Amar es entender lo más importante de la vida; ese vínculo ineludible entre la creación y la destrucción; entre la vida y la muerte. Paz nos habla en La llama doble de la pareja Eros-Tánatos; de esa dialéctica del placer que nos ofrece tanto la vida como la muerte.
En La llama doble, Paz afirma que el amor sería una manera de vivir sin perder en perpectiva la muerte que en este caso sería una especie de colofón.
El amor está limitado por la finitud temporal porque en tanto seres humanos estamos inscritos en el tiempo que es finito. Y el amor se mueve a horcajadas entre ese “instante” de maravilla y el tiempo lineal de nuestra frágil cotidianeidad. En este sentido diríamos que el amor pertenece al tiempo mítico. El amor implica una experiencia creadora: Eros, y dualmente, una destructora: Tánatos. El amor es por tanto dialéctico al llevar en sí tanto la vida como la muerte.
Podríamos decir que Alicia fue capaz de alcanzar ese instante de maravilla cuando creía en su pasión por la pintura. Pero con Rubén nunca logró experimentar ese instante mágico que es un paréntesis en el tiempo cronológico.
Puesto que el amor no es capaz de vencer a la muerte ya que la muerte es invencible, debe integrarla a la vida y así lo hace. La vida acepta su contrapartida dialéctica: la muerte. Puesto que el amor no puede ser eterno por ser una criatura del tiempo, es a la larga desdichado.
En su obra seminal El laberinto de la soledad, Octavio Paz afirmó que:
El amor se vincula al sufrimiento y no solamente por su condición finita en tanto criatura del tiempo:
En el apéndice del libro: El Laberinto de la Soledad, Paz nos dice que el amor es la respuesta a la soledad porque hace posible la comunicación entre los seres humanos eliminando así la alienación en la que estamos inmersos:
Mientras Platón y Ortega y Gasset tienen una visión filosófica del amor, la posición de Octavio Paz sería más bien poética y romántica y por consiguiente más trágica. Para Paz, el amor debe buscar la maravilla en el instante en tanto paréntesis del tiempo cronológico, y ese instante de maravilla es de hecho huidizo, efímero y acaso utópico.
Así nos habla Paz del instante; de una manera metafísica no exenta de poesía: «Instante: reverso de la muerte, nuestra frágil eternidad». La vinculación del amor con la soledad sería un nexo de oposición binaria porque el amor sería lo contrario de la soledad al implicar una comunión como nos los dice Paz en su poema:
Alicia decidió terminar con su vida cuando no encontró más salidas para ese futuro que se había trazado ella misma; cuando sus horizontes de mundo se desvanecieron al creer en las palabras de su admirado profesor y asumir como verdad apodíctica que carecía de talento artístico como pintora. Al decidir terminar con su vida en sus propios términos, Alicia quiso darle explicaciones a Rubén sobre su ruptura porque sabía que el amor de Rubén era sincero y real. Su carta de despedida a Rubén fue su testamento también. Alicia perdió en el juego de la vida; pero murió en su ley siendo auténtica al no dejarse atrapar por las convenciones sociales y rechazar un matrimonio donde no había suficiente amor de su parte.
Alicia arrojada tempestuosamente fuera de toda maravilla por la cruenta dinámica de la vida, se rindió frente al mundo al sentirse cosificada; convertida en una figura geométrica; en una de las líneas rectas de los cuadros de Mondrian. Alicia en realidad ya no existía para el mundo tal cual; ella se había transformado en un ser para la muerte, para decirlo a la manera de Heidegger. Precisamente por ser auténtica, Alicia decidió ponerle de manera oficial, punto final a su vida:
“Los cuadraditos son el símbolo de unas vidas horribles. De campos de concentración, de celdas, de trabajos embrutecedores, de existencias sin sentido, de esos destinos malogrados, desperdiciados, que son una diaria frustraciópn, una muerte
lenta y a pedacitos.” (Vargas Llosa, p. 509).
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